WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

Barcelona Graduate School of Economics

 

Ministra
Profesores
Señoras y señores

Me complace encontrarme aquí esta tarde en la inauguración del Año Académico de la Facultad de Ciencias Económicas de Barcelona. No se sorprenderán si les digo que la OMC sigue con gran interés muchas de las cosas que ustedes hacen aquí.

Permítanme compartir un pequeño secreto con ustedes. Los estudios aquí realizados sobre las relaciones entre comercio y crecimiento fueron una importante fuente de inspiración para nuestros economistas cuando prepararon el Informe sobre el Comercio Mundial 2008: “El comercio en un mundo en proceso de globalización”. En él se analizan el papel del comercio en un mundo interconectado y los desafíos con que se enfrentan los gobiernos para conseguir que redunde en una mayor prosperidad para sus ciudadanos. Pueden comprobar el número de veces que se cita su facultad en esa publicación, ahora famosa.

Por ello, no les sorprenderá que centre mis observaciones de esta tarde en el comercio internacional, sus bases económicas y sus realidades políticas. Son las dos caras de la misma moneda.

Recientemente he leído que la crisis financiera y la contracción económica preocupan a las autoridades y al público en general hasta el punto de que ya no queda margen para preocuparse del comercio. Este tipo de compartimentalización refleja, en mi opinión, una visión estrecha, que no tiene en cuenta la inseparabilidad de todos los aspectos de la gestión económica internacional.

Observamos ya cómo las dificultades financieras están restringiendo las oportunidades comerciales: la falta de financiación para el comercio impide con demasiada frecuencia posibles transacciones comerciales. Observamos ya también el despido de miles de trabajadores en fábricas de China, debido a la contracción de la demanda de los países desarrollados.

La gestión eficaz de estas vinculaciones y la formulación de soluciones polivalentes ocupan un lugar central en los desafíos de las políticas actuales, lo que está sometiendo a dura prueba la capacidad de los gobiernos de cooperar eficazmente entre sí, como hemos observado en la cumbre de líderes mundiales de este fin de semana en Washington. Por ello, tampoco debe sorprender que, además de adoptar un conjunto de medidas de estímulo y de sentar los cimientos para un mejor gobierno financiero mundial, estos dirigentes enviarán también un mensaje claro sobre el comercio y la importancia de una rápida conclusión de la Ronda de Doha de la OMC.

Beneficios del comercio: teorías antiguas y nuevas

Los argumentos en favor del libre comercio cuentan con una larga y rica historia intelectual. La intuición de David Ricardo de que los beneficios del comercio internacional están basados en la ley de la ventaja comparativa ha constituido la base de 200 años de teoría y práctica comercial.

Las teorías tradicionales nos enseñaban que los países -lo mismo que las personas- se benefician del comercio porque son diferentes, y que son las diferencias relativas, más que las absolutas, de los costos de producción las que hacen que el comercio resulte rentable. Esta última idea constituye el soporte intelectual clave del argumento según el cual todos los países pueden beneficiarse del comercio: para obtener beneficios del comercio, basta con ser más competitivo en términos relativos, no absolutos, en las diferentes actividades de producción. La comprensión de esta realidad ha sido indispensable para los esfuerzos realizados por muchos durante los seis últimos decenios y todavía más para crear un sistema de comercio multilateral abierto e integrador.

David Ricardo vinculó la ventaja comparativa de los países con las diferencias tecnológicas. Teóricos posteriores, como Heckscher y Ohlin, insistieron en las diferencias en la dotación de los factores -como la mano de obra, la tierra y el capital- en cuanto fuerza motriz de la ventaja comparativa y de los beneficios resultantes del comercio. Estas diferencias de orientación no implican contradicción ninguna. Simplemente ponen de manifiesto las abundantes oportunidades ofrecidas por la diversidad.

A pesar de la solidez y de la pertinencia continuada de las afirmaciones tradicionales que explican las ventajas del comercio, la teoría ha continuado progresando, y hemos observado importantes innovaciones en los últimos años. Por ejemplo, desde aproximadamente el decenio de 1980 en adelante los analistas del comercio insistieron en los intercambios de productos dentro de los mismos sectores. El comercio intrasectorial se explica en gran medida por las economías de escala y está asociado con las imperfecciones del mercado, y representa una parte considerable de la mayor prosperidad y la mayor riqueza de opciones, sobre todo en los países de ingreso alto. Podría recordar también que la contribución de Paul Krugman a esta reflexión, conocida muchas veces como la nueva teoría del comercio, formó parte de los estudios que le han merecido el Premio Nobel de este año.

Todavía más recientemente, nuevos conjuntos de datos sobre la producción y el comercio revelaban considerables diferencias entre las empresas, lo que puso en tela de juicio el supuesto comúnmente aceptado de que podríamos tratar a los productores como idénticos y pensar en términos de 'la empresa representativa'. Las formulaciones teóricas resultantes de estas nuevas ideas demuestran que la apertura al comercio no sólo ofrece nuevas oportunidades para especializarse en forma productiva. Eleva también el nivel medio de la productividad de las industrias nacionales. Estas consideraciones han recibido la denominación de “novísimas” teorías del comercio, prueba evidente de que la capacidad de los economistas para dar nombres a sus teorías no está a la altura de sus logros intelectuales.

Otro desafío a las teorías tradicionales sobre el comercio ha sido consecuencia de la fragmentación internacional de los procesos de producción resultante de la descomposición de las cadenas de suministro, fenómeno que se ha acelerado en los últimos tiempos. La deslocalización, o el comercio de tareas, sea de bienes o de servicios, es en realidad una nueva aplicación de las ventajas comparativas tradicionales. Se ha podido conseguir gracias a una poderosa combinación de nuevas tecnologías de la información, la comunicación y el transporte y unas políticas comerciales cada vez más abiertas.

Este rápido recorrido por la historia de la teoría del comercio es un útil recordatorio de las diversas fuentes de beneficios resultantes del comercio, en particular una mayor eficiencia, las economías de escala, la mayor variedad de productos y la mayor productividad.

Por otro lado, la teoría del comercio, lo mismo que el propio comercio, no es de gran utilidad si se considera un fin en sí misma. La teoría es útil si inspira las políticas, y el comercio es útil si mejora la situación humana. En ambos sentidos, el realismo y la honradez intelectual requieren que consideremos los costos y las realidades políticas asociadas con el comercio. Si el comienzo y final de esta historia se resume en que el comercio fue incondicionalmente beneficioso para todos y en que “cuanto más comercio, mejor”, los gobiernos lo aceptarían sin duda de forma unilateral y sin interrogantes. Por lo tanto, tampoco habría ninguna necesidad de que el Acuerdo de la OMC gestionara las relaciones comerciales internacionales.

Costos y dimensiones políticas del comercio

Desde las investigaciones de Ricardo, hemos comprendido que el comercio crea ganadores y perdedores. Repercute en la distribución de los ingresos dentro de las sociedades. Por ejemplo, las teorías tradicionales prevén que cuando los países industrializados importan bienes con gran concentración de mano de obra procedentes de economías emergentes con gran número de trabajadores no especializados, el resultado es un descenso de la demanda y, por lo tanto, de los salarios de los trabajadores no especializados del mundo industrializado.

En términos más generales, Paul Samuelson nos recordó en un importante artículo escrito en 2004 -utilizando un marco ricardiano clásico- que el crecimiento de la productividad en un país puede representar un fracaso de las exportaciones en otro, con lo que se reducirían los ingresos en este último. Este argumento, y algunas de sus variantes, han suscitado nuevo interés en la evolución de las desigualdades en los países industrializados y en el papel del comercio en esta evolución.

Si bien las recientes publicaciones parecen haber llegado a la opinión unánime de que otras fuerzas -muy en especial el cambio tecnológico- han contribuido de forma más decisiva a transformar la distribución de los ingresos, no hay ninguna duda de que el comercio puede contribuir a aumentar la desigualdad salarial. No obstante, ello no representa un argumento en favor del proteccionismo, ni de la renuncia a una mayor apertura. Más bien, constituye un argumento convincente para tener en cuenta las tensiones sociales resultantes de la desigualdad, sea mediante el suministro público de servicios básicos, una mejor educación y oportunidades de capacitación o la reforma fiscal.

Una segunda fuente de costos es el ajuste estructural inevitable asociado con la apertura del comercio. Algunos sectores, empresas o individuos se benefician del comercio, mientras que otros tienen que adaptarse a actividades alternativas, si pueden, dadas las nuevas realidades competitivas. Además, el comercio -especialmente el asociado con la deslocalización- puede aumentar la incertidumbre. Ello ha suscitado sin duda nuevas preocupaciones acerca de las ventajas de la globalización en general y del comercio en particular.

Por otro lado, los países que no aprovechan las oportunidades que se ofrecen para la producción a nivel internacional corren el riesgo de quedar al margen de la globalización. Las decisiones de las empresas en favor de la deslocalización están muy influenciadas por la calidad del marco institucional, los costos de establecimiento de una empresa y la calidad de la infraestructura. Si no se tienen en cuenta estas cuestiones probablemente se limitará la participación de los países de ingreso bajo en las redes de producción a pesar de su ventaja en los precios de los factores. El hecho de quedar marginado es sin duda mucho peor que tratar de gestionar el cambio y las pérdidas localizadas en un contexto de beneficios generalizados.

Es claro que las realidades políticas del comercio deben gestionarse adecuadamente para que los progresos sociales se hagan realidad. Anthony Downs, en su teoría de la democracia, demuestra que la competencia política impulsa a los políticos a proponer y promulgar las políticas preferidas por el votante que representa las preferencias políticas medianas. La aplicación de esta teoría a la política comercial parece revelar la asociación existente entre una creciente desigualdad y la mayor oposición al comercio y, en definitiva, políticas comerciales restrictivas. La mayor desigualdad lleva a propugnar un mayor proteccionismo.

Una segunda cuestión política hace referencia al problema de la 'acción colectiva'. Los beneficios de la apertura del comercio suelen distribuirse ampliamente dentro de las sociedades y los beneficios individuales de la apertura del comercio pueden ser relativamente pequeños. Pero los perjuicios derivados de la reforma del comercio suelen recaer en grupos relativamente pequeños y pueden, por tanto, estar fuertemente concentrados. Los perjudicados por una mayor apertura comercial tienen mayores incentivos para presionar contra las reformas comerciales que los beneficiados por ellas. Ello puede frenar o invertir el proceso, aun cuando los beneficios generales superen a las pérdidas globales.

Una tercera cuestión es la relacionada con la incertidumbre. Los votantes prefieren el statu quo, es decir, votan contra la reforma del comercio, pues es posible que no sepan por adelantado si figurarán entre los ganadores o entre los perdedores en la reforma. La fragmentación de la producción implicada por la deslocalización intensifica la incertidumbre y la resistencia general a aceptar un cambio que es beneficioso en términos generales.

Mi última observación está relacionada con las políticas nacionales en un mundo en proceso de integración económica. Hoy la economía es cada vez más global, pero la política continúa siendo local. Esta discrepancia puede llevar a los gobiernos nacionales a elegir políticas orientadas hacia el interior, que reducen la probabilidad de una mayor integración económica en el plano mundial. Por otro lado, la globalización está colocando la interdependencia internacional en un nivel nunca observado hasta ahora. Este proceso crea formas nuevas y más consistentes de consideraciones normativas que atraviesan las fronteras nacionales, sea en la esfera de la elección social, las normas ambientales, la reglamentación del mercado financiero, o en otros sectores. Por ello, se necesitan normas mundiales más numerosas y de mejor calidad. Pero se necesitan también políticas internas que sean coherentes y complementarias de las de alcance mundial.

Como mencioné durante mi reciente visita a la Universidad de Berkeley, estoy convencido de que el restablecimiento de la confianza de los americanos en el comercio presupone la garantía de que están en marcha sistemas adecuados de salud y pensiones, a través de políticas internas en materia de impuestos y gasto. Igualmente, el fomento del consumo interno en China, limitado en la actualidad por su alta tasa de ahorro, requerirá también mayor gasto en políticas sociales en esferas como la salud o la educación.

Conclusiones

El desafío normativo que he esbozado esta tarde consiste en lograr un equilibrio entre las significativas ventajas económicas -por no mencionar las de carácter sociopolítico- del compromiso internacional a través del comercio con la justicia social y una sensación percibida de legitimidad. El desafío no es nuevo, simplemente es más intenso y acuciante.

Después de 60 años de cooperación con el comercio multilateral en un mundo en proceso de cambio espectacular, los argumentos en favor de un sistema de comercio abierto son más convincentes que nunca. Por otro lado, a medida que la tecnología mejora e intensifica la interdependencia mundial, las autoridades nacionales y la comunidad mundial deben hacer frente a una necesidad cada vez más apremiante de dar muestras de imaginación, capacidad de liderazgo y voluntad de hacer frente a las nuevas demandas.

En lo que respecta a las autoridades nacionales del mundo industrializado, el ignorar la creciente preocupación pública sobre algunos aspectos de la globalización menoscabaría la legitimidad de los gobiernos y haría peligrar el apoyo social, lo mismo que el olvido de los beneficios del comercio. La respuesta a esta tensión radica en encontrar un equilibrio entre mercados abiertos y políticas internas complementarias, junto con iniciativas internacionales que permitan hacer frente a los riesgos de la globalización

En cuanto a la comunidad mundial, los mercados económicos integrados necesitan instituciones jurídicas y políticas adecuadas. Sin ellas, los mercados carecen del marco regulador básico para funcionar debidamente. Nuestras cambiantes realidades mundiales, puestas dramáticamente de manifiesto por la actual crisis económica, requieren una revisión de muchos aspectos del sistema de gobierno internacional.

Me he detenido con cierto detalle en el nexo existente entre la teoría y los desafíos normativos prácticos con que se enfrentan los gobiernos, precisamente porque estoy convencido de que instituciones como la Facultad de Ciencias Económicas de Barcelona pueden contribuir decisivamente a mantener fuertes relaciones entre una reflexión conceptualmente disciplinada y los desafíos de las tomas de decisiones cotidianas. Espero con interés poder continuar esos intercambios con esta Facultad en el futuro.

Muchas gracias por su atención.

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