Señoras y señores
Es para mí un placer encontrarme una vez más en la Federación de las
Cámaras de Comercio e Industria de la India (FICCI), la mayor y más
antigua organización empresarial de la India, cuya historia está
estrechamente ligada al surgimiento de la India como una de las
economías de más rápido crecimiento del mundo. La FICCI es una
firme defensora de un sistema multilateral de comercio sólido. Por
ello no les sorprenderá que les diga que aquí me siento como en mi
propia casa.
Me gustaría empezar mi intervención de hoy con un examen del estado de
la economía mundial. Pienso que puede decirse que en los últimos
meses hemos tenido una mezcla de buenas y malas noticias.
Primero, las buenas. El estímulo fiscal y monetario coordinado ha
servido para alejar a la economía mundial del borde de una depresión.
Se ha reactivado el crecimiento económico, impulsado por el crecimiento
especialmente fuerte de varias economías emergentes como la India, el
Brasil y China. Se han adoptado medidas para fortalecer la
reglamentación del sector financiero, que, como todos sabemos, estuvo en
el centro de la crisis. Se han observado progresos en las reformas
del Banco Mundial y el FMI, merced a una mayor representación de los
mercados emergentes dinámicos y los países en desarrollo, lo cual ha
aumentado su eficacia como instituciones de promoción del desarrollo y
de la estabilidad financiera mundial, respectivamente.
En la Cumbre del G-20 celebrada recientemente en Seúl se acordó poner
los intereses de los países en desarrollo, en particular los países de
bajos ingresos, en el centro del programa del G-20, con la adopción del
“Consenso de Seúl para el Desarrollo”. Por último, el G-20 también
adoptó las primeras medidas, muy necesarias pero todavía insuficientes,
para hacer frente a los desequilibrios macroeconómicos.
¿Cuáles son las malas noticias? En las economías avanzadas el
crecimiento económico sigue siendo lento y subsisten riesgos en relación
con la deuda soberana. Sin embargo, en la actualidad el desafío
más importante es el del desempleo. En efecto: la generación
de empleo es el objetivo perseguido por algunos países con su estrategia
consistente en mantener sus monedas subvaluadas. De igual manera,
también es el objetivo de las políticas monetarias laxas de otros
países.
Lo que realmente subyace a las preocupaciones sobre los desequilibrios
macroeconómicos es la preocupación por los niveles insostenibles y
socialmente inaceptables de desempleo. Independientemente de que
el trabajador se encuentre en Bangalore, Ohio o Guangdong, lo que
verdaderamente importa son los puestos de trabajo.
En la Carta de La Habana de 1948, en la que se contemplaba la creación
de la Organización Internacional de Comercio, que no llegó a ver la luz,
se consideraba que el empleo era una parte integrante del sistema
mundial de comercio. En su artículo 2 se reconocía que, “aun
cuando la prevención del desempleo o el subempleo debe depender,
primordialmente, de medidas de orden interno, tomadas individualmente
por cada país, tales medidas deberán ser complementadas por una acción
concertada”. Lo que era cierto hace más de 60 años lo es aún más
en la economía globalizada de nuestros días.
Esta es la razón por la que el G-20 ha destacado en repetidas ocasiones
la importancia de la cooperación internacional en relación con las
cuestiones económicas mundiales. Cooperar significa escucharse
unos a otros, entender las limitaciones de los demás y aceptar
soluciones de transacción para lograr objetivos comunes. Hoy las
limitaciones de los países pueden ser diferentes y las medidas que se
esperan de cada uno de ellos también pueden ser diferentes, pero todas
deben estar dirigidas hacia el logro de esos objetivos comunes.
Véase, por ejemplo, la cuestión de los desequilibrios macroeconómicos.
Su solución será inevitablemente compleja. Obligará a considerar
las políticas monetarias, las inversiones en redes de seguridad social,
la competitividad, las finanzas públicas o los sistemas impositivos, por
nombrar sólo algunos aspectos. Ningún indicador por sí solo
bastará para tratar la cuestión. Además se necesitará tiempo, ya
que se trata de una empresa colectiva a medio o largo plazo. Pero
no nos engañemos. Esos desequilibrios no tienen su origen en el
comercio. Y, por consiguiente, tratar de superarlos adoptando
medidas restrictivas del comercio será inútil. Lo que es peor,
desencadenará un proteccionismo de represalias.
A corto plazo, el crecimiento desigual en el mundo y el desempleo
elevado llevan consigo el riesgo de que los países se aparten de las
soluciones mundiales y adopten medidas individualistas. Ahora
bien, esas políticas no concertadas de “empobrecimiento del vecino” no
producirán un aumento del empleo. Por ende, para que haya una
recuperación mundial sostenible, se necesitan medidas de política
coordinadas de todos los países, que den por resultado una reducción
progresiva de esos desequilibrios mundiales y un aumento del número de
puestos de trabajo.
Permítanme referirme ahora al comercio mundial. El comercio –las
exportaciones y las importaciones- puede incrementar los niveles de
ingresos o de producción gracias a la mejora de la eficiencia derivada
de una especialización basada en las ventajas comparativas, a una mayor
competencia y a las economías de escala. Por su parte, el aumento
de los ingresos genera puestos de trabajo en diferentes sectores, ya que
produce un aumento de la demanda. En un informe reciente sobre los
beneficios del comercio para el empleo elaborado por la OCDE, la OIT, el
Banco Mundial y la OMC se mencionan datos de varios países que indican
que se ha comprobado que con un aumento del 10 por ciento en la apertura
del comercio total el desempleo se reduce un 1 por ciento
aproximadamente.
El comercio también puede ayudar directamente a reducir el desempleo en
la fase de recuperación posterior a la crisis. Esto se debe a que
la proporción del empleo que depende de las exportaciones y las
importaciones suele ser elevada. Estudios recientes sobre la India
muestran que se crearon cerca de 14 millones de puestos de trabajo
directa o indirectamente como consecuencia del incremento de las
exportaciones registrado entre 2003 y 2008. Además, hay cálculos
muy estimativos sobre la India que indican que, si se toma como base el
crecimiento medio de las exportaciones reales de mercancías antes de la
crisis, se observa que las exportaciones podrían generar un promedio de
7,5 millones de puestos de trabajo cada año.
¿Hay algún aspecto negativo? Bueno, evidentemente, la mayor
competencia de las importaciones, unida a la apertura del comercio,
puede ocasionar pérdidas de empleos en algunos sectores de la economía.
Hay ganadores y perdedores. Esto también sucede cuando la
competencia aumenta a raíz de la introducción de reformas estructurales
dentro de un país. Los programas de capacitación de trabajadores y
el aumento de la movilidad en los mercados laborales pueden permitir a
los trabajadores desplazados encontrar empleo en los sectores de la
economía más eficientes y en expansión. Y las redes de seguridad
social pueden ayudarles a corto plazo a soportar la carga de la
transición. En la India, la Ley Nacional de Garantía del Empleo
Rural (NREGA) de 2005 constituye un ejemplo importante de red de
seguridad social para los desempleados.
En suma, los datos económicos nos dicen que abrirse al comercio
internacional es mejor para el crecimiento que mantenerse como una
economía cerrada. Sin embargo, para aprovechar al máximo los
efectos de la apertura del comercio que potencian el desarrollo, el
proceso tiene que ir acompañado de medidas y políticas que no dejen a
nadie atrás.
En las recientes cumbres del G-20 y del APEC en Seúl y Yokohama se
reconoció la importancia de un comercio abierto para la recuperación
mundial. En ambos encuentros se enviaron señales inequívocas de la
determinación política de concluir la Ronda de Doha para el Desarrollo.
Los dirigentes reconocieron que 2011 ofrecía una oportunidad para lograr
este objetivo. Pidieron que se intensificara la participación y
que se celebraran negociaciones en todas las esferas con miras a
concluir la etapa final. Además, se comprometieron a tratar de
lograr la ratificación en los países del resultado a que se hubiera
llegado. En pocas palabras, enviaron una señal clara de que
esperaban que la Ronda de Doha para el Desarrollo pudiera dar sus frutos
el año próximo.
En este sentido, quiero aprovechar esta oportunidad para reconocer
públicamente los esfuerzos y el apoyo del Primer Ministro, el Dr. Singh,
y del Ministro Sharma, cuya iniciativa de convocar a los ministros de
comercio el año pasado contribuyó a revitalizar la Ronda de Doha.
La cuestión que afrontamos está clara: cómo complementar lo que
los negociadores ya han puesto sobre la mesa con nuevas concesiones
recíprocas para elaborar un paquete final que los Miembros puedan
presentar a sus respectivos parlamentos.
En estos momentos los Miembros de la OMC están trabajando para trasladar
esta voluntad política a las negociaciones que tienen lugar en Ginebra.
Durante los últimos meses han puesto a prueba diversas fórmulas de
flexibilidad en diversos formatos. Ahora este proceso debe
intensificarse con objeto de “pasar de las palabras a la acción”.
Los expertos y los comentaristas de los medios de comunicación van a
hacer resaltar los aspectos “mercantilistas” de la conclusión de la
Ronda de Doha: hablarán de concesiones, de acceso a los mercados y
de toma y daca. Todo eso está muy bien. Pero pocos hablarán
de la cara oculta de la Ronda de Doha para el Desarrollo: la
importancia del sistema multilateral, que representa el esfuerzo
colectivo de cooperación de 153 Miembros.
Si la Ronda de Doha para el Desarrollo fracasara, ese sería el primer
fracaso en la historia del GATT/OMC, desde 1948. Ese fracaso
debilitaría a la única institución que dicta las normas del comercio
mundial y que está facultada para solucionar diferencias entre países.
Las crisis económicas son una realidad del mundo en que vivimos.
Han ocurrido en el pasado y ocurrirán también en el futuro. Ahora,
la economía mundial se está recuperando de una de las peores crisis de
la historia. Como es natural, las crisis económicas crean
problemas en los países. Es en momentos como éste cuando los
proponentes del unilateralismo y las políticas populistas que
discriminan contra los trabajadores y productos extranjeros dejan oír
más su voz. Sin embargo, también en tiempos económicos difíciles es
cuando quienes creemos en el multilateralismo tenemos que hacer oír
nuestra propia voz. Algunos nos tacharán de ingenuos, o incluso de
idealistas. Pero las lecciones de la Historia están ahí: nos
enseñan que la acción coordinada mediante la cooperación internacional
es la que asegura los máximos beneficios para los ciudadanos del mundo.
Espero que cuando esta crisis termine, sea esta lección de cooperación
que prevalezca. No cabe duda de que otras opciones nos dejarían a
todos en condiciones mucho peores.
Gracias por su atención.
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