OMC: NOTICIAS 2012

DIRECTORES GENERALES ADJUNTOS

El futuro de la OMC y del sistema multilateral de comercio en un mundo cambiante
Centro de Mercados Emergentes de la Northeastern University (Estados Unidos)


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Es para mí un placer, y a la vez un privilegio, estar hoy aquí.  Gracias a todos, especialmente a Ravi, por haberme dado esta oportunidad de cambiar impresiones con ustedes.

En primer lugar, el sistema multilateral de comercio que tenemos actualmente es el encarnado por la OMC, con sus 153 Miembros y otros países que pasarán a ser Miembros en breve plazo.  Comparativamente, todos los demás empeños por establecer sistemas de comercio son limitados, ya que no son multilaterales.  En ese sentido, el futuro de la OMC y el del sistema multilateral de comercio son una misma cosa.

En segundo lugar, los factores que están propiciando cambios en el mundo hacen necesaria una mayor interacción multilateral.  En cierta medida, ésa es la conclusión que se desprende de la declaración del Presidente Obama en la cumbre del G-20 celebrada en 2009 para tratar de frenar el declive imparable de la economía mundial.  Entre otras cosas, el Presidente Obama afirmó:  “Vivimos en una época de desafíos económicos mundiales a los que no es posible hacer frente con medidas tibias o con el esfuerzo aislado de una nación…  No se puede trazar una línea divisoria entre las medidas que restablecerán el crecimiento dentro de nuestras fronteras y las medidas que lo favorecerán en el exterior.”

Esa mayor dependencia del sistema multilateral de comercio se debe a la emergencia de nuevos centros de importancia económica mundial, la función de los mercados abiertos y del comercio internacional en la respuesta a otros graves problemas, y el hecho de que los importantes lazos recíprocos creados mediante el comercio y las inversiones están dando origen a un mundo en el que los esfuerzos multilaterales globales son indispensables para facilitar el crecimiento económico y el desarrollo.

Las ideas que hoy quiero compartir con ustedes pueden resumirse en dos planteamientos.

En primer lugar, los sólidos lazos recíprocos existentes actualmente en el mundo se reforzarán aún más en el próximo decenio, al extenderse el poder económico y político a muchas otras naciones y múltiples colectivos interesados que exigirán sistemas inclusivos y justos y, por supuesto, multilaterales.

En segundo lugar, esos cambios se producirán a lo largo de un extenso período de transición durante el cual la prosperidad creciente coexistirá con el desempleo y la pobreza.  Tal situación impondrá una enorme tensión social al proceso de crecimiento y lo hará políticamente insostenible, a menos que se tomen las medidas oportunas.  Es en ese contexto en el que podemos situar una reciente declaración del Director General de la OMC, Sr. Pascal Lamy, en la que destaca que “el capitalismo no sobrevivirá a la prueba de legitimidad sin redes de seguridad interna más sólidas y un multilateralismo más eficaz.  Y para que eso ocurra, habrá que empezar por afrontar los problemas mundiales a nivel local.”

Por consiguiente, los cambios presentes y futuros harán indispensable la función de la OMC o del sistema multilateral de comercio.  En realidad, el mundo necesita el sistema de la OMC porque representa la estabilidad, la previsibilidad y el crecimiento del mercado internacional;  el principio de equidad y justicia en las condiciones de participación está presente en sus disposiciones sobre no discriminación, su sistema inclusivo y el diferente nivel de las obligaciones impuestas a las economías menos adelantadas.  Sus disciplinas abarcan la mayoría de las cuestiones de importancia que preocupan actualmente.  Sin embargo, llegará el momento en que otros aspectos cobren importancia y deban tratarse mediante nuevos mecanismos y procesos suplementarios.  Además tendremos que ampliar nuestras perspectivas para entender mejor las repercusiones de algunos cambios en curso.  Permítanme examinar esos aspectos con más detalle.

 

Emergencia de nuevos centros de actividad económica

Uno de los cambios más importantes ha sido la emergencia de determinados países en desarrollo, tales como China, la India y el Brasil, como grandes entidades económicas que tienen ya la posibilidad de hacer importantes contribuciones al estímulo y al crecimiento de la economía mundial.  Con tasas de crecimiento relativamente altas y grandes mercados, esas economías son importantes para el comercio y las inversiones internacionales y, sin su participación efectiva, ningún acuerdo comercial puede alcanzar su masa crítica.  Habida cuenta de sus situaciones y objetivos específicos, incluida la necesidad de dar respuesta a las preocupaciones relativas a la pobreza nacional y al desarrollo, esos países aportan puntos de vista alternativos en comparación con los centros tradicionales de presencia económica mundial.  Por consiguiente, su participación ha cambiado la base y el contenido de las relaciones internacionales.

Esos países aportan, cada vez en mayor medida, niveles crecientes de competencia técnica, capital y una combinación de abundante mano de obra calificada y sin calificar.  Su capacidad para adaptarse a los avances tecnológicos o incluso para desarrollar sus propias innovaciones aumenta con rapidez, y propicia una gran expansión de la competencia simultáneamente en múltiples sectores en relación con todo tipo de actividades de uso intensivo de tecnología, capital o mano de obra.  Ese fenómeno se aborda, por ejemplo, en un reciente artículo de prensa que cita las palabras de un investigador acerca del cambio drástico de orientación empresarial de un gran conglomerado japonés:  “Los nombres más conocidos, como por ejemplo Sharp, Panasonic y Sony, a los que no fue difícil mantenerse por delante de sus rivales estadounidenses en pasados decenios, están ahora expuestos a grandes desplazamientos tectónicos.  Los fabricantes japoneses se enfrentan a un desafío estructural al elaborar los productos ellos mismos.  No importa lo avanzado de sus tecnologías:  los rivales asiáticos siguen ganando terreno gracias a su gran ventaja en materia de precios.”

Por lo tanto, las economías emergentes (como se las llama ya) han modificado los mercados internacionales en muchos aspectos.  Su demanda relativamente grande y cada vez mayor contribuye a estimular el comercio y favorece la creación de vínculos internacionales más amplios a través de las cadenas de suministro, así como una circulación más extensa de las inversiones extranjeras, a medida que los cambios en los salarios y la capacidad tecnológica determinan, con el tiempo, el desplazamiento de actividades o partes de la cadena de suministro a otros países.  Elementos destacados de ese panorama serán, probablemente, los países en rápido crecimiento del grupo de los “Próximos once”, lo que dará lugar a un incremento a largo plazo de la importancia económica de los actuales países en desarrollo.

Con el tiempo, la participación de los países en desarrollo en la actividad económica será mayor que la de los países desarrollados.  Para 2030, se prevé que los países en desarrollo aporten dos terceras partes del crecimiento mundial (40 por ciento, excluida China) y la mitad de la producción mundial (30 por ciento, excluida China), y que sean el principal destino del comercio mundial.  Esa evolución extenderá el progreso económico y unirá a un número mucho mayor de países con lazos de comercio e inversiones internacionales más estrechos y complementarios.

En ese contexto, los mercados emergentes, cuyas preocupaciones abarcan una gran diversidad de esferas relacionadas con el comercio y el desarrollo, tendrán una participación cada vez mayor en los intereses de los diversos grupos de países.  Una parte importante de su empeño consistirá en lograr soluciones en el marco de un sistema mundial de comercio abierto.

Por ello, considero que los importantes cambios que están produciéndose en la interacción y las relaciones económicas internacionales conllevan también la posibilidad de crear nuevas oportunidades y un mayor potencial para establecer relaciones económicas cada vez más amplias y estabilizadoras mediante el desarrollo de las cadenas de suministro y el desvío de la producción hacia un mayor número de países.

Sin embargo, las fuerzas de cambio que han propiciado esa notable evolución de los mercados internacionales han traído también a primer plano dos importantes cuestiones de grandes repercusiones internacionales.  Una de ellas es la apremiante necesidad de combatir la pobreza y el desempleo, y la otra, el desajuste entre la situación laboral y los cambios tecnológicos y la capacitación técnica requerida.

El principal desafío al que nos enfrentamos hoy consiste en gestionar la transición desde el período actual, que combina inmensos cambios en la escena internacional con importantes preocupaciones sociales, hasta un período en el que habrá mayores vínculos comerciales, sinérgicos y complementarios, entre múltiples países.  Para ello será necesario un sistema multilateral de comercio.

 

Búsqueda de un mayor protagonismo de las economías emergentes y repercusiones en los acuerdos multilaterales

La creciente importancia económica de los países en desarrollo, en particular de las economías emergentes, ha determinado a esos países a pedir que su voz se tenga más en cuenta en los procesos internacionales de toma de decisiones y elaboración de los correspondientes sistemas.  Ese planteamiento ha dado lugar a un choque de perspectivas.

Las grandes economías, y el mundo desarrollado en general, quieren que los países emergentes asuman mayores responsabilidades mediante la concesión de un acceso más amplio y seguro a sus mercados o la aceptación de más obligaciones en contextos multilaterales.  Por el contrario, las economías emergentes consideran que el nivel de obligaciones que se les pide es demasiado oneroso y no tiene en cuenta ni sus necesidades de desarrollo ni las medidas necesarias para corregir lo que, en su opinión, son las desigualdades que prevalecen en la situación mundial.  Ese choque de perspectivas plantea el problema de diseñar fórmulas que faciliten las interacciones internacionales entre las grandes economías actuales y las emergentes.

Esto me lleva a un aspecto muy importante de política pública.  Creo que el mundo está tan interconectado y que los países tienen tanta capacidad para tomar medidas de retorsión que la política pública no puede formularse como un proceso único.  Si un país, aunque sea poderoso, impone restricciones del mercado o adopta medidas comerciales aparentemente cuestionables, es probable que otros países respondan con sus propias medidas o apartando del mercado que haya adoptado la medida inicial actividades comerciales importantes (incluso aunque no guarden relación con el problema).  Por consiguiente, el desafío consiste en llevar a cabo una evaluación más exhaustiva de cualquier política propuesta y respecto de múltiples períodos, en lugar de dejarse arrastrar por presiones políticas proteccionistas de carácter inmediato y de poco fundamento.  En tal situación, el foro de debate y consulta que ofrece la OMC es esencial para disipar las tensiones, al igual que su proceso de solución de diferencias, que goza de gran credibilidad.

Uno de los importantes efectos adversos del choque de perspectivas entre países destacados es la falta de avance en las muy necesarias mejoras del sistema multilateral de comercio, es decir, de la OMC.  En ese contexto, la reciente incapacidad para avanzar en las negociaciones comerciales de la Ronda de Doha nos pone ante una situación preocupante.  Esas conversaciones han avanzado sustancialmente hasta alcanzar soluciones en la mayoría de las cuestiones, pero en ciertas esferas de interés esencial, los países son incapaces de llegar a una conclusión.

Varios expertos han señalado que las negociaciones de la OMC deberían abordar nuevas cuestiones, ya que las planteadas actualmente no tienen interés en este momento.  Sin embargo, si consideramos las preocupaciones de política comercial abordadas en la Ronda de Doha, vemos que esas preocupaciones siguen suscitando interés y requieren una respuesta adecuada.  Por ejemplo, la desigualdad de condiciones generada por las subvenciones, una medida de política que sólo puede tratarse mediante un acuerdo multilateral.  El número cada vez mayor de países más ricos podría incrementar la dependencia de las subvenciones, aspecto de creciente preocupación para los países menos adelantados.  Asimismo, sigue siendo necesario reducir la progresividad arancelaria y las crestas arancelarias, así como simplificar los regímenes no arancelarios, aplicar disciplinas más estrictas a las medidas antidumping, facilitar más el comercio o mejorar las normas sobre medidas no arancelarias.  Ningún programa de política comercial puede dejar de lado esos temas.

Un ejemplo del carácter asimétrico de los regímenes comerciales aclarará lo expuesto.  Comparemos las importaciones de los Estados Unidos procedentes del Reino Unido y de un país menos adelantado, por ejemplo Bangladesh, y los aranceles pagados por esos dos países en relación con sus exportaciones a los Estados Unidos.

Las importaciones estadounidenses procedentes del Reino Unido son mucho más voluminosas y unas 14 veces más valiosas que las procedentes de Bangladesh.  No obstante, la cuantía de los derechos arancelarios aplicados a las importaciones procedentes del Reino Unido es muy inferior, aproximadamente una quinta parte menos que los derechos pagados por las importaciones mucho más exiguas procedentes de Bangladesh.  Se trata de una situación que debería corregirse.  Aunque he puesto un ejemplo sacado de la estructura arancelaria de los Estados Unidos, tales problemas son comunes a varios países y hay razones sólidas para introducir mejoras en tales estructuras arancelarias asimétricas en varias de las economías más importantes, tanto consolidadas como emergentes.

Por ese motivo, hay que poner especial empeño en buscar formas de avanzar multilaterales e inclusivas.  Para salir del estancamiento actual, es preciso hallar estrategias conciliadoras.  Tal vez, entre esas estrategias, sea posible incluir períodos de transición menos estrictos, incorporar elementos de ajuste estructural y combinar un mayor nivel de obligaciones con opciones de examen y, en ciertos casos, de salvaguardia, u otras formas de avanzar.  Buscar formas para avanzar positivamente en esa esfera debería ser parte importante del programa de comercio, y es un importante desafío al que se enfrenta el comercio internacional.  Además, el éxito multilateral en materia de comercio internacional allanará el camino para el progreso en los debates multilaterales que tan urgentemente necesitamos en otros ámbitos, por ejemplo los relacionados con el medio ambiente y la salud.

Es altamente probable que, inicialmente, se adopten varias medidas de coordinación y soluciones en un grupo relativamente pequeño de países, por ejemplo, el G-20.  Por ello, un importante desafío consistirá en examinar la forma de ampliar significativamente el ámbito de tales iniciativas más allá de esos pequeños grupos hasta alcanzar la aceptación internacional más general.

 

Rápida expansión de la clase media

El crecimiento continuado y rápido de los mercados emergentes dará lugar a una expansión sin precedentes de la clase media mundial.  Según una estimación, esa expansión de la clase media pasará de menos de 1.800 millones de personas en 2009 a unos 5.000 millones en 2030, lo que representará un incremento de unos 3.000 millones de personas, de los que casi dos terceras partes corresponderán a Asia.  Esa expansión se traducirá en un gran auge de la demanda de bienes y servicios, alimentos, vivienda y bienes de consumo duraderos, generará un gran incremento del consumo energético y ejercerá una mayor presión sobre los recursos naturales (incluidos el agua y el aire limpio), lo que a su vez aumentará y hará más inestables los precios de las materias primas y suscitará preocupaciones en relación con el cambio climático.  Esa situación planteará múltiples problemas de interés común que, aunque excedan de los debates convencionales del comercio internacional, acabarán estrechamente relacionados con el comercio como tal.

La solución de los problemas relacionados con el cambio climático, la estabilidad financiera internacional, la inmigración, las pandemias, la ordenación de los recursos hídricos y otros desafíos mundiales requerirán nuevos enfoques de las medidas de gobierno transnacional y mundial.  Además, las soluciones a esos problemas requerirán la participación de un gran número de países, más aún, de todos los países, grandes y pequeños.  Por consiguiente, necesitaremos un marco multilateral para dar respuesta a esas múltiples preocupaciones.

Hay otro probable cambio que no solemos tener en cuenta.  El incremento de la demanda determinará un significativo aumento de la demanda de materias primas, lo que reforzará la posición de los proveedores de esas materias primas, tanto de origen terrestre como acuático.  Un gran número de esos proveedores de materias primas se hallarán en las partes menos adelantadas del mundo.  En tal situación, la base de las relaciones internacionales se modificará, y los proveedores de recursos naturales influirán más en el diseño de los sistemas que se adopten para dar respuesta a los nuevos problemas que se planteen al comercio internacional.  Por definición, esos sistemas habrán de ser inclusivos, lo que nos lleva una vez más a la necesidad de un sistema multilateral de comercio sólido y bien fundado.  Esos grupos tienen ya una voz potente en la OMC.  Con el tiempo, esa voz sonará aún con más fuerza, con miras a lograr un mayor acceso a los mercados de los demás y programas de asistencia técnica más específicos y eficaces.  El Programa de Ayuda para el Comercio de la OMC ha tenido unos comienzos muy acertados al hacer la asistencia técnica más eficaz y adaptada a las necesidades y, con ello, dar sólidas razones a los donantes para sostener o incrementar sus niveles de financiación, incluso en tiempos difíciles.

 

Persistencia de la pobreza, el desempleo, el ajuste estructural y las consiguientes tensiones

Aunque otros 3.000 millones de personas pasen a formar parte de la clase media, aproximadamente 1.000 millones de personas seguirán viviendo en la mayor miseria, sobre todo en los países en desarrollo.  De modo similar, los países desarrollados se enfrentan a elevados niveles de desempleo y otras dificultades económicas.  Las preocupaciones sociales que surgen en tal situación exacerban aún más el problema.

Esa situación dará lugar a una fuerte demanda de equidad, tanto a nivel nacional como internacional.  En respuesta a esa demanda será necesario potenciar la capacidad para alcanzar niveles más elevados de rendimiento y gestionar el proceso de cambio estructural, y mejorar la capacitación técnica para adaptarla a la demanda cambiante.

En ese contexto, ha surgido una complicación muy importante relacionada con la situación de desempleo en los países desarrollados debido al desajuste entre los cambios tecnológicos y la disponibilidad de personal especializado.  Según un informe de McKinsey, ese desajuste se produce tanto dentro de un país como geográficamente entre economías maduras y economías en desarrollo, siendo mayor el ritmo de especialización laboral en los países en desarrollo.  Según ese informe, “40 millones de trabajadores están sin empleo en las economías avanzadas, pero, al mismo tiempo, las empresas de esos países dicen que, con frecuencia, no pueden hallar trabajadores con la capacitación necesaria.”

Para hacer frente a esos dos importantes problemas, es decir, a la pobreza y al desempleo, será necesario un sistema de redes de seguridad y formación.  Por consiguiente, es necesario evaluar la combinación adecuada de políticas nacionales y comerciales que generen crecimiento y resuelvan los problemas del desempleo y la pobreza de forma eficaz y coherente, complementándose entre ellas.  El sistema de la OMC brinda suficientes oportunidades para equilibrar esas diferentes iniciativas, una de ellas en el contexto de la política comercial y la otra a través de la política nacional.  Los Comités de la OMC ofrecen también la posibilidad de aprender de la experiencia y las prácticas más idóneas.  En su momento, esos intercambios constituirán la base para iniciativas de cooperación más amplias que den respuesta a las preocupaciones comunes.

También se prevé que surja una demanda de inclusividad desde otros ámbitos.  El incremento de la clase media, de los niveles de educación y de la conectividad a través de la tecnología de las comunicaciones en la era del TGIF (Twitter, Google, Internet y Facebook) incrementará inevitablemente la demanda de mejoras en la gestión social y más oportunidades de participación en los debates sobre las políticas públicas y la aplicación de esas políticas.  Los gobiernos tendrán que hallar fórmulas para mejorar la interacción con amplios y diversos grupos de colectivos interesados para desarrollar sus estrategias y ejercer una gobernanza eficaz e inclusiva.  Esa tendencia se producirá, no sólo a nivel nacional, sino también en las interacciones internacionales, dando lugar a demandas de sistemas inclusivos, equitativos y justos por los gobiernos y los colectivos interesados no gubernamentales de un gran número de países en desarrollo.  Una vez más, el sistema multilateral de comercio será el marco que cumpla esos criterios.  En la OMC, hemos empezado a interactuar en mucho mayor medida con distintos y diversos colectivos interesados, pero ese proceso cobrará mucha más importancia en el futuro.

 

Acuerdos comerciales preferenciales

He insistido en la importancia del sistema multilateral de comercio, pero los escépticos pueden señalar que la realidad actual son los acuerdos de libre comercio o los acuerdos comerciales regionales.  De hecho, incluso en la OMC, hay iniciativas plurilaterales para llegar a un acuerdo en el sector de los servicios, una iniciativa para empezar a trabajar en la ampliación del Acuerdo sobre Tecnología de la Información, y el recientemente renegociado y mejorado Acuerdo sobre Contratación Pública, instrumento plurilateral ratificado por las partes precisamente la semana pasada.  Además, están en marcha varias iniciativas fuera de la OMC para lograr varios acuerdos de cobertura limitada, en algunos casos impulsadas por países que tratan de compensar su no participación en los acuerdos vigentes.  Es interesante observar que, a medida que aumenta el número de acuerdos de ese tipo suscritos a lo largo del tiempo por cualquier país, los acuerdos subsiguientes menoscaban los márgenes preferenciales disponibles en el marco de los acuerdos anteriores.

Cabe señalar que el sistema multilateral de comercio, es decir, la OMC, prevé el establecimiento de tales acuerdos con sujeción a ciertos criterios, orientados a mantener los mercados abiertos y preservar los intereses de los no miembros.

Sin embargo, muchos consideran probable que esos acuerdos tengan efectos adversos, debido a las diferentes normas de origen y demás condiciones que, en la práctica, pueden restringir o fragmentar los mercados y limitar la eficiencia de las actividades.  La principal preocupación surgida se refiere a la inclusión de normas y regímenes de reglamentación en los acuerdos comerciales preferenciales, debido a que las normas diferentes o divergentes no sólo fragmentan los mercados, sino que hacen sumamente difícil avanzar en las iniciativas de armonización de las normas para que los probables beneficios del comercio internacional sean asequibles con carácter general.

Esos aspectos parecen indicar que, en su momento, será necesario combinar o armonizar las diferentes iniciativas.  En otras palabras, será necesario darles una dimensión multilateral.  Además, algunas medidas comerciales, tales como las subvenciones, habrán de abordarse en un marco multilateral.

Otro aspecto preocupante de esos acuerdos es que no son inclusivos, especialmente para los países más pobres.  En una época de múltiples vínculos comerciales y de mayor sensibilidad de los países respecto de la equidad y justicia de los sistemas, tal exclusión es potencialmente perturbadora.  Por consiguiente, esos acuerdos de libre comercio deben desarrollar sus disciplinas de forma que estén abiertos a una fácil ampliación de los miembros y a la armonización con otras iniciativas similares.  Una vez más, la multilateralización es la respuesta.

 

Medidas no arancelarias

Es probable que, al cabo de cierto tiempo, las medidas no arancelarias -en particular, las normas o las prescripciones reglamentarias- estén más generalizadas tanto a nivel nacional como en el comercio internacional.  La falta de transparencia y previsibilidad resultante en muchos casos se complicará aún más con la creciente aplicación de normas privadas, que convertirá al sector privado en un agente importante con influencia directa en las oportunidades comerciales.  De modo similar, los grupos de consumidores y las ONG interesadas desempeñarán una función más importante.

Como resultado, dos rasgos de una tendencia que se inició con la expansión de Internet cobrarán aún más importancia.  Uno de ellos es que la política comercial no pertenecerá ya exclusivamente al ámbito de competencia de la política gubernamental en sí.  Por ejemplo, es posible que, en el futuro, la armonización de las normas no se lleve a cabo entre los gobiernos de las naciones, sino entre los distintos sectores económicos o los usuarios de determinadas tecnologías.  En segundo lugar, incluso la reglamentación de los sectores sujetos a control normativo gubernamental empezará a ser cada vez más difícil, debido a la existencia de Internet, el trabajo a distancia y los cambios tecnológicos conexos.  Por consiguiente, una parte importante del problema consistirá en examinar la respuesta adecuada a esa situación cambiante.  Ese aspecto es parte importante de las negociaciones sobre el AMNA (acceso a los mercados para los productos no agrícolas) de la Ronda de Doha, en las que se intenta mejorar la situación respecto de las medidas no arancelarias.  Ésa es una de las cuestiones que seguirán recabando mayor atención en el futuro.

 

Participación de los colectivos interesados

Para promover la participación activa de las empresas, los consumidores y las ONG será necesario abordar una gran diversidad de cuestiones y sectores, y será preferible desarrollar un marco normativo relativamente sencillo y de carácter general que pueda aplicarse a diversas situaciones.  En ese contexto, una forma importante de alcanzar nuestros objetivos podría ser llegar un acuerdo sobre los principios de buen gobierno.  Ejemplos de tales principios se ofrecen en la OMC, que es un marco de disciplinas de buen gobierno.  Entre esos ejemplos concretos figuran el “Código de Buena Conducta para la Elaboración, Adopción y Aplicación de Normas” anexo al Acuerdo sobre Obstáculos Técnicos al Comercio de la OMC, o el tipo de disciplinas puestas de relieve en el Documento de Referencia sobre las Telecomunicaciones Básicas.  Ese marco aportará condiciones igualitarias, mayor transparencia, puntualidad y la posibilidad de abordar las preocupaciones emergentes, así como de establecer principios de buen gobierno que sirvan de base para determinar la idoneidad de las distintas iniciativas con objeto de limitar las medidas arbitrarias y proteccionistas y mantener los mercados abiertos.

 

Mayor interdependencia entre los países:  las cadenas de suministro y el comercio de operaciones

Debido a las inversiones extranjeras directas y los cambios tecnológicos, las empresas han desarrollado cadenas de producción para la obtención de cualquier producto final, y las diferentes partes de esas cadenas están ubicadas en distintos países.  Entre 1995 y 2010, las exportaciones de piezas y componentes han aumentado en más del doble como parte proporcional del comercio de mercancías.  Actualmente, el comercio de bienes intermedios representa el 56 por ciento de las exportaciones de productos distintos de los combustibles (unos 7 billones de dólares), y está creciendo a un ritmo del 6 por ciento anual.  En el caso de los servicios, los productos intermedios representan una porción incluso mayor del comercio, aproximadamente de tres cuartas partes.  Esos vínculos recíprocos tienen diversas repercusiones y plantean numerosos desafíos al comercio internacional.

En primer lugar, el alcance de la política comercial no puede seguir limitado a un único país, sino que excede de las acciones locales o nacionales y de las fronteras y los intereses de cualquier nación.  Para abordar adecuadamente ese fenómeno será necesario un sistema multilateral de disciplinas y buen gobierno.  Por consiguiente, preservar la fortaleza y utilidad del sistema multilateral de comercio o sistema de la OMC seguirá siendo un elemento importante del programa de comercio del siglo XXI.

En segundo lugar, la expansión de las cadenas de suministro y del comercio de operaciones hacen indispensables algunos cambios fundamentales en determinados conceptos que constituyen la base convencional de nuestro análisis y examen de las cuestiones comerciales:

    a) es preciso que modifiquemos nuestro método de cálculo del valor del comercio internacional.  Actualmente, ese método se basa en el concepto de país de origen, que empieza a perder sentido desde el momento en que múltiples países han participado en la cadena de producción de un único producto.  En tal situación, podemos utilizar el concepto cada vez más frecuente de productos hechos en el mundo.

    b) de conformidad con ese concepto, en lugar de destacar los datos tradicionales basados en los ingresos del comercio internacional, debemos empezar a reunir datos sobre el comercio en términos de valor añadido.  La OMC, en cooperación con otras instituciones, ha puesto en marcha esa iniciativa (la iniciativa “Hecho en el mundo”) para reunir datos sobre el valor añadido en el comercio internacional.  Ese cambio de concepto tiene importantes repercusiones para el diálogo político y de política económica relacionado con las preocupaciones comerciales.

    c) también debemos reconsiderar y revisar el análisis de política comercial del impacto de las medidas en frontera, incluidos los aranceles y las demás formas de limitaciones del mercado.  Al existir las cadenas de valor, esas medidas pueden tener múltiples efectos que no suele destacarse en el análisis convencional.  Podemos examinar ese aspecto utilizando un sencillo diagrama geométrico de microeconomía.  Mientras que, desde el punto de vista convencional, la aplicación de un arancel se consideraría como un desplazamiento a lo largo de la curva de la oferta, con las cadenas de valor se traduciría en un desplazamiento de la propia cadena de la oferta.  Es más, las razones para ese desplazamiento podrían consistir en una combinación de las medidas comerciales adoptadas y las decisiones comerciales de las empresas en otros países participantes en la cadena de suministro.  El efecto de una medida comercial en tales circunstancias podría ser completamente opuesto al resultante del análisis convencional.

     

Mayor interdependencia entre los países:  paquete de bienes y servicios necesarios en la cadena de suministro

Además de esas cadenas de suministro que han convertido las normas de origen en un concepto anticuado, existe un efecto de empaquetamiento, debido a que la producción y la venta de un producto acabado requieren una combinación de bienes y servicios.  Por ejemplo, un estudio muestra que, cuando una empresa manufacturera internacionaliza su producción, intervienen unos 40 tipos diferentes de servicios.  Por ello, cada vez es más difícil analizar los efectos de la política en determinado producto o servicio sin tener en cuenta tales interrelaciones.  Una vez más, la conclusión es que debemos reconsiderar el entendimiento convencional de la política comercial, debido a que la base de esa valoración convencional ha cambiado.  Un importante desafío al que se enfrenta el comercio internacional es entender mejor las repercusiones de tales cambios, y modificar el modo de pensar centrado en las limitaciones del mercado como medidas de apoyo para las ramas de producción nacionales.

 

La importancia creciente de los servicios y sus efectos en las políticas

Varios analistas consideran que la nueva frontera del comercio internacional será el comercio de servicios, en relación con el cual cabe destacar cuatro aspectos.

En primer lugar, el comercio de servicios adopta muchas más formas que el de mercancías, como se refleja en el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios de la OMC, que abarca cuatro modos de suministro:  suministro transfronterizo, desplazamiento de los consumidores, establecimiento de los productores en el mercado de exportación mediante inversiones extranjeras directas, y movimiento de los proveedores de servicios.

En segundo lugar, un requisito previo para fomentar el comercio de servicios es crear la capacidad de reglamentación pertinente.

En tercer lugar, los cambios tecnológicos fomentan la comerciabilidad de los servicios, como pone de manifiesto la expansión de las cadenas de suministro.

En cuarto lugar, el número de países en desarrollo crece de modo constante con la capacidad en materia de tecnología de la información de las comunicaciones necesaria para participar en el comercio de servicios.  Por consiguiente, a través del comercio de servicios, esos países tienen nuevas oportunidades para alcanzar sus objetivos de desarrollo y reducción de la pobreza.

Dada la importancia de los regímenes normativos para integrar los servicios en el comercio internacional, un importante desafío en ese ámbito consistiría en mejorar las disciplinas normativas en la OMC y las capacidades nacionales para aplicarlas.  Con objeto de incrementar el acceso a los mercados, tanto el régimen normativo nuevo como el ya existente deben potenciarse, a fin de promover unas condiciones igualitarias para la competencia nacional e internacional.  De no hacerlo así, se favorecerá la falta de transparencia y se menoscabará la confianza mutua.  Por consiguiente, no cabe exagerar hasta qué punto es necesario obtener resultados en cooperación y de modo multilateral en el sector de los servicios.  Se trata de un aspecto al que habrá que prestar mucha más atención en el futuro.

Esto nos sitúa ante otro desafío, que es el desarrollo de iniciativas de apertura constante de los mercados para TODOS los diferentes ámbitos y modos de suministro de servicios.  Como es lógico, se ha planteado una importante preocupación con respecto al movimiento de los proveedores de servicios o la mano de obra, que suelen mezclarse con temas de inmigración, incluso aunque el movimiento de los proveedores de servicios sea de carácter temporal y esté específicamente vinculado al suministro de tales servicios.  Una tarea importante sería hallar fórmulas para mantener separadas ambas cuestiones y mecanismos para hacer posible el comercio de un mayor número de servicios mediante el movimiento de sus proveedores.

 

Facilitación del comercio

En un mundo en el que hay cadenas de suministro y los servicios son objeto de suministro transfronterizo es preciso facilitar el comercio mediante la simplificación de las barreras aduaneras y otras limitaciones reglamentarias con objeto de reducir los obstáculos a nivel nacional.  La facilitación del comercio mejora la eficiencia de la correa de transmisión de los intercambios internacionales, que transporta los productos desde el lugar en el que es eficiente su producción hasta los lugares en los que existe demanda.  Como explicó el Sr. Pascal Lamy en relación con la importancia de la facilitación del comercio, “… el tiempo es oro.  Cuanto más tiempo se retiene un envío en el puerto o en la aduana, más costoso resulta al exportador y al importador.  Cada día adicional requerido para enviar las mercancías reduce el comercio en el 1 por ciento.  La OCDE estima que, en conjunto, los derechos, las formalidades y los procedimientos de despacho representan aproximadamente el 10 por ciento del valor de cualquier transacción comercial.  Eso es tanto como decir 1,5 billones de dólares.  La OCDE estima también que un acuerdo de la OMC sobre facilitación del comercio reduciría esos costos del 10 por ciento al 5 por ciento del valor del comercio, lo que equivale a un beneficio de unos 750.000 millones de dólares para la actividad económica mundial.”

He ahí una importante razón por la que muchos se centran en obtener resultados tempranos sobre esa cuestión en las negociaciones de la Ronda de Doha.  En la práctica, la facilitación eficaz del comercio requiere la participación de todos los países, grandes y pequeños, y tiene particular interés para las pequeñas economías menos adelantadas.  Una de las razones al respecto es que la facilitación eficaz del comercio no sólo requiere que se identifiquen las medidas de facilitación, sino también los fondos necesarios para aplicarlas mediante proyectos basados en la demanda.  Aunque la primera parte es mucho más clara para diversos países, la financiación requerirá esfuerzos más decididos en el actual momento de dificultades financieras y económicas.  En ese contexto, vale la pena hacer referencia al Programa de Ayuda para el Comercio de la OMC, que es un importante programa general de asistencia técnica y mejora de la capacidad comercial de los países en desarrollo.

 

Situación energética

La energía es fundamental para todas las transacciones, tanto relativas al comercio como a la producción o incluso a la vida diaria.  Si la demanda experimenta un gran aumento, la necesidad de energía aumentará sobremanera, lo que incrementará su precio y creará dificultades en otros mercados conexos.  Por ejemplo, el precio de la energía repercute en los fertilizantes y, en consecuencia, en el precio de los alimentos y su disponibilidad.  Además, aumenta la pobreza y la vulnerabilidad efectivas al limitar el poder adquisitivo de los ingresos.  El uso intensivo de energía convencional tendrá también efectos adversos en el medio ambiente y, en consecuencia, será muy necesario el desarrollo de fuentes de energía renovables, menos perjudiciales para el medio ambiente.  Tendrá que pasar cierto tiempo antes de que las fuentes de energía renovables resulten económicamente tan rentables como las que predominan actualmente.  Por consiguiente, el desafío consiste en aplicar las políticas adecuadas para limitar los efectos ambientales y promover fuentes renovables como opciones alternativas eficaces.  Puesto que hay divergencias sobre las políticas que conviene adoptar, es preciso avanzar hacia una solución mediante debates en los que participen todas las partes interesadas.  La respuesta radica en las iniciativas de cooperación multilateral.

La energía está estrechamente relacionada, como mínimo, con otros dos elementos que suscitan preocupación, es decir, el medio ambiente y la seguridad alimentaria.  El comercio internacional es parte de la solución para esos dos problemas, al aportar productos y tecnologías inocuos para el medio ambiente y el acceso a alimentos baratos, abonos y técnicas de mejora de la productividad.  El desarrollo sostenible es uno de los objetivos fundamentales del Acuerdo sobre la OMC, y la Organización preserva el equilibrio entre su objetivo de apertura del comercio y los objetivos ambientales.  De modo similar, sus disciplinas aportan estabilidad a los mercados agrícolas, propician la respuesta del comercio internacional a la demanda de alimentos y mantienen los precios bajos.  Ni que decir tiene que, para resolver esos problemas, debemos combinar las iniciativas comerciales con las políticas nacionales adecuadas que fomenten las inversiones y reduzcan la distorsión de los precios de la energía y los alimentos.  A la larga, la pregunta pertinente será si algunas de esas iniciativas requerirán disposiciones adicionales de la OMC.  Por ahora, no lo parece.

En la OMC no hay disciplinas específicas para el sector energético.  Una mayor experiencia en lo que respecta a los problemas relacionados con el comercio podría hacer necesaria la aclaración de algunas cuestiones, tales como el transporte de productos energéticos y las subvenciones.

 

Urbanización y buen gobierno

También hay una tendencia muy fuerte a la urbanización.  Por ejemplo, para 2030 más del 55 por ciento de la población de Asia será urbana, lo que requerirá tanto mejoras de infraestructura como el establecimiento de un sistema de buen gobierno, ya que, con la urbanización, cierto número de servicios y productos se obtendrán a través de la contratación pública.  En esa situación, la mayor importancia del gasto en infraestructuras y de la contratación pública dará lugar a considerables ineficiencias si no se establece un marco de buen gobierno, tal como el previsto en el Acuerdo sobre Contratación Pública de la OMC.  Esa evolución determinará a muchos más países a convertirse en miembros del Acuerdo sobre Contratación Pública.

 

Conclusión

La OMC o el sistema multilateral de comercio se hará incluso más importante debido a los cambios que están teniendo lugar en todo el mundo.  Por ello, debemos seguir dando prioridad al mantenimiento de un sistema de la OMC sólido y útil.  En su momento, ese resultado contribuirá positivamente a avanzar en relación con otros aspectos preocupantes que necesitan soluciones multilaterales.

En el contexto de la Ronda de Doha, las cuestiones abarcadas por las negociaciones siguen teniendo interés y deben solucionarse.  Por consiguiente, debemos hallar la forma de reforzar la participación de los Miembros en las negociaciones.

Es interesante señalar que, para hacer frente a los desafíos planteados por la situación cambiante, muchas de las disciplinas necesarias serán las establecidas en la OMC u otras basadas en las disciplinas de la OMC sobre el buen gobierno.

También serán necesarios mecanismos o sistemas suplementarios, así como las adecuadas políticas nacionales, incluidas las redes de seguridad que permitan dar una respuesta colectiva a múltiples preocupaciones.

Con una perspectiva más amplia y un compromiso positivo que tenga en cuenta los cambios en curso, es de esperar que podamos desarrollar nuevos programas para el sistema multilateral de comercio.

Todo lo expuesto pone de manifiesto la necesidad de avances concertados y positivos en tiempos difíciles.  Para quienes crean que es una tarea desalentadora, quiero recordar estas palabras de Nelson Mandela:  “Las cosas parecen imposibles hasta que se hacen.”

 

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