DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO

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Observaciones del Director General Roberto Azevêdo

Ministros,
Señoras y señores:

Lo que hemos vivido a lo largo de estos tres últimos días es la ardua forja del multilateralismo: 164 Miembros trabajando juntos, dialogando y debatiendo.

En algunas esferas hemos hecho progresos importantes; en la mayoría, sin embargo, no ha sido posible.

Esta vez los Miembros no han logrado llegar a ningún acuerdo sustantivo definitivo.

Bastaba haber seguido los debates que tuvieron lugar en Ginebra para saber que avanzar en las cuestiones pendientes desde hace largo tiempo iba a ser difícil en cualquier caso.

Sabíamos que para hacer progresos aquí haría falta un vuelco en las posiciones de los Miembros. Y no lo ha habido.

Por lo tanto, proseguiremos nuestros trabajos después de Buenos Aires.

No podemos lograr resultados en todas las Conferencias Ministeriales. Los Ministros no pueden llegar a acuerdos de la magnitud de los alcanzados en Bali y Nairobi cada vez que se reúnen.

Sin embargo, no por ello es menor la decepción que sentimos.

Pese a nuestro máximo empeño, no hemos podido cumplir el plazo para resolver la cuestión de la constitución de existencias públicas. No es el primer plazo que incumplimos, pero eso no mitiga nuestra decepción.

No hemos podido siquiera acordar programas más detallados en muchas de las esferas. Y sé que para muchos de nosotros, en especial para los proponentes, el sentimiento de decepción es particularmente amargo.

Hemos trabajado con denuedo en todas las esferas. Nuestros excelentes facilitadores han hecho una labor impecable; una vez más, les expreso mi más sincera gratitud por su entrega.

El desarrollo y la inclusión deben seguir ocupando una posición central en nuestra labor. Y siguen figurando, por supuesto, entre mis máximas prioridades en todo lo que hacemos.

Si no mejoramos la vida de los más pobres, o no damos a los más pequeños la oportunidad de competir, no estamos haciendo nuestro trabajo.

Por lo tanto, para llevar adelante nuestra labor, creo que debemos hacer un profundo examen de conciencia.

Hemos hecho algunos progresos importantes.

Hemos logrado comprender más profundamente nuestras respectivas posiciones y preocupaciones. Ese es un mérito que debemos reconocernos.

Y es importante no perder de vista que los Miembros siguen resueltos a proseguir e intensificar sus trabajos en todas las esferas sobre las que hemos estado debatiendo esta semana.

Tenemos decisiones sobre las siguientes cuestiones:

  • el Programa de Trabajo y la moratoria sobre el comercio electrónico;
  • la moratoria sobre las reclamaciones no basadas en una infracción y las reclamaciones en casos en que existe otra situación en el ámbito de los ADPIC;
  • el Programa de Trabajo sobre las Pequeñas Economías;
  • la creación del Grupo de Trabajo sobre la Adhesión de Sudán del Sur, con el que este país inicia su proceso de adhesión.

Tenemos además la Decisión sobre las subvenciones a la pesca.

Evidentemente, queríamos llegar más lejos, pero esto ya son progresos.

Por primera vez, los Miembros se han comprometido a alcanzar la meta 6 del Objetivo 14 de la Agenda de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, y a hacerlo no más tarde de la Duodécima Conferencia Ministerial. Los Miembros también han renovado su compromiso de suministrar la información sobre sus programas de subvenciones que es esencial para finalizar las negociaciones. Y han acordado trabajar sobre la base de la labor intensiva realizada a lo largo del año pasado.

Existe la voluntad de reanudar los trabajos y de seguir haciendo progresos para cumplir el nuevo plazo. Pero, incluso en esta esfera, nuestra mentalidad tiene que cambiar si queremos lograr avances.

Hemos sido testigos de un renovado dinamismo en otras esferas. Buenos Aires parece haber insuflado aire fresco en algunos ámbitos de la Organización.

Varios grandes grupos de Miembros se han reunido para lograr avances en cuestiones de interés para ellos y para la economía mundial. Lo interesante de esos grupos no es solo su tamaño, sino la diversidad de sus componentes: países desarrollados, países en desarrollo y países menos adelantados.

Esos Miembros han de mantener las conversaciones que estimen oportunas. Pero les exhorto, al igual que en cada uno de los elementos de nuestra labor, a mantener una actitud abierta y acoger a todo Miembro que en cualquier momento desee unirse a las conversaciones. Debemos tratar siempre de promover un diálogo que dé cabida al conjunto de los Miembros.

Que esto esté sucediendo es prueba de que los Miembros ven esta Organización como un foro en el que pueden impulsar cuestiones que son de importancia para ellos y sus economías.

Ese dinamismo se refleja claramente en la enorme expectativa suscitada entre todos los interesados en nuestra labor.

Un criterio para valorar si estamos haciendo un buen trabajo es el grado de atención que prestan a nuestra actividad los colectivos interesados. En Buenos Aires hemos observado más interacción y más interés que en otras ocasiones por parte de esos colectivos.

Por lo tanto, algo debemos de estar haciendo bien.

El Business Forum, organizado aquí en Buenos Aires por el Ministerio de Producción, ha sido el primer encuentro de esa índole en celebrarse coincidiendo con una Conferencia Ministerial de la OMC, y marca una intensificación de este tipo de participación.

También me ha impresionado el enorme número y la calidad de los encuentros paralelos que se han celebrado con ocasión de la Conferencia Ministerial.

Además, en un contexto difícil, la Conferencia comenzó con una extraordinaria muestra de apoyo político a la Organización.

La firma de la Declaración Presidencial en apoyo de la OMC en la ceremonia de inauguración lanzó un mensaje inequívoco sobre la importancia del sistema de comercio.

Y esa ola de apoyo parece haberse propagado entre los Miembros.

En la sala de plenos hemos oído una y otra vez claros mensajes de rotundo apoyo al sistema. Lo decepcionante es que ese apoyo no se haya traducido en hechos.

Si es cierto que todos apoyamos a la OMC, si la apoyamos de verdad, hemos de tener presente que el multilateralismo no consiste en obtener lo que queremos, sino lo que podamos.

No cabe esperar que el multilateralismo funcione y al mismo tiempo desear que se satisfagan todas y cada una de nuestras pretensiones. Esa es una receta para el fracaso.

Si valoramos el sistema, tenemos que acudir a él sabiendo que tendrá que haber concesiones mutuas, y que esas concesiones pueden ser difíciles.

Esto es algo que podemos mejorar en la OMC.

Esa ha sido nuestra carencia.

Tengo plena certeza de que podríamos haber solucionado algunas de las cuestiones que tratamos si hubiéramos dado muestra de la flexibilidad necesaria para que el sistema funcionara.

Lo subrayo una vez más: el sistema no es perfecto, pero es el mejor que tenemos. Y si algún día dejara de funcionar, todos lo lamentaríamos profundamente.

A juzgar por lo que he visto aquí en Buenos Aires, en la OMC existe el germen de una Organización que puede funcionar mejor, una Organización que puede ser dinámica, flexible y ágil.

Sin embargo, para hacerla realidad, todos tenemos que compartir ese ideal.

Hoy estamos un paso más cerca de ese objetivo, y en buena parte gracias a Susana.

No solo ha trabajado infatigablemente a lo largo de este año para que pudiéramos llegar hasta este punto, sino que también ha gestionado el curso de la Conferencia con extraordinaria destreza. Su empeño en fomentar el diálogo político ha forzado a los Miembros a afrontar algunas de las cuestiones que acabo de mencionar.

Le estoy profundamente agradecido por ello. Confío en que podamos llevar este proceso adelante. Como usted ha dicho, Susana, hay vida después de Buenos Aires.

Y, para que recuerde su labor en la Conferencia cuando esté disfrutando de esa vida, le entrego este mazo de Presidenta.

¡Que siga utilizándolo con la misma sabiduría de que ha hecho gala esta semana!

Muchas gracias a todos.

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