WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY


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Señoras y señores:

Es un placer para mí hacer uso de la palabra en la Universidad de Bilgi sobre El panorama del comercio internacional en evolución. ¿Qué mejor sitio para hablar de ese panorama en evolución que Turquía, que, con su pujante economía, es uno de los principales motores de ese cambio? Son países como Turquía los que están cambiando el carácter de las relaciones comerciales internacionales al incorporarse a complejas cadenas de valor mundiales. Turquía forma ahora parte del núcleo de una red mundial de producción en que la inmensa mayoría de los productos está “Hecho en el mundo”, y no en un determinado país, como debería indicar el etiquetado de origen si fuera fidedigno y exacto. Esas cadenas de valor ya no se circunscriben como tradicionalmente a las relaciones Norte-Sur, sino que se extienden también a lo largo del eje Sur-Sur, como la propia Turquía sabe por experiencia. Este es también otro importante cambio que ha experimentado el panorama del comercio internacional que hoy conocemos.

Ahora más que nunca, Turquía y el mundo en desarrollo emergente están haciendo oír su voz en las negociaciones internacionales, ya sea en la Organización Mundial del Comercio o en otros foros. Ya no quieren ser los — entre comillas — “receptores” del conjunto de normas de la OMC, sino también “actores y protagonistas” en su elaboración. Los días en que podía darse por descontado que el mundo en desarrollo suscribiría obligaciones en cuya formulación no había participado pasaron hace ya mucho tiempo.

Además, actualmente en el mundo del comercio los obstáculos no arancelarios han adquirido más importancia que los aranceles tradicionales, y ello se debe en parte a que la mayor parte de los productos está “Hecho en el mundo”, como acabo de señalar. Cuando un mismo producto se ha fabricado en países de todo el mundo, los aranceles tienen cada día menos sentido. Un arancel sobre una importación es, invariablemente, una piedra que un país lanza al tejado de sus exportaciones de componentes; así se explican las reducciones arancelarias autónomas que vemos en países de todo el mundo. En el mundo en que vivimos, el principal reto al que tendremos que enfrentarnos serán, cada vez más, los obstáculos no arancelarios, por ejemplo, discrepancias en las normas de seguridad y calidad.

Éstos, señoras y señores, son los temas sobre los que desearía que conversemos hoy. A continuación los desarrollaré con algunos datos y cifras para estimular nuestro debate.

 

Transformaciones geopolíticas

En primer lugar, permítanme referirme a lo que, en términos generales, llamo la “transformación geopolítica”. Éste ya no es el mundo del siglo XX, dominado por los Estados Unidos, la Unión Europea y el Japón. Vivimos en el mundo multipolar del siglo XXI. Por mi parte, creo que ello constituye una oportunidad para que los dirigentes políticos reexaminen las fuerzas que impulsan el comercio y reconsideren su discurso político y económico.

En la OMC se han invertido los papeles, para alarma de muchos de los protagonistas tradicionales en el panorama del comercio internacional. En 2003 un pequeño país, Antigua y Barbuda, sometió a la Organización una diferencia con los Estados Unidos en relación con los servicios de juegos de azar, y la ganó. Algunos de los países menos adelantados del mundo, agrupados en la llamada coalición del “C-4”, formada por los principales exportadores de algodón de África — Burkina Faso, Benin, Malí y el Chad-, han hecho valer sus intereses en las negociaciones sobre el algodón que se están realizando en la OMC. El mundo en desarrollo ciertamente ha despertado, y los demás países han tomado buena nota.

La situación en el sistema de solución de diferencias de la OMC confirma esta nueva realidad. La OMC, como saben, cuenta con uno de los pocos mecanismos internacionales de solución de diferencias cuyas decisiones son vinculantes y acarrean consecuencias en caso de incumplimiento. Es un mecanismo “con dientes”, como a muchos les gusta decir, que autoriza a los países a tomar medidas de retorsión en caso de que se opte por el incumplimiento.

Actualmente, las diferencias en las que no intervienen los Estados Unidos o la Unión Europea representan casi el 20% del total de las dirimidas en la Organización. Cuando se fundó la OMC, la proporción entre reclamantes y demandados era del 60%-40% a favor del mundo desarrollado, pero ahora literalmente se ha invertido. Es exactamente la opuesta. Actualmente, el mundo en desarrollo es el principal reclamante. La propia Turquía ha sido reclamante y demandada en la OMC en asuntos relativos a productos agrícolas como el arroz, a las películas cinematográficas y a los textiles.

El hecho de que algunos países en desarrollo contribuyan ahora de manera efectiva a la cooperación económica y comercial mundial es un rasgo fundamental de esa nueva realidad geopolítica. Es eso, en esencia, lo que ha dado lugar a la formación del Grupo de los 20 (G-20) tal y como hoy lo conocemos: un grupo de países que tiene una participación importante, pero también una gran responsabilidad, en la arquitectura de la gobernanza económica mundial. Y un grupo al que Turquía pertenece.

 

Comercio Sur-Sur

Vivimos además, señoras y señores, en un mundo de auge para el comercio Sur-Sur. En 2010 las exportaciones Sur-Sur representaron el 23% del comercio mundial, en comparación con tan solo el 13% en 2000. Ahora, el mayor mercado de los países en desarrollo son otros países en desarrollo. Turquía lo sabe bien, ya que algunos de sus principales mercados de exportación son el Irán, el Iraq, los EAU, la India, Corea del Sur, China y otros países en desarrollo. En 2010, el 60% del comercio mundial era Norte-Norte, pero es probable que, en el futuro, un tercio del comercio sea Norte-Norte, otro Norte-Sur y otro Sur-Sur.

Esto es alentador, pero la contribución de las regiones en desarrollo al comercio Sur-Sur es sumamente desigual. Los países de Asia aportan más del 80% de ese comercio, mientras que la participación de África y de América Latina es de tan solo el 6% y el 10%, respectivamente.

Es imprescindible derribar los obstáculos al comercio Sur-Sur. Creo que es significativo que las dos únicas diferencias que Turquía ha sometido a la OMC como reclamante hayan sido con otros países en desarrollo: una controversia con Egipto en relación con el acero, en 2000, y otra con Sudáfrica sobre el tejido para mantas, en 2003.

 

Comercio de tareas y cadenas de valor mundiales

Quiero hablar ahora del “comercio de tareas” o de las “cadenas de valor mundiales”, a las que acabo de referirme. Además de la incorporación de nuevos protagonistas al sistema multilateral de comercio y del cambio en la dirección del comercio, también somos testigos de nuevas tendencias en la forma en que se producen e intercambian bienes y servicios. En esencia, se está gestando una nueva forma de interpretar el comercio, de la que los gobiernos y las empresas tienen que tomar nota para ajustar en consecuencia sus políticas y prioridades.

Este es el fenómeno que en la OMC hemos tratado de reflejar con el concepto de “Hecho en el mundo”. Los países comercian cada vez más con productos intermedios, no finales. El concepto de “Hecho en el país X” está quedando anticuado. La vieja máxima mercantilista “importar es malo y exportar es bueno” queda vacía de contenido cuando miramos las cifras: actualmente casi el 60% del comercio de mercancías es de productos intermedios, y el contenido importado de las exportaciones ronda, en promedio, el 40%.

El iPhone es un ejemplo esclarecedor. En la parte trasera del aparato se lee: “Diseñado por Apple en California. Montado en China”, pero no se mencionan los componentes fabricados en China, Corea, el Japón, Alemania y los Estados Unidos. Esos componentes son ensamblados en Shenzhen (China) por una empresa que resulta tener su sede en el Taipei Chino. El iPhone, como cada vez más productos, se resiste a reconocer un único país de origen. Para abordar este fenómeno, la OMC, junto con otras instituciones asociadas, como la OCDE, está replanteando incluso la manera de generar estadísticas comerciales. Apenas hace un mes publicamos la primera serie de estadísticas sobre el comercio en términos de valor añadido y — ¡sorpresa! — descubrimos que los servicios son objeto de comercio internacional en mayor medida que las mercancías.

No hace falta, sin embargo, buscar ejemplos fuera de casa. Turquía es el quinto mayor proveedor de prendas de vestir del mundo, y el segundo mayor exportador a la Unión Europea; las prendas de vestir constituyen un porcentaje muy significativo de sus exportaciones totales. Las camisetas, sudaderas, pijamas, calcetines y ropa interior — que son sus principales exportaciones de prendas de vestir — son adquiridos por compradores mundiales que subcontratan las operaciones de confección con empresas turcas. Por supuesto, ustedes también están ascendiendo en la cadena de valor de los productos textiles y las prendas de vestir al crear marcas propias, pero, aun de esa forma, siguen siendo parte de la compleja red mundial de producción que caracteriza a este sector.

 

Obstáculos no arancelarios

Me referiré ahora a los obstáculos no arancelarios. Asegurarnos de lograr una mayor convergencia en la reglamentación es especialmente importante en vista de la intensificación de las medidas no arancelarias que hemos presenciado en el último decenio.

En la edición del pasado año del Informe sobre el Comercio Mundial, la principal publicación de la OMC, se examinó cómo ha evolucionado la situación de las medidas no arancelarias. Una de las constataciones más importantes fue que la naturaleza de las medidas no arancelarias ha cambiado: se ha pasado de los tradicionales contingentes y salvaguardias cuyo objetivo es la protección a hacer cada vez más énfasis, con fines preventivos, en la salud, la seguridad, la calidad ambiental y otras consideraciones sociales. Los aranceles protegen al productor, en tanto que las medidas no arancelarias protegen invariablemente al consumidor. Es un gran cambio.

Estas inquietudes son absolutamente legítimas y no pueden ni deben pasarse por alto simplemente para mantener el comercio totalmente libre de obstáculos. Dicho esto, la naturaleza de las medidas adoptadas para tratar de alcanzar objetivos de política pública y el modo de administrarlas pueden tener efectos muy diversos en el comercio, tanto positivos como negativos.

Lo ideal es que la reglamentación no incremente los costos del comercio más de lo estrictamente necesario para lograr su objetivo; no debe constituir una restricción encubierta del comercio.

Turquía ha alegado en la OMC haber sido perjudicada por determinados obstáculos no arancelarios, como el Reglamento REACH de la Unión Europea sobre los productos químicos, la reglamentación del Canadá, Australia o el Brasil en materia de productos de tabaco, o determinadas interpretaciones de las prescripciones halal relativas al sacrificio de animales de otros países musulmanes. Sin embargo, otros países han impugnado también determinadas reglamentaciones de Turquía, como sus prescripciones en materia de documentación de los aparatos médicos importados, o los sistemas de trazabilidad de los productos de tabaco o las bebidas espirituosas. Lo cierto es que, tanto en el caso de las importaciones como de las exportaciones, la reglamentación puede entrañar un costo para el comercio. No se trata de eliminar todos los costos, ya que ello podría contravenir objetivos de política pública superiores; sin embargo, si podemos reducir los costos mediante una mayor armonización, el mundo saldrá ganando.

 

¿Otras transformaciones?

Evidentemente, podrían ustedes señalar otras muchas cuestiones que han cambiado en el panorama del comercio mundial; pienso particularmente en los acuerdos comerciales preferenciales (los llamados “acuerdos de libre comercio”). No considero que constituyan una transformación, sino un fenómeno cíclico en las negociaciones comerciales y la apertura de los mercados. Es algo que en ocasiones he llamado “la tecnología de la apertura del comercio”: una cuestión de “soporte lógico”, no de “soporte físico”.

Solo veo un camino para avanzar: el regreso a la mesa de negociación “multilateral” y el énfasis en el multilateralismo. Sin embargo, para que ese regreso sea plenamente eficaz habrá que reconocer los nuevos protagonistas, la nueva estructura del comercio y los nuevos tipos de obstáculos que he señalado. Es posible que se necesiten algunos ajustes en el “soporte lógico” de la negociaciones en la OMC para abordar esos cambios, pero dejo esa cuestión para otro momento y otra ocasión.

Muchas gracias por su atención. Cedo la palabra para dar comienzo a lo que espero que sea un animado debate.

 

 

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