WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO


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Señor Director Burrin,
Licenciadas y licenciados,
Señoras y señores,

Es para mí un placer estar hoy aquí con ustedes, con motivo del inicio del nuevo curso académico.

Y me complace enormemente que el encuentro sea en su nuevo edificio, la Maison de la Paix.

Es un nombre muy apropiado.

El poeta Archibald MacLeish escribió estas palabras:

"Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz."

En la educación reside nuestra mayor esperanza de crear un mundo mejor, más próspero y más pacífico. Por ello, confío en que ustedes, los líderes del futuro, aprovechen lo mejor posible el tiempo que van a pasar aquí.

No podrían estar en un lugar mejor.

Mientras estudian aquí asuntos internacionales, sus vecinos serán no solo la Organización Mundial del Comercio, sino también las Naciones Unidas, el ACNUR, la Organización Internacional del Trabajo, la Organización Mundial de la Salud y muchas instituciones más.

Y no somos vecinos solo físicamente. En mi opinión, la comunidad ginebrina de organizaciones internacionales, instituciones académicas y ONG está unida por valores comunes, en particular la visión de una cooperación constructiva en cuestiones de alcance mundial.

Esta tarde quiero hablarles de la contribución de la OMC a esa visión.

En términos relativos, la OMC es una recién llegada a la escena internacional. Este año celebramos nuestro vigésimo aniversario, ¡así que en realidad somos más jóvenes que la mayoría de ustedes!

En 1995, 128 gobiernos se asociaron para crear esta Organización encargada de regular el comercio mundial. En su Declaración Ministerial afirmaron que esta iniciativa anunciaba “una nueva era de cooperación económica mundial”.

¿Y se ha cumplido esa predicción, o esa ambición?

Bueno, en los dos últimos decenios, la Organización ha afrontado grandes desafíos:

  • nuestra función de negociación, en especial la Ronda de Doha para el Desarrollo, ha avanzado lentamente;
  • un número creciente de conflictos comerciales está sometiendo a nuestro sistema de solución de diferencias a una gran presión;
  • con la expansión de los acuerdos comerciales regionales, algunos de ellos concertados entre grandes bloques comerciales, muchos se preguntan si estos acuerdos podrían de hecho llegar a sustituir a la OMC;
  • y, por supuesto, la OMC ha suscitado cierto descontento, que se ha manifestado especialmente en forma de protestas contra la globalización, que alcanzaron su punto culminante en nuestra reunión ministerial de 1999, celebrada en Seattle.

No debemos subestimar estos desafíos, ni restarles importancia. Pero pienso que, en algunos casos, más que una consecuencia de las deficiencias de la OMC, son — en su mayoría — el resultado de sus éxitos.

Y me atrevería a decir que, pese a esos desafíos, el sistema de comercio abierto, transparente y basado en normas que encarna la OMC se ha convertido en un pilar esencial e inexpugnable de la gobernanza mundial.

Es más, pienso que es un sólido ejemplo de los principios de cooperación e integración internacionales en acción.

Para poder apreciarlo, considero que es importante analizar los orígenes del sistema.

 

DEL GATT A LA OMC

Remontémonos, pues, a los años que siguieron a la segunda guerra mundial. En esa coyuntura, la cooperación económica se veía como una manera de consolidar la paz y la prosperidad, y de evitar la amenaza del proteccionismo, que había sembrado la semilla de la depresión y el conflicto en el decenio de 1930.

La Conferencia de Bretton Woods, mediante la creación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, trató de dar a esta visión una base institucional, con sus correspondientes normas y estructuras.

También reconoció la necesidad de establecer una institución similar para el comercio, que complementaría la labor de esas otras organizaciones recién creadas. Pero los planes de fundar una 'Organización Internacional del Comercio' no dieron fruto. En su lugar, un grupo de naciones firmó el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, que distaba mucho de la visión original.

El GATT no era una organización en el sentido pleno de la palabra, su composición era limitada, como también lo era el alcance de su mandato.

Con el paso del tiempo, a medida que las cuestiones allí debatidas se ampliaron y otras naciones expresaron su interés en adherirse, las limitaciones del GATT quedaron patentes. Se puso de manifiesto la necesidad de crear una estructura permanente, de alcance más amplio y con un sistema de solución de diferencias eficaz.

Así fue como se creó la OMC en 1995.

Se le dio la misma legitimación jurídica y orgánica que a otras organizaciones internacionales, y se encargó de supervisar acuerdos nuevos y ampliados sobre el comercio de mercancías y de servicios y sobre propiedad intelectual.

Con esta estructura, las relaciones comerciales se asentaron sobre cimientos más sólidos.

Y a mi modo de ver, nuestros Miembros, al fundar la OMC y acordar los textos jurídicos, crearon algo equivalente a una “constitución” para el comercio mundial.

Esta “constitución” consagra los principios básicos e imperecederos del comercio. La no discriminación, por ejemplo, queda reflejada en dos importantes premisas:

  • El trato de la nación más favorecida, que prohíbe a los Miembros discriminar entre interlocutores comerciales ofreciendo un trato más favorable a un Miembro en detrimento de otro.
  • Y el trato nacional, que prohíbe la discriminación entre proveedores nacionales y extranjeros y exige que los productos similares sean tratados de la misma manera.

Estos principios sustentan toda la labor que llevamos a cabo en la OMC e inspiran la mayoría de los demás acuerdos comerciales.

Este marco jurídico era, pues, muy importante, pero la creación de la Organización tuvo, a mi juicio, una trascendencia mayor.

Si el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio fue fruto de un mundo dividido, la OMC simbolizó un mundo más unido.

El GATT nació en 1947 con solo 23 miembros, en su mayoría del mundo desarrollado.

En la actualidad, la OMC tiene 161 Miembros entre los que se cuentan economías de todos los tipos, que abarcan el 98% de las corrientes comerciales mundiales.

Desde que se creó la OMC en 1995, hemos acogido a 33 nuevos Miembros, desde economías gigantes como China y Rusia, a pequeños Estados insulares como Vanuatu, Seychelles y Cabo Verde.

Creo que esta es la señal más clara de esa “nueva era” de la que hablaban los fundadores de la Organización.

La idea de que 161 naciones — incluidas todas las principales economías, del este y el oeste, del norte y el sur — cooperasen en cuestiones comerciales, en el marco de un sistema de normas compartidas y sujetas a un sistema común de solución de diferencias, habría resultado inverosímil hace solo unos decenios. Pero ahora es una realidad.

Y la diversidad de la Organización se refleja en nuestra labor cotidiana. A diferencia del GATT y otros organismos internacionales, la toma de decisiones no está en manos de unos pocos. En la OMC, todos los órganos rectores están abiertos a todos los Miembros.

Todos tienen voz; todos pueden sentarse a la mesa, donde las decisiones se toman por consenso.

Los países en desarrollo desempeñan un papel cada vez más importante en la toma de decisiones y en la elaboración del programa. Y su integración en un sistema comercial abierto ha ido acompañada de una creciente participación en el comercio mundial.

La participación de los países en desarrollo en el comercio mundial de mercancías ha pasado del 27% en 1995 a más del 43% en la actualidad.

La OMC también ofrece apoyo práctico a los países para que empiecen a comerciar, a través de diversas iniciativas que fortalecen su capacidad y sus aptitudes comerciales.

Y se presta especial atención a las necesidades de los Miembros más frágiles y vulnerables.

Los países menos adelantados se benefician de diversas disposiciones de la OMC destinadas a ayudarlos a integrarse en el comercio mundial y a beneficiarse de él. Y esperamos hacer mucho más, pero volveré sobre este punto dentro de un momento.

 

EL VALOR DE LA OMC

Hoy día el sistema tiene un gran valor.

No es casualidad que, al extenderse el imperio de la ley, los aranceles medios hayan disminuido muy considerablemente. De hecho, se han reducido a la mitad. En 1995, los aranceles medios aplicados eran del 15%. Hoy día se sitúan por debajo del 8%. Y el volumen del comercio se ha duplicado con creces.

Esto se sustenta en la esencial labor cotidiana de la OMC. Esta labor a menudo pasa inadvertida, pero, en mi opinión, es la clave del éxito del sistema tal como es hoy.

La OMC es un foro para el diálogo y el intercambio de información, en el que los Miembros pueden vigilar sus respectivas prácticas y reglamentaciones a fin de asegurarse de que se respetan los acuerdos.

Y esta labor cotidiana puede dar unos resultados extraordinarios. El proceso de vigilancia de las políticas comerciales, sustentado en un sistema claro de normas y obligaciones comunes, fue decisivo para que la crisis financiera de 2008 no fuera seguida de un brote de proteccionismo, como ocurrió en el decenio de 1930.

La labor ordinaria de los comités de la OMC es también muy importante para que los países puedan intercambiar información, plantear preocupaciones y proponer enfoques nuevos.

Todo esto puede parecer muy técnico, pero los comités se ocupan de cuestiones relacionadas con la vida real que afectan a las normas y las reglamentaciones, como el uso de sustancias químicas en los juguetes, las toxinas presentes en los alimentos, la indicación del contenido en cafeína en las etiquetas de las bebidas energéticas o los límites del contenido de alcohol en las bebidas espirituosas.

Esos órganos ofrecen una plataforma para que los Miembros deliberen sobre estos asuntos y las reglamentaciones correspondientes.

La labor ordinaria es una importante vía para el intercambio técnico. Además, ayuda a promover la confianza y previene fricciones innecesarias.

Y ha sido un mecanismo muy útil para los Miembros.

Dan fe de ello las centenares de cuestiones de esta índole que se han tratado en estos comités desde que existe la OMC. En dos comités en concreto, se han presentado casi 850 preocupaciones comerciales específicas desde 1995, y un gran número de ellas se ha resuelto.

Tiene especial significación el hecho de que el sector privado participe en este proceso, ya que eso permite a empresas grandes y pequeñas dar a conocer sus opiniones sobre los efectos que pueden tener las normas nuevas en sus actividades.

Estas cosas no llegan a los titulares de los periódicos, pero tienen gran trascendencia.

También trabajamos en estrecha colaboración con muy diversas organizaciones asociadas, promoviendo la cooperación en esferas de interés común.

Con el Banco Mundial, analizamos el papel del comercio como instrumento para acabar con la pobreza, y el resultado fue un exhaustivo informe presentado hace solo unos meses.

Con el PNUMA, hemos examinado cómo pueden armonizarse las políticas comerciales y las políticas medioambientales.

Y colaboramos estrechamente con el FMI y el Banco Mundial para lograr mayor coherencia y cohesión en la formulación de las políticas económicas.

Estas son solo algunas de las iniciativas, pero demuestran que la cooperación interinstitucional prevista en Bretton Woods goza de buena salud.

El continuo intercambio de ideas es parte integrante de nuestra labor. Y, como sabrán, algunos temas pueden suscitar grandes discrepancias entre Miembros de la OMC.

Cuando se plantean cuestiones difíciles — lo cual no es raro — la Organización proporciona un espacio para el diálogo, que muy a menudo permite llegar a entendimientos mutuamente aceptables.

Cuando no se logran esos entendimientos, ofrecemos un mecanismo de solución de diferencias que tiene un destacado historial en la escena internacional.

En solo 20 años hemos resuelto casi 500 diferencias comerciales, lo que ha ayudado a los Miembros a solucionar sus desacuerdos de una manera justa, abierta y transparente.

En cambio, durante los 47 años del GATT se plantearon 300 diferencias.

El nivel de la demanda es, pues, extraordinario y ha sometido al sistema a gran presión. Pero creo que esta presión es consecuencia de su éxito.

Es prueba del papel fundamental que ha desempeñado la OMC en la consagración del imperio de la ley en las relaciones económicas internacionales.

Los conflictos se resuelven en un marco justo y transparente. Las normas internacionales, y no la ley del más fuerte, rigen las relaciones comerciales.

Los temas que se abordan en el marco del mecanismo de solución de diferencias muestran que la OMC está en sintonía con las cuestiones actuales.

Recientemente se han planteado diferencias sobre la relación entre el comercio y la energía renovable, las políticas destinadas a desalentar el consumo de tabaco, la información al consumidor que debe figurar en los embalajes, la conservación y gestión de recursos agotables y otras muchas cuestiones.

Así, el sistema de solución de diferencias ha hecho posible que las disciplinas de la OMC evolucionen y se modernicen a medida que se desarrolla la jurisprudencia y se sientan nuevos precedentes.

 

NEGOCIAR LOS ÉXITOS

Pero, naturalmente, el sistema también evoluciona a través de la negociación de nuevas reglas comerciales.

Esta es la cuestión a la que más atención suelen dedicar los medios de comunicación, y es una esfera en la que nuestro desempeño podría ser muy, muy superior.

Son muchos los que sostienen que las dificultades para hacer avanzar la Ronda de Doha — la última de una larga lista de “rondas” comerciales — muestran que la Organización ha perdido su capacidad para negociar.

Y aunque esas dificultades son algo muy real, lo cierto es que los Miembros están todo el tiempo negociando, y, de hecho, han obtenido grandes resultados.

Periódicamente, en el Consejo General, en Ginebra, así como en nuestras Conferencias Ministeriales, los Miembros toman decisiones sobre cuestiones importantes relativas al comercio mundial.

Por ejemplo, la incorporación de un nuevo Miembro a la OMC es resultado de intensas negociaciones, que requieren el consenso de todos los Miembros.

Pero la prueba más clara de que el sistema multilateral puede lograr nuevos resultados negociados es el Paquete de Bali.

Negociado en 2013, el Paquete de Bali contiene un conjunto de decisiones que incluyen medidas relativas a la agricultura, medidas para los PMA y el primer acuerdo multilateral alcanzado desde que se creó la OMC: el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio.

Fue un avance ambicioso.

El Acuerdo sobre Facilitación del Comercio simplificará, uniformará y acelerará las formalidades aduaneras en todo el mundo, lo que puede redundar en un recorte medio de los costos del comercio de más del 14% — efecto potencialmente superior al que tendría la eliminación de todos los aranceles restantes a nivel mundial.

Y si bien los beneficios económicos de Bali son sin duda considerables, la repercusión sistémica ha sido aún mayor.

Ha demostrado que la OMC puede obtener resultados negociados cuando los Miembros encuentran una base común de entendimiento y cuando existe la voluntad política necesaria para lograrlo.

Y, de hecho, hemos conseguido otros acuerdos importantes.

En julio se produjo un avance extraordinario cuando un grupo de Miembros de la OMC sentó las bases para ampliar el Acuerdo sobre Tecnología de la Información de la OMC.

Se trata del primer acuerdo de reducción arancelaria concluido en la OMC desde hace 18 años, y es ciertamente muy importante.

Permitirá eliminar los aranceles sobre una serie de productos nuevos de tecnología de la información — alrededor de 200 líneas arancelarias-, tales como los sistemas de navegación GPS y las pantallas táctiles. El valor del comercio de todos estos productos se calcula en torno a 1,3 billones de dólares EE.UU. al año, lo que equivale al 7% del comercio mundial.

Además, aunque la expansión ha sido acordada por un grupo de Miembros, todos podrán beneficiarse de ella, a través de esos principios constitucionales que he descrito hace unos minutos.

Las innovaciones que hemos visto en los acuerdos sectoriales de este tipo, y en la estructura única del Acuerdo sobre Facilitación del Comercio, son significativas. Y pueden darnos pistas que nos indiquen cómo avanzar en otras esferas de nuestras negociaciones.

Porque es evidente que debemos obtener más resultados negociados, y que tenemos que hacerlo más rápidamente.

 

NEGOCIACIONES FUERA DE LA OMC

Si los países no pueden negociar en la OMC, buscarán otras vías. Prueba de ello es el surgimiento de grandes acuerdos comerciales regionales que presenciamos en la actualidad.

Las normas de la OMC constituyen la base de muchos acuerdos regionales. Sin embargo, los acuerdos regionales también van más allá de las normas de la OMC en ciertas esferas. Y debemos pensar en las repercusiones que de ello se derivan para el futuro.

La proliferación de reglas y normas diferentes podría representar un lastre para la actividad empresarial; así que esta es una esfera de trabajo importante.

Ahora bien, no hay que dar a esta cuestión más importancia de la que tiene. El sistema multilateral de comercio siempre ha coexistido con los acuerdos regionales, y se ha demostrado que ambos se refuerzan mutuamente.

Ya en el pasado se negociaron reglas y normas fuera del GATT o de la OMC. Lo importante es que el sistema multilateral se actualice periódicamente, armonizando y a veces mejorando los resultados alcanzados en otros foros de negociación.

Además, hay muchas cuestiones que los acuerdos comerciales regionales no pueden abordar plena o debidamente, como es el caso de las subvenciones a la agricultura o a la pesca. Estas son cuestiones que deben debatirse colectivamente, con un enfoque multilateral.

Lo cual devuelve el protagonismo a la OMC, y a nuestra capacidad negociadora.

 

NEGOCIONES: MIRAR HACIA DELANTE

En estos momentos estamos lidiando con asuntos muy difíciles.

Y tenemos que hacer una valoración sincera de la situación actual.

Ahora estamos trabajando intensamente para alcanzar resultados significativos en nuestra próxima Conferencia Ministerial, que tendrá lugar en Nairobi el próximo mes de diciembre. Será la primera vez que esta reunión se celebre en África.

Estas conferencias, que se organizan al menos cada dos años, son el máximo órgano decisorio de la OMC. Reúnen a todos los Miembros para tomar decisiones relativas a cualquiera de nuestros acuerdos.

Sin embargo, sigue habiendo grandes divergencias en algunas de las principales esferas de negociación. Como se ha visto, las cuestiones importantes de la Ronda de Doha, como las subvenciones a la agricultura y el acceso a los mercados, son sumamente polémicas. Quizá la situación cambie, pero en la actualidad hay pocos indicios de que eso vaya a suceder.

No obstante, pese a las diferencias en cuestiones importantes, creo que existen posibilidades de alcanzar un acuerdo significativo en Nairobi.

Basándome en mis conversaciones con una amplia gama de Miembros — y grupos de Miembros — mi impresión es que tenemos a nuestro alcance un conjunto de resultados inmediatos.

Y, lo que es fundamental, la mayoría de los Miembros entienden que esos resultados inmediatos deben incluir medidas significativas relativas al desarrollo y a las cuestiones relacionadas con los PMA.

La decisión sobre cómo hemos de proceder ahora está en manos de los Miembros.

Si examinamos nuestras perspectivas negociadoras más ampliamente, la historia nos ofrece, creo, claves importantes sobre los posibles caminos para seguir adelante.

Hemos demostrado que somos capaces de negociar en el seno de la OMC y, a menudo, cuando hemos optado por enfoques innovadores el éxito nos ha sonreído.

No debemos perder eso de vista.

 

CONCLUSIÓN

Así pues, para concluir, ¿cuál es la situación de la OMC después de 20 años?

Se consideraba que la OMC era la piedra angular del nuevo orden económico mundial — abierto, inclusivo, basado en la cooperación — que estaba cobrando forma al término de la Guerra Fría.

Y, a mi juicio, esta visión, después de un arduo trabajo, se ha hecho realidad:

  • hay menos obstáculos al comercio mundial que nunca, y el comercio internacional ha crecido de modo significativo;
  • el comercio se sustenta en normas sólidas y, lo que es aún más importante, en normas que se respetan;
  • la participación en el sistema comercial es ahora casi universal, y se ofrece apoyo a los Miembros que más lo necesitan;
  • más y más Miembros recurren al sistema de solución de diferencias y, con cada nuevo caso, se crea un cuerpo más pertinente de derecho comercial;
  • también son más los Miembros que recurren a los consejos, comités y grupos de trabajo de la OMC para coordinar sus políticas y evitar litigios, usando el "poder blando" del sistema para complementar el "poder duro" que proporciona el mecanismo de solución de diferencias.

El hecho de que los Miembros cada vez estén más resueltos a ampliar la cooperación y resolver las diferencias por conducto de la OMC, incluso durante los períodos de incertidumbre y crisis económica, es el testimonio más contundente del éxito del sistema.

Si no existiese la OMC, habría que inventarla.

Sin embargo, gestionar este sistema — que incluye un número creciente de cuestiones y actores — no es en absoluto sencillo.

Hacer avanzar nuestras negociaciones sigue siendo una prueba institucional para la Organización. Pero, como he explicado esta tarde, la contribución de la OMC a la economía mundial y al desarrollo es mucho más amplia que cualquier ronda de negociaciones.

El sistema multilateral de comercio ha recorrido un largo camino.

Pero los logros del sistema en los dos últimos decenios no son una garantía de su éxito en el futuro.

A fin de cuentas, la OMC no es ni más ni menos que la voluntad de cooperar de sus Miembros. Representa el reconocimiento de que los intereses nacionales están cada vez más ligados a los intereses colectivos.

El riesgo que corremos ahora es que, después de haber creado el sistema de comercio abierto, basado en normas y universal con el que sus fundadores no podían más que soñar, los Miembros lo den por sentado.

Este año del vigésimo aniversario se perfila como un año crucial para la OMC, en el que nos proponemos consolidar el éxito obtenido en Bali y celebrar con éxito otra Conferencia Ministerial en el próximo mes de diciembre.

Si queremos lograr resultados significativos en Nairobi, los Miembros deben dar muestras de dinamismo y compromiso una vez más.

Estoy seguro de que lo harán; de que la OMC seguirá siendo un pilar esencial de la gobernanza económica mundial; y de que, cuando entreguemos el sistema a la próxima generación de líderes, será más fuerte y más dinámico que nunca.

Muchas gracias.

 



29.09.2015
El Director General Roberto Azevêdo pronuncia la Conferencia de inauguración del año académico 2015-2016 del Instituto Universitario de Ginebra (Suiza) — © graduateinstitute.org

 

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