WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

¿Qué sistema multilateral de comercio queremos para el futuro?

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Muchas gracias a Deutsche Bank Research y a Klaus Deutsch por haber organizado este acto para examinar el sistema multilateral de comercio del futuro.  Y qué mejor lugar para hacerlo que Alemania, un país que ha enraizado la política comercial europea en los valores y principios del sistema multilateral de comercio que encarna la OMC.

El multilateralismo atraviesa un período difícil.  Ya se trate del comercio, el cambio climático, la reglamentación financiera o la coordinación macroeconómica, la familia de las naciones tiene problemas para definir y aplicar estrategias comunes en respuesta a los retos mundiales que afrontamos.

Es más, se está cuestionando el concepto mismo de “cooperación”.  Cada vez se escuchan más voces que proclaman una vuelta a soluciones nacionales, un regreso al Estado nación, como receta para protegerse contra las turbulencias que nos rodean.  ¡Algunos abogan incluso por una vuelta al marco alemán!

Veamos el ejemplo de las políticas monetarias.

Algunos países creen que las políticas monetarias nacionales deberían estar determinadas exclusivamente por los intereses nacionales y que no debería haber injerencias externas.

Otros países creen que se pueden utilizar fuerzas externas como el comercio u otros tipos de sanciones para forzar a los demás a modificar sus políticas monetarias.

La realidad es que nada de eso funcionará.  Las economías de hoy están muy entrelazadas.  Las políticas monetarias no actúan en el vacío, no se pueden poner al servicio de intereses nacionales a menos que funcionen en beneficio del mundo entero.  Y la única forma de lograr tal cosa es mediante la cooperación mundial.

Esa es la razón por la que necesitamos que el G-20 avance en la cuestión de la reforma del sistema monetario internacional, que está encabezada por Alemania y el Brasil.  Los intentos unilaterales de cambiar o mantener el statu quo no funcionarán.  Lo que es aún peor:  los movimientos unilaterales podrían desencadenar una espiral de represalias de la que todos los países saldrían perdiendo.

Lo que necesitamos es un sistema monetario internacional que facilite el comercio internacional, las inversiones transfronterizas y una mejor asignación del capital en los distintos países.  Lo que necesitamos es un sistema monetario mundial que inspire confianza y ofrezca estabilidad.  Un sistema que proporcione los medios necesarios para afrontar los desequilibrios mundiales que pueden comprometer la estabilidad.  Dicho de otro modo, tenemos que hacer con las relaciones monetarias internacionales lo que ya hicimos con el comercio:  pasar del mundo de Hobbes al mundo de Kant.

Espero que la Cumbre del G-20 en Cannes dé un paso en ese sentido, ya que de lo contrario podríamos ver al comercio convertirse en el chivo expiatorio de las dificultades y los inconvenientes del sistema monetario internacional, ¡o del no sistema, como diría Tommaso Padoa-Schioppa!

Es evidente que las normas de la OMC no podrán solucionar cuestiones macroeconómicas que son fundamentales para el comportamiento de las monedas en todo el mundo.  Las normas de la OMC no fijarán las pautas del consumo o el ahorro en los países, no solucionarán los problemas de competitividad de las ramas de producción nacionales, ni determinarán los tipos de interés internos.  Todas esas cuestiones exigen una mezcla de cooperación en el terreno macroeconómico y políticas nacionales adecuadas que queda fuera del ámbito de la OMC.  En el entorno inestable actual, tenemos que asegurarnos de que el sistema de la OMC no se desmorone bajo el peso de unas expectativas excesivas.

El comercio no es inmune a este estado de cosas.  Y aquí tampoco funcionarán las soluciones unilaterales.  La crisis económica y financiera de 2008 creó un terreno propicio al proteccionismo. la OMC estableció un sistema de vigilancia de las medidas comerciales adoptadas durante la crisis.  Para sorpresa de muchos, la situación no era demasiado grave.  En conjunto, parecía que la mayoría de los gobiernos habían conseguido controlar las presiones proteccionistas.

La situación se controló y permaneció estable a lo largo de todo el año 2010.  No obstante, en los seis últimos meses, hemos observado algunos acontecimientos preocupantes.  Dentro de un par de semanas publicaremos un informe dirigido al G-20, en el que se reseñan las medidas de restricción del comercio observadas en los últimos seis meses.  En este momento las perspectivas apuntan a una menor contención en la adopción de nuevas medidas de restricción del comercio y a una menor determinación a la hora de eliminar las medidas existentes.

Es comprensible que en los tiempos difíciles, la gente quiera protección.  Pero, paradójicamente, el proteccionismo no protege.  Las exportaciones de un país son las importaciones de otro, y a la inversa.  El proteccionismo de un país propiciará el proteccionismo de otro.  Esto es más cierto aún en el mundo actual, que se caracteriza por las cadenas de valor mundiales y en el que el proteccionismo azota no sólo a los consumidores, sino también a los productores nacionales que, en las fases iniciales del proceso de producción, importan insumos de bajo valor añadido para centrarse en operaciones de alta tecnología, y pone así en peligro los empleos orientados a la exportación que están muy bien retribuidos.  En las circunstancias actuales recurrir a medidas proteccionistas sería un gran error que podría hacer que la economía mundial volviera a caer en una profunda recesión.

Por tanto, dadas las circunstancias, ¿cómo será el sistema multilateral de comercio del futuro?

La respuesta a esta pregunta está en manos de los propietarios del sistema multilateral de comercio:  sus Miembros, que tendrán la oportunidad de examinar esta cuestión cuando se reúnan en Ginebra con motivo de la Octava Conferencia Ministerial de la OMC que se celebrará en diciembre.  Aunque también está en manos de todos ustedes, que tienen mucho que decir sobre la configuración de las políticas comerciales de sus gobiernos.

Permítanme que comparta con ustedes los elementos que a mi juicio definen el sistema multilateral de comercio del mañana.

En primer lugar, tendremos que seguir defendiendo el comercio como motor de crecimiento, de empleo, de desarrollo, de reducción de la pobreza.  Tenemos que velar por que no se haga al comercio responsable de la falta de políticas nacionales sólidas.  Necesitamos que el comercio se efectúe en unas condiciones adecuadas, que ayudarían a aminorar la resistencia que oponen algunos colectivos nacionales a la apertura del comercio.  La primera de esas condiciones es la existencia de políticas de distribución del ingreso adecuadas.  Más igualdad.  Lo que abona el resentimiento contra el comercio internacional es la desigualdad a nivel mundial, entre países, y dentro de ellos.  El resentimiento entre países se puede mitigar con unas normas de la OMC más equitativas, pero el resentimiento dentro de los países sólo puede atemperarse mejorando las políticas de distribución del ingreso, y evidentemente esto último está fuera del ámbito de la OMC.  Ahora bien, si no hay políticas en materia de educación, redes de seguridad social o innovación, peligra la capacidad de la OMC para hacer su trabajo, que consiste en abrir los mercados y regularlos.

En segundo lugar, el sistema de comercio mundial del futuro tendrá que seguir reduciendo los obstáculos al comercio para seguir generando eficiencias y economías de escala, que continúan siendo un componente esencial del crecimiento sostenible.  Habrá que finalizar los asuntos que están pendientes en la actualidad (las crestas arancelarias y las subvenciones causantes de distorsión) pero además tendremos que prestar más atención a los obstáculos no arancelarios.  Me refiero a los obstáculos al comercio derivados de las diferencias de reglamentación en esferas como la inocuidad de los alimentos o la seguridad de los productos, la información al consumidor o la protección ambiental.  Las reglamentaciones de este tipo son legítimas y su finalidad suele ser proteger al consumidor y no al productor.  Pero la proliferación de normas diferentes puede tener un coste para el comercio, como ha demostrado la experiencia de la UE en la creación del mercado interior.

En términos más generales, también tendremos que cambiar la mentalidad de negociación.  Precisaremos de un enfoque más integrado de los obstáculos al comercio en el que las fronteras entre las mercancías y los servicios sean más porosas, los aranceles y las medidas no arancelarias se consideren de manera integrada, y los vínculos entre el comercio, la inversión, la competencia, la competitividad y la sostenibilidad sean más fuertes.

En tercer lugar, tendremos que pensar en el modo de multilateralizar las numerosas iniciativas de apertura del comercio que hay fuera de la OMC.  Como demuestra el Informe sobre el Comercio Mundial 2011, que la OMC acaba de publicar, si bien avanzamos lentamente hacia la convergencia de los aranceles, el riesgo de divergencia entre los marcos normativos de los acuerdos comerciales preferenciales va en aumento.  El desafío es la segmentación del mercado.  Será necesario elaborar un nuevo marco que se aplique mejor a esos acuerdos comerciales preferenciales.

En cuarto lugar, el futuro sistema mundial de comercio deberá tener más en cuenta las cadenas de valor mundiales.  La fragmentación geográfica de estas cadenas ha provocado un cambio estructural del comercio internacional.  Hemos pasado del “comercio de mercancías” al “comercio de operaciones”, fenómeno al que hemos dado en llamar “Hecho en el mundo”.  Viejos conceptos como el de “país de origen” o “residente/no residente” son cada vez menos pertinentes para analizar la economía internacional.  Para definir y aplicar la política comercial en este contexto hace falta una nueva medición de las corrientes comerciales basada en el valor añadido, que indicará el contenido nacional de las exportaciones, una vez deducidos los insumos directos e indirectos importados.  Las repercusiones de esta metodología son especialmente importantes al calcular las balanzas comerciales bilaterales.

En quinto lugar, tendremos que trabajar para integrar mejor a los países en desarrollo, y en particular a los más pobres, en el sistema de comercio mundial.  En mi opinión, se tratará menos de excepciones y exclusiones y más de proporcionar a los más débiles del sistema los medios necesarios para utilizar el comercio como herramienta de desarrollo económico.  A ello contribuirá en gran medida el firme afianzamiento de la exitosa iniciativa de la Ayuda para el Comercio en el sistema multilateral de comercio.

Como pueden ver, el sistema multilateral de comercio del futuro tiene un importante papel que desempeñar.  Pero todo esto exige que los Miembros de la OMC cooperen, desde ya.  Porque todavía nos espera el reto de lograr los objetivos de la Ronda de Doha.

Para mí, la cuestión no es dirimir si Ronda de Doha sí o Ronda de Doha no;  si está viva o muerta;  si es un fantasma o un zombi.  Ese debate es un poco estéril.  Se trata más bien de saber si los Miembros de la OMC siguen comprometidos con los objetivos plasmados en el Programa de Doha y, más generalmente, en la OMC.

¿Cuáles son esos objetivos?  Yo los resumiría como sigue:  seguir abriendo el comercio, que es la mejor manera de mantener los mercados abiertos;  seguir actualizando las normas que rigen el comercio mundial para que mantengan su pertinencia en el marco de unos patrones de intercambio comercial cambiantes;  y adoptar medidas para facilitar la integración de los países más pobres del mundo en la economía mundial.

Estos tres objetivos mundiales se desprenden de una creencia que aglutina a todos los Miembros de la OMC:  que un sistema de comercio más abierto y basado en normas es una herramienta útil de que disponen los países para generar crecimiento, ayudar a crear empleo y, en última instancia, ayudar a los países a desarrollarse;  que hay un empeño colectivo de mantener las medidas proteccionistas a raya.  Lo que necesitamos ahora no son grandes proyectos, sino medidas pequeñas pero concretas que generen confianza en la capacidad de la familia de la OMC para mantener viva la cooperación multilateral.  Como dicen ustedes en alemán:  ¡“Glaubwürdigkeit”!

Muchas gracias por su atención.

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