WTO NOTICIAS: DISCURSOS DG PASCAL LAMY
Comisión de comercio Internacional del Parlamento Europeo — Bruselas
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Señor Presidente, señoras y señores
parlamentarios:
Quiero expresarles mi gratitud por haberme concedido esta ocasión para
aclarar algunas cuestiones que a menudo no se comprenden bien, o no se
perciben bien, fuera de los muros de la OMC, acerca de la situación de
las negociaciones del Programa de Doha para el Desarrollo. La Ronda ha
progresado mucho desde la última vez que nos encontramos en Ginebra en
el mes de marzo. Permítanme que, a título de observación preliminar, les
lea algunos extractos de la prensa internacional acerca de las
negociaciones multilaterales.
-
Tomemos The Economist, por ejemplo, que traduciré:
“La tendencia proteccionista en Europa y los Estados Unidos ha frenado esta ronda durante siete años, y la ha mantenido en peligro hasta el final. Hay razones para creer que esa tendencia seguirá fortaleciéndose en los países industrializados.” -
Siempre en The Economist:
“La fatiga reina en Ginebra”; “Una ronda que exigió tres años para ponerla en marcha y otros siete para concluirla ya ha quedado anticuada al completarse”. -
En la prensa francesa, por otra parte, se hace referencia a una “traición a los intereses fundamentales del país” (Quotidien de Paris) y a un acuerdo “logrado a la desesperada” (Le Figaro).
-
“Semejante acuerdo pone a Europa fuera del comercio mundial” (Les Echos).
Estas palabras tan familiares no son, en
realidad, de ayer ni del mes pasado, ni del año anterior: ¡todas ellas
datan de los últimos días de la Ronda Uruguay, en 1992 y 1993! Si
diéramos crédito a estas lamentaciones de la prensa, la concertación de
un acuerdo parecía poco probable y aún menos deseable: algunos veían en
ella una abdicación de los países desarrollados, y otros veían una
sentencia de muerte para los países en desarrollo. Y sin embargo, todos
concuerdan hoy en que la Ronda Uruguay acrecentó los ingresos mundiales
en cientos de miles de millones de dólares, y la creación de la OMC por
el Acuerdo de Marrakech señaló un considerable progreso en el orden
internacional mundial. Tratemos de no reincidir en esos errores ahora
que nos aproximamos al fin de la Ronda de Doha, y hagamos para ello un
inventario objetivo de las negociaciones.
Comenzaré, si ustedes lo permiten, examinando el equilibrio general del
acuerdo que se prepara, antes de pasar revista a ciertos elementos que
afectan particularmente a la Unión Europea.
Ante todo, algunas palabras sobre el equilibrio general del acuerdo.
Como ustedes saben, la OMC funciona sobre la base del principio del todo
único, es decir, de un acuerdo completo en el cual “nada está concertado
hasta que todo lo está”. Concretamente, esto permite a los Miembros
negociar concesiones mutuas y recíprocas con la certidumbre de llegar a
un acuerdo equilibrado, conservando cada uno un poder de bloqueo si el
conjunto no le parece satisfactorio.
El programa de negociación adoptado en 2001 contiene una veintena de
temas, que incluyen la agricultura, los productos industriales, los
servicios, las normas antidumping, las subvenciones a la pesca o los
bienes y servicios ambientales. Todos estos buques deberán llegar a
puerto al mismo tiempo, aunque por el momento avancen a velocidades
diferentes.
En este momento la negociación está concentrada en la agricultura y los
productos industriales, y las principales concesiones mutuas se
realizan, esquemáticamente, del siguiente modo: los países desarrollados
deben reducir sus subvenciones y sus protecciones a la agricultura,
recibiendo a cambio de ello un mejor acceso a los mercados de los países
en desarrollo para la industria. Huelga decir que también tienen su
importancia las dimensiones Norte-Norte y Sur-Sur. Los Estados Unidos
tienen, efectivamente, intereses ofensivos en Europa, del mismo modo que
Malasia y Tailandia pueden tenerlos en China o en la India.
En este marco, nuestra primera limitación consiste en respetar el
equilibrio entre los elementos agrícolas y los industriales. Esta
“igualdad de ambiciones” entre los dos pilares quedó establecida en 2005
por los Ministros en Hong Kong.
Sobre este principio de equilibrio se inserta a continuación una
exigencia de equidad. Puesto que el objetivo declarado de la Ronda de
Doha es favorecer el desarrollo, debe aplicarse el principio de una
reciprocidad incompleta, asumiendo los países ricos un esfuerzo mayor
que sus interlocutores más pobres. Esta doble búsqueda de equilibrio y
de equidad exige una alquimia compleja que justifica, en particular, el
tiempo necesario para alcanzar un acuerdo.
¿Es posible lograr ese equilibrio en el momento actual? Pienso que sí,
en vista de las propuestas actuales y del trabajo que nos queda por
realizar. Son tres los elementos principales que están sobre la mesa
para las próximas semanas: la reducción de las subvenciones agrícolas en
los países ricos, la reducción de los aranceles agrícolas y la reducción
de los aranceles sobre los productos industriales.
Estos tres elementos son objeto de dos textos de compromiso presentados
la semana pasada por los presidentes de los grupos de negociación sobre
los productos agrícolas y los industriales. Esos textos revisados son
vehículos que deben llevarnos a un acuerdo preliminar sobre la
agricultura y los productos industriales, que podría producirse, más
bien debería decir que tiene que producirse, en el curso del mes de
junio.
Comencemos por la agricultura. Corresponde recordar que la eliminación,
hasta el año 2013, de las subvenciones a la exportación, que son
particularmente nefastas para el buen funcionamiento de los mercados
mundiales, ya fue objeto de un compromiso en la reunión ministerial de
Hong Kong.
Con respecto a las subvenciones internas, las propuestas que están
actualmente sobre la mesa permitirían reducir el tope de las
subvenciones que causan mayor perturbación de los intercambios (compartimento
naranja) en un porcentaje del orden del 70 al 80 por ciento. También se
establecerían topes por productos para limitar la concentración de estas
subvenciones. Las subvenciones del llamado “compartimento azul”, menos
nocivas para los intercambios, quedarían sujetas a un tope del 2,5 por
ciento del valor de producción. Por último, quedan por confirmar los
criterios que permitan asegurar que las subvenciones del compartimento
verde no sean perjudiciales para el comercio internacional.
En segundo lugar: los aranceles agrícolas. Las propuestas actuales
prevén una reducción de esos derechos, aproximadamente a la mitad para
los países desarrollados y de un 36 por ciento para los países en
desarrollo. Las crestas arancelarias también se reducirían
considerablemente con la aplicación de mayores reducciones a los
aranceles más altos.
El proyecto de acuerdo agrícola sugiere que los Miembros de la OMC,
incluidos los países desarrollados, queden autorizados para proteger un
número limitado de “productos sensibles”, para los cuales, a cambio de
una reducción menor de sus derechos de aduana, esos países deberán
ofrecer acceso a los mercados mediante contingentes. Los países en
desarrollo también podrán proteger ciertos productos, llamados
“especiales”, para garantizar su seguridad alimentaria y la subsistencia
de sus productores. Se establece igualmente para los países en
desarrollo un mecanismo de salvaguardia especial para hacer frente a los
deterioros súbitos de la relación de intercambio y a los grandes
aumentos de las cantidades importadas.
Veamos ahora lo que ocurre con los productos
no agrícolas. En materia de aranceles industriales entran en juego dos
elementos importantes: la consolidación, es decir, el establecimiento de
topes para los aranceles autorizados en la OMC, y la reducción de los
derechos efectivamente aplicados, aunque los compromisos asumidos por
los Miembros de la OMC sólo se refieran a los derechos consolidados, es
decir, a los topes.
El proyecto de acuerdo prevé que, al término de la Ronda, quedará
consolidado lo esencial de los aranceles de los países en desarrollo
(salvo los PMA). Esto constituiría un progreso fundamental para los
agentes económicos desde el punto de vista de la transparencia y la
seguridad jurídica para los exportadores a esos mercados.
En lo que respecta a las reducciones de aranceles, el paquete que
actualmente está sobre la mesa ofrece auténticas perspectivas de
apertura de los mercados. Este proyecto permitiría a los agentes
económicos una economía en aranceles del orden de los 40.000 millones de
dólares (de los cuales una tercera parte provendría de las exportaciones
a los países en desarrollo y dos tercios a los países desarrollados),
todo ello sin contar las nuevas corrientes comerciales generadas por el
acuerdo.
Del mismo modo que para la agricultura, el proyecto establece
flexibilidades para los países en desarrollo, que podrían limitar las
reducciones aplicables a un número limitado de líneas arancelarias. El
promedio de los aranceles consolidados (y aplicados) de los países en
desarrollo pasaría, sin embargo, de un 30 por ciento a cerca de un 12
por ciento, aproximadamente. Sería la primera vez que los países en
desarrollo aceptaran reducir sus aranceles, pues lo que hicieron en la
ronda anterior fue fundamentalmente consolidar sus aranceles y solamente
los países desarrollados hicieron reducciones efectivas.
En vista de esta descripción, podemos volver ahora a nuestra pregunta
inicial: desde el punto de vista europeo, ¿es equilibrado este paquete
que acabo de exponer a grandes rasgos?
La respuesta les corresponde a ustedes, los europeos. Por mi parte sólo
he querido sacar a la luz lo que los negociadores mantienen a veces en
la sombra para conservar su margen de maniobra. Importa que sepan
ustedes que hoy existe para Europa, tanto en la agricultura, en que la
Unión tiene interés como exportadora (puesto que Europa es la primera
importadora, pero también la primera exportadora agrícola del mundo),
como también en la industria, un acuerdo posible que representa entre el
doble y el triple de los beneficios de la ronda anterior.
Permítanme decir ahora dos palabras sobre las ventajas que ofrece la
Ronda más allá de esta columna vertebral representada por la agricultura
y los productos industriales.
La Unión también tiene mucho que ganar en las negociaciones sobre la
apertura del comercio de servicios. A diferencia de la agricultura y los
productos industriales, los servicios no están afectados por aranceles
de importación. Se trata más bien de negociar compromisos de apertura
reglamentaria de sectores y modos de suministro específicos.
Paralelamente con la adopción de las modalidades para la agricultura y
la industria, me propongo, por lo tanto, presidir una conferencia de
nivel ministerial sobre los servicios en que las delegaciones puedan
efectuar intercambios acerca del contenido de las ofertas que han de
presentar durante el verano.
Europa también puede extraer provecho de otros progresos importantes de
esta ronda, como en lo relativo al comercio y el medio ambiente y a la
facilitación de los intercambios, que se refiere en particular a los
trámites de aduana, la reducción de las subvenciones a la pesca o el
mejoramiento de la transparencia en las medidas antidumping.
Por último, la Unión puede utilizar a la OMC como trampolín para su
política de desarrollo. Los textos propuestos ofrecen importantes
posibilidades en materia de desarrollo económico, pero muchos países
tendrán necesidad de ayuda para concretarlas. Aquí es donde debe
intervenir la ayuda para el comercio. La Unión Europea, al convenir en
llevar a 2.000 millones de euros su contribución a la ayuda para el
comercio hasta el año 2010, ha dado un paso decisivo en favor de la
realización de los objetivos del Milenio y el mejoramiento de la
capacidad de los países en desarrollo. De este modo ayuda a crecer a
quienes en algunos años habrán de ser, más que sus competidores, sus
interlocutores comerciales más prometedores.
En febrero de este año adoptamos una hoja de ruta que, entre otras
cosas, procura facilitar que los países en desarrollo se identifiquen
con la ayuda para el comercio; fomentar el seguimiento de la aplicación
haciendo hincapié en las prioridades nacionales, regionales y
sectoriales; e iniciar trabajos sobre el mejoramiento de la evaluación
de los programas de ayuda.
Globalmente, como acabo de explicar, la conclusión de la Ronda de Doha
es un objetivo trascendental para el mundo y para la Unión Europea en
particular.
En lo inmediato, espero que durante el mes de junio celebremos en
Ginebra una reunión ministerial que permitirá estabilizar el acuerdo de
principio sobre las subvenciones agrícolas, los aranceles agrícolas y
los aranceles de los productos industriales, y dotarnos de una
plataforma en la que puedan insertarse, para el final del año, los otros
numerosos elementos que acabo de exponer. Como los trabajos técnicos
están muy adelantados, ahora se trata en lo esencial de voluntad
política.
En el mundo de hoy, hostigado por las inquietudes, sean éstas
económicas, sociales o políticas, la solución no está en el retraimiento
y el proteccionismo sino en una combinación, que todavía nos falta
encontrar, entre la apertura y las disciplinas internacionales e
internas que deben acompañarla para que aproveche a todos. La parte
internacional de esas disciplinas es el asunto de la OMC. Una OMC que
ustedes, los europeos, han querido y que tanto han contribuido a
construir. Una OMC que necesitan, y que les necesita.
Muchas gracias por su amable atención.
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