WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO


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Introducción

Señora Presidente de la Asamblea de la República,
Señor Ministro de Estado y de Asuntos Exteriores,
Señor Jorge Sampaio, ex Presidente de la República,
Señores Miembros del Gobierno portugués,
Señores Embajadores,
Señoras y señores,

Es un placer para mí estar aquí en Lisboa y poder dirigirme a tan distinguida audiencia en este lugar tan simbólico para la democracia portuguesa.

En mi condición de brasileño, debo decir que, evidentemente, el placer es aún mayor, ya que la posibilidad de expresarme en portugués en un acto oficial es un privilegio del que rara vez disfruto.

El privilegio lo es también por la oportunidad de regresar a una tierra que, además de mística, constituye un punto de referencia para todos los brasileños. Puedo asegurarles a todos ustedes que, en mi experiencia personal (la de un brasileño con siete octavas partes de sangre portuguesa), no es posible entender el alma brasileña sin visitar las raíces y los orígenes comunes de nuestro pueblo (en singular) repartido a ambos lados del Atlántico.

Antes de adentrarme en el tema de nuestro encuentro, quiero compartir con la nación portuguesa mi más profundo pesar y solidaridad por la pérdida de Eusébio. Como todos ustedes saben, soy un fanático del fútbol, y me entristeció profundamente recibir la noticia cuando desembarqué ayer en Lisboa. Eusébio, nuestro “Pantera negra”, fue un deportista y un ser humano que siempre despertó sentimientos de admiración y que inspiró a millones de personas en todo el mundo. Nos queda al menos el consuelo de revivir sus grandes momentos a través de las imágenes que sin duda retransmitirán las televisiones del mundo entero. Eusébio figurará siempre en los anales de la historia como uno de los gigantes del fútbol.

Volviendo al guión de nuestra conversación, quiero señalar que hace poco más de un año anuncié mi candidatura para el cargo de Director General. Estuve aquí en Lisboa a comienzos del año pasado, cuando el proceso de selección se hallaba aún en sus primeras etapas. Lo que vi y oí aquí me incentivó a postularme para el cargo de Director General, y estoy muy agradecido por las orientaciones y los sabios consejos que recibí. Estos 12 últimos meses han sido verdaderamente ricos en acontecimientos y retos.

Quiero agradecer al Gobierno portugués el enorme apoyo recibido durante mi campaña para este cargo, así como, en particular, el apoyo que ha prestado con el conjunto de la Unión Europea a nuestros esfuerzos para obtener unos resultados satisfactorios en Bali.

Mi presencia al frente de la OMC y el éxito de las negociaciones de Bali han sido una consecuencia directa de este apoyo. Ahora tenemos que forjar nuevas negociaciones y resultados multilaterales sobre las bases que acabamos de firmar juntos en Bali.

Esta nueva tarea es precisamente sobre lo que tratarán mis reflexiones de esta mañana: “El multilateralismo comercial en el siglo XXI”.

Hoy puedo hablar con mayor optimismo sobre este tema, algo que no hubiera sido posible hace apenas seis semanas.

Antes de que se cerraran las negociaciones y se confirmase la adopción del paquete de Bali, una gran incertidumbre se cernía sobre el futuro del multilateralismo comercial.

Pero el acuerdo que alcanzamos fue efectivamente sellado. Y el cumplimiento de nuestros objetivos desencadenó una tremenda transformación de las perspectivas y las oportunidades.

Recuerdo que, apenas una semana antes del inicio de la Conferencia Ministerial de Bali, cerramos el proceso negociador en Ginebra con textos aún inconclusos. Estábamos a un paso del fracaso y, en mi opinión, sólo un factor podía revertir la situación y llevarnos a un desenlace positivo en Indonesia.

Por recurrir a una expresión bien conocida en el mundo diplomático, lo que necesitábamos era "voluntad política". En términos prácticos, lo que verdaderamente precisábamos y podía materializar esa "voluntad política" era la conciencia colectiva de que:

  1. el acuerdo buscado era deseable para todos y, sobre todo, viable para todos;
  2. con un desenlace positivo no habría vencedores y vencidos, ni se produciría una división entre Norte y Sur (tanto los países desarrollados como los países en desarrollo tendrían que trabajar para alcanzar un acuerdo);
  3. el sistema multilateral de comercio debe ser redinamizado en beneficio de todos, y en particular de los países más pequeños y de aquellos con menos capacidad de gestionar la complejidad de las grandes negociaciones comerciales.

A mi parecer, ese conjunto de elementos estuvo presente en Bali y fue lo que permitió establecer una dinámica de procedimientos innovadora que nos llevó a concluir los textos, alejándonos del tradicional estilo de negociaciones a puerta cerrada y con un reducido número de delegaciones en torno a una mesa. El proceso fue inclusivo y transparente hasta el último momento.

Evidentemente, y al margen de las repercusiones sistémicas y de su dimensión simbólica, llegar a un acuerdo sólo era posible basándonos en lo que teníamos sobre la mesa. Ése tenía que ser el punto de partida y el pilar central de la “voluntad política” que buscábamos. De hecho, el “Paquete de Bali” comprende un número considerable de medidas muy importantes para todos los Miembros, que abarcan tres esferas fundamentales, a las que me referiré a continuación por separado.

 

El Paquete de Bali

El primer pilar es la agricultura, piedra angular del Programa de Doha para el Desarrollo, en el que la OMC viene trabajando desde 2001. Las cuestiones relacionadas con la agricultura revisten una enorme importancia para los países en desarrollo, y el Paquete de Bali ha permitido lograr cierto número de resultados importantes.

Nos permite, por ejemplo, avanzar en el camino que lleva a la reforma de las subvenciones a la exportación y medidas de efecto equivalente, y representa un avance concreto para la mejor aplicación de los compromisos asumidos en la Ronda Uruguay en materia de contingentes arancelarios. Además, supone una reafirmación y una profundización de los compromisos políticos asumidos en Hong Kong en materia de liberalización del comercio y reducción de las ayudas al algodón causantes de distorsión, una cuestión de gran importancia para los países africanos que cultivan este producto.

El Paquete ofrece asimismo una protección temporal a los programas de seguridad alimentaria de los países en desarrollo, que permiten la acumulación de existencias de cereales para su posterior distribución entre la población pobre. Como sabemos, algunos de esos países podrían verse expuestos a impugnaciones jurídicas en la OMC por sobrepasar los límites establecidos en el Acuerdo sobre la Agricultura para determinados tipos de ayuda interna. Así pues, además de esa protección temporal frente a las impugnaciones jurídicas, el acuerdo de Bali dispone que se negocie y ultime una solución permanente antes de la Undécima Conferencia Ministerial, que se celebrará dentro de cuatro años.

El segundo pilar del Paquete es el desarrollo.

En este ámbito, un mecanismo de vigilancia hará posible el análisis y el fortalecimiento de las disposiciones sobre trato especial y diferenciado para los países en desarrollo, que figuran en todos los textos multilaterales de la OMC. Éste es un logro fundamental para el equilibrio y la eficacia del sistema multilateral.

Hay también una serie de medidas específicas destinadas a apoyar a los países menos adelantados.

Éstas incluyen reformas que permitirán a los proveedores de servicios de los países menos adelantados beneficiarse de nuevas oportunidades de exportación a los mercados de los países desarrollados.

Comprenden asimismo medidas destinadas a simplificar las normas de origen, que también contribuirán a generar nuevas oportunidades de exportación, específicamente para aquellos países.

En el marco de este pilar también observaremos mejoras en los arreglos comerciales preferenciales que amplían el trato libre de derechos y de contingentes para las exportaciones de los PMA.

El tercer y último pilar es la facilitación del comercio, que tiene por objetivo la simplificación, transparencia y modernización de los procedimientos aduaneros y la consiguiente disminución de los costos de transacción. El Acuerdo sobre Facilitación del Comercio podrá dar un impulso significativo — y en la actualidad muy necesario — a la economía mundial, estimulando el crecimiento y creando empleo. Ello podría representar para la economía mundial hasta 1 billón de dólares al año, y generar hasta 21 millones de puestos de trabajo.

Este Acuerdo asegura también de forma significativa la prestación de asistencia técnica con el fin de ayudar a las economías en desarrollo y a las economías menos adelantadas a aplicar esas reformas modernizadoras, facilitando así su integración en las corrientes comerciales mundiales.

Está claro que las estimaciones pueden variar, pero una vez aplicado el Acuerdo, las exportaciones de los países en desarrollo podrían aumentar hasta un 10%, frente a un 4,5% en el caso de los países desarrollados.

Es cierto que este acuerdo no representa sino una parte del Programa de Doha para el Desarrollo, pero no hay duda de que se trata de un paquete importante, que dará un impulso considerable a la economía y mejorará la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo, en particular entre las poblaciones más pobres y en los países que tienen una economía estancada y elevados índices de desempleo.

En el caso concreto de la Unión Europea y de sus Estados miembros, la conclusión del Paquete de Bali responde a importantes objetivos de negociación de este grupo. Con el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio las oportunidades de expansión de los intercambios comerciales sin duda aumentan. El Acuerdo ofrece además oportunidades para facilitar la internacionalización de las pequeñas y medianas empresas, motores importantes de la generación de empleo y de la distribución de los ingresos en numerosos países europeos.

 

La importancia del sistema multilateral de comercio

Naturalmente, estos resultados no reflejan la totalidad de los logros de la Conferencia de Bali.

Había otros muchos objetivos en juego.

Al comienzo de la Conferencia de Bali afirmé que estaba en cuestión el propio futuro del sistema multilateral de comercio.

Era necesario advertir a los Ministros de que las consecuencias de un posible fracaso serían una realidad a la que todos deberíamos enfrentarnos. Y los Ministros reaccionaron de forma positiva, dando muestras de la flexibilidad y la voluntad política necesarias para cruzar la línea de meta. Este esfuerzo demostró también de manera inequívoca la importancia que los Miembros otorgan al sistema multilateral de comercio.

Durante los últimos meses ha habido numerosos debates sobre los acuerdos regionales y bilaterales. La Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión es uno de esos acuerdos potenciales (y sé que será examinado hoy en una sesión de este seminario). Mi opinión sobre este asunto es similar a la que tengo respecto a otros acuerdos de la misma naturaleza: la iniciativa es positiva y será bienvenida, pero sólo será una parte de una perspectiva más amplia. Los acuerdos como la Asociación Transatlántica no serán suficientes por sí solos para asegurar ganancias globalizables. La proliferación de normas y reglamentaciones tiende a multiplicar los costos en lugar de reducirlos.

Como sabemos, el sistema multilateral de comercio nunca se presentó como la única opción para las negociaciones comerciales internacionales, y siempre ha coexistido con otras iniciativas, tanto regionales como bilaterales, de las que se ha beneficiado. No se trata, por lo tanto, de opciones mutuamente excluyentes.

Las disciplinas de la OMC también tienen que evolucionar para reducir las diferencias que existirán entre las normativas multilaterales y las normas de última generación negociadas fuera de Ginebra. Ambos procesos — el multilateral y el bilateral — deben avanzar en paralelo para que sea posible reducir efectivamente los costos y frenar el proteccionismo. De lo contrario, podemos encontrarnos con resultados exactamente opuestos a los que se buscan.

Tampoco podemos pasar por alto los efectos sistémicos que se producirían si las iniciativas no multilaterales llegasen a ser el único canal de negociaciones. Nos enfrentaríamos en ese caso a un gran problema tanto en términos de asimetría de la agenda como de las cuestiones tratadas.

En esos foros, los países menos adelantados tienden a quedar rezagados o, lo que es aún peor, excluidos de la mesa de negociaciones. Además, la agenda es por fuerza limitada y deja fuera cuestiones esenciales para el programa comercial mundial, como las subvenciones a la agricultura.

A esto hay que añadir que muchos de los acuerdos que se están debatiendo actualmente dejan de lado la frontera más importante y dinámica del comercio internacional: las grandes economías emergentes.

La aparición de estos nuevos protagonistas es uno de los principales aspectos de la evolución que se observa en el ámbito del comercio mundial y las instancias de gobernanza mundial.

El sistema multilateral de comercio adquiere una importancia aún más fundamental en el contexto del frágil crecimiento de la economía mundial. Las circunstancias económicas han generado presiones proteccionistas en algunos sectores.

Nuestro informe más reciente sobre el comercio para el G-20, publicado en diciembre, constata que las restricciones comerciales han aumentado e identifica 116 nuevas medidas restrictivas del comercio impuestas durante los últimos seis meses.

Además, la economía mundial evoluciona de forma rápida y dramática en otras esferas esenciales, tales como:

  • cambios en la estructura del comercio internacional (el comercio Sur-Sur, por ejemplo, ha adquirido un dinamismo sin precedentes);
  • cambios en el comportamiento en cuanto a producción y consumo (normas privadas y preocupaciones relativas a los efectos sobre el clima, el medio ambiente, la salud humana, etc.);
  • innovación tecnológica continua; y
  • mayor internacionalización de las cadenas de suministro (los aspectos transfronterizos tienden a intensificarse a medida que los transportes y las comunicaciones se vuelven más rápidos).

El comercio y la economía internacional están en plena evolución, y el sistema multilateral es el único que puede responder verdadera y adecuadamente a los desafíos que se presentan en varios frentes. En consecuencia, debemos estudiar la mejor manera en que puede seguir dando frutos en los años venideros.

 

Las enseñanzas de la Conferencia de Bali

Estoy convencido de que, en este sentido, el Paquete de Bali nos ofrece algunas enseñanzas útiles, no sólo por su contenido y la categórica reafirmación del compromiso de los Ministros respecto al Programa de Doha para el Desarrollo, sino también por los procedimientos que adoptamos y que nos condujeron al éxito de Bali.

En primer lugar, debíamos ser creativos. Sabíamos que, en el corto plazo, no podríamos concluir la Ronda de Doha en su totalidad y de la forma en que tratábamos de hacerlo. En la Octava Conferencia Ministerial, celebrada en Ginebra en 2011, lo reconocimos. Hicimos un balance de la situación que nos permitió examinar las esferas prometedoras y viables, y a continuación trazamos las líneas generales de lo que se convertiría en el “Paquete de Bali”.

Un segundo punto importante es que el proceso debía ser transparente e inclusivo en todas sus etapas. En lugar de negociar en grupos pequeños y a puerta cerrada, los países Miembros se reunieron para negociar en sesiones abiertas a todos. No se trataba de un club exclusivo que decidía todo.

Cuando celebramos reuniones más pequeñas, los participantes variaban en función del asunto debatido. Lo que importaba no era el tamaño del país, sino el grado de sensibilidad con respecto al asunto examinado. Los resultados de esas conversaciones limitadas se transmitían inmediatamente al conjunto más amplio de los Miembros. Fue un proceso largo y difícil, pero era indispensable que cada país Miembro tuviese la posibilidad de asumir como propio el paquete y los resultados.

Por último, nuestro objetivo era lograr un paquete equilibrado que pudiese contar con el apoyo de todos. En este paquete no prevaleció la tradicional división entre países desarrollados y en desarrollo, entre Norte y Sur.

Está claro que las ideas en cuanto a los distintos temas eran a menudo diferentes, pero cuando se consideraba el paquete en su totalidad se percibía que todas las partes saldrían ganando.

Los países en desarrollo pelearon por el éxito del paquete con el mismo empeño que los demás países. Las pocas voces que expresaron reservas sobre el equilibrio general del acuerdo y que sugirieron su rechazo no hallaron eco en el mundo en desarrollo. Bali modificó radicalmente la dinámica de juego; hemos restablecido la dimensión mundial de la Organización Mundial del Comercio.

 

Después de Bali

Ahora contamos con un mandato ministerial que nos permite analizar nuevamente las principales cuestiones de la Ronda de Doha y desarrollar un nuevo enfoque viable. En mi opinión, esas enseñanzas nos ayudarán a lograr mayores avances.

Escuché con mucha atención lo que dijeron a este respecto los Ministros en Bali, donde se formularon algunas sugerencias. Aunque el contenido y énfasis varían mucho de una a otra, todas ellas deben ser examinadas con cuidado y debatidas por los Miembros.

No obstante, algunos elementos parecen ser esenciales para nuestra labor futura, sea cual sea el rumbo que se siga. A continuación enumeraré de manera breve y no exhaustiva esos elementos:

  1. Debemos estar preparados para ser creativos y mantener la mente abierta a las ideas nuevas. Es necesario que estemos preparados para reconocer los desafíos más apremiantes y las prioridades del mundo moderno sin hacer caso omiso de los mandatos de negociación.
  2. No podemos olvidar que el desarrollo debe seguir siendo el pilar central de nuestros esfuerzos.
  3. Tenemos que explorar nuevas formas de avanzar en los temas de negociación más difíciles. Podremos incluso concluir que no existen perspectivas de progresar en esas esferas y que tenemos que buscar otros cauces de negociación; pero no debemos tener miedo de este debate ni huir de él.
  4. Tenemos que ser realistas. Uno de los factores esenciales del éxito de Bali fue el respeto de los límites de la viabilidad política cuando definimos los objetivos de la negociación.
  5. Tenemos que imprimir un sentido de urgencia a nuestros esfuerzos. El mundo está experimentando cambios rápidos en el ámbito empresarial, político y cultural. El programa comercial no se limita ya a la reducción de los aranceles. Actualmente, la dimensión normativa ‑en particular dentro del territorio nacional‑ es tan importante como lo que sucede estrictamente en la frontera, o más. El sistema no puede tardar dos o tres décadas en responder a esas transformaciones; tiene que reaccionar mucho más rápidamente.

 

Conclusión

El fortalecimiento del sistema multilateral de comercio y el logro de resultados en el Programa de Doha para el Desarrollo serán una tarea difícil, pero no imposible.

Muchos no creían que pudiéramos lograr resultados en Bali, y con razón. Pero lo conseguimos, y podemos hacer más. Bali es sólo el principio.

Como dije al comienzo de esta reflexión, hace apenas seis semanas el futuro del sistema multilateral de comercio estaba en entredicho. Hoy, podemos examinar con confianza los medios de seguir desarrollando y fortaleciendo el sistema en el futuro.

Y cuando miramos hacia el futuro es también útil, pienso, mirar hacia el pasado.

Debemos recordar las razones por las que se creó el GATT, abriendo el camino para la OMC tal y como hoy la conocemos.

El nacimiento del GATT estuvo íntimamente ligado a los ideales de la posguerra. Una paz duradera requería un crecimiento mundial equilibrado y justo, sin vencedores y vencidos. La cooperación política internacional era imperativa y debía evidentemente asociarse a una cooperación económica internacional más estrecha y objetiva. La integración pacífica y cooperativa de los pueblos dependía pues de una mayor integración y cooperación de los países en el comercio internacional.

Es evidente que los países no sacrificarán sus intereses nacionales en favor del sistema multilateral, ni podríamos pedirles que lo hicieran. Sin embargo, la OMC no puede perder de vista esos principios fundamentales. Existe un amplio espacio para la convergencia entre la defensa de los intereses nacionales y la mejora del sistema multilateral de comercio.

Pienso que ya he hablado bastante. Aunque sé que no he definido el camino a seguir, espero haber estimulado una reflexión al respecto. Tendremos que mostrarnos creativos y mantener nuestras mentes abiertas en Ginebra.

Portugal, asociado incansable del multilateralismo, con su eficiente y muy reputado cuerpo diplomático y su vocación para buscar entendimientos en los foros internacionales, tiene mucho que aportar a nuestra reflexión conjunta.

Cuento en mi Gabinete con la estrecha y siempre sabia colaboración de la Embajadora Graça Andresen Guimarães, y no puedo dejar de agradecer al Gobierno portugués el apoyo tan indispensable que me ha facilitado.

Finalmente, querría agradecer una vez más al Gobierno portugués, representado por el Ministro de Estado y Asuntos Exteriores, su invitación para que me dirigiese a esta distinguida asamblea. Espero que los dos días de trabajo de este seminario sean útiles y provechosos.

Les deseo a todos un feliz año.

Muchas gracias.

 

 

Durante su visita a Lisboa, el Director General Roberto Azevêdo se reunió con figuras clave del Gobierno portugués, incluidos el Presidente y el Primer Ministro.

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