WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

30 de mayo de 2006

Lamy exhorta a los Miembros a apoyar los acuerdos multilaterales sobre el medio ambiente

El Director General Pascal Lamy, en una intervención por videoconferencia en la sesión inaugural de la Semana Verde 2006 de la Comisión Europea, celebrada en Bruselas el 30 de mayo de 2006, exhortó a los Miembros de la OMC a prestar su apoyo a los acuerdos multilaterales sobre el medio ambiente. Añadió que la Ronda de Doha es “una oportunidad única” para confirmar la necesidad de apoyo mutuo entre la OMC y los AMUMA.

Señoras y señores,

Les agradezco su invitación. Aunque mis observaciones habrían resultado más apropiadas en la reunión sobre comercio y biodiversidad que se celebrará mañana, les agradezco sus esfuerzos por adaptarse a mi calendario de trabajo y por haberme incluido en la sesión inaugural.

Cuando Rachel Carson —una de las biólogas, ecologistas y escritoras más famosas de nuestros tiempos— nos advirtió en 1962 de que íbamos a empezar a padecer una primavera silenciosa, es decir, una primavera sin pájaros que cantaran, debido a los efectos de nuestras acciones sobre la biodiversidad, muchos han tratado de tener en cuenta su advertencia. Desde 1962, hemos recorrido un largo camino tratando de proteger nuestra diversidad biológica. Si Rachel Carson siguiera hoy entre nosotros, probablemente le agradaría constatar nuestros logros para proteger, en particular, a esos pájaros que tanto le preocupaban.

Hoy hay más de 117.000 zonas protegidas en todo el mundo, lo que representa aproximadamente el 15 por ciento de la superficie de nuestro planeta. Además, la tendencia a crear estas zonas ha ido creciendo firmemente. La comunidad internacional ha establecido asimismo una gama de instrumentos jurídicos para proteger nuestro patrimonio biológico. Buena prueba de ello son la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional, firmada en 1971, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas, firmada en 1972, el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), de 1992, y así sucesivamente.

Con todo, a pesar de estos esfuerzos, la diversidad biológica de la Tierra todavía requiere desesperadamente nuestra atención. Como estoy seguro de que saben ustedes, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y sus Recursos (UICN) ha creado uno de los sistemas más autorizados y objetivos de todo el mundo para la clasificación de las especies de aves en función de su peligro de extinción. Desafortunadamente, sin embargo, el Índice de la Lista Roja de la UICN para las aves sigue revelando que aún tenemos un largo camino por delante. El Índice más reciente señala que se ha producido un deterioro en el “estado de amenaza” general para las aves desde 1988 hasta hoy, ¡en todos los ecosistemas!

Señoras y señores, quisiera aprovechar esta oportunidad para felicitar a la Comisión Europea por la Comunicación que adoptó el 22 de mayo con objeto de detener la pérdida de biodiversidad para 2010. Nuestra búsqueda continua de crecimiento económico no debe hacerse indudablemente a expensas del medio ambiente.

Como saben ustedes, las normas del sistema multilateral de comercio se vieron confrontadas a las cuestiones relacionadas con la diversidad biológica muy tempranamente. La diferencia “atún-delfín” de 1991 —que probablemente tengan tan fresca en su memoria como yo en la mía— puso a las normas del comercio internacional frente a frente con una cuestión de conservación. Por entonces el sistema multilateral de comercio, incluido el mecanismo de solución de diferencias del GATT, estaba poco preparado para tratar esta cuestión.

Esta controversia incomodó a las comunidades del comercio y el medio ambiente por sus consecuencias. A la sazón todavía no éramos tan conscientes de la interrelación entre el comercio y el medio ambiente. De hecho, la diferencia sacó a la luz del día el conflicto existente entre el concepto de “soberanía” sobre los recursos naturales y los esfuerzos por proteger dichos recursos allende las fronteras. Sin embargo, es indudable que hoy estamos mucho más sensibilizados acerca de los problemas ambientales transfronterizos y mundiales. Es el nexo entre estas cuestiones transfronterizas y el comercio internacional el que, naturalmente, interesa a la OMC. Es esta cuestión y este nexo lo que hemos de supervisar de cerca.

Fuimos afortunados cuando, en 1992, la Cumbre para la Tierra de Río logró aclararnos algunas cuestiones. El Principio 12 de la Declaración de Río instaba a los países importadores a evitar adoptar medidas ambientales unilaterales fuera de su jurisdicción. En lugar de ello, recomendaba que las medidas ambientales destinadas a solucionar problemas transfronterizos o mundiales se basaran en el “consenso internacional”. De ahí la importancia de los acuerdos multilaterales sobre el medio ambiente (o “AMUMA”, como los llamamos). El Principio 12 de la Declaración de Río ha sido mencionado repetidamente en los debates de la OMC sobre medio ambiente, en especial por los países en desarrollo que temían quedar vinculados por las determinaciones unilaterales de los países importadores de qué es “bueno” o “malo” para el medio ambiente.

Pero, como todos sabemos, alcanzar un consenso internacional sobre algunos de los problemas mundiales más acuciantes en materia de medio ambiente no es, naturalmente, una tarea sencilla. Y muchos países desearían preservar su margen de maniobra para actuar de manera autónoma —más rápidamente que la comunidad internacional— en los casos en que perciben que hay una amenaza “irreversible” para el medio ambiente.

Por consiguiente, el desafío al que se enfrenta la OMC es doble: por una parte, saber cómo ha de tratar las medidas unilaterales para proteger el medio ambiente fuera de la jurisdicción de los países; por otra, saber cómo ha de interactuar con otros regímenes jurídicos, por ejemplo los AMUMA. Para afrontar ambos retos la OMC se guía por el Preámbulo del Acuerdo sobre la OMC, que hace del “desarrollo sostenible” el objetivo último de la Organización. El Preámbulo orienta cualquier diferencia relacionada con el medio ambiente que se pida resolver a la OMC. Además, la OMC no trata de adoptar por sí misma decisiones que tengan implicaciones ambientales. Por el contrario, en todas las diferencias ambientales con las que se ha visto confrontada hasta la fecha, la OMC ha buscado asesoramiento científico externo. Por consiguiente, la OMC procura no emitir juicios sin tener en cuenta la opinión de los expertos sobre medio ambiente.

En relación con el primero de los dos retos que acabo de describir, la OMC se ha visto sin duda confrontada a una situación semejante. Estoy seguro de que la diferencia “camarones/tortugas” les resulta familiar a todos ustedes. La OMC tuvo que guardar un equilibrio difícil en esta diferencia, tratando de compatibilizar los objetivos comerciales con los ambientales. Estudió la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas en profundidad para comprobar si contenía alguna disposición acerca de la obligación de utilizar “dispositivos de exclusión de tortugas”. Como saben ustedes, los Estados Unidos exigían que sus interlocutores comerciales emplearan estos dispositivos. Pero el Grupo Especial no halló ninguna referencia a ellos en la CITES.

Pese a ello y en vista de la importancia de las tortugas marinas del mundo (¡son una de las especies más antiguas conocidas de nuestro planeta!), la OMC autorizó a los Estados Unidos a mantener sus medidas de conservación, aunque con algunas modificaciones. Una de las recomendaciones más importantes de la OMC en este asunto fue que las partes trataran de encontrar una solución “cooperativa” a los problemas ambientales. Y, de hecho, un resultado poco conocido de esta diferencia es que dio origen a un nuevo AMUMA, denominado “Memorando de Entendimiento sobre la Conservación y Ordenación de las Tortugas Marinas y sus Hábitat en la región del Océano Índico y el Asia Sudoriental”. Personalmente, considero que se trata de un éxito de primer orden. Revela los tipos de sinergias que pueden existir entre diferentes regímenes jurídicos y el tipo de apoyo sumamente explícito que un régimen puede brindar a otro.

Ahora bien, en lo referente a la relación entre la OMC y los AMUMA —el segundo reto que he mencionado antes—, como ustedes saben es una cuestión que se está negociando actualmente en la OMC. El objetivo último de las negociaciones es velar por que los regímenes comerciales y en materia de medio ambiente lleguen a “apoyarse mutuamente”. Este apoyo mutuo ya existe en parte, como en el ejemplo “camarones-tortugas” que acabo de dar. Pero también existe porque el Órgano de Apelación de la OMC ha confirmado repetidamente que las normas de la OMC no deben interpretarse con independencia de otras instancias legislativas. No obstante, no cabe duda de que puede hacerse más. De hecho, quisiera aprovechar esta oportunidad para enviar un mensaje a los Miembros de la OMC: todos estamos de acuerdo en que habría que evitar que se adoptaran medidas unilaterales fuera de la jurisdicción de un país. Por consiguiente, prestemos nuestro apoyo a los acuerdos multilaterales sobre el medio ambiente. La Ronda de Doha, en cuyo marco se está negociando actualmente esta cuestión, constituye una oportunidad única para confirmar la necesidad de este “apoyo mutuo”.

Por supuesto, también se están celebrando debates en la OMC específicamente relacionados con la relación entre el Acuerdo sobre los ADPIC y el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). De hecho, ayer tuve una reunión muy productiva con el Secretario Ejecutivo del CDB, el Señor Ahmed Djoghlaf, sobre las diversas interrelaciones entre los dos regímenes. No obstante, los dos éramos conscientes de que ambos organismos no están compuestos por los mismos Miembros.

Las cuestiones del acceso a los recursos genéticos, el consentimiento fundamentado previo y la participación en los beneficios se están estudiando en la OMC. También están siendo examinadas en la OMPI, otro interlocutor importante en la esfera de la propiedad intelectual. Nuestros Miembros continúan divididos en cuanto a la mejor forma de abordar estas cuestiones, ya que algunos de ellos defienden una enmienda del Acuerdo sobre los ADPIC y otros dicen que no existe un conflicto entre la OMC y el CDB que justifique esa enmienda. Los debates aún deben proseguir. Sea cual sea su resultado, es responsabilidad de todos los países utilizar los derechos de propiedad intelectual de forma que se fomente la diversidad biológica —todos los países son responsables—.

Señoras y señores, permítanme concluir deseándoles el mayor de los éxitos en sus deliberaciones durante la Semana Verde. Proteger nuestra diversidad biológica es un objetivo por el que todos debemos luchar. Escuchemos el llamamiento de Rachel Carson.