WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY


> Discursos: Pascal Lamy

  

Señoras y señores
 
Es para mí un placer encontrarme una vez más en la Federación de las Cámaras de Comercio e Industria de la India (FICCI), la mayor y más antigua organización empresarial de la India, cuya historia está estrechamente ligada al surgimiento de la India como una de las economías de más rápido crecimiento del mundo.  La FICCI es una firme defensora de un sistema multilateral de comercio sólido.  Por ello no les sorprenderá que les diga que aquí me siento como en mi propia casa.  
 
Me gustaría empezar mi intervención de hoy con un examen del estado de la economía mundial.  Pienso que puede decirse que en los últimos meses hemos tenido una mezcla de buenas y malas noticias.  
 
Primero, las buenas.  El estímulo fiscal y monetario coordinado ha servido para alejar a la economía mundial del borde de una depresión.  Se ha reactivado el crecimiento económico, impulsado por el crecimiento especialmente fuerte de varias economías emergentes como la India, el Brasil y China.  Se han adoptado medidas para fortalecer la reglamentación del sector financiero, que, como todos sabemos, estuvo en el centro de la crisis.  Se han observado progresos en las reformas del Banco Mundial y el FMI, merced a una mayor representación de los mercados emergentes dinámicos y los países en desarrollo, lo cual ha aumentado su eficacia como instituciones de promoción del desarrollo y de la estabilidad financiera mundial, respectivamente. 
 
En la Cumbre del G-20 celebrada recientemente en Seúl se acordó poner los intereses de los países en desarrollo, en particular los países de bajos ingresos, en el centro del programa del G-20, con la adopción del “Consenso de Seúl para el Desarrollo”.  Por último, el G-20 también adoptó las primeras medidas, muy necesarias pero todavía insuficientes, para hacer frente a los desequilibrios macroeconómicos.   
 
¿Cuáles son las malas noticias?  En las economías avanzadas el crecimiento económico sigue siendo lento y subsisten riesgos en relación con la deuda soberana.  Sin embargo, en la actualidad el desafío más importante es el del desempleo.  En efecto:  la generación de empleo es el objetivo perseguido por algunos países con su estrategia consistente en mantener sus monedas subvaluadas.  De igual manera, también es el objetivo de las políticas monetarias laxas de otros países.  
 
Lo que realmente subyace a las preocupaciones sobre los desequilibrios macroeconómicos es la preocupación por los niveles insostenibles y socialmente inaceptables de desempleo.  Independientemente de que el trabajador se encuentre en Bangalore, Ohio o Guangdong, lo que verdaderamente importa son los puestos de trabajo.

En la Carta de La Habana de 1948, en la que se contemplaba la creación de la Organización Internacional de Comercio, que no llegó a ver la luz, se consideraba que el empleo era una parte integrante del sistema mundial de comercio.  En su artículo 2 se reconocía que, “aun cuando la prevención del desempleo o el subempleo debe depender, primordialmente, de medidas de orden interno, tomadas individualmente por cada país, tales medidas deberán ser complementadas por una acción concertada”.  Lo que era cierto hace más de 60 años lo es aún más en la economía globalizada de nuestros días. 
 
Esta es la razón por la que el G-20 ha destacado en repetidas ocasiones la importancia de la cooperación internacional en relación con las cuestiones económicas mundiales.  Cooperar significa escucharse unos a otros, entender las limitaciones de los demás y aceptar soluciones de transacción para lograr objetivos comunes.  Hoy las limitaciones de los países pueden ser diferentes y las medidas que se esperan de cada uno de ellos también pueden ser diferentes, pero todas deben estar dirigidas hacia el logro de esos objetivos comunes.   
 
Véase, por ejemplo, la cuestión de los desequilibrios macroeconómicos.  Su solución será inevitablemente compleja.  Obligará a considerar las políticas monetarias, las inversiones en redes de seguridad social, la competitividad, las finanzas públicas o los sistemas impositivos, por nombrar sólo algunos aspectos.  Ningún indicador por sí solo bastará para tratar la cuestión.  Además se necesitará tiempo, ya que se trata de una empresa colectiva a medio o largo plazo.  Pero no nos engañemos.  Esos desequilibrios no tienen su origen en el comercio.  Y, por consiguiente, tratar de superarlos adoptando medidas restrictivas del comercio será inútil.  Lo que es peor, desencadenará un proteccionismo de represalias.   
 
A corto plazo, el crecimiento desigual en el mundo y el desempleo elevado llevan consigo el riesgo de que los países se aparten de las soluciones mundiales y adopten medidas individualistas.  Ahora bien, esas políticas no concertadas de “empobrecimiento del vecino” no producirán un aumento del empleo.  Por ende, para que haya una recuperación mundial sostenible, se necesitan medidas de política coordinadas de todos los países, que den por resultado una reducción progresiva de esos desequilibrios mundiales y un aumento del número de puestos de trabajo. 

Permítanme referirme ahora al comercio mundial.  El comercio –las exportaciones y las importaciones- puede incrementar los niveles de ingresos o de producción gracias a la mejora de la eficiencia derivada de una especialización basada en las ventajas comparativas, a una mayor competencia y a las economías de escala.  Por su parte, el aumento de los ingresos genera puestos de trabajo en diferentes sectores, ya que produce un aumento de la demanda.  En un informe reciente sobre los beneficios del comercio para el empleo elaborado por la OCDE, la OIT, el Banco Mundial y la OMC se mencionan datos de varios países que indican que se ha comprobado que con un aumento del 10 por ciento en la apertura del comercio total el desempleo se reduce un 1 por ciento aproximadamente. 
 
El comercio también puede ayudar directamente a reducir el desempleo en la fase de recuperación posterior a la crisis.  Esto se debe a que la proporción del empleo que depende de las exportaciones y las importaciones suele ser elevada.  Estudios recientes sobre la India muestran que se crearon cerca de 14 millones de puestos de trabajo directa o indirectamente como consecuencia del incremento de las exportaciones registrado entre 2003 y 2008.  Además, hay cálculos muy estimativos sobre la India que indican que, si se toma como base el crecimiento medio de las exportaciones reales de mercancías antes de la crisis, se observa que las exportaciones podrían generar un promedio de 7,5 millones de puestos de trabajo cada año. 
 
¿Hay algún aspecto negativo?  Bueno, evidentemente, la mayor competencia de las importaciones, unida a la apertura del comercio, puede ocasionar pérdidas de empleos en algunos sectores de la economía.  Hay ganadores y perdedores.  Esto también sucede cuando la competencia aumenta a raíz de la introducción de reformas estructurales dentro de un país.  Los programas de capacitación de trabajadores y el aumento de la movilidad en los mercados laborales pueden permitir a los trabajadores desplazados encontrar empleo en los sectores de la economía más eficientes y en expansión.  Y las redes de seguridad social pueden ayudarles a corto plazo a soportar la carga de la transición.  En la India, la Ley Nacional de Garantía del Empleo Rural (NREGA) de 2005 constituye un ejemplo importante de red de seguridad social para los desempleados.  
 
En suma, los datos económicos nos dicen que abrirse al comercio internacional es mejor para el crecimiento que mantenerse como una economía cerrada.  Sin embargo, para aprovechar al máximo los efectos de la apertura del comercio que potencian el desarrollo, el proceso tiene que ir acompañado de medidas y políticas que no dejen a nadie atrás. 
 
En las recientes cumbres del G-20 y del APEC en Seúl y Yokohama se reconoció la importancia de un comercio abierto para la recuperación mundial.  En ambos encuentros se enviaron señales inequívocas de la determinación política de concluir la Ronda de Doha para el Desarrollo.  Los dirigentes reconocieron que 2011 ofrecía una oportunidad para lograr este objetivo.  Pidieron que se intensificara la participación y que se celebraran negociaciones en todas las esferas con miras a concluir la etapa final.  Además, se comprometieron a tratar de lograr la ratificación en los países del resultado a que se hubiera llegado.  En pocas palabras, enviaron una señal clara de que esperaban que la Ronda de Doha para el Desarrollo pudiera dar sus frutos el año próximo.
 
En este sentido, quiero aprovechar esta oportunidad para reconocer públicamente los esfuerzos y el apoyo del Primer Ministro, el Dr. Singh, y del Ministro Sharma, cuya iniciativa de convocar a los ministros de comercio el año pasado contribuyó a revitalizar la Ronda de Doha. 
 
La cuestión que afrontamos está clara:  cómo complementar lo que los negociadores ya han puesto sobre la mesa con nuevas concesiones recíprocas para elaborar un paquete final que los Miembros puedan presentar a sus respectivos parlamentos.  
 
En estos momentos los Miembros de la OMC están trabajando para trasladar esta voluntad política a las negociaciones que tienen lugar en Ginebra.  Durante los últimos meses han puesto a prueba diversas fórmulas de flexibilidad en diversos formatos.  Ahora este proceso debe intensificarse con objeto de “pasar de las palabras a la acción”. 
 
Los expertos y los comentaristas de los medios de comunicación van a hacer resaltar los aspectos “mercantilistas” de la conclusión de la Ronda de Doha:  hablarán de concesiones, de acceso a los mercados y de toma y daca.  Todo eso está muy bien.  Pero pocos hablarán de la cara oculta de la Ronda de Doha para el Desarrollo:  la importancia del sistema multilateral, que representa el esfuerzo colectivo de cooperación de 153 Miembros. 

Si la Ronda de Doha para el Desarrollo fracasara, ese sería el primer fracaso en la historia del GATT/OMC, desde 1948.  Ese fracaso debilitaría a la única institución que dicta las normas del comercio mundial y que está facultada para solucionar diferencias entre países.  
 
Las crisis económicas son una realidad del mundo en que vivimos.  Han ocurrido en el pasado y ocurrirán también en el futuro.  Ahora, la economía mundial se está recuperando de una de las peores crisis de la historia.  Como es natural, las crisis económicas crean problemas en los países.  Es en momentos como éste cuando los proponentes del unilateralismo y las políticas populistas que discriminan contra los trabajadores y productos extranjeros dejan oír más su voz.  Sin embargo, también en tiempos económicos difíciles es cuando quienes creemos en el multilateralismo tenemos que hacer oír nuestra propia voz.  Algunos nos tacharán de ingenuos, o incluso de idealistas.  Pero las lecciones de la Historia están ahí:  nos enseñan que la acción coordinada mediante la cooperación internacional es la que asegura los máximos beneficios para los ciudadanos del mundo. 
 
Espero que cuando esta crisis termine, sea esta lección de cooperación que prevalezca.  No cabe duda de que otras opciones nos dejarían a todos en condiciones mucho peores.
 
Gracias por su atención.

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