DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO

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Gracias, Sr. Waddell,
Señoras y señores,

Buenos días. Gracias por su amable invitación.

Vivimos tiempos de profundo cambio económico estructural, que también son tiempos de verdadera desafección y división.

A lo largo de la historia, estos dos factores -el cambio económico y la división social- con frecuencia aparecen juntos. Hoy decimos que se está produciendo la "Cuarta Revolución Industrial". Esta expresión es correcta, no solo por el mensaje económico que transmite, sino también por el trastorno social que implica.

Las anteriores revoluciones industriales generaron grandes oportunidades y riqueza, pero también ocasionaron importantes perturbaciones sociales, y fueron muchos los que quedaron totalmente excluidos de los beneficios.

A mi modo de ver, la revolución económica que presenciamos hoy tiene que ser distinta. Tiene que ser inclusiva. Tiene que ser una respuesta a los problemas que observamos en la actualidad, no un factor agravante. Por consiguiente, todos tenemos la responsabilidad de encauzarla en esa dirección, y eso incluye el comercio y el sistema de comercio.

En los últimos decenios la expansión del comercio mundial ha contribuido a sacar de la pobreza a cientos de millones de personas. Ha contribuido a aumentar el nivel de vida de otros muchos millones. Ha impulsado el crecimiento y el desarrollo en todo el mundo. Y ha actuado como herramienta en favor de los intereses nacionales, no como amenaza contra esos intereses.

Sé que aquí no hace falta que defienda la globalización. Pero, por positiva que esta haya sido en su conjunto, no cabe duda que son muchas las personas que se sienten excluidas. Muchas las que sienten ira y decepción.

No quiero minimizar en absoluto esas preocupaciones. Son muy válidas y sinceras, y exigen una respuesta. No obstante, mi prioridad es que encontremos la respuesta adecuada.

A este respecto hay quienes tienden a buscar blancos fáciles: el extranjero o el forastero. Y cuando estos sentimientos entran en el escenario político, pueden encauzar el debate por el camino del nacionalismo, la intolerancia y el proteccionismo. Eso es realmente preocupante.

Ciertamente, la tendencia al proteccionismo no es nada nuevo. Desde la Segunda Guerra Mundial, cada vez que han surgido tensiones entre interlocutores comerciales, el sistema multilateral de comercio ha sido capaz de responder de manera eficaz y mantener a raya esas tensiones.

Todos contamos con la estabilidad y la previsibilidad que crea el sistema. De hecho, se puede afirmar que, sin la OMC, hubiéramos entrado en una guerra comercial hace unos años.

Después de la crisis de 2008, a diferencia de lo que había ocurrido en el pasado, no hubo un repunte de las políticas proteccionistas, y ello precisamente gracias al marco de normas y prácticas que proporciona el sistema multilateral de comercio, o la OMC.

Sin embargo, parece que las circunstancias actuales son algo distintas de todo lo que hemos visto hasta la fecha.

Algunas de las políticas y parte de la retórica utilizada en el debate sobre el comercio no solo pretenden establecer obstáculos aquí y allá, o cuestionar elementos específicos de las normas, sino que se oponen activamente a los objetivos del propio sistema de comercio. Al parecer, están en tela de juicio arraigados principios tales como las normas comunes, la cooperación, la solución de diferencias mediante el sistema y el aumento de la estabilidad y la previsibilidad.

Llevar esas políticas más lejos podría socavar el sistema y, por tanto, constituir un grave riesgo para la estabilidad de la economía mundial en su conjunto.

Por supuesto, entiendo lo atractiva que puede ser la idea de ignorar las normas. Cuanto mayor es el país, mayor la tentación. Pero estas mismas economías, las principales, crearon este sistema basado en normas por una muy buena razón.

Sin las normas, la guerra comercial sería un hecho. Se produciría una escalada de medidas unilaterales, lo que daría lugar a la adopción de medidas comerciales de represalia. En el mejor de los casos, esto ocurriría lentamente y tardaría en desarrollarse. Pero si seguimos por ese camino, está claro a dónde vamos a llegar.

Y en una economía interconectada, los efectos de esas medidas probablemente se globalizarían, yendo mucho más allá de los países directamente involucrados. Casi con toda seguridad esos efectos se propagarían también a muchos sectores económicos distintos, incidiendo en esferas totalmente desconectadas del "epicentro".

Permítanme poner un ejemplo de lo perturbadora que podría ser esa situación. Si los aranceles volvieran a los niveles anteriores a la creación del sistema multilateral de comercio, las corrientes comerciales podrían disminuir en casi dos tercios. Al mismo tiempo, la economía mundial podría contraerse en un 2,4%, lo que sería una contracción incluso mayor que la que se registró después de la crisis de 2008. Es un ejemplo extremo, pero muestra la importancia del sistema.

¿Cómo debemos responder, pues?

El desafío consiste en dar forma a la nueva economía de un modo positivo e inclusivo, y dar forma al debate que en estos momentos se está desencadenando sobre estas cuestiones.

En mi opinión, es necesario adoptar principalmente tres medidas.

La primera medida es examinar con una visión clara cuáles son las verdaderas causas de las perturbaciones en nuestras economías.

Según las investigaciones, el comercio no es el factor fundamental.

La pérdida de puestos de trabajo en el sector manufacturero, alrededor del 80%, se debe en la mayoría de los casos a la automatización y las nuevas tecnologías.

Este es el principal motor del cambio económico en la actualidad.

Este cambio es estructural, y tiene un alcance mundial; no se produce solo en las economías avanzadas. Según las investigaciones de McKinsey, de aquí a 2030 el empleo en el sector manufacturero disminuirá un 22% en China y un 15% en la India.

Afectará asimismo al sector de servicios, incluidos los servicios financieros.

Con el desarrollo de la inteligencia artificial, se sustituirán puestos de trabajo de oficina en esferas como los servicios contables, bancarios y jurídicos. Según el Banco de Inglaterra, en el Reino Unido los programas informáticos y las máquinas basados en la inteligencia artificial podrían sustituir hasta 15 millones de puestos de trabajo en el futuro.

Una respuesta consistente solo en oponer obstáculos al comercio no trataría la causa de las dificultades a las que nos enfrentamos hoy día. De hecho, asfixiar el comercio mundial sería aún más perjudicial.

El hecho es que estamos entrando en una nueva era económica. La "Cuarta Revolución Industrial" es real.

Debemos encontrar formas de adaptarnos, y de hacerlo de modo que nos beneficie a todos, centrándonos en especial en aquellos que se están quedando atrás.

Y no tenemos tiempo que perder. Hoy se está produciendo un cambio sin precedentes por su rapidez, su magnitud y su alcance. Además, los empresarios, las empresas y otros actores económicos están ya creando reglas, normas, técnicas e infraestructura en torno a las nuevas tecnologías. Está claro, pues, que dentro de 10 años será ya demasiado tarde para tratar de enmarcar estos cambios de manera más inclusiva.

Para entonces, la estructura de las nuevas tecnologías estará más o menos establecida, y las perspectivas y los valores de aquellos que las crearon estarán firmemente arraigados en plataformas posiblemente anticompetitivas y en las numerosas tecnologías que nos rodean y que se han convertido en parte de nuestras vidas.

Por tanto, este es un desafío urgente.

Además, debemos ayudar a la fuerza laboral a adaptarse a estas nuevas realidades. A este respecto, las políticas nacionales serán fundamentales.

Las políticas de educación, formación y apoyo, por ejemplo, tendrán que evolucionar para hacer frente a los desafíos de la nueva economía. Y para abordar esos desafíos no existe una solución única aplicable a todos. Cada país tendrá que buscar las políticas que sean más convenientes para él.

Así pues, esa es la primera medida: responder a los verdaderos impulsores del cambio actual.

Teniendo todo esto en cuenta, pasemos a la segunda medida, que es salir en defensa del sistema de comercio y dar a conocer su valor intrínseco.

El comercio puede seguir siendo una fuerza poderosa en favor del crecimiento y el desarrollo en el mundo, pero solo si continuamos fortaleciéndolo y mejorándolo.

Los Gobiernos escuchan al sector privado. Con todo, a mi juicio, muchos no están haciendo oír sus opiniones. Eso tiene que cambiar. El sistema mundial de comercio no puede darse por sentado. Su eficacia y su capacidad de respuesta dependen del apoyo de aquellos que poseen la clarividencia necesaria para percibir su capital importancia.

Esto me lleva al tercer punto, la tercera medida.

Las instituciones internacionales -entre ellas la OMC- tienen que estar dispuestas a evolucionar para hacer frente a los desafíos que hoy se plantean. El sistema de comercio debe responder a las necesidades de los Miembros.

Si bien la estabilidad es esencial, esta no debe entenderse como una forma de estancamiento. Ayudar a los Gobiernos y las empresas a satisfacer las exigencias de una economía mundial en rápida evolución es una importante tarea a la que las instituciones multilaterales deben dedicarse continuamente.

Nuestros Miembros han demostrado que están preparados para realizar nuevas reformas, y están preparados para pensar de una forma distinta.

El Acuerdo sobre Facilitación del Comercio de la OMC es un buen ejemplo de ello. Este Acuerdo tiene por objeto racionalizar, simplificar y normalizar los procedimientos aduaneros. Se estima que la plena aplicación del Acuerdo podría reducir los costos del comercio a nivel mundial en alrededor del 14,3% en promedio. Los efectos económicos serían mayores que si se eliminaran todos los aranceles que existen hoy día en todo el mundo.

Este Acuerdo se logró porque los Miembros tenían la voluntad de hacer las cosas de manera distinta y buscar un marco más flexible para él.

En una Organización compuesta por 164 Miembros de distintos tamaños, con distintas prioridades políticas y en distintas fases de desarrollo, estas flexibilidades son esenciales.

Los Miembros siguen tratando de hacer avances en aquellas esferas en las que las negociaciones ya están en marcha. Y muchos han iniciado conversaciones en varias nuevas esferas, que guardan relación con los cambios económicos que vivimos.

Eso incluye debates sobre:

  • el comercio electrónico,
  • la facilitación de las inversiones,
  • las medidas para ayudar a las empresas más pequeñas a comerciar, y
  • la relación entre el comercio y el empoderamiento económico de la mujer.

La financiación del comercio es otro ejemplo.

Después de la crisis financiera, los bancos empezaron a retirarse de determinados mercados a medida que se reducía la afición por el riesgo y que las nuevas reglamentaciones alteraban los cálculos.

Desde entonces han aparecido grandes deficiencias en la financiación del comercio. Según estimaciones del Banco Asiático de Desarrollo, el déficit de financiación del comercio mundial asciende a 1,5 billones de dólares. Por supuesto, las pymes y los países en desarrollo son los más afectados.

Estoy trabajando con la Corporación Financiera Internacional, los bancos regionales de desarrollo, la Junta de Estabilidad Financiera y otros para tratar esta cuestión. Esto es fundamental si queremos que el sistema sea realmente inclusivo y atienda las necesidades de sus usuarios.

Por tanto, tenemos ante nosotros muy diversos desafíos.

Nos hallamos a las puertas de una nueva era. Se trata verdaderamente de una nueva revolución industrial. Y es necesario encontrar una respuesta verdaderamente revolucionaria orientada hacia los objetivos adecuados.

Es necesario pensar con claridad. Es necesario adoptar un nuevo modo de pensar. Y es necesario participar activamente: no podemos limitarnos a cruzar los dedos y esperar lo mejor.

Tenemos la oportunidad de hacer que esta revolución sea realmente inclusiva, de redefinir el debate y de velar por que un sistema de comercio moderno y adecuado sea parte de la solución.

Espero con interés su apoyo para lograr ese fin.

Muchas gracias.

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