WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO

Discurso del Director General Roberto Azevêdo


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Señoras y señores,

Buenas tardes. Es un placer para mí estar hoy aquí, y deseo dar las gracias al Financial Times y a Misys, organizadores de este acto.

Siempre es un placer visitar Londres.

El Reino Unido ha contribuido como pocos países a dar forma al comercio mundial.

No solo porque John Maynard Keynes y sus colegas reconocieron en la Conferencia de Bretton Woods la necesidad de crear una institución para regular el comercio mundial, que luego se conocería por el nombre de Organización Internacional de Comercio.

Ni porque el comité preparatorio encargado de crear ese organismo celebró su primera reunión aquí, en Londres (en Church House), en 1946.

Ni siquiera porque el Reino Unido fue uno de los miembros fundadores del organismo que surgió de ese proceso, el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, la institución precursora de la Organización Mundial del Comercio.

Sino porque, antes de todo eso, tuvo lugar aquí, en el Reino Unido, un hecho que posiblemente haya tenido una importancia incluso mayor en la historia del comercio: hace 199 años, David Ricardo postuló su teoría de la ventaja comparativa.

En sus ideas se funda, según parece, el argumento clásico en favor del comercio, y, si bien esas ideas se han puesto a menudo en tela de juicio, son las que han dado forma a nuestra concepción del comercio desde entonces.

Me pregunto qué pensaría Ricardo de la situación actual.

Corren tiempos difíciles para el comercio mundial. En muchos países, el comercio está bajo presión, lo cual despierta el fantasma del proteccionismo.

Paralelamente a la retórica anticomercio, algunos tienen la impresión de que hemos alcanzado un “punto álgido del comercio” o de que la globalización se ha detenido en seco.

Pienso que, en el actual clima económico, deberíamos tratar de utilizar el comercio como motor de crecimiento, desarrollo y creación de empleo, y para eso es necesario aclarar un par de ideas erróneas.

En primer lugar, la globalización no se ha detenido.

Una característica definitoria del fenómeno de la globalización es la propagación de cadenas de producción transfronterizas. Los componentes de un Boeing 787 Dreamliner proceden de más de 40 proveedores establecidos en más de 130 lugares distintos de todo el mundo. Incluso en el caso de productos aparentemente sencillos, la fabricación se realiza en complejas redes mundiales.

Algunos sostienen que estas cadenas de producción están contrayéndose, y que eso es señal de que la economía mundial está menos globalizada. De ser así, cabría esperar que el porcentaje del comercio de componentes en el comercio mundial disminuyera; pero, según los datos disponibles, no es lo que está sucediendo. El crecimiento del comercio es menor en líneas generales, pero la estructura de los intercambios comerciales sigue siendo la misma.

La segunda idea errónea estriba en la expectativa de que el crecimiento del comercio vuelva a situarse en los niveles anteriores a 2008, período en que la globalización se aceleró: algo muy poco probable.

El crecimiento del comercio se ha visto muy afectado por la escasa demanda mundial, en un momento en que los países desarrollados apenas están saliendo muy lentamente de la recesión, y las economías emergentes van adquiriendo madurez.

El volumen del comercio mundial aumentó un 2,8% en 2015 y, a menos que cambien las previsiones de crecimiento del PIB, prevemos que en 2016 aumente en igual proporción.

Por lo tanto, 2016 sería el quinto año consecutivo con un crecimiento del comercio mundial inferior al 3%, frente al promedio del 5% registrado desde 1990.

Entonces, ¿qué se puede esperar del crecimiento del comercio a medio plazo?

Antes de la crisis financiera, el comercio crecía a un ritmo dos veces superior al del PIB.

En la actualidad crece al mismo ritmo que el PIB, tal como ocurrió a finales del decenio de 1970 y principios del siguiente.

En el futuro, esperamos que este coeficiente mejore y se sitúe en un punto intermedio entre el estancamiento actual y la rápida expansión de los años previos a la crisis. De ese modo, rondaría el promedio registrado en el período de posguerra.

Por tanto, aunque la “nueva normalidad” no sea “normal”, lo cierto es que la “antigua normalidad” tampoco era “normal”.

Y son varias las opciones de que disponemos para volver a estimular el comercio.

Una de ellas, obviamente, es que los gobiernos actúen contra las medidas restrictivas del comercio. La OMC viene vigilando la utilización de esas medidas desde la crisis.

A finales del año pasado, solo se había eliminado el 25% de las medidas registradas desde octubre de 2008. Es decir, tres cuartas partes siguen vigentes. Nuestro próximo informe se publicará dentro de unos días, pero no preveo variaciones significativas en esa tendencia.

La solidez del sistema multilateral de comercio es nuestra mejor prevención contra el proteccionismo. Por lo tanto, debemos seguir fortaleciendo el sistema y, además, debemos seguir concertando nuevos acuerdos comerciales.

De hecho, pese a la presión a la que parece estar sometido el comercio en muchos lugares, los Miembros de la OMC, discretamente, han acordado un conjunto de medidas de liberalización del comercio en el transcurso de los últimos dos años y medio.

  • Por ejemplo, el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio, que ha sido el primer acuerdo comercial multilateral desde 1995. Este Acuerdo podría reducir en más del 14% los costos de las transacciones a nivel mundial, más de lo que podría obtenerse si pudiéramos eliminar todos los aranceles del mundo.
  • Los Miembros de la OMC también han acordado eliminar las subvenciones a la exportación de productos agropecuarios. Se trata de la mayor reforma del comercio agropecuario mundial llevada a cabo en los últimos 20 años.
  • Y un grupo de Miembros ha alcanzado un acuerdo para eliminar los aranceles de una amplia gama de productos de tecnología de la información de última generación, cuyo comercio se ha valorado en alrededor de 1,3 billones de dólares anuales, valor superior al del comercio mundial de productos de la industria automotriz. Este ha sido el primer acuerdo de reducción arancelaria concluido en la OMC en 19 años.
  • Además, las conversaciones para suscribir un Acuerdo sobre Bienes Ambientales están avanzando, y esperamos ver más avances este año.

Pero, naturalmente, se puede hacer más para fortalecer el sistema de comercio. Por ejemplo:

  • Los aranceles elevados siguen frenando el comercio, lo cual afecta sobre todo a los más pobres. Algunos de los tipos más altos se aplican a sectores de especial interés para los países en desarrollo y los países menos adelantados.
  • Las medidas no arancelarias y la falta de coordinación de políticas constituyen grandes obstáculos. Veamos qué ocurre, por ejemplo, con los costos del comercio: en 2010, en los países en desarrollo, los costos del comercio equivalían a un arancel de importación del 219%. Esta es una esfera en la que nuestra labor puede tener efectos muy positivos, ya que una reducción de los costos del comercio de solo un 1% supondría un aumento de entre el 3% y el 4% en el crecimiento del comercio.
  • Las restricciones en la esfera de los servicios también merman las posibilidades de crecimiento del comercio y la inversión. En la actualidad los servicios representan el 40% del comercio transfronterizo mundial en términos de valor añadido, y la IED asciende a más del 60% del comercio de servicios.
  • Por otra parte, el número de acuerdos comerciales regionales va en aumento, lo cual es sumamente positivo y puede apoyar la labor realizada a nivel multilateral. Sin embargo, también puede crear dificultades, en especial cuando las iniciativas regionales consideran la posibilidad de introducir normas en esferas que actualmente no abarca la OMC. Debemos asegurarnos de que estas iniciativas sean coherentes entre sí para que las empresas no se encuentren ante un conjunto heterogéneo de normas y reglamentaciones que conlleve costos adicionales.
  • Por último, si queremos que el comercio siga apoyando el crecimiento, debemos responder a la retórica anticomercio que empieza a ser moneda corriente.

Hemos de reconocer que, en muchos colectivos, no se tiene un concepto del comercio demasiado positivo.

En primer lugar, debemos corregir la idea de que se pierden puestos de trabajo a causa de las importaciones. En realidad, la desaparición de la gran mayoría de los puestos de trabajo se debe a las nuevas tecnologías y el aumento de la productividad.

En segundo lugar, debemos reconocer que, si bien los beneficios del comercio se distribuyen entre toda la economía en su conjunto, determinadas comunidades pueden verse seriamente afectadas por el aumento de la competencia. Debemos prestar más atención a qué pueden hacer los gobiernos para mitigar esos efectos.

En tercer lugar, a veces se piensa que el comercio solo favorece a las grandes empresas. Obviamente, eso no es verdad, pero lo que sí es cierto es que el comercio internacional es mucho más costoso y difícil para las empresas pequeñas. Debemos reaccionar ante esto, en particular porque las pymes son una importante fuente de empleo, que en muchos países representan alrededor del 90% de la mano de obra.

Todo esto indica que debemos promover un debate sustancioso, no un debate basado en la retórica y en afirmaciones sin fundamento.

Tengo la impresión de que ahora es muy fácil distinguir qué es equitativo y qué no lo es en el ámbito del comercio: parece la conjugación de un verbo irregular:

  • Yo comercio de manera equitativa.
  • comercias de manera no equitativa.
  • Él es proteccionista.

Si dejamos que cunda este enfoque tan poco crítico, el comercio acabará siendo en efecto la causa de todos los males.

No olvidemos, pues, la otra cara del debate sobre el comercio.

En los últimos años, el comercio ha ayudado a sacar de la pobreza a millones de personas, de un modo que en las economías cerradas sencillamente no ocurre.

Por lo tanto, no es de extrañar que en la actualidad, según un importante estudio del Pew Research Center publicado en 2104, los más fervientes defensores del comercio se encuentren en los países en desarrollo, ni que el continente con una visión más positiva del comercio sea África.

Aun así, en los países desarrollados la actitud ante el comercio no es negativa. Un estudio publicado en 2015 por el mismo grupo mostró que la mayoría de los estadounidenses considera que los acuerdos de libre comercio son beneficiosos para los Estados Unidos, aunque persistan las preocupaciones.

Y, por supuesto, en el Reino Unido el comercio ocupa un lugar más destacado que nunca en el programa de trabajo.

Son muchos los que me han preguntado sobre el gran tema de actualidad: la continuidad del Reino Unido en la Unión Europea. Me siento, pues, obligado a hacer unos breves comentarios al respecto.

Naturalmente, se trata de una decisión soberana del pueblo británico; pero es importante que se tome con conocimiento de causa.

Las cuestiones relativas al comercio han acaparado hasta ahora mucha atención en el debate, y, según parece, las posibles consecuencias de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, siguen dando pie a mucha confusión.

Me gustaría sencillamente aclarar algunos hechos y consecuencias prácticas en lo que respecta al comercio y la OMC.

En la actualidad el Reino Unido mantiene relaciones comerciales preferenciales con la Unión Europea, así como con los 58 países con los que la Unión Europea tiene acuerdos de libre comercio. En caso de que el Reino Unido saliera de la Unión Europea, sería necesario restablecer todas esas relaciones a fin de conservar el mismo acceso preferencial del que el Reino Unido goza en la actualidad por mediación de la Unión Europea.

Eso probablemente implicaría la celebración de negociaciones.

Entretanto, si bien seguirían realizándose transacciones comerciales, las condiciones quizá fueran menos favorables. Es muy probable que el Reino Unido tuviera que afrontar un costo mayor por comerciar con los mismos mercados, lo que perjudicaría la competitividad de las empresas británicas. Estamos hablando de preferencias aplicables al 60% del comercio de mercancías del país (aproximadamente un 47% con la propia Unión Europea, y alrededor de un 13% con los asociados comerciales preferenciales de la Unión Europea).

En consecuencia, los exportadores británicos correrían el riesgo de tener que pagar cada año derechos de exportación por un valor de hasta 5.600 millones de libras esterlinas.

Y también podría afectar al comercio de servicios.

Además, el Reino Unido tendría que redefinir los términos de intercambio en el marco de la OMC. Como país individual, seguiría siendo Miembro de la OMC, por supuesto, pero no tendría unos términos definidos para el comercio de mercancías y servicios en el marco de la OMC, ya que sus compromisos solo son válidos como miembro de la Unión Europea. No sería posible hacer un simple corta y pega de los principales aspectos de los términos de intercambio de la Unión Europea y aplicarlos al Reino Unido. Por lo tanto, habría que negociar elementos importantes.

No existen precedentes de una situación así; ahora mismo ni siquiera está claro cuál sería el proceso para llevar a cabo esas negociaciones.

Sí puedo decir que las negociaciones entabladas únicamente para ajustar los términos ya existentes de algunos Miembros a menudo han requerido varios años, en algunos casos hasta 10 años, como mínimo. No obstante, es imposible saber cuánto se prolongaría este proceso en el caso del Reino Unido.

Cabe suponer que los derechos que obtuvo la Unión Europea para sus miembros ya no se aplicarían automáticamente al Reino Unido si el país saliera de la Unión Europea, en particular el derecho a restringir ciertos aspectos del libre movimiento de personas y el de proteger de la competencia los servicios públicos. Posiblemente el Reino Unido tenga que negociar con otros Miembros de la OMC para conservar esos derechos.

Ningún Miembro de la OMC puede decidir unilateralmente cuáles son sus derechos y obligaciones.

No tengo una bola de cristal y, por tanto, no puedo predecir los resultados de esas distintas negociaciones: ni yo, ni nadie. No hay más certeza que la incertidumbre. No obstante, he sido un negociador comercial durante toda mi vida y ahora, como Director General de la OMC, mi cometido consiste en mediar en acuerdos comerciales entre naciones; por lo tanto, puedo tratar de aportar algunas reflexiones.

Para empezar, diré que las negociaciones comerciales son muy complejas. Emprender múltiples negociaciones simultáneamente aumentaría el nivel de complejidad.

Además, es necesario que los interlocutores muestren buena voluntad. Los otros países ya han establecido sus prioridades en materia de negociación y quizá sean reacios a desviar sus recursos hacia nuevas negociaciones de la noche a la mañana. Y hablando de recursos, todo esto, naturalmente, parte del supuesto de que ustedes disponen ya de sus propios recursos y de una infraestructura para la negociación plenamente operativos.

Por otro lado, cuando tenemos prisa para concluir un acuerdo y la otra parte puede esperar, estamos negociando desde una posición muy débil.

Así las cosas, el Reino Unido podría tardar bastante tiempo en recuperar una posición similar a la que ocupa actualmente en sus relaciones comerciales con otros países.

El tiempo dirá adónde lleva todo esto.

Pero, volviendo a la situación mundial, está claro que debemos estimular de nuevo el comercio, tanto para las pequeñas empresas como para las grandes, y tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo.

Eso es lo que intentamos hacer en la OMC.

Después de los éxitos de estos dos últimos años, los Miembros de la OMC estudian la manera de seguir logrando resultados.

Hacía mucho tiempo que este debate no era tan dinámico como lo es ahora. Por ejemplo, observamos un renovado interés por parte del sector privado.

La semana pasada acogí en la OMC a directivos de empresas de todo el mundo para escuchar cuáles eran, desde su punto de vista, las cuestiones que debemos abordar en el futuro.

Pienso que todo el mundo coincide en que necesitamos avanzar en las cuestiones de Doha, pero no tenemos una respuesta sobre cómo se puede lograr.

Se necesitarán ideas nuevas y un cambio sustancial en la voluntad política de los Miembros.

Pero, si bien no encontramos la forma de avanzar en esos aspectos, algunos están impacientes por abordar ya otros temas muy diversos.

Las esferas que suelen mencionarse son las subvenciones a la pesca, la política de competencia, las pymes, la facilitación de las inversiones, el comercio electrónico, las normas privadas, los obstáculos no arancelarios y muchas otras.

Nos hallamos, pues, en un momento fascinante del debate sobre el comercio. La impresión general es que pueden obtenerse grandes logros, en beneficio de todos.

Para conseguir una mayor inclusión, hay que comerciar más, no menos.

Hay que aumentar la colaboración con nuestros interlocutores de todo el mundo, no reducirla.

Y si bien hay razones para preocuparse por las tendencias proteccionistas y la hostilidad contra el comercio, también tenemos motivos para ser optimistas.

De hecho, los países siguen concertando importantes acuerdos comerciales, y en la OMC estamos viendo más participación que nunca.

Si perseveramos en nuestra voluntad política y nuestro compromiso, podremos seguir fortaleciendo el sistema mundial de comercio en beneficio de todos.

Muchas gracias.

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