WTO NOTICIAS: DISCURSOS DG PASCAL LAMY
Los barcos vikingos en la tormenta de la mundialización
Conferencia anual de la Confederación Noruega de Industrias (NHO), Oslo
Nota: A continuación figura texto aprobado por el Director General para el discurso que pronunciará ante la Conferencia anual de la NHO, que tendrá lugar en Oslo el 4 de enero de 2007. En breve se podrá consultar la versión íntegra del discurso en el sitio Web de la NHO (http://www.nho.no).
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Pascal Lamy
Me complace estar hoy aquí con ustedes en
ocasión de esta tan especial conferencia anual de la Confederación de
Industrias Noruegas. No es de extrañar que hayan escogido la
globalización y la posición de Noruega en este mundo como tema
principal de la reunión. La globalización, y en particular su
vertiente económica, es parte del ADN noruego. Sus antepasados, los
vikingos, que casualmente también son los míos dado que provengo de
Normandía, abrieron ya en el siglo IX nuevas rutas comerciales hacia
las tierras del Norte, el Oeste y el Este. Con los barcos vikingos
comenzaron las primeras olas de expansión comercial.
En la actualidad nos encontramos en una nueva fase de globalización:
una expansión acelerada del capitalismo de mercado, similar a la
experimentada en el siglo XIX con la llegada de la revolución
industrial. Se trata de una transformación fundamental de nuestras
sociedades, debida a la reciente revolución tecnológica. Hoy en día
podemos decir que la globalización y la mayor apertura de los mercados
han tenido efectos muy positivos y algunas consecuencias negativas.
La globalización ha hecho posible que personas, empresas y
Estados-nación ejerzan influencia más rápidamente que en cualquier
otro momento de la historia— en lo que se hace y lo que ocurre en todo
el mundo, y que ello les reporte beneficios. Abre posibilidades para
extender la libertad, la democracia, la innovación y el intercambio
social y cultural, abriendo al mismo tiempo excelentes oportunidades
para dialogar y entenderse.
Sin embargo, el alcance mundial de un número cada vez mayor de
fenómenos inquietantes como la escasez de los recursos de energía, la
degradación del medio ambiente y los desastres naturales, la
propagación de pandemias, la creciente interdependencia de las
economías y los mercados financieros y los desplazamientos migratorios
causados por la falta de seguridad, la pobreza o la inestabilidad
política— es también producto de la globalización.
Al mismo tiempo, hay una brecha cada vez más profunda entre los
problemas mundiales y las formas tradicionales de buscarles solución a
través de nuestras instituciones tradicionales.
La globalización es al mismo tiempo una realidad y un proceso continuo
que los Estados-nación no pueden abordar por sí solos. Por lo tanto,
tenemos que buscar nuevas formas de gobernanza a nivel mundial para
garantizar que nuestra creciente interdependencia se desarrolle de
manera sostenible.
¿Cómo gestionar mejor la interdependencia de nuestro mundo? A mi
juicio, hay cuatro elementos que nos deben servir de guía.
En primer lugar, los valores. Gracias a los valores nuestro
sentimiento de pertenencia a una comunidad mundial, por embrionaria
que sea, coexiste con las especificidades nacionales. Tenemos que
identificar valores comunes junto con intereses comunes. Y creo que
Noruega es un buen ejemplo de esa coexistencia pacífica. En segundo
lugar, necesitamos actores que tengan legitimidad suficiente para
conseguir que la opinión pública se interese en el debate, que sean
capaces de asumir la responsabilidad por los resultados que obtengan y
a los que se les pueda exigir que rindan cuentas de su actuación. En
tercer lugar, necesitamos foros donde los debates y las negociaciones
sean transparentes. En cuarto lugar, tenemos que garantizar que el
seguimiento y la vigilancia de las medidas que se requieren de los
Estados y las formas de exigir su ejecución se hagan de una manera
legítima.
Lo que propongo no es una revolución institucional sino una
combinación de ambición mundial y sugerencias pragmáticas. La
construcción de la gobernanza mundial es un proceso gradual que
entraña cambios en prácticas inveteradas, en intereses arraigados, en
hábitos culturales y en normas y valores sociales.
El ejemplo del comercio internacional pone de relieve tanto las
oportunidades como las dificultades de esta gobernanza mundial. Aunque
no es la única, el comercio internacional es una dimensión muy visible
de la globalización; la OMC, como institución reguladora del comercio,
se encuentra sin duda en el centro de la gobernanza mundial.
La OMC es un pequeño sistema de gobernanza donde ya tenemos
establecidos algunos elementos: disponemos de un sistema multilateral
que reconoce diferentes valores, en particular un consenso sobre las
ventajas que pueden resultar de la apertura de los mercados al mismo
tiempo que se respeta el desarrollo sostenible. Pero tenemos también
otros valores, tales como la necesidad de respetar la diversidad
religiosa o el derecho de proteger el medio ambiente, y en la OMC se
reconoce ahora claramente que, en algunas circunstancias, los valores
no comerciales pueden prevalecer sobre las consideraciones
comerciales.
El principal cometido de la OMC consiste en abrir mercados y regular
el comercio mundial en beneficio de todos. Para desempeñar nuestra
tarea tenemos cuatro vías principales: en primer lugar, ofrecemos un
foro donde nuestros Miembros negocian acuerdos internacionales que son
luego adoptados; en segundo lugar, tenemos mecanismos de seguimiento y
vigilancia, que incluyen exámenes por los pares, de las medidas que
toman los Miembros. En tercer lugar, contamos con un sólido mecanismo
para determinar las obligaciones de los Miembros y hacerlas cumplir;
por último, tenemos el mandato de asegurar la coherencia con otras
organizaciones internacionales.
El valor básico en que se funda la OMC es que la apertura de los
mercados es algo positivo. El sistema multilateral de comercio ayuda a
aumentar la eficiencia económica y puede ayudar también a reducir la
corrupción y el mal gobierno. Durante las últimas décadas, el comercio
ha tenido una importancia creciente en la economía mundial, como lo
demuestra el hecho de que el crecimiento real del comercio haya sido
mayor que el de la producción mundial. El volumen de las exportaciones
mundiales de bienes y servicios, expresado como porcentaje del PIB,
aumentó del 13,5 por ciento en 1970 al 32 por ciento en 2005, y en
todas las grandes regiones geográficas se ha registrado un crecimiento
mayor del comercio que de la producción.
También se ha creado la impresión de que, en el caso del sistema
multilateral de comercio, el sistema ha evolucionado en perjuicio de
un determinado sector de los Miembros de la OMC: el de los países en
desarrollo. Ese sesgo sería insostenible a largo plazo, y por ello es
necesario corregirlo si queremos que el sistema multilateral de
comercio prospere. Esto me reporta a la actual Ronda de negociaciones
comerciales que iniciamos en 2001 y lleva el nombre de Programa de
Doha para el Desarrollo.
El desafío que la apertura de los mercados y la globalización plantean
a los países en desarrollo requiere un refuerzo de las medidas
internacionales. Un aspecto fundamental en la actual Ronda de Doha es
el de corregir en favor de los países en desarrollo algunos de los
desequilibrios que aún existen en las normas que regulan el comercio y
perfeccionar normas que abran para todos los Miembros, y en particular
para aquellos que son países en desarrollo, verdaderas oportunidades
de mercado.
Algunas de las normas sustantivas de la OMC perpetúan cierto sesgo que
perjudica a los países en desarrollo. Este es el caso del sector de la
agricultura, donde hoy reside la clave para desbloquear el resto del
Programa de Doha. ¿Cómo puede causar la agricultura, que representa
menos del 8 por ciento del comercio mundial, el descarrilamiento de
todo el programa de la Ronda de Doha? Porque la producción alimentaria
sigue siendo un sector muy sensible tanto para los países ricos como
para los pobres. Y dado que la Ronda actual es la Ronda del
desarrollo, y que más del 70 por ciento de los pobres del mundo viven
en zonas rurales, es imposible que el PDD siga su curso si no se
rectifica adecuadamente el actual sesgo de la agricultura a favor de
los países ricos. Es necesario reformar las normas sobre la
agricultura para garantizar nuestro desarrollo sostenible.
Este es el motivo por el que, en el mandato de Doha, todos los
Miembros de la OMC acordaron en 2001 que “el objetivo a largo plazo
... es establecer un sistema de comercio equitativo y orientado al
mercado mediante un programa de reforma fundamental que abarque normas
reforzadas y compromisos específicos sobre la ayuda y la protección
para corregir y prevenir las restricciones y distorsiones en los
mercados agropecuarios mundiales”.
Un sesgo similar existe con respecto a las persistentes crestas
arancelarias y a los elevados aranceles aplicados por los países
desarrollados en sectores como el de los textiles y el vestido, en el
que un gran número de países en desarrollo tienen una ventaja
comparativa. Las nuevas normas sobre el acceso a los mercados para los
productos no agrícolas (AMNA) abordarían estas crestas en beneficio de
las exportaciones de los países en desarrollo, pero esto también
beneficiaría a las exportaciones de Noruega al resto del mundo. Estos
son sólo algunos ejemplos.
Por consiguiente, la conclusión de la Ronda de Doha es crucial tanto
para los países desarrollados como para los países en desarrollo por
ser una herramienta fundamental para controlar y sacar provecho de la
globalización y garantizar nuestro desarrollo sostenible. Como puede
comprenderse, su conclusión es difícil. En realidad, se trata del
intento más ambicioso de apertura multilateral del comercio que han
hecho los gobiernos, tanto por su alcance, especialmente en lo que
respecta a la agricultura, como por el número de países que están
negociando y que tendrán participación en los resultados. La Ronda
anterior, la Ronda Uruguay, dejó escrito en 1994 el moderno código de
normas del sistema de comercio, y la Ronda de Doha utiliza ese código
diez años después para abrir el comercio y afianzar las reformas a una
escala sin precedentes.
Para Noruega es importante luchar por esta Ronda. Ofrece los mayores
recortes que han existido nunca respecto de los aranceles
industriales, que representan una gran parte de las exportaciones
noruegas, mediante la combinación de una poderosa fórmula de reducción
y recortes más profundos en determinados sectores. Mantiene la promesa
de reformar los procedimientos antidumping a fin de aumentar la
transparencia y la previsibilidad. En ella se encaran por vez primera
las subvenciones a la pesca que aumentan la capacidad pesquera y
contribuyen al agotamiento de nuestros océanos. Profundiza en la
apertura de servicios, tales como los servicios financieros, de
telecomunicaciones, medioambientales y una amplia gama de servicios
prestados a las empresas. Este es un sector clave dado que en Noruega
los servicios hacen una importante contribución al PIB —en torno al
60%— y al empleo.
Las negociaciones en curso sobre facilitación del comercio pueden ser
también muy beneficiosas para los exportadores noruegos. En un país
como Noruega, un exportador necesita tres documentos y dos firmas para
cumplir todos los trámites de expedición. El proceso dura en total
cinco días, desde que comienza hasta que termina. Por el contrario, en
el Asia Meridional, un exportador necesita en promedio 12 documentos y
41 días para hacer llegar sus productos desde la fábrica hasta el
puerto. Esas demoras limitan el potencial exportador y también reducen
la capacidad de muchos países en desarrollo para diversificar su
producción hacia productos perecederos tales como las flores cortadas
o la fruta. Por último, permítanme mencionar asimismo otro sector en
el que Noruega ha desempeñado un papel estratégico: el del medio
ambiente, donde esta Ronda podría dar lugar a reducciones sustanciales
de los aranceles y los obstáculos no arancelarios respecto de los
bienes y servicios ambientales.
Esto me conduce a la agricultura, que sé es un tema sensible en
Noruega, al igual que en muchos otros Miembros desarrollados, como el
Japón, Suiza, Islandia, la Unión Europea o los Estados Unidos. Esta
Ronda tiene por objeto reducir significativamente la ayuda interna
causante de distorsión del comercio que se concede a la agricultura.
En general, las formas de ayuda que causan mayor distorsión del
comercio son aquéllas que están directamente vinculadas a la
producción y que distorsionan las señales del mercado que reciben los
agricultores. Estas señales pueden alentarlos a producir en exceso
determinados productos, dando lugar a enormes excedentes y a la
depresión de los precios internacionales. Dicho esto, no querría que
se quedaran con la impresión de que la OMC está intentando de algún
modo cercenar las redes de seguridad de los agricultores. Los
gobiernos pueden seguir ayudando a sus agricultores. Sin embargo,
deben abstenerse de hacerlo de manera que esa ayuda esté vinculada a
la producción. La ayuda a los ingresos desconectada que se otorga a
los agricultores, junto con otras medidas gubernamentales para
promover la seguridad alimentaria, proteger el medio ambiente y
proporcionar asistencia regional por cierto están permitidas en el
marco del “Compartimento verde” del Acuerdo sobre la Agricultura.
La Ronda de Doha exige asimismo una mejora sustancial del acceso a los
mercados para los productos agrícolas, de modo que se reduzcan al
máximo los aranceles más elevados. Sé que esta es otra esfera muy
sensible para Noruega. No obstante, en esta esfera también se prevé
una serie de redes de seguridad para los agricultores. Permite a los
Miembros de la OMC designar “productos sensibles”. Aunque se trata de
productos con respecto a los cuales también se exige una mejora
sustancial en lo referente al acceso a los mercados, la Ronda de Doha
permite que dicho acceso tenga lugar mediante un enfoque menos
estricto que la fórmula general, consistente en una combinación de
recortes y contingentes arancelarios.
Antes de concluir, volvamos a las negociaciones de la Ronda de Doha.
Actualmente se han presentado ya muchas propuestas pero evidentemente
éstas son insuficientes para conducirnos al éxito. La contribución de
todas las partes ha de ser mayor, empezando por la agricultura. Los
Estados Unidos deben aceptar recortes en sus subvenciones que rebasen
su oferta actual. La UE y el G-10 (al que pertenece Noruega junto con
el Japón, Suiza y otros) deben acordar mayores recortes en los
aranceles agrícolas, más allá de su posición actual. La India y los
países del G-33 también deben mostrar flexibilidad. Si hemos de
alcanzar un resultado, todos los Miembros deben mostrar flexibilidad.
No se pide a nadie que asuma compromisos desproporcionados y, por
supuesto, existen flexibilidades para atender a las especificidades.
Con un esfuerzo adicional podemos desbloquear la agricultura, lo que a
su vez dará paso a la última fase de las negociaciones sobre los demás
temas.
Habida cuenta de los grandes intereses que tiene Noruega en esta Ronda
y de las flexibilidades previstas en el Programa de Doha para
acompañar a una verdadera reforma en la esfera de la agricultura, creo
que esta Ronda es beneficiosa para Noruega en todos los sentidos y que
la OMC sigue siendo una buena brújula para guiarlos por las
globalizadas aguas actuales.
La preocupación de Noruega por los países en desarrollo, en especial
por los más pobres, tiene una larga tradición. Su contribución a los
diversos programas de asistencia de la OMC es grande, y hoy quisiera
agradecerles esa contribución. Noruega siempre ha protegido el valor
multilateral y sistémico de la OMC y su desarrollo sostenible y, a
este respecto, desearía destacar la labor del actual Embajador de
Noruega ante la OMC, Erick Glenne, Presidente del Consejo General, así
como la notable labor que antes de él llevó a cabo el Embajador Kare
Bryn.
Con esto llego a la Ayuda para el Comercio, que es asimismo parte del
Programa de Doha y que también patrocina Noruega. Aun cuando abramos
el comercio y modernicemos las normas comerciales multilaterales,
muchos países en desarrollo seguirán teniendo serias limitaciones de
capacidad que les impiden beneficiarse de ello. Además, para muchos de
esos países el costo del ajuste es con frecuencia demasiado alto. La
Ayuda para el Comercio tiene por objeto complementar las negociaciones
comerciales, proporcionando asistencia para el desarrollo a fin de
contribuir a que los países beneficiarios liberen todo su potencial de
comercio y crecimiento.
Abrigo la sincera esperanza de que todos los noruegos consideren la
contribución que la OMC puede hacer para asegurar que la globalización
redunde en beneficio de todos, y que respalden la rápida conclusión de
esta Ronda de Doha en 2007.
Si bien dista de ser un modelo perfecto, dadas sus dimensiones
económicas y políticas, la OMC es, no obstante, un laboratorio para
aprovechar la globalización y contribuir a establecer un sistema de
gobernanza mundial en aras de nuestro desarrollo sostenible.
Hoy les estoy pidiendo ayuda para lograr este objetivo y hay que
comenzar por la pronta conclusión del Programa de la Ronda de Doha.
Confío en la experiencia de Noruega con las embarcaciones vikingas,
que han navegado por las agitadas aguas septentrionales, para guiar la
nave de las negociaciones comerciales multilaterales de la OMC a
través de la actual tempestad de la globalización.
Les agradezco mucho su atención.
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