WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO


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Discursos: Roberto Azevêdo

  

Sr. Secretario General Gurría,
Sr. Embajador Ulrik Vestergaard Knudsen,
Excelencias,
Damas y caballeros,

Vivimos tiempos difíciles para la economía mundial.

Las perspectivas de crecimiento del comercio se han reducido significativamente. En septiembre, la OMC rebajó sus previsiones de crecimiento del comercio para el año 2016 del 2,8% al 1,7%. De confirmarse, este dato marcaría el momento más bajo del crecimiento del comercio desde el estallido de la crisis financiera. Por supuesto, ese resultado se debe en gran medida al mediocre desempeño de la economía mundial, y no al revés.

Por otro lado, las corrientes de inversión extranjera directa no han vuelto a los niveles anteriores a la crisis.

Tanto el comercio como la inversión son componentes importantes de la integración económica, el crecimiento y la prosperidad mundiales, de modo que se trata de una cuestión particularmente preocupante. Y, naturalmente, ambos están estrechamente relacionados entre sí.

Por ejemplo, el comercio de servicios representa actualmente casi dos terceras partes del volumen mundial de entradas de inversión extranjera directa (IED). Y la IED tiene una importancia fundamental, ya que:

  • en primer lugar, es el principal vector de la prestación de servicios en los mercados extranjeros; y
  • en segundo lugar, resulta decisiva para el buen funcionamiento de las cadenas de suministro mundiales.

Políticas comerciales más abiertas pueden impulsar la IED y fortalecer una relación positiva entre el comercio y la inversión.

Naturalmente, el entorno del comercio también se verá afectado por acontecimientos políticos recientes, como el referéndum sobre el "Brexit" en el Reino Unido o las elecciones celebradas en algunos de los grandes países. Todavía es pronto para apreciar la significación de estos acontecimientos, pero, como es natural, los observaremos con atención.

Por otro lado, estos hechos coinciden con el auge del discurso antiglobalización en muchos países y comunidades. Y el comercio es señalado con frecuencia como una de las principales causas de la inestabilidad de los mercados laborales. No podría estar más en desacuerdo con ese punto de vista, y volveré sobre esta cuestión dentro de unos instantes. Sin embargo, mi principal preocupación no es que se esgriman ese tipo de argumentos. Lo que me preocupa es el eco que encuentran entre la gente, que es real y sincero.

El comercio es fundamental para el crecimiento y el desarrollo económicos a escala mundial.

Sin embargo, una defensa razonada del comercio debe reconocer que no constituye una panacea o pócima milagrosa. El comercio no corregirá deficiencias muy extendidas de las políticas económicas, sociales y educativas que redundan en baja productividad y asimetrías en la distribución de la riqueza. Para resolver ese tipo de problemas se precisarían políticas mucho más integrales.

Una defensa razonada del comercio también debería reconocer que no es perfecto y que, a pesar de los beneficios de orden general que conlleva para la economía, puede generar efectos negativos para determinados sectores de la sociedad. Estos efectos pueden tener un fuerte impacto en la vida de cierta gente. Y para esa gente los beneficios netos reportados a la economía en general no son un consuelo. Los dirigentes tienen, pues, la responsabilidad de reflexionar y aportar soluciones.

Todos sabemos que el comercio es un componente fundamental del crecimiento económico y la creación de empleo. Pero también es crucial que sea percibido como tal. De ahí la importancia de una comunicación eficaz.

Creo que hay una serie de medidas que hemos de adoptar.

En primer lugar, debemos redoblar nuestros esfuerzos por defender las ventajas del comercio. Y debemos hacerlo de forma creíble, informada y equilibrada.

Así, por ejemplo, suele imputarse al comercio el desplazamiento de puestos de trabajo hacia el extranjero, particularmente en el sector manufacturero. Es cierto que el comercio puede originar ese tipo de trasvases pero no debería magnificarse el efecto de este fenómeno.

La tecnología y la innovación están teniendo un impacto mucho mayor en la estructura de la fuerza de trabajo. Los estudios parecen indicar que en torno al 80% de las pérdidas de puestos de trabajo en las economías avanzadas se deben a la tecnología y la innovación. Casi el 50% de los empleos de algunos países desarrollados corren un elevado riesgo de automatización. Y la proporción es todavía mayor en muchos países en desarrollo.

Al igual que el comercio, el progreso tecnológico es imprescindible para el crecimiento y el desarrollo sostenibles. La solución no es oponerse a estas fuerzas. Debemos sumarnos a ellas y aprender a adaptarnos.

En la actualidad, el sentimiento antiglobalización se manifiesta principalmente en los países desarrollados. En los países en desarrollo -y particularmente en África- la globalización y el comercio son vistos como un medio para mejorar la vida y los medios de subsistencia. Pero no deberíamos caer en la complacencia a este respecto.

Estoy seguro de que todo el mundo ha oído hablar de la famosa "curva del elefante" del gráfico de Branko Milanovic y del análisis más exhaustivo llevado a cabo por la Resolution Foundation, que muestra el estancamiento de los ingresos de las clases medias de las economías avanzadas en los últimos años. Ese estancamiento ha alimentado en esas capas la sensación de haber sido relegadas por la globalización.

Sin embargo, si consideramos únicamente el incremento de los ingresos en los países en desarrollo, observamos un patrón similar. Los mayores incrementos van a parar a los segmentos más ricos de la sociedad. Si eso no cambia en los próximos años, podría cundir entre comunidades de todo el mundo el sentimiento de haber sido dejadas atrás.

Todo ello me conduce a mi segundo punto, a saber, la necesidad de actuar a nivel nacional.

Si queremos crear un mejor modelo de globalización, más incluyente, hemos de conseguir que los beneficios del comercio se repartan de manera más equitativa entre los diferentes sectores de la sociedad. La clave está aquí en las políticas nacionales.

Como ya he dicho, el desempleo y otros problemas no dependen estricta ni principalmente del comercio, de modo que no será posible resolverlos con medidas meramente comerciales. Necesitamos una respuesta de mayor alcance que aborde asimismo los grandes cambios económicos que están generando la tecnología y la innovación.

Para ello, será preciso actuar en una serie de ámbitos, por ejemplo hacer posible que la gente adquiera las competencias necesarias para participar y acceder a los empleos que hoy en día se generan en los mercados. Será fundamental aplicar políticas laborales más dinámicas y transversales, que también aborden aspectos de la formación y el desarrollo de competencias, la asistencia a las empresas pequeñas y la ayuda reforzada para la readaptación laboral de los desempleados.

El promedio de gasto en políticas laborales de la OCDE es del 0,6% del PIB. Algunos países destinan porcentajes mucho menores, y otros bastante mayores. Por supuesto, no hay una única fórmula del éxito, pero es importante observar dónde se han hecho bien las cosas. Países como Singapur, Dinamarca y Corea del Sur han aplicado con mucho éxito programas de readaptación laboral.

Puesto que Dinamarca es nuestra anfitriona esta noche, quisiera dedicar unas palabras al modelo danés.

Dinamarca destina a políticas laborales conocidas como de "flexiseguridad" el 1,5% de su PIB, es decir, bastante más que el promedio de la OCDE.

Este enfoque combina mayor -¡y no menor!- flexibilidad del mercado laboral con mayores ayudas a la formación y un mejor seguro de desempleo. Garantiza el 90% del salario anterior en caso de despido.

Por lo que he podido comprobar, debo decir que, en líneas generales, parece tratarse de un modelo bastante eficaz, con una tasa relativamente alta de creación de empleo. Pese a la flexibilidad del mercado laboral, hay sensación de seguridad. Y resulta interesante que la mayor parte de la población del país perciba la globalización como una oportunidad y no como una amenaza.

Naturalmente, no se trata solo de lo que hagan los gobiernos; también las empresas tienen un papel que desempeñar. Iniciativas como las Líneas Directrices de la OCDE para Empresas Multinacionales son a mi juicio muy importantes, ya que, por ejemplo, informan a las empresas sobre el impacto que tienen en sus comunidades, y contribuyen así a alentar las prácticas positivas.

Permítanme ahora pasar a la tercera directriz que considero necesario adoptar: actuar a escala mundial.

El comercio se percibe en ocasiones como una actividad que no beneficia más que a unos pocos participantes, o a los de mayor tamaño. Si bien mantengo serias reservas respecto a esta afirmación, está claro que los actores pequeños se enfrentan a problemas y costos mayores que las grandes empresas. Hay que tratar, por tanto, de abordar ese problema. Creo que podríamos hacer más por profundizar y ampliar los beneficios del comercio mediante nuevas reformas comerciales.

No hay duda de que estamos viviendo un período de cambios. Algunos países se están replanteando sus políticas comerciales. Pero aunque se están modificando las políticas y los enfoques, no veo a nadie oponiéndose directamente al comercio como tal; al menos, no por ahora.

No me cabe duda de que la OMC, como única organización que se ocupa de las normas comerciales a escala mundial, seguirá desempeñando una función importante.

De hecho, la OMC ha demostrado en los últimos meses lo que puede aportar con su labor. Así lo ha hecho, desde 2013, en algunos acuerdos de gran importancia, entre otros:

  • El Acuerdo sobre Facilitación del Comercio, destinado a reducir los costos y los trámites administrativos del comercio, que podría incrementar las exportaciones mundiales en hasta 1 billón de dólares por año.
  • El Acuerdo sobre Tecnología de la Información, que elimina los aranceles sobre una serie de productos de TI de última generación cuyo comercio alcanza un valor de 1,3 billones de dólares anuales.
  • Y un acuerdo para abolir las subvenciones a la exportación en la agricultura, que ya ha dado resultados en relación con una meta clave de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas: “Hambre Cero”.

Estas son las principales reformas del sistema mundial de comercio en 20 años, y todas datan de 2013. Y mientras les hablo, un grupo de Miembros está avanzando hacia la conclusión de un acuerdo para eliminar los aranceles sobre los bienes ambientales, como las turbinas eólicas y los módulos fotovoltaicos. Este fin de semana se reunirán los Ministros en la OMC con el objetivo de ultimar el acuerdo. Haré todo lo que esté en mi mano para contribuir al éxito de ese empeño.

Tras los progresos de los últimos años, los Miembros aspiran ahora a lograr nuevos avances.

Los Miembros debaten actualmente cómo tratar cuestiones de larga data, como las relativas a la agricultura (incluida la ayuda interna), los servicios y el acceso a los mercados de los productos industriales.

Las deliberaciones sobre la agricultura son intensas, pero siguen topando con diferencias que resulta difícil resolver. En cuanto a los servicios, se está trabajando en la reglamentación nacional y la facilitación del comercio de servicios, entre otros aspectos. Respecto de las normas, destacaría el debate sobre las subvenciones a la pesca, que ha concitado mucha atención.

También se están debatiendo intensamente cuestiones como las siguientes:

  • cómo ayudar a las empresas pequeñas a participar en el comercio, y
  • cómo aprovechar el potencial del comercio electrónico para promover la inclusión.

Puede ser muy importante trabajar sobre estas cuestiones para lograr que se incorporen más personas a las corrientes comerciales. En los países de la OCDE, las pymes generan más del 60% del empleo.

El propio Internet ofrece posibilidades de incorporar a muchos nuevos actores al mercado y reducir los costos comerciales ligados a las distancias geográficas.

Sin embargo, en los países de la OCDE casi un 20% de la población carece todavía de conexión a Internet. En África solo usa Internet una de cada cuatro personas. Y entre los PMA, apenas una de cada siete.

Nos encontramos, pues, ante un enorme potencial inexplorado.

Estas conversaciones de la OMC se encuentran todavía en una fase incipiente; de modo que veremos hasta dónde quieren llevarlas los Miembros el año que viene, con la vista puesta en nuestra próxima Conferencia Ministerial, que se celebrará en Buenos Aires en diciembre de 2017.

Concluiré mi intervención como la empecé: Vivimos tiempos difíciles para la economía mundial.

Creo que todos tenemos la responsabilidad de reaccionar a esta situación.

Es lo que intentaremos hacer en la OMC. Y estoy deseando trabajar con la OCDE, y con todos ustedes, para lograrlo.

Gracias.

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