WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

“El futuro del sistema multilateral de comercio”


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Señoras y señores:

Agradezco sinceramente que me hayan invitado a pronunciar unas palabras sobre el futuro del sistema multilateral de comercio en este Ciclo de Conferencias Richard Snape de 2012.  Desde 2003, este ciclo de conferencias ha sido una cornucopia de ideas y opiniones y espero que el diálogo de esta tarde también ofrezca perspectivas nuevas y convincentes sobre la topografía cambiante del comercio internacional.

Digo comercio internacional, pero la realidad de la economía del siglo XXI es que la noción de geografía y de un mercado definido es cada vez menos aplicable, a medida que el ADN del comercio sigue transformándose.  Los lindes entre el comercio internacional, regional y nacional son cada vez menos nítidos, lo que significa que las decisiones sobre el comercio que antes se habrían adoptado en compartimientos estancos deben basarse ahora en la totalidad del panorama económico.  El alcance de las políticas y de la adopción de decisiones debe ampliarse hacia el exterior porque sus repercusiones se dejan sentir actualmente más allá de las fronteras del Estado nación.  Como dirían los existencialistas, vivimos en una 'era de transición'.

Me referiré hoy brevemente a este paisaje cambiante del comercio;  una transformación basada en los giros geopolíticos ocurridos en los últimos 20 años, y al alcance y el efecto exponenciales de los adelantos tecnológicos.  También abordaré la creciente envergadura de las cadenas de valor y me ocuparé de las nuevas características que considero que moldean el programa comercial del futuro, como el comercio en valor añadido y las medidas no arancelarias.  Haré finalmente algunas observaciones sobre la forma en que la Organización Mundial del Comercio (OMC) trata de responder a esos cambios.

La influencia creciente de las economías emergentes ha modificado el equilibrio de poder.  Esto implica claramente transiciones a las que aún no nos hemos adaptado, a medida que las realidades de la interdependencia ponen en tela de juicio los conceptos westfalianos clásicos de la soberanía.  Algunos considerarán probablemente que es un problema, pero quizás sea mejor verlo como una oportunidad de analizar los verdaderos factores que configuran el comercio.

 

El entorno comercial internacional

Quiero referirme en primer lugar al clima reinante en el entorno macroeconómico y el crecimiento del comercio limitado.  Esa es la palabra que utilizaría.  Perspectivas limitadas y expectativas limitadas.  Sé que tal vez suene demasiado deprimente aquí en Australia, teniendo en cuenta las elevadas tasas de crecimiento que ha registrado el país en los últimos años.  Pero el hecho es que la crisis financiera mundial de 2007-2008 ha dejado una impronta omnipresente en el comercio internacional y el crecimiento mundial.  Ha habido falsas recuperaciones, tasas de crecimiento imprevisibles e incluso un replanteamiento en muchos círculos de la base doctrinal de nuestros modelos económicos.

Las antiguas teorías e hipótesis en las que se basaba nuestro enfoque del comercio en el siglo XX deben calibrarse mejor, teniendo en cuenta las nuevas realidades del comercio en el siglo XXI.  Dentro de decenas de años, los tratadistas y los responsables de formular políticas considerarán que este período fue un punto de inflexión de la forma en que nos planteábamos la política comercial y económica;  si reconocimos los errores del pasado y escarmentamos, o si seguimos avanzando por el camino ya recorrido.  ¿No fue Confucio quien dijo 'estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro'?

Al acercarnos al final de 2012, las señales no son positivas.  Vivimos en un entorno macroeconómico mundial turbulento.  Los países siguen tratando de encontrar soluciones apropiadas para la crisis económica y el desempleo mundial sigue siendo demasiado elevado.  Aunque hemos visto algunas señales positivas últimamente, la crisis de la deuda soberana en Europa aún no ha amainado y sigue teniendo consecuencias para el ajuste fiscal en algunas de las economías de la zona del euro y para las perspectivas económicas de los mercados de los países en desarrollo, en particular los de África, dados los fuertes vínculos económicos que los unen a Europa.  Y esas incertidumbres económicas siguen causando un malestar social y una turbulencia política que tienen consecuencias trascendentales para la seguridad mundial.

Recientemente, la OMC revisó a la baja sus proyecciones de crecimiento del volumen del comercio para 2012 al 2,5%, frente al 3,7% por ciento pronosticado en primavera.  Se prevé que las exportaciones de los países en desarrollo y de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) crezcan un 3,5% y las de los países desarrollados en aproximadamente un 1,5%.  Esas perspectivas desalentadoras reflejan las graves consecuencias que la crisis de la deuda soberana europea y la desaceleración del crecimiento de la producción mundial han tenido en el comercio internacional.

Esas cifras no son nada sorprendentes.  Concuerdan con la reducción del Fondo Monetario Internacional de sus previsiones del crecimiento mundial para este año y la proyección del Banco Mundial de un crecimiento más bajo en Asia Oriental, que sería del 7,2% este año y el 7,6% en 2013, en comparación con las anteriores estimaciones del 7,6% y el 8,0%, respectivamente, con lo cual la tasa de crecimiento de la región de Asia y el Pacífico sería la más baja desde 2001.  Las previsiones de crecimiento de África subsahariana y América Latina también se han revisado a la baja.  Por lo que se refiere al empleo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha pronosticado que en 2013 otros 7 millones de personas se sumarán a las filas de los 200 millones de desempleados, de los que una proporción enorme son jóvenes.

En cuanto a los países desarrollados, los obstáculos al crecimiento incluyen la consolidación fiscal y el desapalancamiento del sector bancario.  La zona del euro registrará un crecimiento negativo este año y sigue corriendo el riesgo de una caída pese a las recientes medidas de política del Banco Central Europeo.  Las previsiones de este mes confirman que las perspectivas económicas de Europa han empeorado considerablemente, y que se prevé un período de recuperación prolongado antes de que pueda discernirse una vuelta al crecimiento.  Los Estados Unidos seguirán probablemente avanzando a duras penas en su recuperación (con un crecimiento del 2,2%).  Pese a las medidas anunciadas por la Reserva Federal para ayudar a la economía, los Estados Unidos seguirán haciendo frente a aspectos negativos, como los hogares abrumados por pesadas deudas y el desempleo elevado, así como la incertidumbre política generada por el inminente “precipicio fiscal”.

Aunque las economías emergentes y en desarrollo siguen creciendo, las tasas son más bajas que antes, lo que apunta a que la desaceleración en las economías avanzadas se está propagando a los países emergentes a través de la disminución de las exportaciones y de la entrada de capitales.  Los precios de los productos básicos siguen sujetos a volatilidad, lo que podría perjudicar a los exportadores de esos productos.  Una perspectiva esperanzadora es que las economías en desarrollo, gracias a su mejor posición económica, tienen más posibilidades de responder con estímulos fiscales y monetarios si las condiciones empeoran.

Con un escenario internacional plagado de tantas dificultades, existe siempre el riesgo de que los países intenten reequilibrar el crecimiento interno tratando de proteger a los productores nacionales.  Como expuse en un reciente artículo de fondo titulado “Learning from the Crisis:  The Fallacy of Protectionism”, hay indicios preocupantes de la propensión tradicional de los Estados nación a la introversión cuando el panorama económico mundial es malo, pero, en la mayoría de los casos, los países han actuado con moderación.  Cabe temer, no obstante, que si el desempleo y el estancamiento económico continúan, se ponga a prueba esa disciplina.  Pero el proteccionismo no funciona.  El cierre de los mercados sería un error en un mundo en el que la reducción de las importaciones perjudicará gravemente las posibilidades de fomentar las exportaciones.  El proteccionismo no protege.  No fortalece las economías ni impide la destrucción de puestos de trabajo.  Los gobiernos protegen a sus pueblos cuando apoyan el crecimiento económico y la protección social, y no cuando recurren a políticas de corto plazo que pueden beneficiar a una minoría a expensas de la mayoría.

 

Transformaciones geopolíticas

Ya no vivimos en el mundo del siglo XX, dominado como estaba por el pilar de los Estados Unidos, por un lado, y el pilar europeo, por el otro.  Vivimos en un mundo multipolar del siglo XXI.  Los ricardianos considerarían que se trata de una progresión natural de las ventajas comparativas, mientras que los partidarios del modelo westfaliano dirían que es una ruptura del orden del Estado nación.  En mi opinión, se trata de la forma contemporánea por antonomasia del multilateralismo, en la que las realidades de la interdependencia se enfrentan a las nociones de soberanía.  Creo que es una oportunidad;  una oportunidad para que los responsables de formular las políticas examinen con un nuevo enfoque las fuerzas que impulsan el debate sobre el comercio y los aspectos políticos de la economía.

La emergencia de algunos países en desarrollo como protagonistas principales y auténticos contribuyentes al diálogo mundial sobre el comercio y la economía es un rasgo fundamental de esta nueva realidad geopolítica.  Esas potencias emergentes, como China, la India, el Brasil, México, Indonesia, Malasia, Sudáfrica y muchas más, entre ellas, Tailandia, Chile y Turquía ya no aceptan que se les impongan políticas.  Esos países influyen cada vez más en la estructura y el alcance del comercio internacional, creando nuevas presiones de oferta y demanda y haciendo valer su influencia en las organizaciones internacionales.  Esos cambios en la topografía geopolítica y económica dieron lugar a la formación del Grupo de los Veinte (G-20) tal como existe hoy día, un grupo de países que tienen además de una participación importante en la gobernanza económica mundial una gran responsabilidad.

El mapa mundial de las importaciones y exportaciones ya no refleja solo el paradigma Norte-Sur del siglo pasado.  Vemos cada vez más que los países en desarrollo son productores y mercados para otros países en desarrollo y esa es una de las modalidades emergentes del nuevo panorama del comercio.  Para poner un ejemplo del creciente cambio de orientación, solo tenemos que mirar la evolución del comercio de mercancías entre los países en desarrollo, que ha aumentado considerablemente en los últimos 20 años, con mucha más rapidez que el comercio Norte-Sur.  Un reciente informe de la UNCTAD señala que, en 2010, las exportaciones Sur-Sur representaron el 23% del comercio mundial, en comparación con tan solo el 13% en 2000.  Los países en desarrollo son ya el mayor mercado para otros países en desarrollo.  Es sin duda una evolución alentadora, la contribución de las regiones en desarrollo al comercio Sur-Sur es sumamente desigual.  Corresponde a los países de Asia más del 80% del comercio Sur-Sur, en tanto que la proporción correspondiente a África y América Latina fue solo del 6% y el 10%, respectivamente, en 2010.

 

El comercio Sur-Sur con su punto central en África

También somos testigos de los crecientes lazos entre África y China y África y la India.  Es probable que el comercio entre China y África supere los 200.000 millones de dólares EE.UU. en 2012, lo que representa un aumento interanual del 25%.  Si continúa esa tendencia, se dice que África podría sobrepasar a los Estados Unidos y la UE y convertirse en el principal interlocutor comercial de China en un plazo de tres a cinco años.

La importancia de otros países en desarrollo para África es incluso más evidente si se excluyen de los cálculos los combustibles y los productos de la minería.  La proporción de las exportaciones de África destinadas a países en desarrollo, sin incluir los combustibles y los productos de la minería, aumentó alrededor de 30% en 2000 a 50% en 2011.  Esto refleja el hecho de que las exportaciones africanas a los países en desarrollo suelen ser más diversificadas que las destinadas a los países desarrollados.  Puede comprobarse también un desplazamiento similar de las economías desarrolladas a las economías en desarrollo en las importaciones.  La proporción de las importaciones de África procedentes de economías en desarrollo aumentó de alrededor de un tercio (34%) a más de la mitad (53%) entre 2000 y 2011.

Si examinamos más a fondo los tipos de productos que se exportan, vemos un cuadro interesante.  Las investigaciones llevadas a cabo recientemente por el Centro de Comercio Internacional sobre el potencial comercial de África y sus oportunidades de exportación en los mercados de crecimiento pusieron de relieve que las exportaciones a los mercados tradicionales -Europa- disminuían y aumentaban las destinadas a Asia, principalmente a China, pero la proporción de bienes de valor añadido exportados a Europa iba en aumento, en tanto que la mayoría de las exportaciones destinadas a Asia eran materias primas.

Las investigaciones también confirmaron el aumento del comercio intrarregional, con un giro hacia más bienes de valor añadido.  Durante el período 1995-2010, las exportaciones de productos elaborados y semielaborados de África subsahariana crecieron con más rapidez que las de materias primas no relacionadas con el petróleo, y en lo referente a las exportaciones intrarregionales, las de productos elaborados y semielaborados constituyeron la proporción más elevada, un 46% y un 41%, respectivamente.  Esta tendencia hacia un comercio intrarregional más intenso se observa en todo el planeta.  Se trata en parte de una reacción a la disminución de la demanda, o a la posible disminución de la demanda futura, en los mercados extrarregionales como consecuencia de la crisis, sumada a la toma de conciencia del potencial desaprovechado de los países situados en el espacio económico inmediato.  La decisión adoptada por la Unión Africana en enero de 2012 de concentrarse en impulsar el comercio intraafricano y de fijar la fecha prevista de implantación de la Zona de Libre Comercio Continental en 2017 son ejemplos de la forma en que las políticas están empezando a hacerse eco de la viabilidad económica del comercio con los países más cercanos, además del comercio extrarregional tradicional.

 

El comercio de tareas

Además de la reconfiguración de los protagonistas del sistema multilateral de comercio y del cambio en las estructuras del comercio, que se distancian de las líneas tradicionales Norte-Sur e incorporan además un comercio intrarregional e interregional más intenso, también somos testigos de nuevas tendencias en la forma en que se producen e intercambian bienes y servicios.  Básicamente, se está gestando una nueva forma de interpretar el comercio, de la que tienen que tomar nota los gobiernos y las empresas y con la que tienen que armonizar sus políticas y prioridades.

En la jerga de la OMC hemos llamado a esto “Hecho en el Mundo”.  Los países intercambian cada vez más productos intermedios, y no finales.  El concepto de “Hecho en el país X” se está quedando anticuado ante el crecimiento exponencial del comercio de productos intermedios o el comercio de tareas, en el que los componentes de los bienes y los servicios se producen y se montan en distintos países.  El antiguo dicho 'las importaciones son malas y las exportaciones buenas' queda privado de sentido cuando examinamos las pruebas:  hoy día, casi el 60% del comercio de mercancías es de productos intermedios o de tareas y el promedio del contenido importado que llevan las exportaciones es un 40% aproximadamente.  He ahí el motivo, como sugerí antes, de que la aplicación de medidas proteccionistas, que podrían causar la distorsión o la desviación del comercio, tendrá una reacción inversa en las economías que dependen cada vez más de las importaciones para terminar los productos que exportan.  Esta interpretación del comercio ya está transformando el debate político sobre el comercio y cabe esperar que dé origen a un proceso de adopción de decisiones más matizado y basado en la realidad, que refleje fielmente los efectos que el comercio puede tener en el crecimiento, el empleo y la innovación.

Los beneficios del comercio de tareas están en todas partes.  Pongamos por ejemplo un iPhone.  La inscripción en su cubierta trasera dice “Designed by Apple in California. Assembled in China”, lo que no hace justicia a las piezas fabricadas en China, Corea, el Japón, Alemania y los Estados Unidos por empresas cuyas sedes están en Tokio, Seúl, Baviera, San Diego, Stuttgart, Texas y Ginebra.  Las piezas, como sabemos, son ensambladas en Shenzhen (China) por una empresa que casualmente tiene su sede en el Taipei Chino.  El iPhone, como cada vez más productos, es imposible de clasificar por el país de origen.  La única descripción que cabe es “Hecho en el Mundo”.

Y esto no es ni mucho menos un fenómeno nuevo ni exclusivo de los productos de alta tecnología.  Ya en el siglo XI d.C. había surgido un comercio estable en el que el marfil africano se exportaba a la India, donde era tallado por artesanos que lo transformaban en joyas para su exportación a Europa.  Podríamos considerar también la historia de un ópalo extraído de una mina en las montañas de Etiopía, transportado por intermediarios que lo habían obtenido de un minero rural a comerciantes de Addis Abeba, transportado en avión a una empresa familiar de Jaipur (India) para tallarlo y pulirlo, vendido a una empresa de diseño y venta al público de joyas en los Estados Unidos, enviado a Tailandia para engarzarlo en una pulsera y, por último, ofrecido a la venta a los clientes en uno de los concesionarios autorizados de la empresa minorista en China, Europa, el Caribe o América del Norte.  Con el valor añadido producido en cuatro países distintos, por lo menos, esa pulsera también está “Hecha en el Mundo”.

Esto confirma que la forma en que medimos el comercio tiene que cambiar.  El método tradicional atribuye el total del valor comercial de un producto importado a un solo país de origen.  Era una fórmula correcta cuando el comercio consistía en bienes finales producidos con insumos internos.  Incluso habría funcionado si las materias primas importadas se transformaran en un solo país.  Pero si se aplica a productos “Hechos en el Mundo”, puede dar lugar a una exageración de las balanzas comerciales bilaterales y a una subvaloración en la etapas en las que se añade valor.  Esta incongruencia tiene dos efectos principales:  por un lado, la sobrevaloración de las cifras del comercio bilateral, que puede exacerbar la hostilidad contra el comercio, y, por otro, la adopción de políticas discordes con la rapidez, la dirección y las realidades de la producción y el comercio mundiales.  Se necesita un método preciso y basado en la realidad del verdadero valor del comercio para que los responsables de formular las políticas puedan adoptar decisiones sobre las políticas comerciales y económicas con conocimiento de causa.  La OMC, en colaboración con la OCDE y otros muchos interlocutores, contribuirá a esa labor cuando publiquemos la primera serie de estadísticas completas sobre el comercio de valor añadido durante una conferencia que se celebrará en Ginebra a mediados de diciembre de este año.  Y quiero destacar aquí la excelente cooperación que hemos fomentado en la OMC con nuestros colegas de la OCDE, que sirve de ejemplo de la forma en que la cooperación entre organismos puede ayudar a llevar adelante el debate de políticas.

 

Las cadenas de valor:  cadenas de crecimiento y de empleo

El incremento del comercio mundial de productos intermedios, sumado a la disminución de los costos de transporte y comunicaciones, y la mayor fragmentación de la producción en todo el mundo nos obliga a cambiar nuestra concepción del comercio.  La red en constante aumento de cadenas de valor nacionales, regionales y globales que caracterizan cada vez más a las cintas transportadoras del comercio del siglo XXI es la que facilita esta circulación del comercio de tareas.  Las cadenas de valor no son algo nuevo.  Han existido casi desde que nació el concepto de comercio.

Las cadenas de valor constituyen un método dinámico de organizar la producción a escala internacional.  Entrañan la desagregación de las etapas de producción en distintos países en función de sus ventajas de costos.  Cada vez con más frecuencia, este proceso ha ido más allá de la subcontratación de la producción manufacturera y actualmente incluye también actividades de servicios, principalmente tareas administrativas.  Los servicios son fundamentales en las cadenas de valor y constituyen un elemento del valor de los productos finales que crece sin cesar.  Una forma infalible de añadir valor a las materias primas consiste en ampliar la gama de servicios que se pueden ofrecer en paralelo, como el transporte, la logística, el seguro y la distribución.  Este aspecto resulta especialmente importante para las economías que tal vez no cuenten con riquezas territoriales o minerales y que dependen del capital humano para su competitividad económica.

Las cadenas de valor en la agricultura, como los productos agroalimentarios o los productos agropecuarios elaborados, son también ejemplos importantes de la forma multipolar y multimodal de la producción y la distribución.  Baste mencionar un reciente estudio de la Dirección de Inocuidad de los Alimentos de Irlanda, en el que se constató que un solo producto alimenticio elaborado a base de pollo contenía 53 ingredientes y cada uno de esos ingredientes procedía de múltiples proveedores de distintas regiones del mundo.  También cabe considerar la concatenación regresiva y progresiva que enlaza el sector agropecuario con otros sectores, como el sector de la caña azucarera, con sus múltiples aplicaciones en el consumo y para la industria.

Si bien las cadenas de valor no son un fenómeno reciente, su importancia va en aumento en varias regiones del mundo, como Asia Oriental y Europa Central y Oriental.  Hay dos motivos principales de que esas cadenas de valor beneficien a los países en desarrollo en particular.

En primer lugar, crean un gran volumen de comercio entre los países en desarrollo que participan en ellas, y ello se debe a que es probable que cada país participante se especialice en un segmento específico del proceso de fabricación o en una tarea administrativa concreta y los bienes intermedios resultantes tendrán que circular entre los países.

En segundo lugar, las cadenas de valor pueden ser elementos catalizadores esenciales para ampliar la capacidad productiva de los países en desarrollo.  Gracias a su participación en las cadenas de valor, las empresas de los países en desarrollo pueden encontrar socios extranjeros idóneos, obtener acceso a inversiones extranjeras directas, familiarizarse con las prácticas empresariales internacionales y mejorar sus aptitudes y su tecnología.  El paso al comercio de tareas crea oportunidades que no existían cuando el comercio estaba dominado por el intercambio de productos finales.  En el caso concreto de los países en desarrollo más pequeños, las cadenas de valor ponen el listón más bajo para la entrada a la economía mundial.  Las empresas no tienen que tratar de producir, por ejemplo, automóviles completos que puedan competir a nivel internacional, y pueden concentrarse solo en producir perfectamente una determinada pieza de automóvil.  Ha ocurrido así en Malasia y Marruecos, por ejemplo.

El hecho de que los productos intermedios tengan que cruzar en múltiples ocasiones las fronteras de países en desarrollo que participan en las cadenas de valor significa que se multiplicará el costo de todo tipo de restricción al comercio.  No bastará con que sean bajos los aranceles;  los regímenes de reglamentación también deberán ser compatibles, pues de lo contrario las medidas no arancelarias y las divergencias en la reglamentación impedirán el funcionamiento eficaz de las cadenas de valor.  Esta convergencia de la reglamentación es importante para asegurar que las cadenas de valor sean verdaderamente beneficiosas para los países.

 

Las medidas no arancelarias

Asegurar esa convergencia de la reglamentación reviste una importancia especialmente crítica en vista del aumento de las medidas no arancelarias (MNA) de que hemos sido testigos durante el último decenio.  Esas medidas son un factor importante en las cadenas de producción internacionales, ya que el marcado descenso de los niveles arancelarios ha hecho que las medidas no arancelarias -como las normas técnicas, la certificación de la conformidad, las prescripciones en materia de salud y seguridad y la reglamentación sobre los servicios- ocupen ahora un lugar más destacado en el comercio internacional.

En la edición de este año del Informe sobre el Comercio Mundial, la principal publicación de investigación de la OMC, se ha examinado el panorama en volumen de las MNA.  Una de las constataciones más importantes ha sido que la naturaleza de las MNA ha cambiado:  se ha pasado de los tradicionales contingentes y salvaguardias cuyo objetivo es la protección a hacer cada vez más énfasis, con fines preventivos, en la salud, la seguridad, la calidad ambiental y otras consideraciones sociales.  Estas inquietudes son absolutamente legítimas y no pueden ni deben pasarse por alto porque se quiera mantener el comercio totalmente libre de obstáculos.  Dicho esto, la naturaleza de las medidas adoptadas para tratar de alcanzar objetivos de política pública y el modo en que éstas se administran pueden tener efectos muy diversos en el comercio, tanto positivos como negativos.  Las medidas no arancelarias no deberían idealmente aumentar los costos del comercio más de lo estrictamente necesario para alcanzar su objetivo.  Igualmente, es razonable argumentar que las medidas no arancelarias no deberían concebirse de manera que favorezcan indebidamente los intereses nacionales.  Sin embargo, dada la complejidad de los objetivos y las políticas que están en juego en conexión con las medidas no arancelarias, la cooperación y el diálogo serán fundamentales para encontrar el equilibrio adecuado.

A diferencia de las negociaciones arancelarias en la OMC, que tienen por objeto reducir a cero el nivel de los aranceles, las negociaciones sobre las medidas no arancelarias deben centrarse en la transparencia, la coherencia y la capacidad.  La transparencia es fundamental.  Los productores y los comerciantes necesitan más información sobre la MNA vigentes, que son por definición más difíciles de medir y comparar que los aranceles.  En la OMC hemos creado un Portal Integrado de Información Comercial (I-TIP), una ventanilla única para acceder a toda la información que los Miembros notifican a la OMC, incluidas las medidas no arancelarias, los aranceles, las medidas comerciales correctivas y las estadísticas sobre comercio.

La coherencia es necesaria para garantizar que las empresas no tengan que enfrentarse a una serie de normas y prescripciones que compiten entre sí, y que exista capacidad para ayudar a las empresas, en particular a las pequeñas y medianas, a comprender y adaptarse mejor a esas normas.  La cuestión de las normas privadas es especialmente importante a este respecto.  En la esfera de la cooperación, es necesario elaborar entendimientos compartidos sobre la razón por lo cual se utilizan determinadas medidas para alcanzar un determinado objetivo.  La dificultad de distinguir si las medidas no arancelarias se utilizan con fines legítimos o para proteger a los productores nacionales hace que esas medidas sean un instrumento elusivo de política comercial.

A medida que aumentan las MNA, tales como las normas técnicas para los productos, los requisitos de salud e inocuidad y los procedimientos de ensayo y análisis conexos, pueden crear verdaderos problemas para los comerciantes.  Esas medidas pueden resultar complicadas y confusas para las empresas, costosas de cumplir y pueden variar considerablemente de un país a otro y de un sector a otro.  Por supuesto, no incumbe ni debería incumbir a la OMC eliminar las medidas no arancelarias, ni siquiera armonizarlas para crear una igualdad de condiciones.  Antes bien, los países deben seguir recurriendo a las normas y la observancia de la OMC para evitar toda medida no arancelaria que sea discriminatoria y cause restricciones innecesarias del comercio, y para que las demás, acordes con las normas de la OMC, procuren promover la convergencia de la reglamentación entre los países en los foros pertinentes a fin de minimizar las diferencias que pueden causar fricciones comerciales.

Reconozco que la convergencia entre países con niveles muy distintos de desarrollo es rara vez fácil.  Además, el reconocimiento mutuo y la armonización pueden suscitar interrogantes difíciles sobre la confianza, la buena gobernanza y la autonomía interna para reglamentar.  La cooperación entre los gobiernos -en los órganos de establecimiento de normas, los foros regionales y las organizaciones multilaterales- sigue siendo la mejor manera de avanzar.  No obstante, la prestación de una asistencia eficaz para la creación de capacidad con el fin de ayudar a los exportadores a cumplir las medidas no arancelarias en mercados importantes o para ayudar a los gobiernos a participar en el establecimiento de normas son dos aspectos absolutamente esenciales.  La OMC, por conducto del Fondo para la Aplicación de Normas y el Fomento del Comercio (FANFC), sigue prestando esa asistencia en la esfera de las normas sanitarias y fitosanitarias a sus Miembros que son países en desarrollo.

 

¿Cómo responde la OMC a esos retos?

La OMC cumplirá 18 años en enero de 2013.  ¡En la mayoría de los países ya nos considerarán adultos!  ¿Cómo ha procurado la OMC ajustarse a los cambios del sistema multilateral?  Cuando se estableció la Organización en 1995, había 76 miembros iniciales del GATT y otros 50 países se encontraban en distintas fases del proceso de adhesión.  Hoy día tenemos 157 Miembros, tras el reciente ingreso de Samoa, Montenegro, la Federación de Rusia y, muy recientemente, Lao, República Democrática Popular.  Los cambios tecnológicos y logísticos en el mundo del comercio han causado una auténtica transformación y el aumento del comercio de productos intermedios ha hecho que tengamos que encontrar nuevos ángulos para analizar la contribución del comercio al crecimiento y el desarrollo.

¿Cómo ha procurado la OMC seguir siendo pertinente en un mundo en el que los cambios geopolíticos han supuesto que ahora existamos en una estructura diferente de la de 2001, cuando iniciamos la actual ronda de negociaciones (la denominada Ronda de Doha para el Desarrollo)?  Como mencioné en la inauguración del Foro Público anual de la OMC en septiembre de este año, ¿cómo nos ocupamos de un sistema en el que se asiste a una 'redistribución de la baraja geopolítica a nivel mundial'?

La labor de la OMC se basa en cuatro pilares principales.  La función negociadora, que en algunos aspectos está paralizada, aunque se hacen progresos en algunas esferas;  la función de la Ayuda para el Comercio, que incluye no solo la coordinación de la labor sobre la Ayuda para el Comercio sino también la prestación de asistencia técnica y creación de capacidad relacionadas con el comercio a funcionarios de los países en desarrollo;  la función de vigilancia y supervisión;  la función de procedimientos contenciosos de la que se encarga nuestro servicio de solución de diferencias que, dicho sea de paso, es la única judicatura comercial mundial de su tipo.

En muchos aspectos, la OMC es uno de los mejores ejemplos del funcionamiento del multilateralismo basado en normas.  Su capacidad de administrar y hacer cumplir las normas comerciales mundiales, especialmente a través de su función de vigilancia y supervisión, ha sido un elemento muy importante para prevenir el recurso generalizado a medidas proteccionistas.  Nuestra labor interna de vigilancia y nuestra presentación de informes al G-20 en esta esfera han mantenido a la comunidad internacional incluida e informada.  La OMC no es inmune a las transformaciones geoeconómicas y geopolíticas de nuestros tiempos.  La paralización de las negociaciones, si se enfoca desde su nivel más básico, se basa en las contribuciones relativas que los Miembros con distintos niveles de desarrollo pueden o deben hacer.  Al igual que ocurre en otras organizaciones y en relación con otras cuestiones, como el cambio climático, se trata de una cuestión de la que la comunidad internacional no puede desentenderse.  Para avanzar en las negociaciones multilaterales, debe abordarse esta cuestión básica de los “derechos” frente a las “obligaciones”.

Sin embargo, no es necesario reformar todo el programa de la OMC para abordar esa cuestión.  Algunos teóricos creen que la OMC debería empezar otra vez desde el principio.  Ahora bien, este enfoque teórico tiene escasa pertinencia política.  Las cuestiones que se debaten en la Roda de Doha para el Desarrollo siguen siendo pertinentes, pero lo cierto es que en algún momento futuro, la OMC tendrá probablemente que combinar esas cuestiones con otras nuevas si se quiere lograr que el programa mundial de establecimiento de normas se ajuste a lo que efectivamente ocurre en los mercados.

Citando a Vincent Van Gogh, 'las grandes cosas se hacen juntando una serie de pequeñas cosas' y en la OMC los Miembros están tratando de avanzar paso a paso en algunas esferas principales.  Una de ellas, en la que se están logrando progresos y que está estrechamente vinculada a muchas de las cuestiones que he mencionado antes, como las cadenas de valor y las medidas no arancelarias, es la facilitación del comercio.  En muchos aspectos, la facilitación del comercio es una cuestión de principios económicos básicos.  En su esencia, se trata de que el comercio sea más fácil y menos costoso, y en un mundo cada vez más centrado en las cadenas de valor y el comercio de productos intermedios, la facilitación efectiva del comercio no es una cuestión de elección:  es un elemento básico indiscutible en todos los países o en todas las decisiones sobre política comercial si el objetivo es crecer y atraer inversiones.

Las pruebas hablan por sí solas:  cada día adicional que se necesita para transportar mercancías hace que el comercio se reduzca en un 1%.  En un viaje marítimo normal de 20 días, un día más en el mar da lugar a una reducción del 4,5% del comercio entre dos interlocutores comerciales.  En general, la OCDE estima que, en el caso de sus miembros, los derechos, las formalidades y los procedimientos de despacho constituyen aproximadamente el 10% del valor de una transacción comercial.  Esa cifra equivale a casi el doble del promedio ponderado en función del comercio de los aranceles en todo el mundo.  A nivel mundial, se aproxima a los 2 billones de dólares.  Un acuerdo en la OMC sobre facilitación del comercio reduciría ese costo del 10% al 5% del valor del comercio.

Las negociaciones en la OMC podrían lograr resultados reales y tangibles para los países a todos lo niveles, beneficiando así a todos.  Y por primera vez tenemos la estructura de un acuerdo que incluiría no exenciones para los países en desarrollo y que en cambio les ayudaría a crear la capacidad necesaria para adoptar las mismas medidas que adoptará incluso el Miembro más desarrollado.  Se trata de un cambio importante, que algunos calificarían de sísmico, en la forma en que los países enfocan las negociaciones.

También se han registrado algunos progresos importantes en las cuestiones relacionadas con los países menos adelantados (PMA) tras la reciente adopción de un plan para agilizar la adhesión de los PMA a la OMC, y siguen avanzando los trabajos encaminados a hacer efectiva una exención que permite a los Miembros de la OMC otorgar acceso preferencial a los PMA en el sector de los servicios.

La labor relacionada con el Acuerdo sobre Contratación Pública progresa satisfactoriamente, con el acuerdo alcanzado en diciembre de 2011 de ampliar los sectores abarcados en unos 100.000 millones de dólares EE.UU. en nuevas oportunidades de mercado.  Además de inyectar más transparencia en los procesos de licitación, ayudando así a luchar contra la corrupción en las prácticas de contratación, el aumento de la competencia en los procesos de licitación permitirá también a los gobiernos buscar mejores precios, ofrecer a los contribuyentes más valor por su dinero y mantener un control más estricto del gasto.  Los Miembros están ultimando actualmente la adhesión de algunos miembros nuevos, como China, a este acuerdo.  Las consecuencias son evidentes.  También continúa la labor para ampliar el Acuerdo sobre Tecnología de la Información, que tiene el potencial de impulsar la innovación y crear puestos de trabajo en el importante sector de la tecnología de la información.

En cuanto a la Ayuda para el Comercio, la OMC sigue encabezando, junto a la OCDE, el programa de trabajo mundial de Ayuda para el Comercio.  El pilar de movilización de recursos ha tenido un éxito increíble, y en 2010 se han comprometido más de 45.000 millones de dólares EE.UU. en Ayuda para el Comercio, la mayor cantidad de la historia.  El programa ha fomentado una cultura de integración del comercio y orientación a los resultados y está dando una visibilidad creciente a un importante complemento de la asistencia oficial para el desarrollo, a saber, la cooperación Sur-Sur.  Quiero aprovechar la oportunidad de estar en Melbourne para elogiar el papel de Australia en la esfera de la creación de capacidad comercial, no comprometiéndose a apoyar a los países en desarrollo, y en particular a los PMA, sino cumpliendo lealmente sus compromisos.  El tema central del Cuarto Examen Global de la Ayuda para el Comercio, en julio de 2013, será “Conectarse a las cadenas de valor”.  Se pondrá así de manifiesto la forma en que la Ayuda para el Comercio puede ayudar a los países en desarrollo a crear cadenas de valor, acceder y beneficiarse de ellas, y se ocupará del sector privado para que se entienda mejor lo que buscan los agentes privados cuando invierten en cadenas de valor en los países.

Un último elemento antes de terminar se refiere al Grupo de Reflexión sobre el Futuro del Comercio, que establecí en abril de 2012 para analizar los retos en la esfera de la liberalización del comercio mundial en el siglo XXI, estudiar los factores que impulsan el comercio de hoy y del futuro y examinar las pautas del comercio y el significado de la apertura del comercio mundial en el siglo XXI.  Este excelente grupo de personas ha trabajado asiduamente sobre esas cuestiones y las conclusiones de su labor se presentarán en Año Nuevo.  Al igual que la labor intelectual de Richard Snape ayudó a dar forma a la Comisión Australiana de Productividad, creo que la labor del Grupo de Reflexión puede aportar una contribución provechosa a la OMC y a sus Miembros mientras continúan navegando por este panorama cambiante del comercio multilateral.

Estoy convencido de que el futuro del sistema multilateral de comercio es brillante.  Será diferente, y en algunos casos irreconocible, pero brillante.  Confío en ello.

Gracias.

 

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