DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO

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Señor alcalde y señora alcaldesa de la City de Londres,
Secretario de Estado,
Señoras y señores,

Es para mí un honor sumarme a ustedes esta tarde.

Nos reunimos en un momento crucial para el comercio mundial. Se están cuestionando algunos de los principios básicos y fundamentales sobre los que se ha asentado el sistema de comercio durante siete decenios.

Están aumentando las tensiones entre importantes interlocutores comerciales.

Al mismo tiempo, las nuevas tecnologías van a revolucionar los modelos y las prácticas comerciales.

Esta situación plantea una serie de desafíos.

Por lo tanto, si creemos realmente en el poder del comercio, es el momento de alzar la voz. Es el momento de trabajar juntos para promover la cooperación comercial internacional y reforzarla para el futuro.

Sé que estoy en el lugar indicado para defender esta causa. Como ha señalado el señor alcalde de la City, Londres es sinónimo de comercio mundial.

Piensen en las batallas pioneras por el libre comercio que se libraron y ganaron en el Parlamento en el siglo XIX.

Piensen en las primeras reuniones, celebradas en Church House en 1946, para preparar el terreno de lo que se había previsto llamar la Organización Internacional del Comercio. Con algunos contratiempos, esos esfuerzos propiciaron la creación de la OMC actual.

O miren a nuestro alrededor el patrimonio de esta ciudad que demuestra que Londres fue uno de los principales puertos comerciales del mundo: el primer meridiano; los muelles históricos; la veleta en el tejado del Banco de Inglaterra, que se instaló para que los comerciantes supieran si los vientos eran favorables; o incluso el Cutty Sark. De hecho, creo que Londres es una de las pocas ciudades donde los buques mercantes son una popular atracción turística.

El comercio forma parte del tejido de esta ciudad. Y, según hemos oído, Londres es ahora líder mundial en el comercio de servicios.

Por supuesto, en la actualidad, el comercio es un tema prioritario para el Reino Unido por otras razones. Dudo que haya sido un tema de conversación tan candente desde la época de Peel y Gladstone.

Esto es positivo. Y sé que el Reino Unido es un firme defensor del comercio y el sistema de comercio. Me complace que así sea y agradezco al Secretario de Estado sus esfuerzos en este sentido.

Pero si queremos defender realmente el comercio, es importante considerar cómo lo percibe la población, especialmente en esta época de desafíos y cambios.

Un nuevo sondeo presentado en la OMC este mismo mes mostró que el 89% de los encuestados en el Reino Unido creen que el comercio es positivo.

Sin embargo, pese a que, en principio, el comercio suscita este amplio e instintivo apoyo, parece que la población aún duda de los beneficios concretos que puede obtener de él.

Por ejemplo, según el mismo sondeo, menos de un tercio de los encuestados cree que el comercio reduce los precios, lo que puede resultar sorprendente, ya que la mayoría de los economistas diría que se trata de uno de los beneficios más claros que aporta el comercio. No obstante, solo una minoría de la opinión pública reconoce este beneficio, que tiene una repercusión directa y positiva en su poder adquisitivo.

Vemos que estas percepciones se repiten en muchas economías avanzadas. La gente no relaciona el comercio con sus empleos, o unos precios más bajos o más opciones de compra en los estantes.

Si empezamos a olvidar estos aspectos fundamentales que explican por qué el comercio nos atañe a todos, entonces poco a poco dejaremos de valorar y proteger los mecanismos que hacen que el comercio sea posible de la forma en que lo conocemos en la actualidad.

Por lo tanto, creo que debemos restablecer esa relación.

Esto nos hace replantearnos la forma de promover el comercio y de explicar mejor sus beneficios. También nos hace reflexionar sobre la mejor manera de difundir esos beneficios. Sin duda, es una cuestión que se debe tratar en las políticas nacionales.

Hoy quisiera centrarme en la situación del comercio mundial. No cabe duda de que nos enfrentamos a una crisis.

Los nuevos aranceles anunciados hasta el momento este año abarcan importaciones por valor de cientos de miles de millones de dólares. Se han propuesto nuevas medidas. Y hoy por hoy no se ve final a esa situación.

Si prosigue, la escalada de tensiones podría suponer riesgos reales.

Nuestros economistas han estado analizando los posibles desenlaces, incluidas las repercusiones de una guerra comercial total a nivel mundial. El impacto sería más limitado si se evita la escalada, pero una ruptura en la cooperación comercial internacional causaría una acusada subida de los aranceles y reduciría el crecimiento del comercio mundial hasta un 17% y el crecimiento del PIB mundial un 1,9%. Y estos efectos causarían perturbaciones considerables para los trabajadores, las empresas y las comunidades según se fuesen ajustando a la nueva realidad. En teoría, millones de trabajadores tendrían que encontrar un nuevo empleo, las empresas tendrían que encontrar nuevos productos y mercados y las comunidades, nuevas fuentes de crecimiento. La cuestión no es si una situación de guerra comercial tendría efectos negativos, sino cuán terribles serían esos efectos.

Está claro que no nos podemos permitir seguir ese rumbo.

La responsabilidad de mitigar esas tensiones, en interés de todos nuestros ciudadanos, recae en la comunidad internacional en su totalidad. Tiene que haber más diálogo, tanto a nivel bilateral como en el marco de la OMC.

De hecho, ante esta situación, el sistema multilateral de comercio vuelve a verse como el foro donde se pueden encontrar soluciones.

En el origen de las actuales tensiones está el argumento de que el sistema multilateral de comercio no ejerce el debido control sobre determinadas prácticas causantes de distorsión del comercio. Por tanto, el sistema, según ese argumento, necesita cambiar para responder mejor a medidas de esa índole.

Seguramente nadie cree que eso pueda lograrse mediante un debate técnico. La crisis actual es política, y requiere, pues, una solución política.

Por eso empieza a surgir una conversación a alto nivel sobre la "reforma" o la "modernización" de la OMC. Se considera que esa es una manera de abordar algunos de los grandes problemas del comercio identificados por distintos Miembros. Los dirigentes están involucrados. En los últimos meses lo he hablado con la Primera Ministra May y con otros dirigentes.

La Cumbre del G-20 que se celebrará en noviembre será un momento crucial para hacer avanzar este debate. Asistiré al encuentro con un mensaje muy claro para los dirigentes sobre la necesidad de conservar y fortalecer el sistema de comercio en interés de todos.

Si no se toman medidas para aliviar la tensión y retomar la cooperación comercial, el sistema multilateral de comercio se podría ver gravemente perjudicado. Y, de nuevo, las consecuencias económicas a largo plazo serían muy serias.

Los Gobiernos de todo el mundo han trabajado arduamente durante decenios para construir el sistema de comercio que hoy tenemos.

Puede que el sistema no sea perfecto, pero sigue siendo esencial. Y ha demostrado ser muy efectivo.

En la actualidad, la OMC abarca en torno al 98% del comercio mundial. Ha supervisado una apertura histórica de los mercados y la integración de las economías. Las negociaciones que concluyeron con el establecimiento de la OMC propiciaron una reducción del 40% de los aranceles mundiales.

El sistema ha aportado estabilidad y previsibilidad al comercio mundial y se mantuvo firme incluso durante la crisis financiera. Ha apoyado las relaciones económicas pacíficas entre naciones. Y, por consiguiente, ha contribuido a impulsar un crecimiento y un desarrollo sin precedentes en todo el mundo, así como una reducción drástica de la pobreza.

Se menciona con frecuencia la falta de progreso en muchas esferas de las negociaciones de la OMC. Es una observación legítima. Estamos trabajando para cambiarlo y recientemente hemos logrado un progreso muy significativo al concluir nuevos acuerdos históricos, como el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio de la OMC.

Pero si únicamente nos centramos en ese aspecto, no entenderíamos la cuestión fundamental de la valía del sistema. Se trata del verdadero fundamento sobre el que se apoya el comercio mundial en la actualidad.

Sí, debemos seguir mejorando el sistema e impulsando nuevos acuerdos, pero no olvidemos su función como pilar esencial de la gobernanza económica mundial.

Sin el sistema, el futuro sería incierto, el crecimiento se reduciría y las oportunidades disminuirían en todas partes.

Debemos conservar lo que tenemos, al mismo tiempo que trabajamos para mejorarlo.

Para ello, cuento con su apoyo.

Como he dicho al principio, el Reino Unido ocupa un lugar importante en la historia de la OMC.

Es uno de los Miembros fundadores de la OMC y de su predecesor, el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio.

Y seguirá siendo Miembro de la OMC tras su salida de la Unión Europea.

Permítanme recalcar que, sea cual sea la relación entre el Reino Unido y la UE en el futuro, las interacciones del Reino con todos sus interlocutores comerciales, tanto los cercanos como los lejanos, seguirán sustentándose en las normas y disciplinas de la OMC.

Las relaciones comerciales más cercanas entre países, con independencia de su carácter jurídico (una unión aduanera, un acuerdo de libre comercio u otro tipo de arreglo preferencial), se basan en el fundamento que ofrece la OMC.

Así pues, seguiremos desempeñando esa función esencial.

En cuanto a los acuerdos del Reino Unido en el marco de la OMC, otros Miembros de la OMC colaboran activamente con el Reino Unido y la UE por lo que se refiere a los compromisos de la OMC que deberá cumplir el Reino Unido, por derecho propio, una vez consumada su salida de la UE. Al mismo tiempo, la UE también está dialogando con los Miembros de la OMC sobre posibles modificaciones de sus propios compromisos actuales en el marco de la Organización.

En ambos casos, la Secretaría de la OMC está haciendo todo lo posible para facilitar el proceso y ayudar a ambas partes ofreciendo conocimientos técnicos y cualquier otro tipo de ayuda que sea necesaria.

El comercio y el sistema de comercio nos conciernen a todos.

Necesitamos que cumplan su cometido e impulsen el crecimiento económico y la prosperidad, como han hecho tan eficazmente durante decenios.

Necesitamos que respalden a las sociedades abiertas y dinámicas que tanto valoramos.

Y necesitamos que promuevan la cooperación, la estabilidad y la paz internacionales.

Trabajemos juntos para dar forma al sistema de comercio que queremos conseguir, un sistema que sea capaz de responder a los retos actuales y siga estando al servicio de nuestras economías y comunidades en las generaciones venideras.

Con este propósito, y en esta histórica ciudad comercial de Londres, les pido que alcen sus copas y brinden a la salud del señor alcalde y la señora alcaldesa de la City de Londres.

Gracias.

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