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CONFERENCIA MINISTERIAL DE LA OMC, GINEBRA, 1998: ITALIA

Declaración del Excmo. Sr. Romano Prodi, Presidente del Consejo de Ministros, Italia

 

Uno de los actos más importantes de la Italia democrática surgida de la catástrofe de la segunda guerra mundial fue la firma, en el otoño de 1947, de la Carta de La Habana.

La participación en el nuevo sistema multilateral que se estaba formando en esos años fue decisiva para la reconstrucción y la futura prosperidad de Italia. Esta decisión estuvo basada en la convicción política de que la creación de un sistema multilateral de comercio era fundamental, tal como lo habían concebido sus inventores, para una arquitectura internacional de paz. También nos sentíamos seguros de que la liberalización del comercio fomentaría el crecimiento económico italiano.

Unos cuantos años más tarde Italia aportó una contribución decisiva al proceso que llevaba a la integración europea. El proceso iniciado después de la guerra tuvo por consecuencia la creación de un mercado único y ahora de una moneda única, con la ambición de lograr en el futuro la integración política. En la Organización Mundial del Comercio, la Comunidad Europea habla ahora cada día con una sola voz.

Estoy agradecido al Presidente Santer y al Primer Ministro Blair, Presidente en ejercicio del Consejo Europeo, por su participación en las celebraciones de hoy. Su presencia aquí trae el mensaje de una Europa profundamente convencida de la importancia fundamental del sistema del comercio mundial.

Desde un punto de vista italiano y europeo, estos dos procesos -el desarrollo de un sistema multilateral y el proceso de integración regional- no han estado nunca en conflicto: su adelanto paralelo representa una oportunidad para el crecimiento mundial. En momentos en que se crea el euro, que ha requerido arduos esfuerzos de parte de nuestros países, y en que iniciamos una nueva ampliación de la Unión Europea a una escala verdaderamente continental, considero especialmente importante poner de relieve que apoyamos decididamente el punto de vista según el cual la integración regional puede y debe contribuir a fortalecer el sistema multilateral de comercio mundial y a fomentar la prosperidad mundial.

Se habla mucho estos días de la "proliferación" de los acuerdos regionales, y no sólo en Europa. Si examinamos todos estos pactos, hallaremos que, dentro de no muchos años, casi todas las regiones y todos los países del mundo estarán vinculados por acuerdos o ya habrán realizado uniones aduaneras o zonas de libre comercio. Para entonces, estaremos cercanos al "mercado único mundial", a condición de que se canalicen y armonicen esas acciones dentro de un sistema multilateral y de que no se opongan unas a otras en una versión nueva y ampliada del nacionalismo económico llevado a escala macrorregional. En breve habrá que dar un paso más adelante, con la ronda de conversaciones que se iniciará en el año 2000 y la admisión en la OMC de los países que por distintos motivos hasta ahora han permanecido fuera de ella.

El propósito doctrinal de los fundadores del sistema multilateral era construir un orden mundial de paz, prosperidad y libertad. Hoy día, debemos seguir adelante con su legado teniendo plenamente en cuenta la dimensión política y humana junto con el progreso de la tecnología, la difusión del saber y el aumento de las inversiones. En una palabra, esta gran transformación que denominamos "globalización".

Tenemos que reforzar y renovar los cimientos del actual sistema internacional, dejando intactas las finalidades universales esenciales que siempre hemos tratado de alcanzar. Para lograrlo, debemos tener debidamente en cuenta las exigencias de la solidaridad social. El resultado de los actuales esfuerzos dependerá de nuestra capacidad de renovar el "pacto de fundación" de hace medio siglo, tarea que plantea cuatro problemas:

    -    en primer lugar, las inquietudes de carácter cultural, social y medioambiental de una parte considerable de la población, en particular de sus capas menos protegidas;

    -    en segundo lugar, la necesidad de impulsar el desarrollo económico en las zonas desfavorecidas del mundo y de hacer frente al flagelo de la pobreza;

    -    en tercer lugar, la modificación del concepto de soberanía nacional en una época de integración cada vez mayor y asimismo de resurgimiento de los nacionalismos (especialmente en las regiones en crisis) y de los procesos de fragmentación;

    -    por último, la promoción y el "buen gobierno" del progreso tecnológico.

Italia, que está tan cerca de muchos países en desarrollo y países en transición, es especialmente consciente de la dimensión humana de la globalización. Es nuestro deber tratar de conciliar las inquietudes sociales, ambientales y culturales con el sistema multilateral, robusteciendo la coherencia de la cooperación internacional y fomentando la integración de los países en desarrollo en el sistema económico mundial. La obtención de resultados satisfactorios exige la creación de mecanismos de crecimiento endógeno, autosostenido.

Italia ha adoptado ya medidas en el plano nacional para evitar la explotación de los niños y desearía que se intensificara la cooperación entre la OMC y la OIT.

En cuanto a las repercusiones de la globalización en el ejercicio de la soberanía nacional, en lo que respecta a un país como Italia, que es parte de un proceso muy avanzado de integración en el continente, la respuesta parece simple: la integración vale la pena. Por ello, existe un consenso universal en que los problemas mundiales exigen respuestas mundiales y normas mundiales. A medida que avanzamos en la configuración de las normas multilaterales necesarias para regir el proceso de globalización no podemos dejar de tener este aspecto en cuenta y estimular en consecuencia la participación de la sociedad y las instituciones sociales en el proceso.

Volviendo al tema de las nuevas tecnologías, observo que la OMC se está ocupando precisamente ahora del comercio electrónico. Esto constituye un perfecto ejemplo de lo que debe hacerse, en otros foros y con respecto a otras cuestiones, las biotecnologías por ejemplo, a fin de fomentar el desarrollo y la divulgación de la tecnología y evitar que se convierta en una esfera de conflicto en lugar de una nueva fuente de competencia leal. Este enfoque constructivo es la única forma de fomentar la divulgación de conocimientos, respondiendo así los temores que inevitablemente producen los cambios.

Estas cuestiones llevan años tratándose en diversos marcos institucionales; no obstante, aún queda mucho por hacer. La OMC es un foro esencial para hallar soluciones pero dados los límites de su ámbito de acción, no debería ser sobrecargada. La Organización es responsable de una tarea crítica y difícil consistente en velar por el desarrollo y el funcionamiento del sistema internacional de comercio, y la está cumpliendo de manera plenamente satisfactoria.

Concuerdo plenamente con la opinión de ciertos miembros de la comunidad política y de estudiosos y universitarios que sugieren un plazo de entre 20 y 25 años para completar el desarrollo de las normas del mercado mundial sobre la base de la renovación del pacto de fundación.

Italia, en el marco de la Unión Europea, está dispuesta a hacer su parte íntegramente: la contribución italiana no se limitará a los aspectos institucionales, sino que entraña también la participación de los empresarios, directivos, técnicos y trabajadores que han hecho posible decenios de crecimiento económico y desarrollo.

En conclusión, desearía manifestar mi convicción de que la OMC, con el impulso que le ha dado su Director General, Renato Ruggiero, a quien expresamos nuestro agradecimiento más sincero por su destacada actividad, ha desempeñado y seguirá desempeñando un papel crucial con miras a ampliar el comercio multilateral como requisito para la consecución de un mundo más próspero y más libre.