WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

29 de septiembre de 2006

Reunión del Consejo de la Comisión Electrotécnica Internacional (CEI) con ocasión de su centésimo aniversario

“La interdependencia electrónica de nuestra nueva aldea global”

Discurso de fondo por el Sr. Pascal Lamy, Director General de la OMC

Señoras y señores:

Cuando me comunicaron que la Comisión Electrónica Internacional (CEI) me había invitado para pronunciar un discurso de fondo en la reunión organizada con ocasión de la celebración de su centenario, mi reacción inmediata fue decir: ¡Magnífico! porque necesito urgentemente que ellos hagan algo por mí. Necesito que elaboren una “formula uniforme” para concluir la Ronda de Doha de negociaciones comerciales. Si han sido capaces de elaborar normas para algunos de los equipos eléctricos más complejos del mundo, seguro que pueden dar con la fórmula para concluir la Ronda de Doha. Pero, naturalmente, tienen tiempo para reflexionar sobre esto: Desde ahora mismo hasta el final de mi discurso.

Hablando ahora más seriamente, señoras y señores, siento una inmensa admiración por la labor que realizan, y ha sido un gran honor para mí aceptar esta invitación, como Director General de la OMC y como humilde consumidor de equipo electrónico que confía en que ustedes le faciliten la vida. Este año conmemoran el centenario de la electrificación. Les felicito sinceramente por su contribución a ese proceso.

Sin duda alguna, las normas internacionales pueden beneficiar enormemente tanto a los consumidores como a los productores. En su esfera de actividad, una de las ventajas que todos los consumidores les agradecen es la interoperabilidad de los aparatos eléctricos. Pero, las normas internacionales también pueden facilitar el comercio ya que permiten que los productores realicen ahorros considerables al no tener que someterse a normas diferentes, y a veces incluso contradictorias, en sus mercados de exportación. Esto permite lograr economías de escala y fomenta la transferencia de tecnología. De hecho, puede decirse que, gracias a la interconexión electrónica, el mundo se ha reducido ahora a una aldea global.

Los Miembros de la OMC, reconociendo que las normas internacionales pueden facilitar el comercio, han querido que esas normas ocupen un lugar central en el Acuerdo sobre Obstáculos Técnicos al Comercio (Acuerdo OTC). En dicho Acuerdo se insta encarecidamente a los países a que se basen en las normas internacionales siempre que sea posible; en realidad, se presume que los Miembros observan las disposiciones del Acuerdo OTC cuando emplean esas normas. Esto demuestra la importancia que revisten las normas internacionales para la OMC, que no tiene ni el mandato ni la capacidad para establecerlas. De hecho , lo único que puede hacer es recomendar su utilización efectiva.

No obstante, y pese a la importante contribución que las normas internacionales pueden aportar y han aportado al comercio, desearía aprovechar esta oportunidad para hacerles partícipes de algunas de las preocupaciones que han expresado los Miembros de la OMC. Algunos de ellos temen que las normas internacionales no tengan en cuenta los intereses de los países, especialmente si se elaboran mediante un proceso poco transparente o discriminatorio. A otros les inquieta que, en ocasiones, las normas internacionales se introduzcan demasiado tarde para una tecnología que tal vez ya sea obsoleta en su parte del mundo.

En 2000, a la luz de la experiencia que habían acumulado a lo largo de los años con respecto a la aplicación del Acuerdo OTC y las normas internacionales, los Miembros de la OMC acordaron ciertos “principios” a los que procurarían atenerse al elaborar normas internacionales. Con ello no se pretendía dictar a las instituciones internacionales de normalización lo que debían hacer, sino ofrecer orientación a todos los Miembros de la OMC acerca de los valores que debían tratar de propugnar.

Si me permiten, quisiera exponer a continuación esos principios, ya que para la comunidad comercial constituyen un conjunto de “prácticas óptimas” para la elaboración de normas internacionales.

  • En primer lugar, cosa que no les sorprenderá, están los principios de “transparencia” y “apertura”. Las instituciones internacionales de normalización han de estar abiertas a la participación de todos los organismos interesados de los Miembros de la OMC y proporcionarles toda la información esencial.

  • Los Miembros de la OMC han acordado propugnar la “imparcialidad” y el “consenso” como valores fundamentales de los procedimientos de trabajo de las instituciones de normalización, en el sentido de que todos los actores deberían tener oportunidades reales de contribuir a la elaboración de las normas internacionales. Mediante esos principios, los Miembros han tratado de hacer extensiva al ámbito de la normalización la igualdad de condiciones de que disfrutan en el marco de las normas de la OMC. No quieren que se pueda dejar de lado a ningún país, rama de producción o incluso tecnología por motivos injustos.

  • A través de los principios de “eficacia” y “pertinencia”, los Miembros de la OMC piden que las normas internacionales respondan a las necesidades de la reglamentación y del mercado así como a los avances científicos y tecnológicos. El objetivo es alentar la elaboración de normas actualizadas que tengan en cuenta las fuerzas del mercado. Para que una norma internacional sea verdaderamente internacional, debe referirse a una tecnología que sea de amplia utilización. No tendría sentido que se aplicara a una tecnología a la que sólo unos pocos tuvieran acceso o que, de hecho, fuera obsoleta.

  • Los Miembros de la OMC también han convenido en promover el principio de “coherencia”, que pretende fomentar la mayor coordinación entre los distintos organismos de normalización con el fin de evitar la elaboración de normas contradictorias o redundantes. Evidentemente comprenden por qué, desde el punto de vista comercial, no es deseable que haya normas internacionales contradictorias. El objetivo mismo de esas normas quedaría invalidado si éstas se multiplicaran a nivel internacional, sembrando la confusión entre productores y consumidores.

  • Y, por último, está el principio del “desarrollo”, cuya finalidad es asegurar la participación efectiva de los países en desarrollo en los trabajos de los organismos de normalización. Numerosos países en desarrollo han insistido en este principio en la OMC, porque se consideraban excluidos del proceso de normalización. La CEI ha sabido responder con prontitud, y deseo felicitarla por su Programa de países afiliados y animarla a que prosiga sus esfuerzos.

No me cabe duda de que, si se ponen en práctica esos principios o “prácticas óptimas”, las normas internacionales contribuirán a aumentar el bienestar a nivel mundial. Las normas que responden a los intereses de sólo unos pocos pueden tener el resultado contrario.

Este año, el Acuerdo OTC va a ser objeto de un examen periódico en la OMC. Se está prestando especial atención a los procedimientos de evaluación de la conformidad. Si bien las normas internacionales son importantes, los procedimientos empleados para comprobar que se cumplen son igualmente importantes pues ellos también pueden obstaculizar el comercio. Por consiguiente, los sistemas de evaluación internacionales son fundamentales, y permiten evitar que los interlocutores comerciales se vean en la necesidad de concertar entre sí complejos acuerdos de reconocimiento.

A este respecto, desearía señalar a la atención de la Comisión un problema particularmente grave en los países en desarrollo: el hecho de que, en esos países, no existen suficientes instituciones de evaluación de la conformidad reconocidas a nivel internacional. Por ello, les es más difícil demostrar que sus productos cumplen las normas de sus interlocutores comerciales. Es un problema al que todos debemos prestar atención.

Llegados a este punto, desearía concluir expresándoles mis mejores deseos de éxito para los próximos 100 años. Si, durante mi intervención, a alguno de ustedes se le ha ocurrido alguna idea acerca de la “fórmula uniforme” o, mejor dicho, la “fórmula mágica” que podríamos aplicar en las negociaciones comerciales en Ginebra, le agradecería que me la comunicara.

Muchas gracias por su atención.