WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY
“Fortalecimiento de la cooperación multilateral en la esfera de la propiedad intelectual y la salud pública”
Señoras y señores,
Permítanme en primer lugar felicitar a la Organización Mundial de la
Propiedad Intelectual (OMPI) por su oportuna iniciativa de situar la
salud pública junto a las cuestiones del cambio climático, la
biodiversidad y la seguridad alimentaria, que son el núcleo de su nuevo
y ambicioso programa sobre la propiedad intelectual y los retos
globales.
Esta iniciativa viene a confirmar que el sistema internacional de
propiedad intelectual no puede funcionar al margen de cuestiones de
política pública más generales, como la forma de satisfacer necesidades
humanas tan básicas como la salud, la alimentación y un medio ambiente
limpio.
La Conferencia y el programa de trabajo a cuya ejecución contribuye
demuestran la propiedad intelectual ha pasado a ser un elemento central
de los debates interdisciplinarios que trascienden de los límites
tradicionales entre ámbitos políticos distintos y entre diferentes
esferas de especialización técnica. La coherencia, la cooperación y el
diálogo práctico en el sistema internacional son indispensables si
queremos afrontar estas cuestiones de política fundamentales de forma
sostenible. Esta iniciativa, abierta y fruto de la reflexión, lleva el
sello del Director General Francis Gurry.
También es para mi un honor compartir el estrado con nuestra colega la
Dra. Margaret Chan, Directora General de la OMS. Por las conversaciones
que hemos mantenido, sé que personalmente Margaret, Francis y yo estamos
firmemente resueltos a intensificar la cooperación entre nuestras tres
organizaciones. Esta asociación y esta buena voluntad serán
fundamentales para dar una respuesta internacional eficaz a los
problemas de salud pública, en constante evolución, y para lograr que el
sistema de propiedad intelectual sea equilibrado, justo y equitativo.
No obstante -aunque quizás a algunos de ustedes les sorprenda-, hay
límites a lo que pueden lograr los directores generales en
organizaciones impulsadas por los miembros, incluso cuando unen sus
fuerzas. Se ha dado el caso de que Margaret, con sus dotes de cantante,
salvara una reunión difícil, pero el rumor de que los Tres Directores
Generales van a emular a los Tres Tenores es infundado. Sin embargo, la
armonía que consigamos producir por imperfecta que sea a los oídos de un
purista- será de lejos preferible al silencio -o incluso a la discordia
o la disonancia- entre nuestras tres organizaciones.
Una asociación eficaz también significa que debemos reconocer que
tenemos funciones complementarias, esferas de competencia diferentes y
mandatos distintos. Para progresar el máximo posible debemos aprovechar
nuestros puntos fuertes y reconocer los de nuestros asociados.
Como ha dicho Margaret Chan, estimamos que nuestra labor en materia de
propiedad intelectual y salud pública consiste en velar por que cada
organismo aporte sus conocimientos especializados básicos a un esfuerzo
colectivo, respetando las competencias de los demás. Aceptamos que la
política de salud, el sistema de propiedad intelectual y el marco por el
que se rigen unas relaciones comerciales legítimas están inevitablemente
interconectados y deben gestionarse de manera armoniosa.
Es evidente que las enfermedades infecciosas no conocen fronteras y
atacan nuestra base fisiológica común, sin reparar en barreras
políticas. La salud constituye el argumento más convincente en favor de
la cooperación internacional. La interdependencia no es una simple
opción de política, sino literalmente una cuestión de vida o muerte.
Pensemos en los aspectos internacionales de la lucha contra la pandemia
de VIH/SIDA, los efectos devastadores que siguen teniendo las
enfermedades desatendidas, que afectan en su mayoría a las comunidades
más pobres del mundo, la reaparición de cepas resistentes de la
tuberculosis y la actual pandemia de gripe H1N1. En cuanto al cambio
climático, es probable que tenga graves repercusiones en las pautas de
morbilidad y en la agricultura, de modo que la salud, la seguridad
alimentaria y la adaptación al cambio climático están estrechamente
vinculadas. No podemos atrincherarnos tras las fronteras, ya se trate de
las fronteras nacionales o de las que hay entre nuestras instituciones.
Para la OMC, este hecho se puso claramente de manifiesto en 2001, cuando
los Ministros adoptaron la Declaración de Doha relativa al Acuerdo sobre
los ADPIC y la Salud Pública. Aunque la Declaración de Doha es de
importancia fundamental para la OMC y para la aplicación del Acuerdo
sobre los ADPIC, también ha contribuido a conformar el marco para la
cooperación multilateral sobre la propiedad intelectual y la salud
pública a lo largo de esta década.
Ha ayudado a los gobiernos a utilizar las flexibilidades previstas en el
Acuerdo sobre los ADPIC y ha contribuido a reducir los precios de
algunos medicamentos, en especial los antirretrovirales de primera
línea. Ha contribuido a que se comprenda mejor el Acuerdo sobre los
ADPIC, garante de un marco equilibrado y flexible para la protección y
el respeto de los derechos de propiedad intelectual, que responde a un
programa político más amplio. La Declaración recalca la necesidad de que
el Acuerdo sea considerado parte de la acción nacional e internacional
más amplia para resolver los problemas relacionados con la salud
pública. Para los militantes del sector de la salud, que se cuentan
entre los críticos más acerbos de la OMC, ese texto es un hito y una
referencia.
La Declaración se ha mencionado con frecuencia en muchas resoluciones de
la Asamblea Mundial de la Salud, por ejemplo la Estrategia mundial y
plan de acción de la OMS, así como en el Programa de la OMPI para el
Desarrollo. Hace tan sólo una semana, los Ministros participantes en las
reuniones del Consejo Económico y Social reafirmaron las disposiciones
de la Declaración de Doha en materia de flexibilidades para proteger la
salud pública y promover el acceso a los medicamentos. La Declaración
incide en las esferas de los derechos humanos y la bioética. Considerado
en conjunto, estos instrumentos constituyen una poderosa herramienta
para la cooperación, que pondremos en práctica activamente con la OMPI y
la OMS y con otros agentes fundamentales como el ONUSIDA, la UNCTAD, el
PNUD y el UNITAID. Tenemos que aprovechar toda la gama de conocimientos
especializados y aunar nuestras fuerzas para ayudar a nuestros Miembros
a atender a sus necesidades de salud pública de forma coherente y
eficaz.
Entre 2001 y 2005 la OMC negoció la primera, y hasta ahora única,
enmienda al conjunto de acuerdos comerciales concertados en 1994 en la
Ronda Uruguay: se trata del llamado “sistema previsto en el párrafo 6”,
para mejorar el suministro de medicamentos a países que tienen una
capacidad limitada para fabricar los suyos propios. Este proceso fue
motivado por la profunda preocupación de que esos países no pudieran
utilizar efectivamente las flexibilidades que ofrece el Acuerdo sobre
los ADPIC, y por la impresión de que debía suprimirse un obstáculo
jurídico específico.
Ahora que se han adoptado medidas, prosigue el debate para determinar si
la solución ha sido realmente eficaz o si sigue generando obstáculos.
Los Miembros de la OMC que negociaron ese instrumento han continuado
examinando atentamente su funcionamiento efectivo en el marco de los
exámenes anuales que hemos efectuado en la OMC cada año desde 2005. En
la Declaración Ministerial adoptada por el Consejo Económico y Social la
semana pasada se pidió “una oportuna y amplia aceptación” de la enmienda
del Acuerdo sobre los ADPIC, para integrar firmemente este mecanismo en
el derecho internacional. Se trata de un importante llamamiento que
celebramos y reiteramos.
Hasta la fecha el sistema se ha puesto en práctica una vez. Esto se debe
en parte al limitado número de patentes que se confieren en los
principales países exportadores a los medicamentos necesarios. Esta
pauta podría cambiar en el futuro, a medida que el abastecimiento se
oriente hacia una nueva generación de medicamentos. Sea como fuere, el
mero hecho de que exista el mecanismo, junto con la evolución que se
aprecia en los círculos relacionados con la salud y en la industria
farmacéutica, puede ayudar a los programas de compra de fármacos a
negociar los precios a la baja; de manera análoga, la perspectiva de
imponer regímenes de licencias obligatorias puede utilizarse en general
para ejercer presión en las negociaciones relativas al acceso voluntario
a las tecnologías. En muchos casos el régimen de licencias voluntarias
es una herramienta práctica más eficaz.
El objetivo en sí mismo nunca ha sido expedir un sinfín de licencias
obligatorias. El objetivo fue y sigue siendo que haya medicamentos más
asequibles para los pobres. Por consiguiente, el sistema ha de juzgarse
en términos de precios y acceso. El simple recuento de las
notificaciones realizadas en el marco del sistema previsto en el párrafo
6 no es un buen indicador de los resultados obtenidos en materia de
salud pública.
El sistema previsto en el párrafo 6 es una flexibilidad adicional en el
marco del Acuerdo sobre los ADPIC, que hay que sumar a otras
salvaguardias de la política en materia de salud; a su vez, ese Acuerdo
no es más que uno de los elementos de la acción nacional e internacional
más amplia para asegurar un mayor acceso a los medicamentos.
Dicho esto, no debemos tener fe ciega en el éxito del sistema. Por ello
es objeto de un examen anual por los Miembros de la OMC. Pero también
puede ser importante considerar de qué manera los programas de compra
pueden utilizar de forma más eficaz el sistema tal y como es. Crea una
vía jurídica para el acceso a los medicamentos, pero eso por sí solo no
genera un nivel de demanda comercialmente viable.
De hecho, el sistema reconoce explícitamente la necesidad de efectuar
economías de escala en las iniciativas de compra de las regiones donde
hay una proporción significativa de países menos adelantados (PMA). De
manera más general, el sistema permite que haya coordinación entre las
necesidades de importación y los países de origen, con miras a asegurar
las necesarias economías de escala. También hemos de evaluar el
funcionamiento del sistema en relación con una base empírica más sólida
o, por decirlo en pocas palabras, determinar en qué esferas hay patentes
vigentes y en cuáles no.
Puede no ser fácil responder con seguridad a estas preguntas en
apariencia sencillas. La OMPI ha hecho grandes avances para mejorar el
acceso a la información sobre patentes y para que se utilice de manera
inteligente, así como para facilitar la cooperación internacional con
miras a determinar la situación de las patentes de medicamentos
esenciales en los países en desarrollo. En este ámbito también es
fundamental la cooperación internacional para que el mecanismo funcione
bien, junto con toda la gama de instrumentos de política, en la esfera
de la propiedad intelectual y al margen de ella, para aumentar el flujo
de medicamentos esenciales que llegan a los más necesitados.
La OMC quiere ser un socio activo y constructivo en materia de salud
pública en el marco del sistema multilateral, no sólo en lo relativo al
Acuerdo sobre los ADPIC, ya que hay otras esferas de interacción entre
comercio y salud en que la OMC puede aportar conocimientos
especializados únicos.
Desde que en 2001 se adoptó la Declaración de Doha, hemos establecido
una cooperación mucho más estrecha entre las organizaciones
internacionales cuyas competencias básicas guardan relación con la
propiedad intelectual y la salud pública. Todos los socios se fijaron
como meta promover y respaldar activamente el equilibrio cuidadosamente
negociado y crucial entre el desarrollo de nuevos medicamentos y su
accesibilidad.
La OMC ofrece a sus socios internacionales que lo solicitan,
aportaciones y asesoramiento técnicos, pero también ejecuta un programa
activo y cooperativo de creación de capacidad, en asociación con la OMS
y la OMPI, en el que cada organización contribuye a las actividades
paralelas de las demás.
En nuestras actividades de creación de capacidad no defendemos
posiciones políticas ni presionamos por ninguna opción en particular. Se
trata de ayudar a los responsables de formular políticas y a los
funcionarios públicos superiores a que analicen todas las opciones de
que disponen, de modo que ellos mismos puedan decidir cómo utilizarlas
en la práctica.
Es importante utilizar efectivamente el sistema de propiedad intelectual
y las flexibilidades del Acuerdo sobre las ADPIC, pero no se puede
aislar del resto: la legislación y la política en materia de propiedad
intelectual deben complementarse con políticas de compra de
medicamentos, salvaguardias favorables a la competencia, y la
reglamentación de la seguridad y la calidad de los medicamentos. Tampoco
en este caso, no hay ninguna organización internacional que tenga el
monopolio de estas diversas esferas de especialización, y el reto de
asegurar el acceso a los medicamentos requiere un esfuerzo global y
multidisciplinario.
Siempre se podrá mejorar la forma en que colaboramos con nuestros socios
internacionales. De nada sirve colaborar si no tratamos de aprender los
unos de los otros; la cooperación es un desperdicio de recursos si no
conseguimos coordinar la ejecución práctica de los programas y no
compartimos información esencial; y la coherencia -que es probable que
sea el eje de nuestra colaboración- es imposible si no respetamos las
distintas competencias y los contextos políticos de cada uno y si no
sabemos aprovecharlos. Ante todo, debemos prestar atención y responder a
las preocupaciones y necesidades prácticas de nuestros Miembros y de las
comunidades a las que sirven.
La cooperación multilateral no tendrá sentido si no produce resultados
tangibles a nivel nacional. En pocas palabras, si no hace progresar la
salud pública en lo que el Órgano de Apelación de la OMC, en una de sus
decisiones, calificó del “mundo real donde viven, trabajan y mueren los
seres humanos”.
Muchas gracias por su atención.
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