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CONFERENCIA MINISTERIAL DE LA OMC, GINEBRA, 1998: COMUNIDADES EUROPEAS

Declaración del Excmo. Sr. Jacques Santer, Presidente, Comisión de las Comunidades Europeas

 

El 30 de octubre de 1947, los representantes de ocho gobiernos firmaron en Ginebra un "Protocolo de aplicación provisional del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio".

¡Qué visión de futuro, terminada la segunda guerra mundial, apostar por un sistema comercial fundado en la no discriminación y la apertura progresiva de los mercados! A la salida de un conflicto letal, había que reconstruir. Establecer sobre nuevas bases las relaciones entre los Estados. Imponer la visión de un orden internacional fundado en los intercambios y la prosperidad de cada uno, en interés de todos.

Los pioneros del GATT, como las personas que fundaron, en 1952, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, intuyeron desde una perspectiva política lo que había que hacer. Tuvieron, sobre todo, el coraje de hacer frente a un reto tan ambicioso como la reconciliación de las naciones centrándose en sus aspectos más pragmáticos. Técnica, paciencia, resolución ... los artesanos del GATT apostaron por la solidez de los edificios construidos paso a paso. En cierto sentido, el sistema de comercio internacional, como la construcción europea, hacen del tiempo su cómplice, en una visión ajustada de lo que debe ser el futuro.

El GATT ha dado prueba de su capacidad. Tratado provisional en sus inicios, no ratificado, sus innegables logros le han permitido convertirse en una organización internacional de pleno derecho. Esta evolución no puede sino fortalecer la importancia que se atribuye a sus trabajos y la firmeza jurídica de los compromisos contraídos en Ginebra. La Organización Mundial del Comercio constituye actualmente, con el Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional, el tercer pilar del sistema económico internacional.
 

Consolidar el desarrollo del GATT

En el curso de sus 50 años de existencia, el GATT ha sido el principal vector de la liberalización del comercio internacional (una liberalización sin precedentes). En efecto, el porcentaje medio de los aranceles aplicados a los productos industriales por los países desarrollados ha pasado del 40 por ciento inmediatamente después de la segunda guerra mundial al 4 por ciento después de la Ronda Uruguay.

¿Es preciso recordar que durante esos 50 años el comercio internacional ha sido uno de los principales motores del crecimiento económico, y por ende de nuestra prosperidad? En última instancia, el éxito de las orientaciones económicas defendidas desde el principio por el GATT ha sido lo que hoy en día ha llevado a las antiguas economías centralmente planificadas a querer integrarse en la OMC.

Ciento treinta y dos países celebran hoy el aniversario del GATT, 132 países con los más diversos niveles de desarrollo económico y que representan a todas las regiones del mundo. Y 33 gobiernos han iniciado negociaciones para la adhesión de su país a la OMC, una organización que evidentemente tiene clara vocación de universalidad y en la que todos los países participan en condiciones de igualdad en la formación del consenso.

Ante los futuros miembros de la OMC, me permitiría señalar las ventajas económicas de la adhesión. Una adhesión no se aceptará a cualquier precio, porque las ventajas que se otorgan mutuamente los Miembros de la OMC presuponen el respeto de las reglas del juego. Pero la adhesión a la OMC no debe presentarse, a mi entender, como la adaptación brutal de las economías que todavía quedan al exterior del sistema. Es, en primer lugar, un proceso, un camino gradual hacia la apertura, un programa de reformas por ejecutar. La Comunidad ya presta asistencia técnica a economías tan grandes como las de Rusia y China para ayudarlas a preparar mejor sus negociaciones de adhesión a la OMC.

Otro desafío importante de estos próximos años es la plena integración de los países en desarrollo en el sistema multilateral. La Comunidad Europea ha hecho en ese sentido grandes esfuerzos para que los países menos adelantados tengan acceso a los mercados. Ha cumplido sus compromisos. Sería, evidentemente, deseable que todos lo hicieran.

Confirmar la primacía del sistema multilateral

Entre los signatarios iniciales del GATT figuraban cinco Estados miembros de lo que más tarde llegaría a ser la Comunidad Europea. Por lo demás, el espíritu del GATT reaparece 10 años después en el texto mismo del Tratado de Roma que creó la Comunidad Económica Europea.

Con sus 370 millones de consumidores, un mercado en gran medida abierto, uno de los niveles de ingresos por habitante más altos del mundo y, ya pronto, una moneda común para 11 de sus Estados miembros, la Comunidad Europea es la entidad comercial más importante del mundo. Esto es algo que no tengo necesidad de subrayar ante quienes están familiarizados con los trabajos de Ginebra.

Sin embargo, más allá de las cifras, la Comunidad Europea aporta una dimensión original, la de una integración regional acompañada de una amplia apertura a terceros países. Una integración regional de carácter muy especial, donde la integración comercial de los Estados miembros no es el fin último, sino un medio para una integración política cada vez más profunda. Una integración que, por su grado de ambición, no puede compararse con otras formas de cooperación establecidas hasta el presente entre los Estados. Una integración cuyas características especiales merecen ser reconocidas y defendidas en las negociaciones multilaterales.

En todo caso, en el plano estrictamente comercial todos reconocen que la realización del mercado interior también ha abierto más el mercado europeo a las importaciones de terceros países. En otras palabras, la Europa de los 15 es un ejemplo fructífero de integración por lo que respecta al GATT. Una integración que, lejos de introducir nuevos obstáculos entre su espacio integrado y el resto del mundo, abre el camino a una mayor liberalización del comercio mundial.

En las relaciones comerciales de la Comunidad con terceros países se tiene en cuenta la primacía acordada al sistema multilateral. Nuestro objetivo principal es la acción multilateral, y la OMC ha de seguir siendo el motor principal de la liberalización mundial.

Esta visión de las cosas es ampliamente compartida. En ese sentido se han manifestado, hace pocos días, los Jefes de Estado o de Gobierno que participaron en Birmingham en la reunión de los países más industrializados. De manera análoga, la Unión Europea y los Estados Unidos, con ocasión de la cumbre que tuvo ayer lugar en Londres, se han comprometido a preparar juntos las próximas etapas de liberalización multilateral. Esto no excluye, por otro lado, ciertos progresos bilaterales, fundamentalmente con el fin de velar por una mayor convergencia de los sistemas reglamentarios europeo y americano. Estos acercamientos facilitarán el desarrollo del proceso multilateral en esferas tan complejas como éstas.
 

Fortalecer la legitimidad democrática del sistema de comercio internacional

Los trabajos de la OMC, que antaño, por lo general, sólo conocían los gobiernos, las administraciones y los universitarios, suscitan hoy el interés creciente de los medios comerciales y de numerosas organizaciones no gubernamentales. Hay que felicitarse por ello, porque las decisiones adoptadas en Ginebra, en un mundo cada vez menos fragmentado, tienen repercusión directa en la vida de los ciudadanos.

En ese contexto, es particularmente satisfactorio que por fin se haya establecido un sistema de solución de diferencias que garantiza a todos los países Miembros el respeto del conjunto de los acuerdos concertados. La Comunidad Europea tiene plena confianza en el sistema de solución de diferencias, aunque siempre será posible introducir mejoras en un sistema cada vez más eficaz y profesional.

Con todo, es preciso que el movimiento de integración mundial, para ser plenamente comprendido y aceptado, sea mejor percibido por sectores más amplios de la opinión pública. La OMC no puede aceptar que se consolide la imagen de una organización antidemocrática que no respeta la diversidad de culturas, el medio ambiente o las normas sociales y actúa en contra de los intereses de la gran mayoría de los ciudadanos, en particular los más desfavorecidos.

Sabemos que esto no es cierto. Sin embargo, los técnicos del GATT y de la OMC tal vez no han dedicado tiempo suficiente a explicar sus actividades y convencer a los ciudadanos.

Creo, por consiguiente, que es urgente no sólo aumentar la transparencia de los trabajos de la OMC sino también iniciar un verdadero diálogo con todos los representantes de la sociedad civil. Es una tarea en la que la Comunidad Europea desea participar.
 

Profundizar la liberalización de los intercambios

Permítanme ahora abordar el importante tema de la nueva ronda de negociaciones multilaterales, que podría denominarse la ronda del milenio. A nuestro entender, la mejor forma de contribuir al progreso de la liberalización multilateral es iniciar una nueva ronda. La experiencia demuestra, en efecto, que un enfoque mundial abre mejores perspectivas que un enfoque regional o sectorial. La Comunidad Europea alienta por ello a todos a preparar activamente esas nuevas negociaciones, cuyos objetivos deberían ser lo suficientemente diversos como para suscitar el mayor interés.

Me permito alentar a los Miembros de la OMC a aplicar ese enfoque. Bien sé -todos sabemos- que hay otras formas de ver las cosas. No somos dogmáticos. La Comunidad Europea tiene también una lista de temas predilectos, cuya negociación prioritaria en el curso de breves negociaciones puede rendir los mejores resultados. Pero ¿es esto verdaderamente posible, habida cuenta de la diversidad de las preocupaciones de cada uno?

En el curso de una nueva ronda de negociaciones, la Comunidad prevé que se aborden especialmente el programa de trabajo, la cuestión del comercio y el medio ambiente, los temas escogidos en Singapur, los aranceles industriales y los obstáculos no arancelarios. Quiero destacar igualmente la importancia que la Comunidad atribuye a la Declaración de Singapur sobre normas fundamentales del trabajo. Es preciso profundizar la cooperación con la Organización Internacional del Trabajo, así como, a mi entender, debe hacerse lo posible por cooperar con la Organización Mundial de la Salud. Esas pasarelas son necesarias para asegurarse de que todos los aspectos de cada cuestión se analicen adecuadamente, y de que en el proceso de adopción de las decisiones de la OMC se tengan presentes otras preocupaciones.

He evocado sucintamente algunas cuestiones que habremos de abordar. Me permito reiterar, para concluir, que la OMC es un instrumento esencial de estabilidad económica y de paz entre las naciones. Ahora que la crisis financiera en Asia ejerce sobre la economía mundial presiones a veces preocupantes, la OMC debe desempeñar plenamente su papel. Es más necesario que nunca que los Miembros de la OMC reafirmen su oposición a las medidas proteccionistas y se comprometan a preservar la apertura de los mercados y a profundizar en el proceso de liberalización multilateral.

Los éxitos del GATT, su capacidad para reformarse y adaptarse después de 50 años y su andadura hacia la universalidad constituyen sólidos factores de optimismo.