DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO

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Observaciones del Director General Azevêdo

Muchas gracias, Clarisse.
Peter Thomson, Enviado Especial de las Naciones Unidas para los Océanos,
Excelencias,
Señoras y señores,

Las poblaciones mundiales de peces se están agotando. Esta es una triste realidad. Según la FAO, el 33% de las poblaciones mundiales de peces están sobreexplotadas, y en cuanto al resto, la mayor parte se encuentra al límite de sus posibilidades. Esto debería preocuparnos a todos.

Más de 40 millones de personas en todo el mundo se ganan el sustento gracias a la pesca, y muchas comunidades pobres no tienen otra fuente de alimentos ni medio de subsistencia. Es más, el pescado constituye un 20% de la ingesta de proteínas para 3.200 millones de personas. De hecho, el pescado es el producto alimenticio básico con el que más se comercia a nivel mundial.

Esta es, pues, una cuestión fundamental tanto para el desarrollo como para el comercio.

Un acuerdo para reducir las subvenciones a la pesca, además de contribuir a proteger nuestros océanos, ayudaría a asegurar la viabilidad de las empresas más pequeñas y crear mejores condiciones para el desarrollo económico en las regiones costeras. Es decir, proporcionaría a estos agentes un acceso más justo a los recursos pesqueros y eliminaría los incentivos económicos perversos que inducen a pescar más allá de los límites sostenibles, lo que es perjudicial para todos.

Urge velar por la utilización sostenible de los recursos de los océanos en beneficio de las generaciones futuras.

Nadie pone en duda el vínculo existente entre las subvenciones públicas y el agotamiento de las poblaciones mundiales de peces. Nos encontramos en una situación en la que todos tratan de conseguir la mayor parte posible de un recurso limitado, sin que nadie tenga incentivos para preocuparse por su sostenibilidad a largo plazo.

Mediante los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la comunidad mundial ha tratado de abordar la parte de este problema relacionada con las subvenciones. Lo ha hecho encomendando a la OMC que elabore normas vinculantes para prohibir ciertas formas de subvenciones que contribuyen a la sobrepesca y la sobrecapacidad y para eliminar la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada.

Las normas vigentes de la OMC en materia de subvenciones se centran en los efectos de estas que causan distorsión del comercio. En cambio, el objetivo de estas negociaciones es hacer frente a los efectos negativos de la concesión de subvenciones pensando en la sostenibilidad.

Las subvenciones, y la reforma de las subvenciones, siempre son un asunto complejo y políticamente sensible. En este caso, las dificultades y sensibilidades se ven agravadas como consecuencia de diversos factores; señalaré solo tres.

En primer lugar, está el hecho de que la sostenibilidad de la pesca depende de la biología pesquera y la ordenación de la pesca, que son competencia de las autoridades pesqueras nacionales. A nivel internacional, esas competencias recaen en las organizaciones regionales de ordenación pesquera y otras, no en la OMC. Por consiguiente, para la OMC es difícil formular normas relativas a las subvenciones que reflejen el papel de esas autoridades y organizaciones, sin interferir en sus mandatos. Análogamente, no debemos pedir a la OMC que haga algo para lo que no está preparada.

Un segundo factor consiste en encontrar una fórmula que deje margen suficiente a los países en desarrollo Miembros para apoyar a las comunidades pesqueras vulnerables y desarrollar sus propios sectores pesqueros. Lo difícil es mantener un equilibrio que permita preservar el espacio necesario para un desarrollo sostenible y a la vez hacer una contribución significativa a nuestros esfuerzos colectivos.

El tercer factor es la exigibilidad.

Quizá lo que distingue a la OMC de las demás organizaciones internacionales que también ejercen presión para reformar las subvenciones a la pesca es que nuestro ejercicio de negociación tiene por objeto elaborar disciplinas en materia de subvenciones jurídicamente vinculantes. Con el paso del tiempo, estas disciplinas serían de cumplimiento exigible a través del sistema de solución de diferencias de la OMC.

Por tanto, no estamos hablando solo de una declaración o de un compromiso político más, sino de normas que todos los Miembros de la OMC tendrían que aplicar mediante su legislación nacional, y por las cuales se los consideraría jurídicamente responsables a nivel multilateral.

Y las normas, precisamente por su carácter vinculante, darán lugar a las reformas políticas necesarias. Por consiguiente, los negociadores, sometidos a una gran presión para hacer bien las cosas, ponen sumo cuidado en cada palabra que se añade al texto propuesto del tratado.

Indudablemente, la aplicación de las normas planteará desafíos a todos los Miembros de la OMC, y sobre todo a los países en desarrollo Miembros, muy en particular a los PMA.

Para estos Miembros, reformar las subvenciones de conformidad con las nuevas normas requerirá tiempo y esfuerzo. Desde luego, la asistencia técnica y la creación de capacidad serán muy probablemente parte necesaria del paquete final.

Por tanto, la sesión de hoy es sumamente oportuna.

En particular, es una importante ocasión para hacer balance de la asistencia a la pesca que ya se presta a nivel bilateral y mediante instituciones internacionales, así como para examinar qué más haría falta para ayudar en la aplicación de las nuevas normas.

El informe de la OMC sobre la financiación para el desarrollo dirigida al sector pesquero proporciona un contexto muy importante a este respecto.

Según el informe, desde 2010 se han desembolsado alrededor de USD 2.600 millones para esta clase de asistencia.

Países y organismos donantes han estado ayudando a países en desarrollo Miembros a desarrollar sus sectores pesqueros, así como a formular políticas y aplicar las mejores prácticas en la ordenación pesquera sostenible. Estos esfuerzos son de agradecer y deben continuar, en especial en el marco de un nuevo acuerdo sobre las subvenciones a la pesca.

Desde una perspectiva más amplia, también está claro que las negociaciones sobre las subvenciones a la pesca representan una prueba de crucial importancia para nuestra capacidad de alcanzar resultados en la vía multilateral, como hemos hecho en los últimos años. El costo del fracaso sería elevado, incluso a nivel sistémico.

Falta poco para que se cumpla el plazo, ya que los Ministros de Comercio se han comprometido a llegar a un acuerdo antes de finales de este año. No es necesario que les recuerde que ya estamos en julio.

Así que este es el momento de actuar.

Y seré claro: esta urgencia no solo se debe al plazo establecido por los Ministros. Es una urgencia determinada por el creciente riesgo al que están expuestos nuestros recursos naturales.

Cuanto más aguardemos, y más prolonguemos nuestros debates, más menguarán los recursos de nuestros océanos. Llegado un punto, el debate simplemente dejará de ser relevante: no quedará nada que salvar.

Debemos aprovechar este momento. Ahora tenemos una oportunidad.

Me resulta muy alentador saber que el nivel de participación en las negociaciones ha ido en aumento, y que nuevas coaliciones de Miembros están salvando sus diferencias con respecto a algunas de las cuestiones fundamentales y estudiando posibles puntos de convergencia.

Eso es indispensable. Es la única forma de que las negociaciones culminen con éxito.

Desde luego, un nuevo acuerdo de la OMC sobre subvenciones a la pesca no puede resolver por sí solo todo el espectro de problemas relacionados con la sostenibilidad de la pesca a largo plazo. Pero podemos hacer una importante contribución. Seamos, pues, ambiciosos con esa contribución.

Aprovechemos el evento de hoy como trampolín hacia ese acuerdo que todos deseamos alcanzar.

Muchas gracias.

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