DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO

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Señoras y señores:

Buenos días, y gracias por invitarme a esta reunión.

Todos sabemos la importancia que tiene el comercio para los miembros del Commonwealth.

El comercio es una fuente de crecimiento y desarrollo. Cada año, los países del Commonwealth exportan mercancías y servicios por valor de más de 3 billones de dólares.

También es una importante fuente de empleo.

Por citar algún ejemplo:

    • en Australia y la India, el comercio representa el 16% de los empleos;
    • en Sudáfrica, el Canadá y el Reino Unido, alrededor del 20%;
    • en Nueva Zelandia, el 28%;
    • y, por supuesto, la cifra suele ser incluso mayor en las economías pequeñas y abiertas del Commonwealth que dependen del comercio.

En vista de todo esto, no es de extrañar que los miembros del Commonwealth se expresen con determinación en el debate sobre el comercio.

Pude observarlo de primera mano en el Foro Empresarial del Commonwealth, celebrado en Londres en abril de este año coincidiendo con la reunión de Jefes de Gobierno del Commonwealth.

Allí oí un mensaje de firme apoyo al sistema multilateral.

De hecho, los dirigentes reafirmaron en su comunicado el compromiso de los miembros del Commonwealth con "el libre comercio en un sistema multilateral de comercio transparente, inclusivo, leal, abierto y basado en normas", que "tenga en cuenta las necesidades especiales de los países menos adelantados y de las economías pequeñas y vulnerables".

Este apoyo es sumamente importante, especialmente a tenor de las circunstancias actuales.

Los retos a los que tiene que hacer frente el sistema de comercio son motivo de gran preocupación. Esta situación requiere nuestra atención y, lo que es más importante, requiere que pasemos a la acción.

Las tensiones comerciales aumentan.

Las cifras de que dispone la OMC muestran un fuerte aumento de la aplicación de medidas restrictivas del comercio en los últimos seis meses. El valor del comercio afectado por esas medidas prácticamente duplica el del período anterior. Esto es muy grave. Quiera o no definirse como una guerra comercial, sin duda ya se han disparado las primeras balas.

La continuación de esta escalada podría tener importantes repercusiones económicas y un efecto perturbador generalizado. Representa una amenaza para el empleo y el crecimiento en todos los países. De hecho, es posible que ya estemos viendo los primeros efectos. Un buen ejemplo de ello son las demoras en la adopción de decisiones de inversión.

Sin embargo, quisiera subrayar que, ante esos impedimentos, la OMC sigue haciendo su trabajo.

Las normas de la OMC, así como sus procesos de vigilancia y examen, ayudan a evitar que la situación empeore aún más. Los Miembros utilizan la OMC como foro para plantear y debatir cuestiones y trasladan al Órgano de Solución de Diferencias sus preocupaciones por las nuevas medidas restrictivas del comercio.

Este año ya se han iniciado unos 30 procedimientos de solución de diferencias. Es el máximo anual desde hace 16 años, y todavía estamos en septiembre.

Esto es positivo porque demuestra confianza en el sistema, pero al mismo tiempo ejerce más presión sobre el sistema de solución de diferencias, que ya está amenazado.

Permítanme que se lo explique.

El bloqueo de nombramientos en el Órgano de Apelación es una de las principales dificultades con que nos encontramos actualmente.

A pesar de los grandes esfuerzos que se han hecho durante los últimos meses, no estamos en vías de llegar a una solución. Eso supone un grave riesgo sistémico que podría afectar a todas las esferas de nuestro trabajo. Necesitamos un verdadero compromiso por parte de todos para superar esta situación de estancamiento.

Quisiera recalcar la importancia sistémica del Órgano de Solución de Diferencias. Es un pilar fundamental no solo de la OMC, sino de la gobernanza económica mundial, y es sumamente eficaz.

Muchas diferencias se resuelven antes de llegar a la fase de litigación, e incluso cuando llegan a esa fase el cumplimiento de las resoluciones es muy elevado, de en torno al 90%. Así, si bien alrededor del 10% de las diferencias están pendientes de aplicación y las partes trabajan en ello, la gran mayoría se ha resuelto de manera satisfactoria.

Por consiguiente, debemos mantener este pilar esencial y seguir trabajando para resolver la cuestión del Órgano de Apelación.

A fin de cuentas, creo que esta cuestión, así como todas las tensiones comerciales que observamos actualmente, no se resolverán con mecanismos y procedimientos técnicos. La crisis del comercio mundial es política. Exige una solución política, y debemos entablar un debate político sobre la OMC.

Esto me lleva al debate sobre la reforma de la OMC.

El hecho de que muchos Miembros deseen entablar ese debate es muy positivo en sí mismo. Demuestra que los líderes participan cada vez más en las cuestiones relacionadas con la OMC. Más que desbaratar el sistema, se diría que desean fortalecerlo y mejorarlo. Ya se han presentado algunas ideas.

Por ejemplo:

  • En julio, el Presidente Trump y el Presidente Juncker se comprometieron a colaborar para reformar la OMC.
  • Se ha creado un grupo de trabajo conjunto de la UE y China sobre la reforma de la OMC.
  • También cabe mencionar la iniciativa trilateral de los Estados Unidos, la Unión Europea y el Japón, que se ocupa de la transparencia y de muchas otras cuestiones.
  • El Canadá ha pedido la celebración de una reunión ministerial sobre estas cuestiones en octubre.
  • El Presidente Macron ha planteado abordar la reforma de la OMC en el marco del G20 y recientemente ha anunciado que podría convocar una reunión sobre esta cuestión en noviembre.
  • Otros también han planteado esta cuestión. En los últimos meses, se ha convertido en un tema recurrente en mis conversaciones con dirigentes.

Sin duda, existe una amplia variedad de opiniones sobre si es necesaria una reforma y en qué debería consistir.

Pero lo importante es que el sistema siga siendo sólido y, de ser posible, que lo sea aún más.

En los últimos tiempos hemos trabajado conjuntamente para conseguirlo, y hemos hecho verdaderos avances.

El hecho de que los Miembros de la OMC hayan concluido en los últimos años una serie de acuerdos en varios formatos muestra que existe cierta flexibilidad y el deseo de mejorar el sistema.

Espero que sabremos aprovechar la situación, dado que podría ser la clave para resolver las cuestiones subyacentes que alimentan las actuales tensiones comerciales.

¿Y qué papel desempeña el Commonwealth en todo esto?

Quisiera señalar tres acciones específicas.

En primer lugar, no pierdan el rumbo: sigan trabajando aquí, en Ginebra.

Tenemos sobre la mesa una serie de cuestiones muy valiosas para muchos Miembros y en las que se necesitan avances. Son, por ejemplo, cuestiones relacionadas con la agricultura, la seguridad alimentaria, el desarrollo y las subvenciones a la pesca. Tenemos que seguir trabajando intensamente en todos esos frentes, debatiendo ideas y presentando propuestas.

Sin duda, muchos Miembros también seguirán trabajando en otras esferas, y gran parte de ese trabajo evoluciona con rapidez.

Por lo tanto, el primer elemento que destacaría es mantener el rumbo.

En segundo lugar, deben redoblarse esfuerzos para superar el estancamiento con respecto al Órgano de Apelación. Como ya he explicado, es la dificultad más acuciante que se nos plantea actualmente. Exige la atención urgente de todo aquel al que le importe el futuro del sistema de comercio.

La tercera acción que deseo señalar es la participación en el debate general.

Estamos en un momento crucial en lo que respecta a la opinión que la comunidad internacional tiene del comercio y el sistema de comercio. El resultado de ese debate podría configurar el sistema durante una generación.

En mi opinión, necesitamos oír un relato más enérgico en favor del comercio y la cooperación a fin de contrarrestar los mensajes negativos que nos suelen llegar.

Por supuesto, necesitamos que el comercio funcione mejor, que sea más inclusivo. Pero solo lo lograremos si colaboramos y mantenemos y fortalecemos las normas y estructuras que tenemos hoy. Por consiguiente, digamos alto y claro el valor que aporta el sistema.

Desde 1995, gracias al sistema de comercio se han reducido a la mitad los aranceles, se han simplificado los trámites burocráticos y ha aumentado la certidumbre y la estabilidad. Esos son los factores que necesitan las empresas para salir adelante y crear empleo. Sin el sistema de comercio, los aranceles, la burocracia y la incertidumbre se habrían disparado.

Retrocedamos por un momento e imaginemos el mundo antes del sistema multilateral de comercio.

Regresar a los niveles arancelarios de entonces haría descender las corrientes comerciales en un 60%, lo que se traduciría en un impacto en el PIB mayor que el que observamos después de la crisis de 2008, la más grande de los últimos 80 años.

Todas las evaluaciones objetivas que conozco sobre el sistema dejan fuera de dudas la importancia de este.

Por ello, insto a todos los que conciben el comercio como una fuerza positiva a que alcen la voz en su defensa.

Espero que el Commonwealth desempeñe plenamente su papel.

Al reunir países de todos los tamaños y de todos los continentes, este grupo posee una voz potente. Estoy seguro de que seguirán siendo una voz firme y positiva en este debate.

Gracias por su atención. Les deseo una reunión muy productiva.

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