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CONFERENCIA MINISTERIAL DE LA OMC, SINGAPUR, 1996: DIRECTOR GENERAL

Alocución del director general,

S

r. Renato Ruggiero

 

 

La reunión que celebramos hoy es sumamente importante. Con la conclusión de la Ronda Uruguay en Marrakech se cerró un importante capítulo de la historia económica, y ahora, con esta primera Conferencia Ministerial de Singapur, se abre uno nuevo. Se trata de un nuevo capítulo, no sólo porque nuestra Organización tiene un nombre nuevo o nuevas esferas de responsabilidad o un nuevo procedimiento de solución de diferencias, sino porque hemos reunido a 127 países en un empeño común y en el marco de un conjunto de normas fundamentales que todos comparten, y porque nuestro mundo de creciente integración e interdependencia requiere una nueva unidad de visión.

La unidad de las economías industrializadas, en desarrollo, menos adelantadas y en transición es el activo más valioso de esta Organización. Esa unidad es el motivo por el que la pertenencia a esta Organización resulta tan atractiva a los 28 países que han solicitado su adhesión, países entre los que figuran algunas de las economías más grandes y más pequeñas del mundo.

Sin embargo, esa unidad es aún frágil. Hemos de hacer todo lo que esté a nuestro alcance no sólo para preservarla sino también para fortalecerla. Esta primera Reunión Ministerial debe dejar muy claro este mensaje, y puede hacerlo, ante todo, si se llega a un acuerdo sobre las pocas cuestiones que siguen pendientes en relación con la Declaración Ministerial. Esas cuestiones son pocas en número, pero indudablemente sensibles desde el punto de vista político. No obstante, el proceso preparatorio ha permitido reducir las divergencias respecto de cada una de ellas en tal grado que debería facilitar considerablemente la tarea de los ministros para llegar a un acuerdo global. El consenso es la norma de esta Organización, pero el consenso implica ante todo que hay responsabilidad compartida. Sé que cada uno de los Ministros que asisten a esta Conferencia participará en ese esfuerzo, por el bien del sistema y de todos sus Miembros.

Celebramos esta reunión en un momento en que el sistema de comercio se encuentra en una etapa de transición en numerosos aspectos.

En primer lugar, porque el proceso de integración económica mundial progresa rápidamente y, de hecho, ha adquirido ya un carácter irreversible. El significado de la mundialización está presente por doquier en nuestra vida cotidiana. Nuestra tarea en la OMC consiste en conseguir que este proceso vaya acompañado de normas y disciplinas convenidas y aceptadas a nivel internacional y susceptibles de ser aplicadas. Se trata de una contribución única que esta Organización puede aportar a la prosperidad y cooperación mundiales, y es, en gran medida, el motivo por el que las naciones, grandes y pequeñas, desarrolladas y en desarrollo, por igual, la consideran tan importante.

En segundo lugar, nuestro sistema evoluciona porque también evoluciona la economía mundial. La información, los conocimientos técnicos y las ideas son las nuevas fuerzas que impulsan la economía mundial. Esta nueva economía será distinta de la que existía antiguamente, porque los conocimientos son a la vez un recurso y un producto, es decir, el nuevo capital del crecimiento económico, pero un capital al que todos deben poder tener acceso. En la economía del siglo XXI, los conocimientos, al igual que el agua, serán un recurso esencial. Nuestra tarea consiste en extender y ampliar los acueductos mundiales, para ayudar a irrigar terrenos inexplotados. Por ejemplo, con la liberalización de las telecomunicaciones podemos contribuir a que el teléfono llegue hasta la última aldea, lo que en algunos casos es una cuestión de vida o muerte. Con la liberalización de las tecnologías de la información podemos educar a nuestros pueblos en un grado inimaginable hace 10 ó 20 años, dándoles la capacidad de competir en la economía mundial. Ésta es la dimensión humana de la mundialización y el motivo por el cual la liberalización es fuente de progreso para todos los pueblos del mundo.

Y, en tercer lugar, porque también nuestra manera de actuar dentro del sistema multilateral de comercio se encuentra en una etapa de transición. Nuestras negociaciones ya no pueden centrarse únicamente en sectores tradicionales ni basarse exclusivamente en ideas tradicionales.

El grado de éxito que tendremos en los próximos días vendrá determinado no sólo por nuestra capacidad para ver el futuro sino también por nuestra voluntad de actuar como líderes. Todos los países, todos los gobiernos y cada uno de nosotros en esta sala tiene que asumir ese liderazgo. La capacidad de algunos países para asumirlo en el sistema de comercio se ha visto restringida por limitaciones en cuanto a la disponibilidad de recursos. Debemos esforzarnos más en el futuro para que estos países tengan mayor capacidad para hacerse oír.

Además, ese liderazgo debe contar con el firme apoyo público. También han quedado atrás los días en que los acuerdos comerciales eran un asunto del que sólo se ocupaban los negociadores y los gobiernos.

Un sistema mundial de comercio que cuente con el apoyo de una comunidad mundial informada e involucrada estará en unas condiciones mucho mejores de poder encauzar las fuerzas de la mundialización en beneficio de todos. Por eso es tan importante la presencia aquí de tantos representantes de organizaciones no gubernamentales, del sector empresarial y de los medios de comunicación. Estoy seguro de que esta Conferencia les transmitirá un mensaje claro, a ellos y al resto del mundo. Debería ser un mensaje firme sobre nuestra determinación de luchar contra la marginalización de pueblos y regiones, y sobre el poder que tiene el comercio para promover un crecimiento que permita a los gobiernos resolver los problemas de distribución. Debería ser un mensaje positivo sobre la relación entre las políticas comerciales y las ambientales, y debería ser la reafirmación de que, dado que uno de los propósitos básicos de nuestros esfuerzos es elevar los niveles de vida en el mundo entero, la liberalización del comercio contribuye a crear un entorno más favorable para la observancia de normas de trabajo fundamentales.

El liderazgo en un mundo interdependiente es ahora más que nunca el arte de la cooperación. Se trata de reconocer que nuestros intereses nacionales son cada vez más intereses mundiales y que nuestra seguridad económica depende, crecientemente, de la solidez de los demás. Si queremos que el sistema multilateral de comercio haga frente a los retos de esta realidad en rápida transformación, todos nosotros debemos abandonar los viejos hábitos de pensamiento y pautas de comportamiento y desarrollar juntos nuevos enfoques para negociar normas y compromisos que resulten mutuamente beneficiosos en sectores en los que los productos pueden atravesar las fronteras en una fracción de segundo. Si mantenemos siempre posiciones contrarias en la mesa de negociación, el consenso puede dejar paso a la parálisis.

Nuestro programa para esta Conferencia y para el futuro es muy complejo. Debemos lograr un equilibrio que respete el deseo común de hacer hincapié en la aplicación de lo que ya ha sido acordado. La aplicación en los próximos años de las 27.000 páginas de que constan los acuerdos celebrados por todos los Miembros de esta Organización constituye una tarea de gran envergadura, que además acabamos de emprender. Sería erróneo imaginar que esta labor de aplicación no significa también mantener el impulso liberalizador. Deseo rendir tributo a los esfuerzos desplegados por todos los Miembros a este respecto, y muy especialmente a los enormes esfuerzos que realizan los países en desarrollo y las economías en transición y a los ingentes esfuerzos de los países menos adelantados.

El informe del Consejo General que el Embajador Rossier les acaba de presentar constituye una prueba convincente de la magnitud de los logros obtenidos en los dos últimos años en el proceso de aplicación, así como de los retos a los que todavía nos enfrentamos. Su importancia se subraya en el Informe Anual de la OMC que ahora les presento, en el que se señala la evolución de las políticas comerciales de los países Miembros desarrollados, en desarrollo y con economías en transición hacia regímenes comerciales liberales, un mayor recurso a las medidas de tipo arancelario y la transparencia. Estas políticas representan la manera más segura de ampliar la participación de todos los países en un comercio internacional que presenta actualmente un dinamismo cada vez mayor. Por otra parte, en el Informe Anual se indica también que el comercio sigue siendo un poderoso motor de crecimiento. El comercio mundial volvió a registrar el año pasado uno de los índices más rápidos de crecimiento de los diez últimos años y supera actualmente por vez primera los 6 billones de dólares EE.UU., con el estímulo que esto representa para la creación de empleo en todo el mundo.

La consolidación de este círculo virtuoso está en sus manos, que son las que guían el programa de trabajo de la OMC, en gran parte ya acordado. Y además de eso tienen frente a ustedes el reto de acordar la liberalización de los productos de la tecnología de la información y de dar a las negociaciones sobre telecomunicaciones básicas el impulso que contribuya a garantizar que puedan concluirse con éxito antes de que se cumpla el plazo fijado para el 15 de febrero. A la luz de lo que acabo de decir, la importancia de estos acuerdos no puede sobreestimarse, ya que son sectores en los que verdaderamente se trata de un comercio para el futuro.

La conclusión de las negociaciones no menos cruciales en el sector de los servicios financieros y nuestro firme compromiso, junto con el de los candidatos, de concluir algunas de las grandes negociaciones de adhesión, o de lograr avances reales en este sentido, son otras de las principales prioridades para 1997. También insto encarecidamente a todos los gobiernos Miembros a que hallen una solución rápida y positiva a una importante cuestión de aplicación que aún sigue pendiente, a saber, el establecimiento formal de la Secretaría de la OMC en tanto que entidad distinta, en consonancia con las decisiones adoptadas en Marrakech.

Por último, desearía ver en todos los Ministros presentes en esta reunión una señal de su intención de dar un marcado relieve a la celebración, a principios de 1998, del 50 aniversario del sistema multilateral de comercio. Sería una ocasión única no sólo para celebrar uno de los mayores éxitos internacionales de nuestro tiempo sino también para mirar hacia el futuro y explorar las perspectivas en rápida evolución del próximo siglo.