WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY


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Deseo agradecer a la FERDI [Fondation pour les Études et Recherches sur le Développement International], el Centro de Comercio Internacional y el Banco Mundial su invitación para dirigirme hoy a ustedes.  Espero que los debates que han mantenido esta mañana para evaluar la eficacia de la Ayuda para el Comercio y examinar el papel del comercio de servicios hayan sido interesantes.  Tengo entendido que esta tarde abordarán los efectos de la facilitación del comercio y el futuro de la ayuda comercial, dos temas especialmente delicados e importantes.

El taller llega en el momento adecuado, ocho meses antes de que se celebre el Cuarto Examen Global y es, en muchos sentidos, la ocasión perfecta para hacer balance de lo que hemos aprendido tanto sobre la Ayuda para el Comercio como gracias a ella.  Es evidente que se trata de un momento oportuno para examinar el camino que tenemos por delante.

El tema del próximo Examen Global es “Conectarse a las cadenas de valor”.  Las actuales estructuras del comercio a nivel nacional, regional y mundial permiten a los países en desarrollo y a las empresas de esos países beneficiarse de la inserción en los procesos de producción y distribución con unos costos de entrada relativamente reducidos.  La Ayuda para el Comercio es importante para ayudar a los países en desarrollo, en particular a los países menos adelantados, a utilizar la integración en esas cadenas como palanca para facilitar un crecimiento y un desarrollo basados en el comercio.  Para arrojar mayor luz sobre la cuestión, la OMC ha puesto en marcha, en colaboración con la OCDE, un ejercicio de vigilancia para ver cómo la Ayuda para el Comercio está contribuyendo en la práctica a integrar a los países en desarrollo en las cadenas de valor mundiales, regionales y nacionales.

Además, por primera vez este ejercicio se dirige directamente al sector privado.  En el marco de la Ayuda para el Comercio siempre se ha reconocido el papel fundamental del sector privado a la vez como usuario y como proveedor de asistencia relacionada con el comercio, pero ahora damos un paso más allá al analizar el sector privado en cinco esferas de especial importancia económica para los países en desarrollo, a saber, el sector agroalimentario, la tecnología de la información y las comunicaciones, los textiles, el turismo y el transporte y la logística.

Además, la OMC y la OCDE están colaborando con diversos asociados en un ejercicio de vigilancia sectorial con vistas al Cuarto Examen Global.  Las cinco organizaciones asociadas son la Cámara de Comercio Internacional, el Centro de Comercio Internacional, la Unión Internacional de Telecomunicaciones, la Organización Mundial del Turismo y el equipo del Foro Económico Mundial que participa en la Iniciativa “Grow Africa”  de la Unión Africana y de la NEPAD [Nueva Alianza para el Desarrollo de África].  Partiremos de los resultados de la encuesta para analizar conjuntamente las conclusiones con vistas al Cuarto Examen Global.

Permítanme abordar tres cuestiones principales:

  • las pruebas indicadoras y los efectos de la Ayuda para el Comercio;
  • las cadenas de valor y su repercusión en el desarrollo;
  • algunas cuestiones relativas a las próximas prioridades en el ámbito de la Ayuda para el Comercio.

En 1965, el cofundador de Intel, Gordon E. Moore, predijo que el número de componentes de los circuitos integrados seguiría duplicándose durante los 10 años siguientes.  Para ello se basó en su observación de que, desde la invención del circuito integrado, el número de componentes se había duplicado cada año, sin excepción.  Su predicción fue asombrosamente exacta.  Hoy en día la ley de Moore se suele citar al hablar de la aceleración de la capacidad tecnológica, pero si la menciono en el contexto de la Ayuda para el Comercio es por dos motivos.  En primer lugar, la aceleración de la capacidad tecnológica nos está proporcionando grandes cantidades de información y, en segundo lugar, la aceleración a la que hacía referencia Moore necesita sistemas económicos para que sea aprovechable.

En cuanto a la información que recibimos, no sólo es cada vez mayor, sino que abarca absolutamente todos los temas imaginables, desde el genoma a los sistemas de información geográfica.  Y en realidad no estamos más que empezando a vislumbrar las posibilidades.  Lo mismo cabe decir del estado de nuestros conocimientos sobre los efectos de la Ayuda para el Comercio.  No cabe duda de que los 276 relatos de experiencias concretas que recibimos para el Tercer Examen Global nos permitieron comprender mejor la Ayuda para el Comercio al poner en claro cómo funciona y cómo marca la diferencia sobre el terreno.

Pero estos relatos de experiencias concretas no son más que el principio.  En esencia, la crítica que hacen Duflo y Bannarjee en su obra “Repensar la pobreza” se refiere a la información y al método científico.  Es un debate anterior al surgimiento de la economía como disciplina;  lo que llama la atención en su aportación es que no plantean una ruptura artificial, sino que se centran en los resultados y la voluntad de experimentar.

Los resultados son importantes.  Es importante saber dónde nos encontramos con respecto a la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.  Es importante conocer los efectos de un proyecto económico en el desarrollo social y viceversa.  Es importante que podamos basarnos en pruebas a la hora de decidir dónde asignamos los recursos limitados de que se dispone para la Ayuda para el Comercio.  En un contexto mundial de restricciones presupuestarias, la asignación de los recursos en función de los objetivos y los efectos comparativos dictará cada vez más las decisiones de política.  Para que esas decisiones puedan ser precisas y eficaces, las pruebas, que han de ser cuantitativamente y cualitativamente sólidas, deben ser un factor decisivo.

Se trata de algo fundamental para nuestro ejercicio de vigilancia de la Ayuda para el Comercio y para el dilema que esa vigilancia nos plantea.  Puede que centrarnos exclusivamente en los resultados de la Ayuda para el Comercio sea demasiado limitado, sobre todo porque la iniciativa de la Ayuda para el Comercio gira principalmente en torno a la coherencia y tiene por objetivo convencer de la necesidad de incorporar el comercio a las estrategias nacionales de desarrollo y ayudar a los países y a las instancias decisorias y los responsables de formular las políticas (y a sus destinatarios) en esos países a que vean el interés de integrar los diferentes elementos de la economía.  ¿Por qué?  Porque la financiación depende de las prioridades políticas, que a menudo se conforman en función de las realidades económicas.

El comercio no es un sector;  afecta transversalmente a todos los sectores de la economía.  Si no se tiene debidamente en cuenta la relación entre el comercio y las políticas sectoriales, es difícil fijar las prioridades adecuadas.  Así lo demuestra el hecho de que no hayamos sido capaces de integrar en los proyectos de la Ayuda para el Comercio datos de referencia sobre los indicadores comerciales.  No siempre está clara o se entiende bien la relación.

Más grave es, en mi opinión, el hecho de que no se logre integrar el comercio en la política de desarrollo nacional y regional.  Comprender la relación entre el comercio y el desarrollo es un primer paso para lograr la coherencia;  el siguiente es comprender cómo establecer objetivos adecuados y mensurables.  Este es el verdadero valor de la experimentación.

En pocas palabras, las prioridades de las políticas tienen que asentarse sobre pruebas sólidas.  La disponibilidad de datos está transformando nuestra capacidad de elaborar modelos y hacer predicciones, y el debate experimental está sometiendo a prueba nuestros planteamientos.  Con todo, mi consejo a quienes elaboran las políticas seguiría siendo que busquen un “economista que sopese todas las ventajas e inconvenientes”.  Aún nos queda camino por recorrer antes de que comprendamos realmente la complejidad de esos sistemas.

Ahora me referiré al segundo punto que quería tratar, relativo a las cadenas de valor.  Todos ustedes conocen la iniciativa de la OMC “Hecho en el Mundo” y saben cómo las redes de producción se han fragmentado dando lugar a un comercio de tareas.  El examen de las cadenas de valor desde la perspectiva de la Ayuda para el Comercio no es un intento de cambiar de paradigma, sino de poner en relación el programa de la Ayuda para el Comercio con la revolución que han experimentado la observación y la información.  El examen de la Ayuda para el Comercio en el contexto de las cadenas de valor entraña plantear preguntas experimentales, por ejemplo:

  • ¿Qué significa “añadir valor” en un mundo en el que la producción se ha fragmentado dando lugar a un sistema de comercio de tareas?
  • ¿Debemos centrar los recursos en la primera etapa de adición de valor o en otro punto de la cadena?
  • ¿En qué punto de una cadena de valor o entre diferentes cadenas de valor tiene un país o región dado una ventaja comparativa?
  • ¿Cómo puede contribuir la Ayuda para el Comercio a poner de manifiesto o aprovechar esa ventaja?
  • ¿Dónde deberíamos centrar nuestros recursos, en la creación de un entorno favorable adecuado, en la selección de ganadores o en ambos aspectos?
  • ¿Dónde se sitúan en este contexto los valores de la sociedad por lo que respecta al medio ambiente y la responsabilidad de las empresas?

Muchas de esas preguntas son incómodas para los encargados de las actividades de desarrollo, pero confío en que el Cuarto Examen Global aporte algunas respuestas y también ponga de manifiesto las principales limitaciones a las que se enfrentan las empresas de los países en desarrollo para conectarse a las cadenas de valor, así como la ayuda que se está proporcionando para dar respuesta a esas limitaciones.

Todo esto me lleva al último punto que deseo tratar, a saber, cuáles deben ser las próximas prioridades.  En 2011, la ayuda a los países en desarrollo disminuyó casi un 3%, con lo que se rompió una larga tendencia de aumentos anuales.  Sin embargo, cabe preguntarse si realmente fue así.  La información comunicada a la OCDE no ofrece un panorama completo de la ayuda;  son sólo las cifras facilitadas por sus miembros, que no incluyen la asistencia facilitada por algunos de los principales países en desarrollo a otros países en desarrollo.  En el Tercer Examen Global de la Ayuda para el Comercio, que tuvo lugar en julio del año pasado, China, la India, el Brasil, la Argentina, Indonesia y México indicaron que su cooperación relacionada con el comercio había aumentado desde 2008.  Los países menos adelantados recibieron el 30% de toda la Ayuda para el Comercio en 2010 y otros países de ingresos bajos, el 16%.  ¿Es suficiente?  Hoy por hoy, en términos absolutos, la carga de la pobreza absoluta recae en mayor medida en los países de ingresos medios, ya que amplias capas de la población de esos países viven por debajo del umbral de pobreza.  Y me limito simplemente a lo que dicen las cifras.  ¿Deberíamos dedicar más fondos de la Ayuda para el Comercio a esos países?  ¿Y qué instrumentos deberíamos utilizar:  donaciones, préstamos en condiciones preferenciales, préstamos en condiciones no preferenciales, etc.?  Probablemente, una combinación de todos ellos.

Permítanme concluir con dos observaciones:  al asignar recursos a la Ayuda para el Comercio, tenemos que impulsar la adopción de decisiones basada en pruebas, pero al mismo tiempo tenemos que ser realistas en cuanto a las deficiencias de nuestra información.  Por tanto, en cierto modo, debemos examinar nuestros datos y la relación causal que se deriva desde una perspectiva macroeconómica, más que microeconómica.

Por último, todos debemos seguir experimentando, innovando, criticando y formulando sugerencias.  Pero también debemos tener presente la imagen de conjunto.  Lo que perseguimos es la coherencia y las prioridades adecuadas:  los experimentos aleatorios no deben traducirse en reflexiones aleatorias;  por el contrario, la reflexión debe propiciar una adopción de decisiones más estructurada y más sólidamente basadas en pruebas.  Nuestro objetivo colectivo debe seguir siendo fijar prioridades basadas en pruebas y mensurables.  Es una condición necesaria para garantizar la rendición de cuentas, uno de los principios fundamentales de la iniciativa de la Ayuda para el Comercio desde su puesta en marcha en 2005.

Gracias.

 

 

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