WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

“El papel de Europa en la economía mundial”


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Señoras y señores,
Estimados amigos,

Ante dodo, quiero darles las gracias por haberme invitado a hablarles hoy sobre el tema de la renovación industrial en Europa. El futuro industrial de Europa tiene importancia decisiva para el crecimiento, las reformas, la innovación y la generación de empleo en el continente.

La competitividad industrial europea tiene una clara dimensión externa y hoy querría referirme brevemente a cuatro hechos, muy simples pero que tendrán fuertes repercusiones, y de los que dependerá el futuro industrial de Europa.

El primero es que, en 2012, el comercio será lo que contrarrestará vigorosamente la débil demanda interna que amenaza con empujar a la economía de la UE a la recesión.

El segundo es que, para 2015, se prevé que el 90 por ciento del crecimiento económico mundial ocurrirá fuera de Europa, del cual un 30 por ciento corresponderá sólo a China.

El tercero es que los países con un sector industrial importante exportan más que aquellos que no lo tienen. En los países de Europa Central, la industria representa más de un 30 por ciento del PIB y la relación entre la exportación y el PIB supera el 50 por ciento. En Francia y España, esa relación es de tan sólo el 30 por ciento.

El cuarto es que los países que exportan más importan más. A la propia Alemania le corresponde un 25 por ciento de las importaciones de la UE, mientras su PIB representa el 20 por ciento del de la Unión.

El panorama que revelan estas pocas cifras es claro: no puede haber en Europa una estrategia interna para el sector industrial que dé buenos resultados sin una estrategia externa complementaria y coherente, y viceversa.

En las últimas décadas hemos observado cómo el crecimiento exponencial del comercio ha alterado el equilibrio geoeconómico entre Occidente y Oriente y entre el Norte y el Sur. La rapidez de esos cambios no tiene precedentes y ha repercutido en los procesos de producción y las estructuras sociales tradicionales. Estos cambios han hecho que en muchas economías avanzadas se planteen dudas, con sobrada razón, acerca de los beneficios y pérdidas que comporta la globalización.

El importante crecimiento del comercio que observamos antes de la crisis es el resultado de tres factores.

En primer lugar, el comercio es la cinta transportadora que une la demanda con la oferta y refleja la complementariedad entre países, ya sean desarrollados o en desarrollo. También pone de relieve las diferencias entre ellos en lo que respecta a sus tasas de crecimiento económico y a la magnitud de sus necesidades.

En segundo lugar, el crecimiento comercial es una prueba de cuánto ha avanzado la apertura del comercio. Las iniciativas multilaterales, bilaterales y unilaterales han reducido progresivamente los obstáculos al comercio, tanto de bienes como de servicios, aunque indudablemente aún queda mucho por hacer.

En tercer lugar, la disminución de los costos de transporte y el poder de las nuevas tecnologías de la información han generado más oportunidades de especialización de la producción y el comercio de tareas. Hoy día, los productos intermedios representan el 60 por ciento del comercio total de manufacturas. Esas tareas suelen estar dispersas en distintas regiones e incluso continentes en las cadenas mundiales de valor. La especialización tiene lugar a nivel de las tareas y no necesariamente a nivel de los productos finales. La distancia a los mercados externos se ha reducido considerablemente, lo que ofrece grandes oportunidades para las empresas pequeñas y medianas que son un elemento importante en el panorama industrial europeo. Hoy día, las importaciones interesan tanto como las exportaciones. De hecho, a nivel mundial, el contenido de insumos importados de las exportaciones ha crecido de un promedio del 20 por ciento hace 20 años al 40 por ciento en la actualidad.

Las cadenas mundiales de valor hacen necesario que se replantee la forma en que calculamos el volumen de las corrientes comerciales, el número de empleos vinculados al comercio e incluso los saldos comerciales bilaterales. Lo habitual hasta ahora ha sido examinar las corrientes transfronterizas de bienes y servicios. En la actualidad, debemos examinar el valor agregado en cada país. Estamos trabajando con la OCDE y otros institutos de investigación para elaborar nuevos datos comerciales que reflejen el comercio de valor agregado; los primeros datos se harán públicos a mediados de diciembre. Este avance decisivo debería ayudar a las empresas y a los responsables de la formulación de política a comprender mejor y, en consecuencia, centrarse más en aquello que a fin de cuentas es lo que importa: el empleo.

Crear condiciones de igualdad para todos en un mundo de cadenas de valor también exige que prestemos más atención a los obstáculos no arancelarios que adoptan la forma de reglamentos, estándares o normas. Uno es el costo de los procedimientos aduaneros, que en promedio representa el equivalente de un arancel a la importación del 10 por ciento.

Contrariamente a la impresión que tiene el público en muchos círculos en Europa, en las últimas décadas, los resultados comerciales de la UE se han mantenido estables. Su cuota del mercado mundial, del orden del 20 por ciento, casi no ha variado, mientras que las de economías similares, como los Estados Unidos y el Japón, han disminuido. Ello puede atribuirse a las ventajas comparativas de que goza en ciertos sectores de importancia fundamental, como los de la aviación civil, la industria química o la maquinaria.

Este aumento del comercio está correlacionado con un aumento del empleo. Hoy en día en Europa, más de 30 millones de empleos -es decir, más del 10 por ciento de la población activa- dependen de las ventas al resto del mundo. Este porcentaje representa un aumento del 50 por ciento frente al registrado hace 20 años. Pero también es evidente que las ventajas derivadas de los beneficios del comercio no se han distribuido en forma pareja y que pese a que las cifras globales en materia de empleo son positivas también puede entreverse la destrucción de empleos en ciertos sectores y regiones. La paradoja es que a pesar de que los 27 Estados miembros de la UE aplican una política comercial común, algunos se benefician de los mercados externos mucho más que otros.

Consideremos el caso de Alemania y Francia. A pesar de que los dos países aplican la misma política comercial, fuera de Europa, los resultados de Francia en el exterior no son tan favorables como los de Alemania. Pero, lo que es más importante, también la cuota de mercado de Francia en el propio continente se ha reducido. ¿Cuáles son las razones de ese declive en el mercado europeo? En 2008, los salarios por hora eran similares en Francia y Alemania: 26/33 €/h en Francia y 30/33 €/h en Alemania. Lo mismo sucede con el número medio de horas trabajadas por año (unas 1.500 en ambos países). Las normas sociales y ambientales también son similares en Francia y el resto de los Estados miembros de la UE de donde procede más del 60 por ciento de las exportaciones francesas.

La explicación insoslayable es el debilitamiento de la competitividad de los factores no relacionados con los precios. Entre otras razones, la inversión del sector privado en actividades de investigación y desarrollo es muy limitada. Por ese motivo, la diferenciación de los productos es insuficiente y la calidad en promedio es más baja. El número de empresas exportadoras francesas es hoy día tres veces menor que en Alemania.

Saco estos hechos a colación porque considero que la solución para mantener la competitividad de la industria europea en los mercados mundiales depende en gran medida de la adopción de políticas acertadas, no sólo a nivel nacional sino también europeo. Permítanme darles algunos ejemplos.

En primer lugar, Europa debe prestar más atención a la educación, la formación, las calificaciones, la transferencia de conocimientos especializados y la innovación.

En segundo lugar, Europa tiene un potencial sin explotar que le permitiría mejorar la productividad a través de la profundización del mercado único de servicios. Ya no es fácil separar la industria de los servicios. En un mundo de cadenas de suministro mundiales, la competitividad de los servicios se ha convertido en un importante componente de la competitividad de la industria.

En tercer lugar, dada la importancia de los precios de la energía para la ubicación de las empresas industriales, las políticas energéticas pueden influir en grado sumo en la competitividad de una región. De ahí la importancia de que, en el futuro, la transición en el sector de la energía se gestione debidamente.

En cuarto lugar, la existencia de un sistema de seguridad social eficiente contribuye a la competitividad en la medida en que puede amortiguar el impacto de una crisis temporal que afecte al empleo o facilitar la readaptación laboral en los sectores afectados por la competencia.

En resumen, la dimensión externa de la economía europea no puede desvincularse de la poderosa dimensión interna. Tampoco desvincularse del concepto de “más Europa”. Además, en ambos casos es necesario un entorno estable.

Por último, espero que lo que hemos visto en Europa en los seis últimos meses, incluso en el Consejo Europeo esta semana, sean los primeros pasos para salir de la crisis del euro y el restablecer la credibilidad, tan necesaria en esta época.

Muchas gracias.

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