Desde el debate que mantuvimos en San Petersburgo el año pasado, las negociaciones de la Ronda de Doha en la OMC fueron suspendidas para no tener que admitir el fracaso, lo que hubiera sido fatal, y luego se reanudaron a petición de la mayoría de ustedes, principalmente los países en desarrollo.

El nivel de los contactos, las conversaciones y las negociaciones se ha acelerado considerablemente en los dos últimos meses, y aunque sigo siendo prudente en cuanto al diagnóstico, creo que ya es posible llegar a un acuerdo.

No hablo de un acuerdo final sobre los 20 temas que se incluyeron en la lista acordada cuando se iniciaron las negociaciones en 2001, y que siguen estando indisociablemente vinculados entre ellos, sino de un acuerdo provisional que abra paso a un acuerdo final dentro de 6 a 9 meses.

Los componentes de este acuerdo provisional se identificaron hace mucho tiempo: la cuantía de las reducciones de las subvenciones agrícolas causantes de distorsión del comercio; la cuantía de las reducciones de los aranceles agrícolas y la de los aranceles industriales. Estos tres elementos constituyen la piedra angular de las negociaciones. Y es en la proporción entre ellos donde reside el nivel elevado de ambición que buscamos. También son los temas más sensibles políticamente en sus respectivos países.

La razón por la que creo que es posible un acuerdo es que sus posiciones se han acercado. Sigue habiendo diferencias importantes, es verdad, pero con un esfuerzo político adicional por parte de todos y cada uno de ustedes, podríamos recorrer el resto del camino.

En pocas palabras:

• sobre las subvenciones: necesitamos un esfuerzo adicional por parte de los estadounidenses. Los europeos y los japoneses deberían seguir sin mayores dificultades;

• sobre la apertura de los mercados agrícolas: los europeos y el Japón tendrán que mejorar su oferta, y los países emergentes tendrán que aceptar que la protección a la que tienen derecho no significa que no tenga que haber una mayor apertura;

• sobre los productos industriales: los países emergentes también tendrán que mejorar las ofertas que han presentado.

Ya se trate de reducciones de las subvenciones o de aumentos de las importaciones o las exportaciones, se necesitan concesiones adicionales por valor de unos cuantos miles de millones de dólares o euros.

Creo entender que todos y cada uno de ustedes están preparados para llegar a un compromiso. Quedan por determinar las proporciones exactas de tal forma que el resultado sea equilibrado, y todos sabemos que esta es una cuestión de criterio político.

Si me lo permiten, les pediría que no pesaran las concesiones finales en una balanza de precisión, sino que se centraran en el panorama general de la economía mundial y en los enormes riesgos que entrañaría un fracaso. No sólo para la OMC, a la que ustedes necesitan, sino también para uno de los contados sistemas de cooperación internacional cuya fortaleza quedó demostrada en la turbulencia de los años noventa.

El ciclo económico excepcionalmente favorable que estamos viviendo en la actualidad no está exento de riesgos y, menos aún, de la amenaza del proteccionismo.

No podría haber nada peor que un fracaso para los países en desarrollo -a los que corresponde una parte importante del crecimiento mundial- y, por ende, también para el resto de ustedes.

Sus respectivos negociadores han ido construyendo progresivamente en los cinco últimos años un edificio que ustedes han de terminar antes de que cambien los vientos. Sus dimensiones bien lo merecen. Y, ¿hay acaso una manera mejor de cumplir los numerosos compromisos que el G8 ha contraído en favor de los países en desarrollo en estos últimos años? Ello exigirá algunas concesiones que sus negociadores deberán estar autorizados a aceptar en las próximas semanas. No dejen escapar esta oportunidad.

Gracias por su atención.