WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY


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Señora Consejera de Estado, estimada Michèle,
Señor Alcalde de Bernex,
Señoras y señores,

En nombre de toda la familia de la OMC, quiero darles la gracias por haber dedicado este año la “Vigne des Nations” a la Organización Mundial del Comercio.

El simbolismo es tanto mayor cuanto las inclemencias meteorológicas particularmente violentas de la semana pasada han devastado los viñedos. Mi presencia aquí da fe del apoyo de la Organización Mundial del Comercio a los viticultores que con tanta pasión y energía cultivan las viñas y se esfuerzan por producir un vino de calidad. A ellos les dirijo un saludo especial. Sabemos bien que la agricultura está, lamentablemente, expuesta a los azares del clima. Pero la viña es una planta robusta, al igual que la relación entre vino y comercio.

En efecto, el vino fue una de las primeras y principales mercancías que se intercambiaron y vendieron. Ya en el segundo milenio antes de Cristo, las naves de los armadores fenicios y griegos, cargadas de ánforas rebosantes de vino, surcaron el Mediterráneo. Gracias a esos dos pueblos antiguos de hábiles navegantes y comerciantes, se plantaron viñas en todos los lugares de la cuenca del Mediterráneo.

El vino es también un elemento importante del pensamiento económico. En efecto, el vino fue el ejemplo que utilizó Ricardo para explicar su teoría de la ventaja comparativa, que después se haría famosa.

En fin, a menudo el vino es un invitado discreto -o no tan discreto- en las negociaciones comerciales. El vino siempre ha sido un buen ayudante de los negociadores que, durante las largas horas que pueden durar los debates comerciales, necesitan energía e inspiración. ¿O no da el vino, como reza el conocido refrán “valor a los tímidos, facilidad de palabra a los callados, y ánimo a todos”?

Como francés que soy, el vino forma sin duda parte de mi vida, de mi cultura. Me siento afortunado por haber podido pasar ocho años en Ginebra dirigiendo la OMC. En esos ocho años he tenido muchas oportunidades de degustar y apreciar la diversidad y la calidad de los caldos suizos.

Permítanme concluir este breve discurso con unas palabras de agradecimiento a la ciudad y el cantón de Ginebra, y a la Confederación, por su acogida y su apoyo continuo durante estos ocho años. Sin su apoyo, no habríamos podido llevar a buen puerto el gran proyecto de renovación y ampliación de la sede de la OMC. Ahora que las obras llegan a su fin, espero tener la ocasión de recibir a muchos de ustedes en el Día de Puertas Abiertas que la OMC celebrará el próximo domingo 30 de junio. ¡Allí tendremos una nueva oportunidad de brindar!

Mientras tanto, gracias de nuevo… y ¡salud a todos!

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