WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY


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Señoras y señores,

Es para mí un gran honor hacer uso de la palabra en esta Conferencia aniversario del Comité Nacional de Cooperación Internacional y el Desarrollo Sostenible.  La promoción de la ciudadanía mundial es un noble objetivo y tenemos mucho que aprender de los 40 años de existencia del Comité.

Mi visita aquí confirma lo que constaté durante una vida anterior en la Comisión Europea:  que su país tiene mucho que compartir con la comunidad mundial a través del comercio internacional.  Hace solo algunas semanas el primer Índice de Conectividad Global de DHL concluyó que los Países Bajos son el país que más vínculos económicos tiene con el resto del mundo.  Este detallado análisis país por país examina los flujos que conectan el mundo, centrándose en la profundidad y la amplitud de la integración.  En el otro extremo del mismo espectro, un informe reciente ha confirmado que los neerlandeses son los usuarios de Twitter y Lindkedln más integrados del mundo.  Estas dos estadísticas confirman lo que muchos de nosotros sabíamos de manera anecdótica:  los Países Bajos son, por así decirlo, “los primeros de la clase” en muchos de los distintos elementos que hacen de este país una economía verdaderamente abierta.

Por ello, en estos momentos en que seguimos afrontando colectivamente la crisis económica que ha paralizado los mercados, especialmente en Europa, el liderazgo de países como los Países Bajos para mantener abiertos los mercados y apoyar la necesidad de una mayor — y no menor — cooperación mundial es esencial.

Los Países Bajos reconocen la función de un comercio abierto y equitativo como pilar fundamental de la estabilidad mundial y como responsabilidad compartida.  Para mí, como Director General de la OMC, la ciudadanía mundial es una realidad profesional, una vocación.  En nuestro mundo cada vez más interconectado, la ciudadanía mundial es un hecho.  Lamentablemente, la ciudadanía mundial responsable no lo es.  El Comité Nacional de Cooperación Internacional y Desarrollo Sostenible procura guiar a los ciudadanos neerlandeses en la buena ciudadanía mundial.  La OMC desempeña una función similar a una escala mayor, pero con un objetivo más delimitado:  el de promover un sistema multilateral de comercio abierto y no discriminatorio mediante la observancia de un conjunto de normas comunes.

Permítanme desarrollar este tema abordando tres cuestiones principales de las que quiero hablar hoy:  la primera es mantener que los mercados abiertos es buena ciudadanía mundial;  la segunda, que las normas deben reflejar las realidades mundiales, pese a que es difícil forjar una visión común de la realidad mundial;  y la tercera, que la buena ciudadanía mundial requiere sistemas inclusivos.

En lo que respecta a la primera cuestión, la observancia de las normas comerciales constituye una ciudadanía mundial responsable, pero no se produce automáticamente.  Una gran parte de la labor de la institución que represento consiste en vigilar y verificar que las medidas comerciales adoptadas por los 153 Miembros de la OMC se ajustan a las normas establecidas y acatadas por esos mismos Miembros.  Y naturalmente en solucionar pacíficamente las diferencias cuando, inevitablemente, se plantean.

En períodos de crecimiento de la economía mundial, esta labor de vigilancia rara vez sale a la luz.  Sin embargo, cuando la situación económica mundial es incierta, esta función técnica ocupa los titulares.  Para utilizar la jerga bancaria, el sistema multilateral de comercio está siendo sometido a una “prueba de resistencia”.  Hasta ahora ha resistido, a pesar de las nuevas medidas de restricción del comercio introducidas el año pasado, que abarcan alrededor del 0,9 por ciento de las importaciones mundiales;  menos que el año anterior.  La OMC ha demostrado su eficacia como póliza de seguros contra el proteccionismo.

Sin embargo, el sistema sigue sometido a tensiones, y habrá otra prueba de resistencia este año.  Las nuevas perspectivas económicas para 2012 indican una ralentización de la actividad económica mundial, resultados económicos desiguales y niveles de deuda en aumento, a la vez que una importante volatilidad financiera.  Persisten los niveles elevados de desempleo en muchos países de la OCDE y la confianza económica se ha debilitado, especialmente en Europa.

Las medidas unilaterales destinadas a proteger las ramas de producción nacionales, aunque puedan resultar atractivas desde una perspectiva limitada a corto plazo, no resolverán los problemas mundiales;  por el contrario, pueden empeorar la situación desencadenando una espiral de represalias de la que todos los países saldrán perdiendo.  Estos fenómenos podrían agravar los riesgos de deterioro de la economía mundial y aniquilar toda ganancia a corto plazo derivada de las medidas proteccionistas.

Los riesgos del proteccionismo son aún mayores para los países pequeños.  Los mercados mundiales y regionales ofrecen oportunidades para superar la limitación de los pequeños mercados nacionales.  Las empresas neerlandesas que figuran en la lista Fortune 500 tienen firmemente incorporada la ética empresarial nacional, pero la mayoría de sus actividades, y de su crecimiento, están fuera de los Países Bajos.  Los Países Bajos han invertido siempre en el comercio mundial y han cosechado sus frutos, y siguen invirtiendo.  Sería difícil encontrar en la economía mundial una declaración de fe más convincente que el proyecto Maasvlakte en el puerto de Rotterdam.  Como a mis colegas neerlandeses les gusta recordarme, “Dios creó la Tierra, pero los neerlandeses crearon Holanda”.

En cuanto a la segunda cuestión, reconozco que la labor de fomento de la cooperación para el desarrollo internacional que lleva a cabo el Comité se inscribe en una larga tradición neerlandesa de preocupación por la justicia social mundial.  Cuando una ONG neerlandesa, Solidaridad, lanzó los primeros productos de “comercio justo” en 1988, utilizó el título de una novela publicada hacía unos 130 años como marca para sus productos.  En la actualidad, el personaje de ficción, Max Havelaar, es un hecho económico, y las marcas de comercio justo son un producto corriente, cuya cuota de mercado no cesa de aumentar.

El comercio justo es una solución basada en el mercado para la desigualdad.  Otra solución es que los interlocutores comerciales basen sus acciones en normas mundiales acordadas y en la dimensión de desarrollo de esas normas.  La apertura del comercio puede tener el efecto de transformar la economía de un país;  hemos visto muchos ejemplos de ello en el libro mayor de la OMC, de Angola a Zambia, pasando por muchos otros.

En la última Conferencia Ministerial celebrada el pasado mes de diciembre culminaron los procesos de adhesión de Rusia, Montenegro y Samoa, de modo que la OMC abarca actualmente el 97 por ciento del comercio mundial.

Esto me lleva a mi reflexión sobre las normas que reflejen la realidad.  Adaptar las normas a las realidades de una comunidad mundial en rápida evolución es un reto, y esto se aprecia en el Programa de Doha para el Desarrollo.  Hemos llegado en efecto a un punto muerto en estas negociaciones, una valoración que ahora todo el mundo comparte.  En mi opinión, el estancamiento se reduce a una cuestión política:  ¿cuál es el equilibrio adecuado de derechos y obligaciones relacionados con el comercio entre países con niveles de desarrollo diferentes?  Lo mismo puede observarse en cuestiones mundiales similares, como el cambio climático.  Esta es la realidad geopolítica de hoy y una de las cuestiones centrales a las que, como comunidad mundial, hemos de hacer frente.  Mi trabajo como Director General no consiste en tomar partido sino en ayudar a encontrar maneras de salir del estancamiento.  Eso es lo que seguiré haciendo, tratando de hallar elementos de convergencia entre los Miembros, y empezando por una evaluación correcta de las realidades del sistema multilateral de comercio.

Paso ahora a abordar el último tema.  Desde siempre, los Países Bajos han sido uno de los sitios más importantes de las transacciones del comercio internacional.  Por los puertos, las bolsas y las fábricas neerlandesas transita cada día toda una gama de productos diferentes.  Las distintas transacciones se desarrollan con una sorprendente complejidad, que va en aumento y dificulta nuestra manera de rastrear las corrientes comerciales.

Actualmente la mayor parte del comercio mundial consiste en productos intermedios.  Las cadenas de suministro se extienden por todo el mundo:  las etapas de producción se realizan en diferentes países y los productos semiacabados o las partes circulan entre esos países a través de la cadena de producción.  Esto complica el concepto tradicional de producto fabricado en el país X o Y.  ¿Se puede decir dónde está fabricado realmente el iPhone?  Se ensambla en China, pero sus componentes proceden del Japón, Corea, los Estados Unidos y otros lugares:  de más de 15 países.  ¿Y qué ocurre con el valor del diseño y las marcas, donde interviene una gama de actores aún más dispersos geográficamente?  El caso del iPhone ilustra la creciente complejidad de la economía mundial.  Lo mismo puede constatarse con lo que se ha denominado normalmente un “coche estadounidense”, cuyos componentes y servicios se suministran tanto en grandes economías como Alemania o el Japón como en pequeñas economías como Barbados.  O el consorcio “europeo” Airbus, que se produce en 44 países, 21 de los cuales no están en el continente europeo.

Este proceso es producto de muchos factores, entre ellos las enormes mejoras en el transporte y en las comunicaciones impulsadas por los avances tecnológicos.  La mejora de las infraestructuras y la logística ha ayudado a reducir los costos comerciales y a mantenerlos bajos, lo que a su vez ha contribuido a la creación de redes de producción mundiales en las que los países o las ramas de producción se especializan en determinadas tareas.  Los Países Bajos han estado en la vanguardia de muchos de esos cambios;  solo hay que pensar en la impresionante logística que sustenta las cadenas mundiales de suministro en el sector de la horticultura.  Desde la óptica del desarrollo, el reto consiste en asegurar que este proceso sea inclusivo, y que también mejore el nivel de vida de los países más pobres del mundo.

Se han logrado progresos, por ejemplo, en el ámbito del acceso libre de derechos y de contingentes para los países menos adelantados, aunque aún queda trabajo por hacer.  En la Conferencia Ministerial de diciembre del año pasado se adoptaron otras decisiones en favor de los países menos adelantados en las esferas de los servicios, la propiedad intelectual y la adhesión a la OMC.  Las necesidades de los países más pobres son una preocupación acuciante para la OMC pero, incluso cuando se aplican medidas para apoyar a esos países, no siempre tienen el efecto deseado.  Los PMA siguen representando tan solo el 1 por ciento del comercio mundial.  Por este motivo, desde 2005 he apoyado el concepto de Ayuda para el Comercio.  Esta iniciativa tiene por fin añadir valor a las soluciones basadas en las normas comerciales haciendo frente a las limitaciones fundamentales debidas a la oferta y la infraestructura relacionada con el comercio, que merman la capacidad de los países en desarrollo y menos adelantados para beneficiarse de esquemas de acceso preferencial y, más generalmente, del sistema multilateral de comercio.

Una parte fundamental de la iniciativa consiste en alinear la asistencia para el desarrollo con las prioridades comerciales de los países en desarrollo.  Esto implica ayudar a esos países a comprender los vínculos existentes entre las estrategias sectoriales en ámbitos como la agricultura, el transporte y la energía, y los resultados comerciales, y también hacer que los donantes adapten su ayuda a esas prioridades.  Este último proceso ha sido satisfactorio.  Los fondos destinados a la Ayuda para el Comercio aumentaron un 60 por ciento entre 2005 y 2009, hasta llegar a 40.000 millones de dólares.  Y a pesar del impacto de la crisis, esperamos que el nivel de la asistencia para el desarrollo relacionada con el comercio se mantenga.

En vista del recorte de los presupuestos públicos, mi opinión es que la Ayuda para el Comercio es una buena inversión.  El año pasado organizamos un examen global de la iniciativa en Ginebra y pedimos a los donantes y a los países en desarrollo que mostraran los resultados obtenidos.  Las respuestas que recibimos fueron alentadoras.  Ilustraron el funcionamiento de la Ayuda para el Comercio a varios niveles e incluían ejemplos de casos en los que la asistencia neerlandesa sin duda está contribuyendo al logro de resultados gracias a la labor del CBI o al apoyo a iniciativas multilaterales como el Fondo para la Aplicación de Normas y el Fomento del Comercio.

Apoyo incondicionalmente la necesidad de mostrar los resultados de esta iniciativa.  A mi entender, las pruebas están ahí.  Solo hace falta cosechar mejor y establecer el marco adecuado.  ¿Quién habría podido prever en 1988 lo llegaría a ser el comercio justo?  ¿Quién puede imaginar los resultados que dará en el futuro la inversión de los Países Bajos en Ayuda para el Comercio?  Sin embargo, estoy seguro de que los resultados serán buenos, tanto para los países receptores como para los Países Bajos.  Basta recordar el desarrollo del puerto de Rotterdam.  Invertir en Ayuda para el Comercio es invertir también en la prosperidad neerlandesa.  Redunda en interés de todos nosotros que los contenedores que allí se manipulan procedan también de países en desarrollo y de países menos adelantados.

Para concluir, es evidente que la buena ciudadanía mundial tiene muchas facetas.  El comercio es una de ellas.  Mantener abiertos los mercados es buena ciudadanía mundial.  Asegurarse de que las normas que rigen el comercio reflejen la evolución de las realidades del mundo es una empresa difícil, pero sigo siendo optimista y sigo comprometido a obtener un resultado ambicioso.  Por último, creo que la Ayuda para el Comercio es una inversión en la prosperidad futura de todos nosotros, no solo de los países en desarrollo.  Felicito a los Países Bajos por su compromiso con la asistencia para el desarrollo y su apoyo al comercio como instrumento de crecimiento y reducción de la pobreza.  El año 2012 y siguientes plantearán retos para todos.  Les pido encarecidamente mantengan su apoyo a la creación de capacidad relacionada con el desarrollo en los países en desarrollo, y en especial los países menos adelantados, concentrándose en la ayuda de calidad, la ayuda inteligente, la ayuda inclusiva.  La ayuda para el desarrollo.

Les felicito por su compromiso con el comercio y el desarrollo y con una ciudadanía mundial basada en la colaboración y la comunidad.

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