WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

Debate temático sobre el rol de las Naciones Unidas en la gobernanza mundial

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Estimado Señor Secretario General,
Estimado Joseph,
Distinguidos representantes,
Señoras y Señores:

Es para mí un gran placer encontrarme hoy aquí para participar en este debate temático sobre las Naciones Unidas y la gobernanza mundial, cuestión de suma importancia dado el carácter urgente de los desafíos mundiales con que nos enfrentamos.  Pero antes de pasar al fondo del debate que nos ocupa hoy, permítame felicitarle, Sr. Secretario General, por su reciente reelección a la cabeza de esta augusta institución.  Los cinco próximos años, no me cabe duda, serán muy difíciles y exigentes.

La cada vez mayor apertura e interdependencia de nuestro mundo aportan numerosos beneficios, ofreciendo a miles de millones de personas en todo el mundo la oportunidad de salir de la pobreza y estimulando la innovación y el crecimiento, pero también conllevan costos y riesgos que al parecer no nos resultan fáciles de asumir.  Las perturbaciones económicas y financieras se propagan más rápido que nunca.  Mientras el cambio climático amenaza con afectar profundamente a nuestras economías y estilos de vida, la comunidad internacional sigue luchando por encontrar una respuesta adecuada.  Es sorprendente el desfase existente entre la realidad de la interdependencia actual, los desafíos que ésta plantea y la capacidad que tiene la gobernanza mundial para superarlos.

¿Qué podemos hacer frente a este desfase? Algunos propugnan la “desglobalización”:  ¡revirtamos la globalización, reduzcamos nuestra interdependencia y el mundo irá mejor!”.  No creo que sea la solución.  No es posible ni deseable.  No es posible porque lo que impulsa la globalización es principalmente el progreso técnico, y la tecnología avanza y no retrocede.  Y tampoco es deseable.  ¿Quién desearía renunciar a los beneficios que conlleva la globalización?  ¿Deberíamos dejar de viajar en avión para evitar que se propaguen las pandemias?  ¿Estarían ustedes dispuestos a renunciar a su preciado teléfono móvil y a Internet?  ¿Deberíamos poner fin a las cadenas mundiales de producción, las cuales han ayudado a tantos países en desarrollo a sacar provecho del libre comercio?  La realidad en la que vivimos tiene sus inconvenientes, pero también ofrece muchas ventajas.  Revertir la globalización es ilusorio.

Por lo tanto, ¿qué otra posibilidad tenemos? Aumentar nuestra capacidad para resolver los problemas mundiales fortaleciendo los mecanismos de gobernanza mundial.  Construir, o mejor dicho consolidar los tres pilares indispensables para todo sistema de gobernanza:  conducción, legitimidad y eficiencia.

Ante todo, es esencial reconocer que el sistema de gobernanza internacional difiere de los sistemas de gobernanza nacional.  La gobernanza mundial plantea sus propios problemas y no puede limitarse a reproducir los sistemas de gobernanza nacionales.

En primer lugar, la legitimidad a nivel internacional es mucho más débil que a nivel nacional, lo que no es nada sorprendente dado que la legitimidad es inversamente proporcional a la distancia.  El problema concreto de la legitimidad en la gobernanza mundial tiene que ver con el procedimiento por el que se adoptan las decisiones en el plano internacional, que se ve como demasiado distante, no sujeto a la rendición de cuentas y carente de medios directos de impugnación.  Las organizaciones internacionales sólo confieren lo que yo llamaría “legitimidad secundaria”, para diferenciarla de la “legitimidad primaria” que resulta de la participación directa de la ciudadanía.  Aunque esa falta de legitimidad tal vez se podría compensar fomentando un sentimiento de pertenencia, de comunidad y de solidaridad fundado en valores comunes, ese sentimiento de pertenencia aún no existe a escala mundial.

En segundo lugar, la eficiencia se ve obstaculizada por el orden de Westfalia y la primacía de Estados-naciones soberanos que lo acompañan —Estados-naciones soberanos que suelen tener intereses diferentes—;  que a menudo adolecen de falta de coherencia defendiendo una postura en una organización internacional y la postura contraria en otra.  Estados-naciones soberanos que, por lo general, son reacios a transferir o compartir competencias sobre determinados asuntos en un entorno internacional.  Generalmente, la adopción de decisiones a nivel internacional requiere negociaciones largas y penosas caracterizadas por repetidos retrasos y transacciones oscuras.  ¡Estoy seguro de que todos saben de lo que estoy hablando!

En cuanto a la conducción, la dificultad intrínseca de la gobernanza mundial es identificar al que conduce.  ¿Quién es el que conduce? ¿Cómo lo hace?

Esas limitaciones son reales pero no ineluctables.  Es posible mejorar el proceso de adopción de decisiones y preservar al mismo tiempo el principio de igualdad de los Estados-naciones.  Hay varios modelos.  Habría que establecer mejores prácticas y darlas a conocer.  La eficiencia de la gobernanza mundial depende esencialmente de los organismos especializados, que son los que poseen los conocimientos necesarios.  A fin de mejorar la eficiencia sería conveniente concentrar los esfuerzos en este aspecto.

En el plano internacional la conducción es colectiva.  Reemplazar el G‑8 por el G-20, que es más inclusivo y representativo, fue un paso decisivo aunque el G-20 carece de poder decisorio.  No es una instancia de gobierno mundial, pero da señales e impulsiones que nos conciernen a todos.

Con respecto a la legitimidad, veo dos formas para fortalecerla.  La primera a nivel nacional, aumentando la visibilidad de las cuestiones internacionales y dando más la palabra a los ciudadanos haciéndoles participar en el debate público.  Presidentes, primeros ministros, parlamentarios, sindicatos y organizaciones de la sociedad civil deben comprometerse más activamente en los asuntos mundiales y las instituciones internacionales.  En lugar de globalizar las cuestiones locales deberíamos dar una dimensión local a las cuestiones mundiales.  Es necesario reforzar la obligación de las instituciones mundiales de rendir cuentas a los parlamentos y electorados nacionales.  Las Naciones Unidas podrían desempeñar un papel importante en ese sentido, dada la percepción sumamente positiva que los ciudadanos tienen de la organización.  En segundo lugar, a nivel internacional, habría que consolidar el sistema de las Naciones Unidas como proceso de legitimación, como foro para la información y el debate y como instancia general de rendición de cuentas.  Recuerdo que estuve presente aquí en septiembre pasado con motivo de la Cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio.  Este es un buen ejemplo, en mi opinión, de un proceso de examen por homólogos que permite ir evolucionando para no quedarse estancados.

No creo que se trate de una mayor o menor globalización.  Me parece que el futuro está en una “mejor globalización”, en una mejor articulación de los tres pilares de la gobernanza;  en una coordinación, cooperación e interacción más estrechas entre las Naciones Unidas, el G-20 y los organismos especializados.  Esto es lo que he llamado el “triángulo de la coherencia”.  Coherencia que ha venido preconizando el Grupo de Gobernanza Mundial, el llamado G-3, en sus diversas declaraciones.

Este triángulo va tomando forma poco a poco.  El Secretario General de las Naciones Unidas participa en las reuniones del G-20, junto con los dirigentes de numerosas otras organizaciones internacionales, entre ellas la OMC.  Se ha invitado a los organismos especializados a participar en los debates del G-20 por medio de informes conjuntos, como el elaborado por la OMC con la OCDE, el Banco Mundial y la OIT sobre el aprovechamiento de los beneficios del comercio para el empleo y el crecimiento (Seizing the Benefits of Trade for Employment and Growth), o más recientemente el elaborado, entre otros, por la FAO, la OCDE, la UNCTAD, el Banco Mundial y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) sobre la volatilidad de los precios en los mercados de productos alimenticios y agrícolas.  Y me complace constatar que bajo la presidencia de Joseph Deiss se han organizado varias sesiones informativas del G-20 para la Asamblea General de las Naciones Unidas.  Sin lugar a dudas, son hechos muy positivos.

El desafío que hoy afronta la gobernanza mundial es el mejoramiento de las redes interinstitucionales a fin de adaptar la estructura de gobernanza mundial creada tras la segunda guerra mundial a la creciente interdependencia actual, ámbito en el que las Naciones Unidas tienen un papel esencial que desempeñar.

A nivel mundial, a diferencia del plano nacional, los tres pilares de la gobernanza —la conducción, la eficiencia y la legitimidad— están repartidos entre diversas estructuras.  Innegablemente, las Naciones Unidas tienen una ventaja comparativa en el ámbito de la legitimidad.  Las Naciones Unidas son la única organización verdaderamente mundial, la única organización que representa el conjunto de los intereses de los Estados.

A mi juicio, el órgano de las Naciones Unidas que ha de desempeñar un papel decisivo en este triángulo de la coherencia que acabo de describir es el Consejo Económico y Social (ECOSOC).  ¿Por qué el ECOSOC?  Porque las cuestiones que se debaten en las reuniones del G-20 son de su competencia.  Un ECOSOC fuerte es esencial para equilibrar los otros dos lados del triángulo y reforzar la coherencia y eficiencia de las medidas económicas, sociales y de desarrollo a nivel mundial.  En el transcurso de los años se han formulado numerosas propuestas para aumentar la importancia política del Consejo.  Estoy convencido de que lo que precisamos hoy es que el ECOSOC se convierta en un Consejo que tenga la misma prominencia política que el Consejo de Seguridad, porque las cuestiones de orden económico, social y de desarrollo constituyen hoy el fundamento de la paz en un mundo globalizado que es muy diferente del que había hace 60 años.  Un Consejo, desde luego, que refleje la geopolítica actual.  Un Consejo que se encargue de hacer un balance general de la economía mundial, de instaurar un marco estratégico de largo plazo y formular una orientación política a fin de promover un desarrollo estable, equilibrado y sostenible, y de asegurar la coherencia entre las actividades y los objetivos de política de las diversas organizaciones internacionales dedicadas a las cuestiones económicas, sociales y de desarrollo, incluidas las instituciones de Bretton Woods y la OMC.  Un Consejo que sea un verdadero foro de información, debate, formulación de políticas y consolidación de la coherencia.  Me parece que una reforma de esa índole abriría el camino a una adaptación de la misión de las Naciones Unidas a las realidades imperantes hoy en día.

Gracias por su atención.

 

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