WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY


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Distinguidos invitados
Señoras y señores

Me complace mucho dirigirme a ustedes en esta ocasión en que celebramos juntos los más de 10 años transcurridos desde la adhesión del Taipei Chino a la OMC.  Aunque no pueda estar con ustedes en persona, las tecnologías modernas hacen que nuestro diálogo sea “virtualmente” posible.

La economía mundial ha cambiado en estos 10 años, y también lo ha hecho el Taipei Chino.  Hoy me gustaría comentar con ustedes las principales características de la última década, así como los desafíos a que tendrán que hacer frente el Taipei Chino y el sistema mundial de comercio.

Entre 2001 y 2011, el crecimiento en términos reales del PIB del Taipei Chino alcanzó regularmente un promedio del 4,4 por ciento, y en 2011 el país ocupaba el decimoséptimo lugar entre los exportadores mundiales de mercancías.  Ese crecimiento a lo largo de la última década es superior al promedio mundial, que estuvo por debajo del 4 por ciento.

El crecimiento de la producción del Taipei Chino sólo representa un aspecto de la historia;  el país también tiene un sólido historial de inversiones en el exterior.  La inversión externa en el país ha crecido regularmente a lo largo de los últimos 20 años.

Naturalmente, es bien sabido que el Taipei Chino ha cosechado grandes éxitos en la esfera de los productos de tecnología de la información, de los que es el quinto fabricante del mundo y que representan más del 7 por ciento de las exportaciones mundiales, y que ha obtenido aun mejores resultados en sectores como los de los semiconductores, de los que es el tercer exportador mundial.

Han sido años excelentes, y el Taipei Chino puede con justicia enorgullecerse de sus logros económicos.

Permítanme ahora hacer algunas observaciones sobre las pautas cambiantes del comercio mundial en las últimas décadas y sus repercusiones en la formulación de la política comercial multilateral.

  

La forma cambiante del comercio

Mayor interdependencia mundial

A escala mundial, el comercio internacional ha crecido desde hace tiempo mucho más rápidamente que la producción, dando lugar a un incremento continuado de la interdependencia entre las naciones.

En sólo los últimos 10 años, la relación entre el comercio mundial y el PIB -un indicador de la cambiante dependencia del comercio- aumentó del 24 al 30 por ciento.  Como es natural, esa tendencia tiene repercusiones de gran alcance para la cooperación internacional, que se está poniendo a prueba en la esfera comercial como lo está en la del cambio climático o en el plano macroeconómico.

La ascensión de las economías en desarrollo y emergentes

Sobre un telón de fondo de cada vez mayor interdependencia económica mundial, el sistema mundial de comercio ha sido testigo de dos importantes cambios en los últimos años.

El primero guarda relación con la distribución geográfica del comercio, que como es natural está vinculada en términos más amplios a las pautas cambiantes de la actividad económica.

En la primera década del siglo XXI la participación de las economías avanzadas en el PIB mundial disminuyó de alrededor del 80 al 65 por ciento.  Si utilizamos estimaciones de paridad de poder adquisitivo -que reflejan con más exactitud la magnitud económica relativa-, las economías en desarrollo y emergentes representan ahora alrededor de la mitad de los ingresos mundiales.  La participación de las economías desarrolladas en las exportaciones mundiales de mercancías disminuyó del 70 al 53 por ciento, lo que a su vez refleja el gran incremento de la participación de las economías en desarrollo y emergentes.

El mundo es cada vez más multipolar, y mayor es cada vez el número de países cuya voz se oye en los asuntos mundiales.  El aumento de la voz conlleva un aumento de la responsabilidad, y para quienes están aprendiendo a compartir más su influencia con otras potencias emergentes conlleva a su vez la necesidad de escuchar y negociar.  Esos retos requieren liderazgo, capacidad política y visión de Estado. 

La estructura cambiante del comercio: distribución de la producción en cadenas de valor

La segunda cuestión que he señalado hace un momento es que la composición del comercio ha cambiado para dar a los bienes intermedios una participación mucho mayor en el total del comercio.  En el caso del Taipei Chino, la participación de los bienes intermedios en sus exportaciones e importaciones representa alrededor del 70 por ciento.  Esto, naturalmente, no es sino un reflejo estadístico de la manera en que gran parte de la producción mundial se organiza a nivel internacional.

En contraste con la anterior generación de estructuras de producción, en las que los productos frecuentemente se fabricaban en un solo lugar a partir de una combinación de insumos importados y locales, la producción se extiende hoy en día a lo largo de múltiples jurisdicciones.  Cada país que forma parte de la cadena de suministro añade algún valor a medida que los insumos cruzan sucesivamente fronteras hasta llegar al punto de montaje final.  A ello se debe el que en los últimos 10 años el contenido de importaciones en las exportaciones haya pasado del 20 por ciento a cerca del 40 por ciento.

El hecho de que el contenido de importaciones en las exportaciones sea cada vez mayor cambia fundamentalmente la naturaleza de la interdependencia.  El “tú y yo” propio de las relaciones comerciales del pasado ha sido sustituido por el “nosotros” de hoy en día.

Además, si medimos el comercio en términos brutos en lugar de netos, como se hace tradicionalmente, obtenemos una imagen distorsionada de las relaciones comerciales bilaterales.  Lo que parece ser una exportación de un solo país es en realidad la suma de las contribuciones de valor añadido de diversas fuentes.  Tenemos que medir el comercio en términos de valor añadido, como hacemos con la renta nacional.

 

Las ramificaciones de las políticas

Percibir de ese modo el comercio tiene repercusiones significativas en la forma en que concebimos y adoptamos las políticas comerciales.  La dependencia de cadenas de producción internacionales forja una estrecha relación entre la política comercial y la política de inversiones, que son, cada vez más, distintos lados de una misma moneda.

El contenido y la importancia relativa de los instrumentos de política comercial han cambiado considerablemente en los últimos años.  La importancia relativa del instrumento tradicional de la política comercial -el arancel- ha disminuido.  Aunque los aranceles siguen siendo relativamente altos en sectores como la agricultura y las manufacturas de gran intensidad de mano de obra, los tipos medios de los derechos han disminuido acusadamente.  Esto ha aumentado la importancia de las medidas no arancelarias en términos de sus efectos en el comercio.  La comunidad empresarial y los comerciantes se preocupan ahora más que antes por los posibles efectos de restricción del comercio de los reglamentos y las normas y la forma en que éstos se aplican.

Por un lado, los Miembros de las OMC tienen motivos legítimos para satisfacer distintos imperativos de política pública mediante la aplicación de normas y reglamentos internos.  No obstante, por otro lado, debemos asegurarnos de que esas medidas no se conviertan en obstáculos innecesarios al comercio, y de que las diferentes normas y criterios reglamentarios de los diversos acuerdos de libre comercio sean coherentes y compatibles.

De hecho, los obstáculos al comercio que aumentan los costos son más perturbadores a lo largo de las cadenas de suministro porque se arrastran de jurisdicción a jurisdicción a medida que los servicios y bienes intermedios cruzan fronteras, con un efecto multiplicador en los costos de producción.  El mismo argumento cabe aplicar a los procedimientos administrativos relacionados con las actividades comerciales, razón por la cual tantos gobiernos perciben ventajas en la consecución de un acuerdo sobre facilitación del comercio en la Ronda de Desarrollo de Doha.  También es una razón por la que la iniciativa de Ayuda para el Comercio es tan importante para los países más pobres de África y de partes de Asia y América Latina que quieren participar más en los intercambios comerciales y hacerse con un lugar en las cadenas de suministro.  Y aprovecho esta ocasión para expresar mi agradecimiento al Taipei Chino por su apoyo a la iniciativa de Ayuda para el Comercio.

Éstas, pues, son algunas de las nuevas realidades del comercio internacional.  Tenemos que preguntarnos si la actual estructura de las normas comerciales es adecuada para gestionar las relaciones comerciales internacionales de manera armoniosa y mutuamente ventajosa.

Sabemos, por ejemplo, que los servicios constituyen una gran parte del valor integrado en las cadenas de suministro, a menudo bastante más de la mitad del total.

Ya he indicado que la estructura de cadenas de suministro crea una relación simbiótica entre el comercio y las inversiones;  el comercio y las inversiones ya no pueden verse simplemente como medios alternativos de acceder a un mercado.

Actualmente tenemos, a nivel internacional, estructuras políticas muy distintas y hasta cierto punto desconectadas para regular el comercio de mercancías, el comercio de servicios y la política de inversiones.  ¿Tiene esto sentido?  ¿No deberíamos buscar una mayor coherencia entre regímenes de política que están tan interconectados en términos de su repercusión en los resultados económicos?  Estas son preguntas que requieren más reflexión.

Vinculada a esta cuestión de coherencia de las políticas está la multiplicación de acuerdos comerciales preferenciales (ACP).  Los ACP han florecido en los últimos años.  Muchos de ellos tal vez han sido establecidos por razones que trascienden lo que hacemos en el marco de la OMC.  Pocos, me parece, con intención de excluir a otros.  A menudo, el motivo ha sido avanzar más allá y más deprisa de lo que ha sido posible dentro de la OMC.

Pese a ello, sería difícil aducir que la proliferación de ACP es el marco más eficiente para desarrollar actividades comerciales y recoger todos los frutos de la especialización a través del comercio.  La actual y posiblemente futura divergencia reglamentaria entre los ACP, así como el establecimiento de complejas normas y otras cargas administrativas asociadas a la existencia de múltiples acuerdos, sin duda incrementan los costos y el grado de incertidumbre propio de los intercambios comerciales a través de las fronteras.  Es probable que esos efectos se acentúen en un mundo de producción en cadenas de suministro, y sin duda afectarán más a las pequeñas empresas — las PYME — que a las grandes.  A mi juicio, esto es algo que podríamos abordar mediante un esfuerzo de regionalismo multilateralizador, y algo a lo que la OMC podría contribuir.

 

La situación de la economía mundial y los retos que conlleva

Vivimos en tiempos económicos difíciles.  Probablemente, durante algún tiempo, un crecimiento bajo negativo dominará el escenario en las economías industriales.  Las economías emergentes y en desarrollo afrontan sus propios desafíos, y también tendrán que soportar una reducción de la demanda en sus principales mercados.  El proteccionismo está aumentando.  Hoy en día, según nuestro último informe de vigilancia, determinadas medidas que restringen el comercio afectan a un 3 por ciento del comercio internacional.  Esto equivale al volumen del comercio de todo el continente africano o a la suma del comercio de la India y el Brasil en 2011.

Actualmente, la OMC prevé para 2011 una tasa de crecimiento del 3,7 por ciento de las exportaciones mundiales, muy por debajo de la tendencia media de la última década.

En este entorno volátil, es vital que los gobiernos resistan la tentación de actuar a corto plazo y la presión política para que adopten medidas que en el futuro sólo pueden perjudicar a las perspectivas económicas nacionales y mundiales.  

 

¿Qué significa todo esto para la OMC?

Durante la última década, los gobiernos han tratado de completar la Ronda de Doha, pero no lo han conseguido.  En Ginebra prosiguen los debates sobre la manera de imprimir un impulso que permita avanzar, especialmente en algunos ámbitos que podrían ofrecer mayores promesas de progreso.  Las repercusiones económicas del éxito son aquí importantes, entre otras cosas porque daría una señal que contribuiría a aumentar la confianza.  Creo que nuestro actual éxito en la ampliación del Acuerdo sobre la Contratación Pública es un ejemplo de ello.  Insto a los gobiernos a que perseveren en sus esfuerzos por obtener nuevos resultados.

Al mismo tiempo, es muy importante tener en cuenta que la OMC no es sólo la Ronda de Doha.  Por importante que ésta sea -y lo es-, la OMC es mucho más importante todavía.  La OMC es una institución, no una simple negociación, y en cuanto tal le incumbe la ingente responsabilidad de velar por el desarrollo ordenado de las relaciones comerciales entre sus Miembros.  Corresponde a los Miembros asegurarse de proteger y defender a la OMC, utilizarla con fines de cooperación constructivos, y velar por que continúe siendo una institución activa y capaz de seguir prestando servicios a la economía mundial con tanto éxito como lo ha hecho en el pasado.

Quiero terminar encomiando al Taipei Chino por su constante apoyo a la OMC, y desearles a todos ustedes todo lo mejor en estos difíciles tiempos.

Muchas gracias.

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