WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO


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Buenas tardes a todos y muchas gracias por venir.

Es realmente un placer estar en el Canadá.

Difícilmente podría haberse elegido un lugar más apropiado para nuestra reunión de esta tarde.

Scotiabank, que lleva a cabo su actividad en Asia y las Américas, es un símbolo de la apertura del Canadá hacia el exterior y, por eso, me gustaría expresar especialmente mi agradecimiento a nuestros anfitriones por organizar este evento.

El Canadá tiene una larga trayectoria de liderazgo en el comercio mundial.

Desde que en 1948 se estableció el sistema multilateral de comercio mediante el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, el Canadá ha ocupado una posición de primera línea.

El anterior negociador comercial del Gobierno del Canadá, el Profesor Michael Hart, escribió que:

“Ningún país había puesto mayores esperanzas en el GATT que el Canadá. Y ninguna delegación estaba más entusiasmada que la del Canadá ante la perspectiva de construir una fundación sólida para la cooperación comercial internacional.”

Por tanto, quizá no sea de extrañar que el Canadá fuera quien propusiera la creación misma de la OMC durante las negociaciones de la Ronda Uruguay.

Es cierto que el Canadá procura liberalizar el comercio a través de distintas vías, no solo mediante el sistema multilateral.

Desde que en 1988 concluyó el Acuerdo de Libre Comercio con los Estados Unidos, el Canadá ha mostrado siempre su interés por negociar nuevos acuerdos bilaterales y regionales.

El Canadá tiene acuerdos de libre comercio vigentes con 10 países. El más reciente — el Acuerdo de Libre Comercio con Honduras — entró en vigor la semana pasada. Además, prosigue las negociaciones con más de 60 países.

El Canadá participa de forma muy activa en las conversaciones del Acuerdo Transpacífico de Asociación, y se está ultimando el Acuerdo Económico y Comercial Global con la UE.

Se está llevando a cabo una labor de gran envergadura.

Por supuesto, entiendo por qué se están intensificando los esfuerzos en estos distintos niveles y más adelante retomaré esta cuestión.

Sin embargo, conviene señalar que dicha labor no va en detrimento del compromiso contraído a nivel multilateral.

El Canadá sigue siendo un asociado fundamental de la OMC.

De hecho, hoy me acompaña el Embajador Jonathan Fried, Embajador del Canadá ante la OMC.

El Embajador Fried es el actual Presidente del Consejo General de la OMC — nuestro órgano decisorio supremo cuando no se reúne la Conferencia Ministerial-. Ha desempeñado un papel central en todos nuestros esfuerzos por revitalizar y fortalecer el sistema multilateral de comercio.

Por lo tanto, la tradición de liderazgo a nivel multilateral continúa.

Y es ahora más importante que nunca.

La OMC afronta un desafío cuya gravedad no se debe subestimar. En julio nos vimos sumidos en una situación de estancamiento profundo, y en estos momentos estamos realizando un esfuerzo concertado para salir de ella y avanzar.

Este es el tema central que quisiera abordar esta tarde: los desafíos a los que nos enfrentamos, lo que significan para el comercio mundial, lo que significan para el Canadá y lo que significan para ustedes. Porque, desde luego, nuestra labor afecta al entorno empresarial en el que todos ustedes llevan a cabo su actividad.

Basándose en la labor de su antecesor, el GATT, la OMC establece desde hace 20 años las normas fundamentales para que el comercio florezca de forma abierta, estable y previsible.

Hemos logrado con éxito solucionar diferencias comerciales y supervisar las prácticas comerciales. Estas son dos funciones importantes de la Organización.

De hecho, el Canadá es uno de los Miembros que recurre con más frecuencia al sistema de solución de diferencias de la OMC. Desde 1995, el Canadá ha participado en 148 diferencias en un amplio abanico de sectores, que van de la madera blanda a las aeronaves.

También a este respecto el Canadá respalda firmemente el sistema. Junto con Nueva Zelandia, el Canadá ha proporcionado el mayor número de integrantes de los grupos especiales para conocer de las diferencias.

Este mecanismo importante — único incluso — ha desempeñado una labor de muy alto nivel en los últimos años.

Sin embargo, no se puede decir lo mismo de nuestra capacidad para negociar nuevas normas comerciales.

Desde su creación, la OMC no ha logrado nuevos resultados multilaterales. Esta tercera función de la Organización ha de reactivarse con urgencia.

Este es el reto clave para nosotros en la actualidad, y la razón por la cual es tan importante que superemos esta situación de estancamiento.

Resulta desalentador constatar que nuestras normas comerciales actuales se acordaron hace 20 años y que aún no han entrado en el siglo XXI.

Durante este mismo período nuestra manera de comerciar ha cambiado profundamente. La tecnología, la innovación, la evolución de los mercados y de las cadenas de producción han transformado la actividad empresarial.

Y, desde luego, sabíamos que esto sucedería.

Contamos con principios fundamentales y de amplio alcance. Sin ellos el entorno comercial no sería previsible ni equitativo. Prevalecería la voluntad del más fuerte. Sencillamente, ya no nos es posible prescindir de la OMC.

No obstante, las normas debían evolucionar con el tiempo para abordar nuevas situaciones. Los acuerdos originales de la OMC se concibieron como una base que debía completarse para adecuarse al mundo de hoy.

Por eso, el gran avance logrado en Bali el pasado diciembre era tan significativo.

Los Ministros de todos los Miembros de la OMC dieron finalmente un paso importante para actualizar las normas multilaterales al aprobar por unanimidad el denominado Paquete de Bali.

El Canadá contribuyó de forma esencial a este éxito y, por tanto, quisiera encomiar los considerables esfuerzos desplegados — en particular por el medio empresarial — para apoyar el acuerdo.

Cada una de las 10 decisiones que conforman el Paquete de Bali tiene por sí sola relevancia económica, pero, en conjunto, todas ellas han abierto un nuevo capítulo de las negociaciones comerciales multilaterales. El éxito de Bali dio un nuevo impulso para proseguir las negociaciones, y podría cambiar las circunstancias del juego.

Y algunas de las decisiones de Bali afectan directamente a sus empresas.

Seguramente conocen ustedes el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio, por ejemplo. Una vez aplicado, este Acuerdo ayudará a simplificar los procedimientos en frontera de todos los Miembros de la OMC, lo que reducirá los plazos y los costos de las operaciones comerciales en todo el mundo. Se estima que los beneficios anuales serían de hasta 1 billón de dólares EE.UU.

Por ello, la adopción del paquete de Bali fue un momento de gran relevancia.

Sin embargo, los Miembros de la OMC se enfrentan ahora a considerables dificultades para aplicar lo que convinieron. Este es el estancamiento del que estamos tratando de salir en este momento.

No entraré a detallar las dificultades que estamos atravesando, aunque lo haré con mucho gusto cuando conversemos dentro de unos instantes, si les parece útil. Por ahora, creo que basta con decir que el desenlace sigue siendo incierto.

Albergo la esperanza de que logremos aplicar las decisiones de Bali y de que podamos, por consiguiente, reanudar nuestro programa más amplio de negociaciones.

Estamos trabajando de forma conjunta con los Miembros para garantizar que así sea.

Pero si no se halla una solución, los Miembros tendrán que hacerse a sí mismos algunas preguntas difíciles sobre la forma en que vislumbran el futuro del paquete de Bali y el programa de trabajo posterior a Bali, y sobre lo que esto significa para la función negociadora de la OMC.

En este contexto, estoy seguro de que muchos de ustedes están prestando atención a las negociaciones bilaterales y regionales que mencioné antes; y hacen bien. Si yo estuviese en su lugar, haría lo mismo.

Pero estas dos vías no son mutuamente excluyentes.

Los acuerdos bilaterales o regionales no son un fenómeno nuevo.

De hecho, son anteriores al sistema multilateral porque, en cierto sentido, fueron las semillas de las que nació el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) de 1947.

Se puede argumentar que el GATT fue en realidad una multilateralización de la red de acuerdos comerciales recíprocos que los países llevaban adelante desde hacía algunos años.

Y siempre hemos permitido que se crearan nuevos acuerdos. Tanto el GATT como ahora la OMC disponen de normas específicas que lo hacen posible.

Por lo tanto, estas iniciativas coexisten con el sistema multilateral y pueden darle un impulso considerable.

Son los ladrillos que pueden contribuir a construir el edificio de las normas comerciales mundiales y la liberalización del comercio.

Pero no hay duda de que estos acuerdos han proliferado mucho más deprisa en los últimos años.

En la actualidad hay 253 acuerdos comerciales regionales vigentes que se han notificado a la OMC.

Estas iniciativas son importantes para el sistema multilateral de comercio, pero no lo sustituyen. Por ello debemos mantener nuestros esfuerzos en todos los niveles y les voy a explicar por qué.

Para empezar, existen muchas cuestiones importantes que solo se pueden abordar eficazmente en el contexto multilateral por conducto de la OMC.

La facilitación del comercio se negoció satisfactoriamente en la OMC porque, desde el punto de vista económico, no tiene sentido reducir los trámites burocráticos o simplificar los procedimientos comerciales en frontera en uno o dos países: si se hace para un país, en la práctica se hace para todos.

Y esta no es la única cuestión inherentemente multilateral.

No es posible liberalizar eficazmente la reglamentación relativa a los servicios financieros o las telecomunicaciones para un solo interlocutor comercial, de manera que es preferible negociar mundialmente las avenencias en materia de servicios en el seno de la OMC.

Tampoco es posible abordar a través de acuerdos bilaterales las subvenciones a la agricultura o a la pesca.

Las disciplinas sobre medidas comerciales correctivas, como la aplicación de derechos antidumping y compensatorios, no pueden ir mucho más allá de las normas de la OMC.

Lo cierto es que muy pocos de los grandes desafíos a los que se enfrenta el comercio mundial en la actualidad se pueden resolver fuera del sistema mundial. Se trata de problemas mundiales que requieren soluciones mundiales.

De hecho, las empresas mundiales que operan en los mercados mundiales exigirán indefectiblemente normas mundiales.

Es cierto que las empresas mundiales están mejor preparadas y capacitadas para lidiar con la complejidad normativa, pese a que esto requiere cada vez más recursos. En cambio, las pymes suelen estar en desventaja.

Las pymes comercian cada vez más a nivel internacional, pero, irremediablemente, tienen menos capacidad que las grandes empresas para superar obstáculos tales como la complejidad y diversidad de la reglamentación de los mercados de destino.

Es probable que la reducción de las cargas y los costos beneficie mucho más a las pymes, que, al fin y al cabo, suelen ser la principal fuente de empleo.

Las normas mundiales respaldan este esfuerzo. Además, constituyen una importante red de seguridad en el sentido de que, aunque no siempre logremos avanzar, sabemos que gracias al sistema multilateral los países no pueden volver a incurrir en malas prácticas y levantar nuevos obstáculos.

Además, tenemos que adoptar una perspectiva más amplia.

Debido al bajo crecimiento en los Estados Unidos y en Europa y a los indicios de disminución del crecimiento de las economías emergentes, se ha dado a entender que, desde el comienzo de la crisis, no solo se ha visto afectado negativamente el crecimiento del PIB, sino que también se han reducido las perspectivas de crecimiento.

Bien lo saben ustedes, por supuesto, como empresarios que viven y respiran a diario esta “nueva normalidad”.

Debemos encontrar soluciones estructurales para reaccionar e impulsar la productividad, y la liberalización sostenible del comercio claramente puede formar parte de esas soluciones.

Hace mucho tiempo que no se logra ningún avance significativo en este ámbito: casi 20 años desde la conclusión de la Ronda Uruguay y la creación de la OMC, y casi 27 años desde la firma del ALC entre el Canadá y los Estados Unidos.

Estamos viviendo de la liberalización lograda en el pasado; estamos viviendo de las reformas negociadas por la generación anterior.

Y todos sabemos que los mayores beneficios en materia de acceso a los mercados no se obtendrán negociando acuerdos de libre comercio con países cuyos aranceles ya son bajos, sino con los países que aún deben reducirlos en gran medida.

En definitiva, aunque los acuerdos bilaterales y regionales de libre comercio son bienvenidos, no están abriendo nuevos mercados.

Así pues, tenemos que elevar las miras. Y creo que debemos recordar por qué creamos el sistema multilateral.

Se creó precisamente para abrir nuevos mercados, para que el multilateralismo y el estado de derecho — respaldados por un sistema que permitiera solucionar las diferencias de forma equitativa — se extendiesen lo más posible, con todos los beneficios que eso puede comportar.

Asimismo, se creó para difundir los valores de apertura, libertad y paz.

Teniendo esto presente, no podemos permitirnos ser complacientes.

Debemos luchar por el sistema multilateral de comercio en el que se sustenta el comercio mundial, y por todos los demás acuerdos que se negocian actualmente.

Y ahora es cuando hay que hacerlo.

Es el momento de centrarnos de nuevo en el sistema.

Debemos salir del actual estancamiento y empezar a trazar el camino que ha de seguir la OMC.

El Canadá contribuyó a la creación de este sistema, y ustedes han ayudado a sostenerlo contra viento y marea. Hoy su liderazgo es más importante que nunca.

Y la voz del mundo empresarial será decisiva.

Muchas gracias.

 

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