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Primer Examen Global de la Ayuda para el Comercio — Ginebra

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Bienvenidos a este primer Examen Global de la Ayuda para el Comercio. Tenemos mucho que hacer, y poco tiempo para hacerlo, por lo que seré breve en mis observaciones.

Como todos ustedes saben, la finalidad de la OMC es hacer que el comercio sea posible. Nuestro objetivo principal es crear oportunidades comerciales mediante la apertura del comercio multilateral y la creación de normas multilaterales que aseguren condiciones de igualdad.

Pero también sabemos que a menudo no basta con eliminar los obstáculos al comercio para que los países puedan obtener los beneficios de la apertura del comercio, incluidos los que se derivarán de una conclusión satisfactoria de las actuales negociaciones en el marco del Programa de Doha para el Desarrollo, cuya finalización está prevista para 2008.

Para poder beneficiarse plenamente de la nueva apertura del comercio, los países necesitan disponer de un marco de política nacional, una capacidad institucional y una infraestructura económica adecuados. Esto es tan cierto en el norte como en el sur, en el este como en el oeste.

Es justo decir que los países desarrollados tienen la posibilidad de movilizar los recursos necesarios para ello y que sus empresas tienen la capacidad de buscar y aprovechar plenamente las oportunidades que brinda la apertura del comercio.

En cambio, en muchos países en desarrollo esos recursos llegan en forma de asistencia al desarrollo. Y aquí es donde entra la ayuda para el comercio. A nuestro juicio, la ayuda para el comercio es fundamental para que los países en desarrollo puedan pasar de hacer que sea posible el comercio a hacer que sea una realidad.

Hace casi dos años, en la Conferencia de Hong Kong de 2005, los Ministros encomendaron a la OMC el mandato de ayudar a los países en desarrollo, especialmente los menos adelantados, a crear la capacidad comercial que necesitan para beneficiarse de la apertura del comercio. Lo hicieron con la convicción de que ello podría contribuir al logro de los objetivos de desarrollo de esos países.

Para poner en práctica el mandato ministerial de Hong Kong, el año pasado esbocé un plan de movilización y vigilancia de la Ayuda para el Comercio. Este plan se basaba en los esfuerzos colectivos de un Equipo de Trabajo de la OMC y de donantes multilaterales y entrañaba el seguimiento de las corrientes financieras a escala mundial, autoevaluaciones de los países asociados y donantes, tres reuniones regionales de alto nivel y una serie de “exámenes periódicos” en el Comité de Comercio y Desarrollo de la OMC. Estas diversas actividades convergerían en un Examen Global de la Ayuda para el Comercio y en un debate en el Consejo General.

Hoy somos testigos de la culminación del trabajo realizado en 2007.

Dentro de un momento pediré al Secretario General de la OCDE que presente el informe conjunto OMC/OCDE Aid for Trade at a Glance 2007 (La Ayuda para el Comercio en síntesis 2007). El informe ofrece una amplia visión de las corrientes de la Ayuda para el Comercio de 2002 a 2005, último año para el que se dispone de datos y justo antes de que empezaran a surtir efecto los compromisos asumidos en Gleneagles por la Cumbre del G-8 y en Hong Kong. Como todo, se puede pulir y mejorar, según se señaló ayer en un taller técnico. Pero considero que, en general, nos proporciona una imagen clara de las corrientes de Ayuda para el Comercio y constituye un buen punto de referencia para medir los progresos futuros. Quisiera dar las gracias a la OCDE por su excelente trabajo.

En el informe también se analizan las autoevaluaciones de la Ayuda para el Comercio, 30 de países donantes, ocho de países receptores y 10 de organismos internacionales. Los resultados son importantes, pero también lo fue el proceso para llegar a esos resultados. Tuvo por efecto alentar a los ministerios y los organismos a iniciar un diálogo interno sobre la Ayuda para el Comercio, a reflexionar sobre sus objetivos y a preguntarse si podían mejorar su actuación. Estas autoevaluaciones proporcionan un importante instrumento para el avance de la Ayuda para el Comercio, que espero que pueda ampliarse, en particular para los países asociados, en 2008.

A continuación se dará a los organismos multilaterales y bilaterales la oportunidad de explicar qué están haciendo para impulsar la Ayuda para el Comercio. Queremos conocer sus prioridades y sus planes, con inclusión de los planes de aumento de la asistencia financiera y mejora de sus propias capacidades comerciales, tanto en los países como en la sede.

Posteriormente, esta tarde y mañana por la mañana celebraremos tres sesiones sobre las “hojas de ruta” regionales —para América Latina y el Caribe, Asia y el Pacífico y África— que serán moderadas por el Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, el Vicepresidente del Banco Asiático de Desarrollo y el Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África, respectivamente, y contarán con la participación de países receptores y donantes clave. El objetivo de estas sesiones es centrarse en prioridades regionales específicas, en especial informes y recomendaciones de los exámenes regionales, y proponer algunas medidas prácticas para hacer avanzar la iniciativa de Ayuda para el Comercio.

El Examen Global finalizará el miércoles con un debate del Consejo General, en el que intentaremos obtener las reacciones y contribuciones de todos los Miembros acerca de los próximos pasos que deberá dar la OMC, en particular cómo podemos mejorar la vigilancia y, en especial, la evaluación.

La Ayuda para el Comercio es un tema complejo. Cada país tiene sus propias necesidades y prioridades. Hay una multitud de participantes que abarcan múltiples políticas. Sin embargo, a pesar de esta complejidad, merece la pena mencionar algunos temas comunes que han surgido en este primer año de vigilancia.

En primer lugar, el liderazgo. Ningún plan general para aumentar la capacidad comercial funcionará a menos que los países en desarrollo lo quieran, a menos que lo hagan “suyo”, y a menos que favorezca a sus intereses nacionales. La única estrategia de desarrollo guiada por el comercio que tendrá éxito será la que sea creada y ejecutada por los propios países e integrada en los planes nacionales. En última instancia, la responsabilidad es de ustedes.

En segundo lugar, el establecimiento de prioridades. El desafío que se presenta a los países es decidir qué proyectos son más importantes y cuáles proporcionarán el mayor rendimiento de la inversión. Tener 100 prioridades es como no tener ninguna. Para avanzar, necesitamos objetivos claros y planes realizables.

En tercer lugar, el enfoque regional. Muchos problemas de capacidad y “conectividad”, en particular para los países pequeños o sin litoral, tienen un alcance regional. Podemos ayudar a Rwanda a construir el mejor corredor de transporte de África, pero si no está conectado a un corredor de transporte igualmente eficaz en un país vecino, como Uganda, Kenya o Tanzanía, Rwanda seguirá aislada de los mercados mundiales.

En cuarto lugar, una financiación mayor y previsible. Los donantes son responsables de aumentar la cantidad general destinada a la financiación, cumpliendo las promesas de contribución que hicieron en Monterrey, Gleneagles y Hong Kong. Corresponde a los países receptores decidir si este dinero adicional se destina al comercio o a otra prioridad.

En quinto lugar, la movilización del sector privado. Son las empresas, no los gobiernos, las que comercian. Por tanto, para que esta iniciativa funcione, necesitamos que el sector privado participe directamente y nos diga dónde residen los problemas, contribuya a brindar soluciones a los mismos y, con un poco de creatividad y los incentivos adecuados, aporte algunos de los recursos mediante asociaciones entre el sector público y el sector privado.

Hubo otro tema, el más importante, que estuvo presente en todos los debates de este año: el comercio, la inversión y la reforma interna son los principales impulsores del crecimiento y desarrollo económicos. La Ayuda para el Comercio puede, y debe, ser un complemento importante de una Ronda de Doha exitosa, de la que el desarrollo es un pilar fundamental. Ahora bien, permítanme ser claro y franco a este respecto: en modo alguno puede sustituirla.

El desafío que se plantea ahora es tomar lo que hemos aprendido sobre la Ayuda para el Comercio en el último año y aplicarlo a soluciones concretas. Para eso están ustedes aquí, para informarnos de las soluciones adoptadas, esbozar sus planes y explicar la manera en que tienen previsto ponerlos en práctica.

El objetivo de la OMC no ha sido nunca dirigir o dictar la manera en que se debería prestar la Ayuda para el Comercio. No somos un organismo de desarrollo. Salvo por nuestra participación en actividades de formación, contamos con escaso personal especializado y recursos limitados. No tenemos intención de convertirnos en otro organismo de desarrollo en una esfera ya saturada.

No obstante, sí tenemos el cometido y la responsabilidad de garantizar que nuestros Miembros —en especial los menos adelantados—  puedan beneficiarse de la apertura del comercio y del fortalecimiento de las normas que tanto nos estamos esforzando en negociar. Estamos emprendiendo una labor de vigilancia pero no porque sí. Queremos crear un foro, un diálogo, un “foco” escojan ustedes la metáfora—  para alentar a todos los principales agentes a que cumplan los compromisos, atiendan las necesidades, mejoren la eficacia y refuercen la rendición de cuentas mutua. Los expertos políticos probablemente lo describirían como un método de cooperación abierto. Se trata de utilizar incentivos aplicando un enfoque de acumulación progresiva para encontrar soluciones colaborativas.

Dicho “foco” funciona. En esta sala se han reunido ministros, altos funcionarios, jefes de organizaciones multilaterales y regionales para responder a una sola pregunta: ¿cómo ampliar la capacidad comercial de los países en desarrollo? Todos estamos de acuerdo en que el comercio puede ser un poderoso motor de desarrollo. China, la India, el Brasil, Sudáfrica y muchos otros países son una prueba palpable de ello.

Estamos de acuerdo en que hacer posible el comercio es sólo la mitad del desafío (hacer que sea una realidad es la otra), que precisa infraestructura, tecnología, conocimientos especializados, financiación y exportadores competitivos. También estamos de acuerdo en que el futuro de una economía mundial abierta, y del sistema multilateral de comercio en que se basa, depende de que todos los países compartan los beneficios de manera más equitativa.

Este año nos hemos embarcado en un viaje largo y azaroso, que nos ha llevado literalmente por todo el mundo en nuestro afán por movilizar más y mejor Ayuda para el Comercio. Debemos centrarnos en ese objetivo fundamental. Por eso estamos aquí. Ése es el punto de referencia respecto del cual se medirá nuestro éxito o fracaso. Aguardo con interés la celebración de un debate constructivo y el establecimiento de una hoja de ruta para la próxima etapa del viaje.

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