DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO

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Acto celebrado en el Instituto de Abogados de São Paulo (IASP)

[Traducción del discurso pronunciado originalmente en portugués]

Observaciones del Director General Azevêdo: "El papel del Brasil en el futuro del comercio internacional"
Señoras y señores,
Buenas tardes.

Muchas gracias por su invitación. Es un placer estar aquí con ustedes en este tradicional almuerzo organizado por el Instituto de Abogados de São Paulo.

Nuestro debate sobre el papel del Brasil en el futuro del comercio internacional es oportuno y pertinente.

A decir verdad, me complace enormemente ver que en el Brasil se plantean debates en torno al comercio internacional. Me felicito de que en el país haya una reflexión sobre este tema. Veo que los sectores público y privado hablan el mismo idioma, con miras a alcanzar un mayor grado de apertura y competitividad. Eso es fundamental para que el país tenga un mayor peso en el comercio y la economía mundiales.

En términos generales, queda aún margen para que el Brasil ejerza una mayor influencia en el programa económico internacional. El Brasil es una de las diez principales economías del mundo y su población es la quinta mayor. Eso por sí solo confiere gran importancia al país.

Pero sin duda aún puede integrarse más, sobre todo en el comercio internacional.

La participación del Brasil en el comercio mundial es pequeña, especialmente si se tienen en cuenta las posibilidades del país.

Tradicionalmente, la economía brasileña ha estado menos integrada en la economía internacional de lo que podría haber estado. A medida que se abra más y se integre más a nivel mundial, la fortaleza y la influencia del Brasil tenderán a aumentar, en particular como foco de atracción de inversiones a escala mundial.

Pero, para que la apertura sea sostenible, es esencial que se tomen en consideración los cambios estructurales que se están produciendo en las economías modernas.

La automatización, la digitalización y los nuevos modelos empresariales están revolucionando la economía mundial. Estas nuevas tecnologías están transformando por completo la manera en que se producen e intercambian las mercancías, los servicios y la información.

Por supuesto, este proceso de evolución tecnológica no es nuevo.

Las primeras máquinas fueron la fuerza impulsora de la Revolución Industrial en el siglo XIX. La electricidad, las cadenas de montaje y la producción en serie se tradujeron en importantes mejoras en el nivel de vida en el siglo XX. Y progresivamente nos fuimos adaptando a esos cambios, en particular en el mercado laboral.

Pero lo que es un hecho sin precedentes, ahora en el siglo XXI, es el ritmo y la rapidez de los nuevos adelantos tecnológicos. Las innovaciones se están difundiendo más deprisa que nunca.

Por ejemplo, según algunos estudios, después de la invención de la máquina de hilar en 1779, esta tecnología tardó más de cien años en llegar a los países menos adelantados.

El teléfono móvil tardó 13 años. Para Internet, bastaron seis.

Antes la sociedad tenía decenios para adaptarse a los cambios impuestos por las nuevas tecnologías. Hoy día solo tiene unos pocos años.

Este ritmo de avances sin precedentes también está generando grandes cambios estructurales en nuestros mercados laborales.

El aumento de la productividad derivado de las nuevas tecnologías está reduciendo la demanda de mano de obra en los sectores más tradicionales, como el agropecuario o el manufacturero.

En el Brasil, en 1991, la agricultura generaba el 28% de los puestos de trabajo. En 2016, representaba el 10%.

Los estudios muestran que en el sector manufacturero de algunas economías se pierden 8 de cada 10 puestos de trabajo debido al aumento de la productividad, y no al abaratamiento de las importaciones, que suelen considerarse la causa del desempleo en el país importador.

Por supuesto, esta denominada "Cuarta Revolución Industrial" no va a provocar la desaparición de todos los puestos de trabajo. De hecho, se crearán más puestos de trabajo de los que se pierdan. Pero está ocasionando grandes cambios estructurales.

Una de las consecuencias es la creciente importancia del sector de los servicios.

En promedio, el comercio de servicios se ha incrementado un 5,4% anual desde 2005, a un ritmo mayor que el comercio de mercancías, cuya tasa de crecimiento anual se sitúa en el 4,8%.

La participación de los países en desarrollo en el comercio mundial de servicios también ha registrado un gran aumento: más de diez puntos porcentuales desde 2005. En 2017, los países en desarrollo representaban el 25% de las exportaciones de servicios a nivel mundial, y el 34,4% de las importaciones de servicios en todo el mundo.

En China, los servicios representan casi el 50% del PIB y en la India, ese porcentaje alcanza ahora el 55%.

En el Brasil, los servicios representan una parte aún mayor del PIB, a saber, el 68%, y generan el 69% de los puestos de trabajo.

En otras palabras, el comercio de servicios está evolucionando con rapidez. Y la OMC está atenta a esos cambios.

Este año, en nuestro informe anual sobre el comercio se examina el papel del comercio de servicios. Se presentará en el Foro Público de la OMC dentro de dos semanas.

También estamos trabajando en la mejora de nuestros datos. Por ejemplo, la OMC acaba de presentar un indicador que mide la tasa de crecimiento del comercio de servicios a escala mundial.

En términos generales, es preciso que todos respondamos a estos cambios y nos adaptemos a ellos.

Este es un desafío al que se enfrentan los Gobiernos y las sociedades de todo el mundo, en las economías desarrolladas y en las economías en desarrollo por igual.

¿Y cómo puede adaptarse el Brasil a esta nueva realidad y ser un participante competitivo?

Las políticas nacionales son, sin lugar a dudas, de vital importancia.

Entre ellas se incluyen, por ejemplo, las políticas "activas" para la reubicación de los desempleados en el mercado laboral y para la capacitación de la mano de obra.

Los trabajadores que pierden sus empleos por efecto de la tecnología no siempre pueden acceder a los sectores más dinámicos de la economía, en los surgen las nuevas oportunidades.

En ese sentido, el debate que tiene lugar en el Brasil sobre la seguridad social está en consonancia con las deliberaciones sobre cómo afrontar esta nueva realidad en el mercado laboral.

La respuesta incluye asimismo reformas relacionadas con las políticas fiscales y laborales. En este contexto de cambios tecnológicos, la inversión en educación y tecnología también es esencial.

Tampoco podemos olvidar la función de la apertura del mercado en esta ecuación.

Es preciso dejar de ver el mercado exterior como algo circunstancial, como un plan B.

En el mundo de hoy, la estrategia de elaborar productos que sean competitivos solo en el mercado nacional ha quedado obsoleta.

Las normas se han globalizado. Las expectativas de los consumidores se han globalizado. La competencia es global.

El sector productivo del Brasil debe fijarse como meta la competitividad en el plano internacional. Este es un programa de trabajo que cuenta con el apoyo tanto del sector privado como del Gobierno.

Hay que recordar que en el Brasil existen sectores ya bien integrados en el mercado internacional, entre ellos la agricultura, la agroindustria, la minería, el papel y la celulosa, y los productos básicos y alimenticios en general.

Otros sectores son menos competitivos, en especial en la esfera industrial. De ahí que el mayor desafío para la producción industrial brasileña sea integrarse con éxito en el mercado mundial y lograr la competitividad a nivel internacional.

Está claro que la apertura del comercio y las demás reformas son vías paralelas y complementarias. Asimismo, son avances que deben realizarse simultáneamente. Se debe evitar la tentación de adoptar un enfoque secuencial.

Todas estas medidas pueden ayudar al Brasil a ser más competitivo y adaptarse a la 'Cuarta Revolución Industrial'.

No podemos subestimar la complejidad de estas reformas. Pero son necesarias, y los esfuerzos deben proseguir. Cada país ha de buscar la fórmula que represente la mejor solución a los desafíos a los que se enfrenta. Pero de lo que no cabe duda es de que la inactividad no es una opción.

¿Y cómo puede la Organización Mundial del Comercio contribuir a estos esfuerzos?

La OMC representa un sistema de comercio basado en normas, que desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de la estabilidad y la previsibilidad en el comercio y la economía mundiales.

Todo eso es esencial para salvaguardar el entorno empresarial y de las inversiones, tanto en el mundo como en el Brasil. Y eso a su vez promueve el crecimiento económico y la creación de puestos de trabajo, relacionados directa o indirectamente con el comercio exterior.

Para fortalecer este sistema tan importante, debemos permitir que evolucione, y que responda a los desafíos de la economía moderna.

Obviamente, las normas de la OMC establecen ya los parámetros fundamentales del comercio mundial. Otorgan a los Miembros plena libertad para buscar políticas con las que promover el crecimiento.

Pero tenemos que hacer más para mejorar el sistema. Es necesario actualizar las normas del comercio mundial.

En este contexto, los líderes de todo el mundo, incluido el Brasil, están hablando sobre la reforma de la OMC, y esa es precisamente la dirección que estamos tomando.

Uno de los asuntos objeto de debate es cómo podemos avanzar más rápidamente en nuestras negociaciones. Otro es cómo incluir las cuestiones de la nueva economía en el programa de la Organización. Por ejemplo, el comercio electrónico.

El comercio electrónico está transformando la economía mundial.

El comercio de servicios, datos e información es cada vez mayor en las plataformas digitales. Y sabemos que las tecnologías digitales posibilitan y facilitan cada vez más el comercio tradicional de mercancías, productos agropecuarios y recursos naturales.

Según los datos más recientes de 2017, las ventas del comercio electrónico alcanzaron un crecimiento anual del 13% y su valor ascendió a aproximadamente USD 29 billones.

Es interesante observar que las transacciones entre empresas y consumidores representaron solo el 13% del total de las ventas. Y únicamente el 11% de esas transacciones fue de carácter transfronterizo.

Dicho de otro modo, hay un gran potencial por explorar. Estos nuevos instrumentos dan lugar a muchas oportunidades para aprovechar el comercio.

Ahora bien, sin una estructura adecuada que regule todo eso, existe el riesgo de que los principales actores se beneficien a expensas de los participantes de menor envergadura. La ausencia de normas armonizadas encarece las transacciones y las hace menos viables para los actores más pequeños.

La ausencia de acuerdos conjuntos y estructuras reglamentarias abre las puertas a la elaboración de normas incompatibles y de políticas gubernamentales en conflicto.

Una economía digital fragmentada implica costos más elevados e incertidumbre para los consumidores y las empresas.

De ahí la importancia de las conversaciones sobre el comercio electrónico en el marco de la OMC.

Las negociaciones mantenidas en la OMC pueden contribuir a colocar el comercio electrónico sobre una base sólida.

Pueden ayudar a reducir los costos y generar más oportunidades, sobre todo para las empresas más pequeñas. Los consumidores disfrutarán de mayores beneficios al disponer de bienes más diversos y menos caros, lo que, en términos reales, equivale a un aumento salarial.

Estas conversaciones despiertan mucho interés. En junio, en la Cumbre del G-20 celebrada en Osaka, tuve el placer de participar en un evento con 24 líderes mundiales -entre ellos el Presidente del Brasil- que apoyaron estos debates con firmeza.

Hay otros temas de gran actualidad. Los Miembros están debatiendo las cuestiones siguientes:

  • cómo ayudar a las pequeñas empresas a participar en el comercio internacional;
  • cómo facilitar las inversiones;
  • cómo establecer disciplinas en materia de reglamentación para el comercio de servicios;
  • y cómo asegurar que el comercio contribuya al empoderamiento económico de las mujeres.

El Brasil participa en todas esas conversaciones, y es lógico que así sea. Se trata de temas muy importantes para la economía del país.

También se mantienen debates sobre otras esferas de vital importancia, como la agricultura y las disciplinas sobre las subvenciones que pueden causar sobrepesca y la desaparición de las reservas de alimentos de nuestros océanos.

Además de nuestra función de negociación, los debates sobre la reforma abordan otros asuntos esenciales para el funcionamiento de la OMC.

Entre ellos se incluyen los esfuerzos para llevar a cabo mejoras relacionadas con la transparencia, las notificaciones de los Miembros y la labor de nuestros órganos ordinarios. Es importante mencionar aquí la participación del Brasil, que encabeza los debates sobre cómo mejorar nuestra labor en la esfera de las medidas sanitarias y fitosanitarias.

Los Miembros están debatiendo también sobre la crisis en el sistema de solución de diferencias de la OMC, en particular sobre el bloqueo del proceso de nombramiento de los Miembros del Órgano de Apelación.

Seguimos trabajando con ahínco para encontrar una solución a este problema con carácter de urgencia. Pero de momento no veo luz al final del túnel. Después podemos hablar más sobre esta cuestión si ustedes lo desean.

En líneas generales, el debate sobre la reforma ha creado una oportunidad para que los Miembros aborden distintas cuestiones de interés para ellos de un modo innovador.

Nuestra Duodécima Conferencia Ministerial, que se celebrará en Kazajstán en junio de 2020, es un marco obvio para todas estas conversaciones. Debemos seguir trabajando arduamente en todos los frentes si deseamos ver avances.

No cabe duda de que en el sistema de comercio internacional nos enfrentamos ahora a diversos desafíos sumamente complejos.

Sin embargo, se trata también de una oportunidad única para fortalecer y modernizar el sistema de comercio. Por consiguiente, debemos abordar estas importantes cuestiones sistémicas a la vez que tratamos de avanzar en nuestras negociaciones.

Todo esto es fundamental para poner de manifiesto la importancia, la pertinencia y la credibilidad de la OMC.

El Brasil es una voz importante en la Organización y debe seguir desempeñando un papel esencial en este debate.

El Brasil debe asegurarse de que estos debates mantenidos a nivel mundial puedan complementar los esfuerzos nacionales para aumentar la competitividad de sus mercancías y debe velar por que el país desempeñe un papel activo en la economía mundial moderna.

Reuniones como la presente son importantes para celebrar debates sobre todas estas cuestiones en el país. La participación de los más diversos colectivos interesados es esencial, y la comunidad jurídica debe asumir un papel fundamental en estos debates.

Por tanto, quiero darles las gracias, una vez más, no solo por la invitación, sino también por el interés que han mostrado en hablar de este tema.

Muchas gracias.

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