DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO

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  • Conferencia de prensa del Director General Roberto Azevêdo

  

Gracias, señor Presidente.

Al preparar mi intervención para hoy, me vi volviendo la vista siete años atrás, cuando me dirigí a ustedes por primera vez como Director General. Y ahora les puedo decir por experiencia que el último discurso es mucho más duro que el primero.

El primero se refiere a los objetivos y a un plan para afrontar el futuro.

El último trata de los resultados obtenidos; de lo que queda por hacer; y de decir adiós a personas que realmente apreciamos. Esta última parte es la más dura de todas.

En septiembre de 2013, dije que la OMC se encontraba en una encrucijada. Todavía está en una encrucijada — y lo seguirá estando aún durante algún tiempo. No resulta extraño, porque esta Organización es demasiado importante para tenerlo fácil.

Cada palabra, cada coma que negociamos aquí tiene un impacto directo y mensurable en las políticas públicas y las realidades comerciales — y, por ende, en la vida de las personas.

Nuestros acuerdos están sujetos al procedimiento de solución de diferencias, que es automático y consiguiente — ya volveré a hablar de ello.

Esto significa que los resultados negociados aquí son siempre producto de una labor de diplomacia verdaderamente compleja, prolongada y ardua.

Estaba claro entonces, cuando formulé ese primer discurso ante ustedes, que teníamos que lograr acuerdos para adaptar esta Organización a las realidades cambiantes del siglo XXI.

Y juntos, lo hicimos. El Acuerdo sobre Facilitación del Comercio, culminado en Bali, devolvió la visibilidad a la OMC como lugar para la elaboración de normas comerciales de alcance mundial. Nos infundió confianza en que la vía multilateral era viable y en que con suficiente voluntad política y pragmatismo, podríamos llegar a acuerdos de gran valor para el comercio, el crecimiento y el desarrollo.

Después de eso, tratamos de hacer avanzar las cuestiones pendientes de la Ronda de Doha. Sinceramente, fue todo un reto. Abordamos de frente las cuestiones previas y probamos un gran número de posibles enfoques. Pero a pesar de estos intensos esfuerzos, con inclusión de reuniones y consultas diarias con los representantes permanentes, quedó claro que las posiciones en muchas esferas seguían siendo más divergentes que nunca y las diferencias aumentaban en lugar de reducirse.

Con todo, en Nairobi en 2015 logramos obtener algunos resultados multilaterales importantes. Eliminar las subvenciones a la exportación de productos agrícolas y las distorsiones del comercio que estas crean había sido un objetivo de larga data para muchos Miembros. Ampliamos el Acuerdo sobre Tecnología de la Información, reduciendo y eliminando los aranceles aplicados a productos tecnológicos de nueva generación valorados en 1,3 billones de dólares.

Poco después de Nairobi, y como todas las instituciones multilaterales, la OMC se vio azotada por fuertes vientos políticos en contra. Estos vientos en contra, y las tensiones conexas en torno al comercio, se deben en gran parte a los extraordinarios avances tecnológicos y a los cambios que estos han provocado en los mercados laborales y en la sociedad en su conjunto. Es también cierto, debo decirlo, que las políticas sociales y económicas internas no han hecho todo lo que podían haber hecho para contener las desigualdades de ingresos y oportunidades y para garantizar que los beneficios que aporta el comercio sean más generalizados.

A pesar de estas circunstancias sumamente difíciles, quedarse de brazos cruzados no era una opción para esta Organización. Necesitábamos encontrar maneras de avanzar.

Estaba claro que las cuestiones de Doha no podían ser simplemente abandonadas. Teníamos que encontrar nuevas maneras creativas de perseverar en esferas de importancia fundamental para una parte importante de los Miembros. Y efectivamente, hemos podido hacer progresos en las negociaciones en curso sobre las subvenciones a la pesca, así como en los debates sobre agricultura y otras cuestiones importantes.

Al mismo tiempo, era una realidad ineludible que había otras cuestiones muy reales que tenían que ser abordadas en la OMC. Por poner un ejemplo, para la OMC simplemente no era aceptable que en el siglo XXI, décadas de una profunda revolución digital, no se mantuvieran debates realmente significativos sobre el comercio digital.

Por ello, comenzamos a probar otros enfoques que ofrece el conjunto de instrumentos de la OMC. Distintos grupos de Miembros comenzaron a explorar maneras innovadoras de promover las cuestiones de interés. Ustedes conocen todas ellas: el comercio electrónico; la facilitación de las inversiones para el desarrollo; las microempresas y las pequeñas y medianas empresas; la reglamentación nacional de los servicios; y el comercio y el empoderamiento económico de la mujer.

Esta segunda vía de los trabajos recibió un importante impulso en la Undécima Conferencia Ministerial que tuvo lugar en Buenos Aires en 2017. Desde entonces, esas iniciativas se han convertido en una parte importante de los trabajos que se realizan aquí en Ginebra, con un creciente número de participantes de países desarrollados y en desarrollo, y un espíritu positivo de transparencia e inclusividad de los proponentes.

Obtener resultados en el plano multilateral y en relación con las iniciativas conjuntas será fundamental para el futuro del sistema. De cara al futuro, la CM12 será un hito decisivo. Debe lograr acuerdos creíbles y trazar el camino a seguir para emprender reformas ulteriores.

Había albergado la esperanza de trabajar con ustedes para obtener precisamente esos resultados el pasado mes de junio. Pero el aplazamiento de la Conferencia Ministerial al año que viene, a causa de la pandemia, me llevó a la conclusión de que tenía que dejar mis funciones este verano.

Si hubiese permanecido en mi cargo durante el año que me queda de mi mandato, el proceso de sucesión del Director General y el proceso de preparación de la CM12 se hubiesen solapado. Mis décadas de experiencia trabajando en esta Organización me llevaron al firme convencimiento de que irremediablemente ello hubiese puesto en riesgo las perspectivas de éxito en la Conferencia Ministerial.

A la luz de la crisis generada por la COVID-19, la CM12 ha adquirido incluso más importancia: será un punto de decisión clave para que ustedes configuren la dirección de la economía mundial después de la COVID.

La fecha de la Conferencia Ministerial, que ahora parece probable celebrar el próximo mes de junio, escapaba a mi control. Sin embargo, estaba en mis manos cambiar el momento de mi sucesión. Mi temprana partida les permite separar los dos procesos. Era lo mejor para el sistema, por lo que mi decisión era obvia.

Es obvia porque la OMC es mucho más que un simple trabajo para mí. Ocupé mi primer cargo en Ginebra en 1997. Pasamos casi cinco años en este edificio. Incluso después de volver a Brasilia en 2001, mis hijos solían burlarse de mí diciendo que en realidad no me había ido de Ginebra. Seguía pasando gran parte del tiempo aquí, primero como litigante y luego como negociador.

En 2008, regresé como Embajador del Brasil en la OMC. Cinco años más tarde me nombraron Director General.

Veintitrés años de mi vida profesional han estado ligados intrínsecamente a esta Organización. He vivido muchos momentos felices, pero también — como la mayoría de nosotros — mi parte de decepciones.

Sin embargo, incluso en los momentos más bajos, en estos 23 años nunca he puesto en duda la función que desempeña este sistema en mejorar la vida de las personas en todo el mundo. Saldremos peor parados si permitimos que la pertinencia y eficacia del sistema se erosionen.

Cuando anuncié mi decisión de dejar el cargo en mayo, dije que la CM12 sería un paso hacia el futuro de la OMC.

¿Pero cómo debería ser el futuro de la OMC? Esa es la cuestión. Por supuesto, lo configurarán ustedes, los Miembros. Pero quiero aprovechar esta oportunidad para compartir con ustedes mi propio punto de vista sobre el asunto.

Y permítanme comenzar con una advertencia: no den por hecho que la OMC tiene futuro independientemente de lo que ustedes hagan aquí.

Para garantizar el futuro de la OMC, es fundamental que los Miembros crean verdaderamente en la necesidad de actualizar el sistema. Algunos todavía quizá piensen que las presiones que afligen a la OMC son localizadas y, por lo tanto, temporales. Les aseguro que no.

Las presiones sobre el comercio, y sobre la OMC, se deben a los cambios estructurales fundamentales de la economía mundial. Los cambios tecnológicos, modelos comerciales innovadores y cambios en el equilibrio del poder económico - han transformado radicalmente la manera en la que interactúan los países y las empresas, por no mencionar la forma en la que gestionamos nuestras vidas cotidianas.

Las normas que negociamos en el decenio de los ochenta y entraron en vigor en 1994 siguen siendo muy pertinentes y muy necesarias. De hecho, constituyen el último bastión que preserva cierto grado de orden y previsibilidad en las relaciones comerciales y económicas mundiales. Si lo perdemos, perdemos los pilares fundamentales de paz y prosperidad.

Y los podemos perder — si la OMC no evoluciona.

En términos sustantivos, ahora mismo tienen una amplia gama de cuestiones ante ustedes. Cada una de ellas contribuiría de manera significativa a la reforma de la OMC.

Pero tan importante como el “qué” de la reforma es el “cómo”.

Actualmente la OMC es una organización impulsada por 164 Miembros. No hace falta que les diga cuán diferentes son esos Miembros y cuán diferente piensan. Una receta única válida para todos no funcionará.

Debemos recordar que los Acuerdos en la OMC siempre han tratado de tener en cuenta la diversidad de nuestros Miembros con distintos tipos de flexibilidades.

  • El trato especial y diferenciado era uno.
  • Las flexibilidades adaptadas a la situación de cada Miembro eran otro: topes a las subvenciones, contingentes, aranceles más elevados para determinados productos y compromisos individuales en materia de servicios que abren algunas esferas — pero no otras.

En pocas palabras, nuestros acuerdos siempre ofrecían una forma de aceptar distintas contribuciones de los Miembros.

Nuestro Acuerdo de Facilitación del Comercio proporciona un marco totalmente nuevo para tener en cuenta la diversidad de los Miembros. Permitía a cada país especificar las flexibilidades y el tiempo que requerían para aplicar el Acuerdo. Y lo hacía sin poner en riesgo el elevado grado de ambición que era el objetivo final.

Un enfoque abierto respecto de las flexibilidades abriría una nueva era de trabajos fructíferos para la Organización. Y al explorar posibles esferas de esos trabajos, el acuerdo unánime no puede ser un requisito previo para entablar conversaciones en la OMC. Es tan simple como eso.

No todos los Miembros estarán necesariamente preparados para entablar una determinada conversación o dar un paso particular. Eso está bien y es totalmente natural. Pero si se requiere un consenso pleno incluso para empezar a debatir cualquier cuestión, esta Organización no sobrevivirá. Me alegro de que a día de hoy no estemos en ese punto.

Las iniciativas relativas a las declaraciones conjuntas potencialmente representan una vía hacia una OMC más ágil y flexible. Ningún Miembro está obligado a participar, pero las puertas están abiertas a cualquier Miembro que desee tomar parte — o abandonar.

Los acuerdos plurilaterales nos acompañan desde el primer día. Pero el hecho es que cualquier nuevo acuerdo no multilateral flexible — ya sean las iniciativas relativas a las declaraciones conjuntas o algo similar — planteará inevitablemente importantes preguntas prácticas y sistémicas.

Conferir carácter multilateral a sus resultados no siempre es posible. Pero limitar su aplicación a los signatarios nos lleva a muchas zonas grises. Se plantearán muchas preguntas sistémicas y las respuestas diferirán, supongo, de un caso a otro. Estoy seguro de que podrán encontrarlas.

Pero incluso antes de que lleguen a ese punto, tendrán que dar respuesta a la pregunta más común que escucho en los debates sobre esos acuerdos. Y es la siguiente: “¿No comprometerá este enfoque el multilateralismo?”

Es una gran pregunta. Pero mi respuesta sería la siguiente: “Este enfoque es la única manera que tenemos de salvar el multilateralismo comercial”.

Y en este nuevo mundo feliz como es el nuestro, las normas previsibles y actualizadas poseen un enorme valor. Serán el objetivo, créanme. Si no en la OMC, en otros foros menos representativos. Y si los gobiernos no están dispuestos o no son capaces de definir las reglas del juego, las establecerán las partes privadas — aún menos representativas y con menos probabilidades de aportar beneficios para todos. Sería más conveniente para todos que estas normas, que estos parámetros, se negociasen en la gran mesa de la OMC.

Pero además, sabemos que los acuerdos alcanzados en la OMC tradicionalmente deben su valor a su aplicabilidad a través del mecanismo de solución de diferencias. Y en este punto, también, tenemos un problema.

Todos sabemos dónde nos encontramos respecto de la etapa de apelación de ese mecanismo. Encontrar una solución no es especialmente difícil, si todos ustedes desean realmente una solución. Y en este sentido, no estoy seguro de que así sea.

Existen soluciones provisionales ahí fuera. Algunos de ustedes ya avanzan en esa dirección. No obstante, el hecho de que no estemos en condiciones de acordar los medios de aplicar nuestros acuerdos lo dice todo.

Cualquiera que sea la decisión que adopten al respecto, me atrevería a decir que un mecanismo de solución de diferencias disfuncional introduce una asimetría inaceptable en el sistema. Esta simetría va en detrimento, sobre todo, de las partes más pequeñas y más vulnerables en cualquier diferencia. No creo que simplemente podamos pasar por alto esta cuestión y debe seguir siendo prioritaria para los Miembros de la OMC.

Estoy seguro de que gran parte de lo que he dicho hoy no es nuevo para ustedes. He planteado muchas de estas cuestiones en anteriores ocasiones. No obstante, pensé que debía explicar claramente cuáles son en mi opinión los mayores desafíos y los caminos más prometedores. Y en la medida en que he podido facilitar y promover parte de este nuevo pensamiento durante mi mandato como Director General, lo he hecho gustosamente.

Todos estos enfoques innovadores son solo un comienzo, diría yo, pero un comienzo muy prometedor. Los Miembros tienen ahora una base sobre la que elaborar nuevas reglas y normas, sin olvidar la vía multilateral y las cuestiones fundamentales que aún deben abordarse en mayor profundidad.

Hemos alcanzado muchos logros y debemos estar orgullosos de eso. Pero aún queda mucho por hacer.

Deseo al próximo Director General el mayor de los éxitos en afrontar estos y otros desafíos. Sin duda apoyaré los esfuerzos de todos ustedes y seré un ferviente defensor del sistema dondequiera que el futuro me lleve.

Como dije antes, la OMC ha formado parte integral de mi vida. En los últimos 23 años, he hecho amigos para toda la vida entre los delegados, los colegas — incluido usted, señor Presidente — y la Secretaría.

Hablando de la Secretaría, quiero que sepan que en estos locales contamos con casi 700 almas que dedican sus carreras a prestarles servicio a ustedes, los Miembros, con compromiso, profesionalidad y un grado de excelencia que no encontrarán en ninguna otra parte. Eso lo sabía yo de antes y, durante mi mandato como Director General, pude confirmar todo lo que he dicho. Tengo el privilegio de haber trabajado con ellos y ustedes tienen la suerte de contar con el apoyo de personas de esa categoría.

Me gustaría expresar mi especial agradecimiento a mis adjuntos — Alan, Fred, Karl y Xiaozhun — por su sabios consejos y su activa participación con los Miembros y el conjunto de la comunidad comercial. Y deseo dar las gracias a cada uno de los miembros de la Secretaría, tanto a los que han trabajado en estrecha colaboración conmigo, en particular los integrantes antiguos y actuales de mi Gabinete, como a los que lamentablemente no tuve la oportunidad de ver tanto. Sin ustedes, no seríamos la Organización que somos.

En cuanto al tema del apoyo, debo encontrar un lugar muy especial para mi familia - que está creciendo muy rápidamente. Tanto en los buenos momentos como en los difíciles, ellos han sido grandes apasionados del proyecto de la OMC. Nuestras fantásticas hijas, Paula y Luisa, que con sus queridos maridos, Andre y Thiago, nos han dado cinco maravillosas nietas: Alice, Olivia, Eva y las gemelas Catarina e Isabela. Mi madre, Normisa, con su amor y apoyo incondicionales. Mi igualmente amorosa “otra” madre, Maria, que me crió del mismo modo que mis parientes consanguíneos. Mi padre y mi hermano, Renato y Claudio, que ya no están aquí, pero están siempre entre nosotros. Y mi esposa, Lelé, porque sin ella nada de esto habría ocurrido y siempre ha estado ahí para ayudarme a llegar más alto y levantarme cuando me caigo.

Con independencia de lo que se haya logrado o no a lo largo de los años, esta conexión humana con todos ustedes es lo que más aprecio. Estos vínculos profundos y fundamentales nunca desaparecen. Así que estoy seguro de que esto no es una despedida. Como decimos en el Brasil, es solo un “tchau”.

Gracias a todos por su fortaleza, compañía, solidaridad, apoyo y amistad. ¡Vengan a visitarme!

Gracias a todos una vez más y como les dije antes: Tchau!

 

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