WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

11 de octubre de 2006

Lamy: La opinión pública, “más preocupada” por los efectos de la globalización

En un discurso de fondo pronunciado el 11 de octubre de 2006 ante la 23ª Asamblea de la Federación Internacional de la Industria del Medicamento, el Director General Pascal Lamy dijo que “el público responsabiliza a sus gobiernos de las expectativas de envergadura mucho mayor que ha suscitado la globalización — de que un mundo cada vez más rico y próspero debería hacer progresos más rápidos hacia un desarrollo económico de base amplia que permita reducir la pobreza y lograr los objetivos sociales y ambientales internacionales”. El Director General dijo lo siguiente:

Discurso de fondo de Pascal Lamy, Director General de la OMC
Cena organizada con motivo de la 23ª Asamblea de la FIIM — Federación Internacional de la Industria del Medicamento

Buenas noches, señoras y señores.

Me complace estar con ustedes con ocasión de la 23ª reunión anual de la Federación Internacional de la Industria del Medicamento. Doy las gracias al Presidente, Dr. Vasella, por haberme invitado a hablar hoy ante ustedes, y al Director General, Sr. Harvey Bale, cuyas relaciones con los grupos de presión comercial han resultado, una vez más, insustituibles.

Esta noche, como Director General de la Organización Mundial del Comercio, deseo compartir con ustedes mis opiniones acerca de la situación general de las actuales negociaciones de la OMC y su significado en el marco internacional de globalización. Luego responderé con sumo gusto a sus preguntas.

¿Qué está ocurriendo exactamente en la Ronda de Doha de negociaciones o, para ser más precisos, por qué el proceso se halla estancado?

El pasado mes de julio, tras haber mantenido consultas con los gobiernos Miembros de la OMC, decidí suspender temporalmente las negociaciones para disponer de un período de “tiempo muerto”. Como ustedes habrán leído en la prensa, las negociaciones se han atascado en relación con la agricultura. ¿Por qué la agricultura, que representa menos del 8 por ciento del comercio mundial, puede causar el descarrilamiento de todo el programa de la Ronda de Doha? Porque la producción alimentaria sigue siendo un sector muy sensible para los países ricos y pobres. Y dado que la Ronda actual es la Ronda del desarrollo, y que más que el 70 por ciento de los pobres del mundo viven en zonas rurales, es imposible que el PDD siga su curso si no se rectifica adecuadamente el actual sesgo de la agricultura a favor de los países ricos. Tuve que suspender las negociaciones porque los principales países desarrollados de la OMC no parecían en condiciones de ofrecer una reducción de las subvenciones y unos aranceles de acceso a los mercados que pudiesen satisfacer a los países en desarrollo, y porque la insistencia de algunos países en desarrollo en el mantenimiento de flexibilidades indefinidas a su favor resultó inaceptable para algunos países desarrollados y en desarrollo.

Para volver a la mesa de negociaciones con expectativas reales de éxito es necesario que los principales participantes, que ejercen el liderazgo en esta Ronda, den un paso resuelto al frente. Cuando lo hagan, deberán aportar a sus posiciones de negociación la flexibilidad adicional que nos permita salvar las diferencias existentes respecto de los acuerdos comerciales verdaderamente sustanciales, que están ya, sin duda, a nuestro alcance.

Esos participantes saben lo que se espera de ellos, y me consta que, en las capitales, está teniendo lugar una seria reflexión política sobre la forma de tender los puentes adecuados. Al igual que ocurre en todas las negociaciones comerciales, al final del día se descenderá al regateo de los detalles — por ejemplo, reducir en un punto determinadas subvenciones que distorsionan el comercio o ciertos tipos arancelarios — pero nuestra reunión de julio demostró que no estamos aún en esa fase.

Como puede comprenderse, la conclusión de la actual Ronda es difícil. En realidad, se trata del intento más ambicioso de apertura multilateral del comercio que han hecho los gobiernos, tanto por su alcance, especialmente en el núcleo básico de la agricultura, como por el número de países que están negociando y que tendrán participación en los resultados. La Ronda Uruguay permitió escribir el moderno código de normas del sistema de comercio, y la Ronda de Doha utiliza ese código para abrir el comercio y afianzar las reformas a una escala sin precedentes.

Esa realidad desmiente a quien sostenga que no vale la pena luchar por la actual Ronda. Es mucho lo que está en juego. Los amplios recortes de los aranceles aplicables a las mercancías, que afectarán más a los altos aranceles subsistentes que a los bajos aranceles en vigor, el recorte drástico de las ayudas agrícolas internas y la supresión de todas las subvenciones a la exportación distorsionantes del comercio darán lugar a un avance realmente significativo en el acceso a los mercados, más allá de los resultados obtenidos en la Ronda Uruguay. Junto con las demás partes de las negociaciones comerciales, en particular en lo que respecta a los servicios, crearemos una economía mundial más libre, justa y segura en la que todos puedan competir.

Creo firmemente que ese resultado es posible. Las posiciones de negociación no son distantes en términos técnicos y económicos. Pero salvar las diferencias está resultando un pacto político complejo que han de configurar los gobiernos de los Miembros de la OMC, a nivel nacional y con sus interlocutores en las negociaciones. La última milla es la más difícil desde el punto de vista político.

Una de las causas de esa dificultad es el contexto en el que la Ronda tiene lugar. La opinión pública se ha hecho considerablemente más recelosa acerca de los efectos de la globalización. El éxito económico, que la globalización ha promovido de forma tan conspicua en muchas partes del mundo, no se mide sólo por las mayores tasas de crecimiento de los ingresos globales. La gente se pregunta también quién tiene participación en ese crecimiento y de qué forma.

Naturalmente, esos sentimientos son más fuertes a nivel nacional, donde los efectos de la globalización en la vida económica resultan más visibles. Asociado a esto existe el temor de que la apertura de las fronteras traiga consigo una pérdida de identidad y seguridad nacionales. Debemos reconocer también que el público responsabiliza a sus gobiernos de las expectativas de envergadura mucho mayor que ha suscitado la globalización –de que un mundo cada vez más rico y próspero debería hacer progresos más rápidos hacia un desarrollo económico de base amplia que permita reducir la pobreza y lograr los objetivos sociales y ambientales internacionales.

La gestión política de la apertura del comercio y de la Ronda de Doha ha tenido que madurar para adaptarse a esa nueva percepción más crítica de la globalización. El público exige más a la OMC, como pilar central de la moderna gobernanza económica mundial, y espera que la actual Ronda dé respuesta a esas exigencias.

La atención de las preocupaciones nacionales es prioritaria para la mayoría de los líderes políticos, en particular en lo que respecta a los costos de ajuste de la expansión comercial. El problema no es nuevo para la gestión de las negociaciones comerciales, pero, en esta ocasión, es especialmente complejo. La Ronda de Doha está extirpando los vestigios más arraigados de antiguas políticas con efectos de restricción y distorsión del comercio cuya resistencia al cambio es máxima, especialmente las políticas de ayuda a la agricultura mediante cuantiosas subvenciones o elevados aranceles. Un mero paso más hacia una futura apertura del comercio no bastará para llevar la Ronda a término. Son necesarios cambios sustanciales y, aunque los gobiernos ya han tenido cinco años, desde el inicio de la Ronda de Doha, para preparar a la opinión pública a un cambio de esa magnitud, parece a todas luces necesario seguir limando asperezas políticas para completar la tarea, en particular, aunque no exclusivamente, en Europa y América del Norte.

También es necesario convencer a la opinión pública nacional de que otros importantes participantes en la Ronda comparten equitativamente los costos del ajuste. En el curso de estas negociaciones se han debatido, a ambos lados del Atlántico, preocupaciones relacionadas con la contratación exterior de servicios de uso intensivo de mano de obra. La cuestión de los desequilibrios comerciales mundiales se ha planteado también en términos similares.

Con seguridad, el incremento de las restricciones comerciales no forma parte de la respuesta en tales casos y, a decir verdad, no creo que nadie piense seriamente lo contrario. El daño causado sería inimaginable. Con frecuencia, la causa real no es, en modo alguno, el comercio, sino la incapacidad para acompañar la expansión comercial de otras políticas económicas que refuercen los efectos beneficiosos de la apertura a la competencia extranjera. Es demasiado fácil atribuir a la globalización la culpa de la pérdida de puestos de trabajo, la inseguridad económica y los enormes déficit comerciales y, como consecuencia, ver desvanecerse el apoyo público a la Ronda de Doha.

Evidentemente, es ingenuo pensar que el ajuste relacionado con el comercio constituye una tarea política exenta de dificultades. Pero tampoco es razonable creer que determinados intereses pueden ser excluidos de la participación en una negociación en la que todas las partes salen ganando. Dejar fuera de la mesa de negociación de Ginebra las cuestiones comerciales más sensibles no es una respuesta válida a los desafíos de la globalización. Lejos de ser la principal inductora del cambio — que reside en la innovación y la iniciativa —, la OMC proporciona a los gobiernos un medio para abordar el cambio de una forma que facilita su gestión política. Abstenerse de suscribir compromisos en una o dos esferas sólo sirve para bloquear todas las demás partes de la Ronda, que son tan claramente beneficiosas y atraerán amplio apoyo político, al generar más ingresos y puestos de trabajo en sectores abiertos a la actividad comercial a escala mundial y proporcionar a los países pobres los medios necesarios para aumentar sus ingresos y su nivel de vida con miras a crear un mundo más humano y seguro para todos.

Quienes se sientan a la mesa de negociación se enfrentan a problemas internos relacionados con el ajuste y reconocen que necesitarán tiempo para resolverlos y gestionarlos eficazmente a nivel nacional. Esos aspectos pueden tenerse en cuenta en los resultados de la Ronda. Pero, para ello, tenemos que dejar a un lado la cuestión de si se producirá más apertura comercial y centrarnos en la negociación pormenorizada de la forma de compartir equitativamente esa apertura y el marco cronológico de su aplicación progresiva.

No es posible que en los países Miembros de la OMC más vulnerables — en particular los países menos adelantados — los costos del ajuste, sumados a las limitaciones de capacidad, y las respuestas de la oferta a la globalización, queden a cargo del presupuesto nacional o del sector privado solamente. Por ello, tenemos que preparar una respuesta internacional eficaz que complemente las iniciativas de apertura del comercio de esos países. Gestionar el apoyo público a la expansión del comercio en esos países significa ayudar a la población a beneficiarse directamente de esa ayuda, es decir, impartir formación a los funcionarios, fortalecer las instituciones y crear infraestructuras que favorezcan la expansión comercial, proporcionar a los consumidores bienes y servicios más baratos y de mejor calidad y permitir que esos países amplíen y diversifiquen su comercio.

Por esos motivos he preconizado la introducción del debate sobre Ayuda para el Comercio en el programa de la OMC, así como el incremento sustancial de la financiación en esa esfera. La Ayuda para el Comercio debe desempeñar una importante función política como complemento de las negociaciones comerciales, y la asistencia adicional para el desarrollo puede ayudar a los países beneficiarios a realizar su pleno potencial de comercio y crecimiento. El incremento de la Ayuda para el Comercio no está supeditado a la evolución de la Ronda, pero su valor e importancia serán notablemente mayores si se aplica conjuntamente con nuevas y sustanciales oportunidades de acceso a los mercados y nuevas normas que faciliten el comercio de esos países.

No existe un programa oculto al respecto. La OMC se limita estrictamente a desempeñar su función de promoción en ese ámbito, sin gestionar o desembolsar fondos de ayuda al margen de sus actividades tradicionales de asistencia técnica relacionada con el comercio. Por consiguiente, trabajamos en estrecha colaboración con los principales donantes y los expertos en la materia: las organizaciones de Bretton Woods, los bancos regionales de desarrollo y los organismos de las Naciones Unidas.

Para que los países en desarrollo y menos adelantados consideren que el acuerdo vale la pena, la Ronda de Doha debe otorgar al comercio y al crecimiento sólidas credenciales de desarrollo. No basta con garantizar niveles adicionales de Ayuda para el Comercio — por más que tal ayuda sea importante —, sino que las soluciones deben buscarse en el núcleo de las negociaciones, en particular en lo que respecta al acceso a los mercados.

Países como el Brasil, China y la India han defendido el Programa de Doha para el Desarrollo como motivo distintivo de esta Ronda, y desempeñan una función esencial en la decisión sobre la forma en que finalizará. Hemos visto cómo lograron, gracias a su influencia, acabar con el comercio dirigido de textiles y prendas de vestir en la Ronda Uruguay. Su punto de mira en la Ronda de Doha está puesto, ante todo, en el proteccionismo agrícola. El peso específico de esos países es considerable. Representan a regiones cuyas economías registran las tasas de crecimiento más rápidas del mundo y poseen uno de los premios más valiosos que esta Ronda puede ofrecer: la mejora del acceso a sus mercados de bienes y servicios.

Me consta que los líderes políticos de esos países comprenden bien la importancia de abrir sus economías a la competencia mundial para impulsar su propia prosperidad económica. Ciertamente, no renunciarán a esa convicción ni se quedarán donde están actualmente. Todos ellos tienen programas de gran alcance y con visión de futuro para la apertura del comercio y la reforma de las economías nacionales, y estoy seguro de que están dispuestos a utilizar esos recursos para contribuir a la conclusión de la Ronda de Doha de forma proporcional a su importancia creciente en la economía mundial.

No debemos olvidar que esos países mantienen posturas firmes sobre el modo en que debe evolucionar la economía mundial en respuesta al hecho de que, desde que acabó la Ronda Uruguay, el poder y la influencia económicos del mundo se han desplazado hacia los países en desarrollo. Esos países están firmemente convencidos –y yo comparto su convicción — de que la Ronda de Doha tiene el potencial para la creación de un sistema de comercio para el futuro que brinde oportunidades de comercio y crecimiento mejores y más justas a los países en desarrollo. También saben que la OMC es la mejor póliza de seguros contra las presiones proteccionistas nacionales.

Ni que decir tiene que una influencia de esas características va acompañada de la correspondiente responsabilidad. Aunque parezca que, en las actuales negociaciones, las líneas de vanguardia son trazadas por los principales protagonistas a lo largo de un estrecho eje Norte — Sur de cuestiones relacionadas con el acceso a los mercados para los productos agrícolas, las manufacturas y los servicios, lo que está en juego es mucho más que eso. Uno de los resultados más valiosos que pueden obtenerse en esta Ronda es la expansión del comercio Sur-Sur, de forma que los países situados en los peldaños inferiores de la escala del desarrollo puedan subir hasta alcanzar ingresos y niveles de vida más elevados. Los países en desarrollo más avanzados tienen la responsabilidad, no sólo de defender la causa del Programa de Doha para el Desarrollo, sino también de contribuir a ponerlo en práctica mediante la apertura de sus mercados a otros países que actualmente son más pobres o menos avanzados económicamente.

Lograr una solución multilateral para abrir los mercados del mundo es la forma más segura de que todos los países puedan tener la certeza de que sus intereses están representados en la mesa de negociación y de que se les da una oportunidad justa de participar en los beneficios de la globalización. En cambio, excluir a un gran número de países de esa solución por incapacidad para llevar a buen fin la Ronda de Doha o por dar prioridad a unos acuerdos comerciales bilaterales y regionales que favorezcan a unos pocos es traicionar nuestro compromiso de contribuir a erradicar la pobreza del mundo.

Estoy convencido de que no existe otra alternativa viable que culminar la Ronda de Doha, habida cuenta del impulso que dará al comercio internacional y al crecimiento económico, así como a la función esencial que la OMC debe seguir desempeñando para contribuir a gestionar la globalización y la cooperación económica a nivel político. Todos reconocemos que la continuidad de la apertura y de la integración del comercio puede producir tasas de crecimiento económico verdaderamente notables y ayudar a expandir la prosperidad mundial. El proceso multilateral es el más justo por su carácter inclusivo y su capacidad para lograr un resultado equilibrado. La OMC se basa en los mismos principios de mercados competitivos, contratos vinculantes, imperio de la ley y políticas públicas adecuadas, como aquellas que con tanta eficacia han hecho posible la estabilidad y seguridad de nuestras economías nacionales y sociedades modernas.

No permitamos que los escasos obstáculos que nos separan de la conclusión satisfactoria de estas negociaciones comerciales se conviertan en una valla insuperable.

Para terminar, deseo darles las gracias a ustedes y a los gobiernos de sus países por los constantes esfuerzos desplegados para aumentar y mejorar el acceso a medicamentos baratos, incluida la reciente propuesta de Suiza y de los Estados Unidos de ampliar el número de Miembros que deseen reducir a cero los aranceles aplicables a los medicamentos. Ese tipo de medidas puede hacer bajar el costo de la atención sanitaria mediante la eliminación o la reducción sustancial de los aranceles y de determinados obstáculos no arancelarios que afectan al comercio de medicamentos. De hecho, la iniciativa de derechos nulos de la Ronda Uruguay para los productos farmacéuticos y los medicamentos ha sido la iniciativa sectorial de mayor éxito: el número de productos comprendidos ha aumentado, y también el de Miembros que la aplican. Junto con la nueva disposición de la OMC sobre acceso a los medicamentos, que permite la concesión de licencias obligatorias en el caso de países pobres que carecen de instalaciones de fabricación, esas iniciativas pueden representar una diferencia importante cuando se trata de salvar vidas o asegurar que un mayor número de personas tenga acceso al tratamiento médico mínimo, y constituir la prueba de que el comercio puede aportar mejoras a la situación sanitaria, que, como sabemos, es esencial para el desarrollo económico y social.

Siempre he creído sinceramente en la necesidad de ofrecer más protección a las víctimas más débiles de la globalización; y como las enfermedades cruzan las fronteras — de hecho, hablamos ya de la “soberanía de la enfermedad” por encima de la de los Estados — nuestra respuesta en un mundo globalizado siempre debe prestar atención prioritaria, en definitiva, a los seres humanos. Esa es una de las razones por las que he puesto tanto empeño personal en el debate sobre el acceso a los medicamentos. Y, gracias a todos ustedes, creo que hemos hecho ya posible ese acceso.

Pero la construcción de un mundo mejor para todos exige la continuidad de nuestros esfuerzos en todos los frentes, uno de los cuales es el PDD, de importancia fundamental. Les pido encarecidamente, a ustedes y a sus homólogos comerciales de otras industrias y sectores, que se juegan tanto como el que más en el futuro de la OMC y de nuestro desarrollo sostenible, que utilicen su influencia ante los líderes políticos y los insten a aprovechar este “tiempo muerto” para cerrar filas con nosotros firme y resueltamente con miras a alcanzar un pronto acuerdo en la Ronda de Doha. Cuanto antes la finalicemos, mejor para todos.

Gracias.