WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY
“El comercio como instrumento para salir de la recesión” — Bruselas
Quiero dar las gracias al Centro de Estudios
Políticos Europeos (European Policy Centre) por organizar la charla de
esta mañana.
Les agradezco la oportunidad de explicarles por qué el comercio
internacional es una parte importante de la solución global a la última
recesión económica. En momentos en que las economías tratan de
recuperarse de la crisis, es vital que los mercados internacionales
permanezcan abiertos.
Tiempos turbulentos
Vivimos tiempos nada fáciles. Sabemos que en
2009 el PIB mundial real registró un crecimiento negativo, estimado en
el -2,2 por ciento. Además, la tasa mundial de desempleo alcanzó el
nivel más alto jamás registrado, toda vez que la Organización
Internacional del Trabajo cifra en más de 200 millones el número de
personas sin empleo en todo el mundo. Es innegable que la reciente
crisis financiera ha tenido un impacto negativo en la economía mundial
manifestado en la producción y el empleo.
El comercio mundial ha sido otra víctima de esta crisis, ya que en 2009
registró una contracción en términos de volumen de alrededor del 12 por
ciento -su más fuerte descenso desde la segunda guerra mundial-. El
principal motivo de esta caída en picado fue la reducción simultánea de
la demanda agregada en todas las grandes economías del mundo. La
disminución de la financiación del comercio durante este período fue
otro factor que contribuyó a esa situación. En mucho menor grado, el
comercio se vio afectado negativamente por algunos casos de aumento de
aranceles y subvenciones internas, nuevas medidas no arancelarias y más
medidas antidumping.
Iniciamos el año pasado con un colapso del comercio, una reducción de la
financiación del comercio, preocupación de que los donantes redujeran la
aportación de fondos para la “Ayuda para el Comercio”, e inquietud ante
la posibilidad de que se instaurara el proteccionismo. Y aun así, un año
después del comienzo de la crisis, vemos que, hasta ahora al menos, el
sistema multilateral de comercio ha demostrado su robustez como baluarte
contra un proteccionismo galopante.
En la mayor parte de las economías desarrolladas, incluida la Unión
Europea, los paquetes de estímulos han sido decisivos para prevenir el
ulterior deterioro de la producción y han allanado el camino de la
recuperación. Todavía es pronto para saber si algunas de las medidas que
se han introducido para estimular las economías contienen disposiciones
que favorecen a los bienes y servicios nacionales a expensas de las
importaciones.
Con todo, el impacto positivo de los paquetes de estímulos de los países
es efímero y cada vez hay más inquietud por los enormes déficit
presupuestarios contraídos por muchos gobiernos. Las economías necesitan
urgentemente otras fuentes de crecimiento, motores de crecimiento
sostenibles que no supongan una carga adicional para nuestras ya muy
endeudadas economías. Es ahí donde el comercio puede desempeñar un papel
importante, tanto a largo plazo como a corto y mediano plazo.
El comercio como fuente de crecimiento y empleo
A largo plazo, el crecimiento económico
depende en gran medida del progreso tecnológico y de la calidad de las
instituciones nacionales. El comercio desempeña un importante papel en
este contexto.
En primer lugar, puede impulsar el progreso tecnológico al aumentar los
incentivos para la innovación, facilitar la transferencia de tecnología
y favorecer el “aprendizaje sobre la marcha”.
En segundo lugar, la reforma comercial puede mejorar directamente la
calidad de las instituciones, al propiciar la adopción de determinadas
normas institucionales. Es más, las preferencias implícitas en esas
reformas institucionales pueden ser consecuencia indirecta del
funcionamiento de las fuerzas del mercado vinculadas al comercio.
A corto y mediano plazo, el comercio permite que la demanda externa
sirva de amortiguador a las economías con una baja demanda interna
mientras se recuperan de la crisis. Esto es especialmente importante en
varias economías desarrolladas, donde es probable que la demanda interna
se resienta durante un tiempo, mientras se reconstituye el ahorro
interno y se recupera el sistema financiero. La apertura del comercio a
un abanico de países es importante para mitigar el impacto de una
perturbación.
En términos más generales, el comercio puede incrementar los niveles de
ingresos o de producción gracias a la mejora de la eficiencia derivada
de la especialización en ventajas comparativas, una mayor competencia,
el acceso a una mayor variedad de insumos intermedios, las economías de
escala y una reasignación de los recursos entre diversos sectores
industriales.
Por otro lado, las exportaciones, en particular, pueden incrementar los
niveles y las tasas de crecimiento de los ingresos y la producción, ya
que a menudo tienen un componente de alto valor añadido. Esto es así
especialmente en los países desarrollados, cuyas empresas se
especializan en el segmento de alto valor añadido de la cadena de
suministro global. Es importante señalar que el componente de valor
añadido de las exportaciones probablemente tenga un efecto positivo en
la demanda interna, debido a las concatenaciones regresivas con varios
sectores de la economía.
De hecho, todo parece indicar que el contenido nacional del valor
añadido por las exportaciones es mayor cuanto más desarrollado es el
país. Por ejemplo, en 2008, el 80 por ciento del valor de las mercancías
exportadas por los Estados Unidos tenía un contenido nacional, mientras
que en el caso de Malasia ese porcentaje era sólo del 42 por ciento.
Además del razonamiento del valor añadido, hay datos que sugieren que se
aprende al exportar, lo cual aumenta la productividad y por tanto
fomenta el crecimiento.
A modo de digresión, también cabe mencionar que el comercio puede ayudar
a mantener bajos los precios de las mercancías mientras las economías se
recuperan de la crisis. Esto significa que los precios no aumentarán
mucho en respuesta a un incremento de la producción o a una reducción
del desempleo cuando las economías estén abiertas al comercio, ya que
éste permite a los países obtener mercancías o insumos importantes del
resto del mundo.
El incremento de los niveles de producción o ingresos es vital para el
proceso de recuperación de la recesión. Pero también es vital reducir
las tasas de desempleo. Hoy en día, el elevado nivel de desempleo es
intolerable. Hay que hacer más para generar confianza en nuestros
ciudadanos. El comercio puede ser parte de la solución. ¿Cómo responde
el comercio a esta preocupación?
Un aumento de las rentas genera, naturalmente, puestos de trabajo en
distintos sectores gracias al aumento de la demanda interna de la
economía, y ello tiene ulteriores efectos multiplicadores. Estos serían
los “efectos de segunda vuelta” del aumento de los puestos de trabajo.
Sin embargo, es probable que el comercio en general y las exportaciones
en particular también contribuyan directamente a reducir el desempleo en
la fase de recuperación de la crisis financiera. Estos “efectos de
primera vuelta” se han podido comprobar en varios países que se
caracterizan por un número elevado de puestos de trabajo que dependen de
las exportaciones.
Por ejemplo, se calcula que en 2008 el 22 por ciento del empleo total en
Alemania dependía de las exportaciones. Análogamente, en 2006 dos de
cada 10 puestos de trabajo en el sector manufacturero de los Estados
Unidos estaban vinculados a la exportación de productos manufacturados.
Son muchos también los trabajadores que intervienen en los aspectos del
comercio concernientes a las importaciones. En Australia, por ejemplo,
en 2008 uno de cada 10 trabajadores se ocupaba de actividades
relacionadas con la importación.
Si nos fijamos en el futuro, las estimaciones preliminares sugieren que
las exportaciones podrían contribuir a unos 40 millones de puestos de
trabajo en China y la exportación de manufacturas podría generar
alrededor de 160.000 puestos de trabajo en los Estados Unidos en 2010.
Estas conclusiones parecen ser especialmente pertinentes en la situación
actual, ya que el comercio tiene la capacidad potencial de repuntar con
fuerza y propiciar nuevas contrataciones, en particular en los sectores
orientados a la exportación.
Hay que recordar, desde luego, que no todos los puestos de trabajo que
se creen en los sectores orientados a la exportación irán a los
trabajadores sin empleo. Algunos serán para trabajadores que ya tenían
empleo y que decidieron transferirse al sector de la exportación en
busca de mejores oportunidades.
Aun así, esta redistribución tiene su importancia económica. Quiere
decir que los trabajadores pasan de los sectores en que su producto
marginal es bajo a aquéllos en que es más alto. Esto da lugar a una
mejora de la productividad de la economía y, por tanto, a un aumento de
la producción y el desempleo. Sin embargo, dadas las altas tasas de
desempleo que existen en todo el mundo, es probable que muchos de los
que consigan esos puestos de trabajo en el sector de la exportación
provengan de las filas de los desempleados.
Hay que reconocer también que, con la competencia de las importaciones y
la contratación externa, el comercio puede ocasionar una pérdida de
empleos en determinados sectores de la economía. Es en este contexto que
los programas nacionales de formación de trabajadores y fomento de la
movilidad en los mercados de trabajo pueden permitir a los trabajadores
desplazados encontrar trabajo en los sectores de la economía más
eficientes y en expansión. En estos casos, las redes de seguridad social
pueden ayudarles a corto plazo a soportar la carga de la transición.
¿Qué podemos, pues, decir acerca del papel de la política comercial
durante este período de recesión? Lo fundamental es que el comercio
puede tener un impacto positivo en los ingresos o en la producción, así
como en la creación de empleo, durante esta fase de deterioro económico.
Pero para ello los mercados internacionales deben permanecer abiertos, y
los países, seguir comerciando sobre la base de la ventaja comparativa
Mantener y proseguir la apertura del comercio
La especialización de las estructuras de
producción y exportación sobre la base de la ventaja comparativa es uno
de los pilares de la integración económica europea. Una zona de libre
comercio permite a los países de la región cosechar los beneficios de
eficiencia que reporta la apertura comercial en condiciones de ventaja
comparativa, economías de escala, aumento de la competencia, acceso a
una variedad de insumos intermedios y asignación de recursos entre
diversos sectores industriales. Además, la UE, habida cuenta de que
representa una forma de integración todavía más profunda con una libre
circulación de factores entre todos sus países miembros, puede facilitar
el ajuste ante una perturbación económica asimétrica específica de uno
de sus países.
En consecuencia, debemos asegurarnos de que el comercio permanece
abierto, pero también hay que trabajar para seguir abriéndolo mediante
la conclusión de la Ronda de Doha. Un acuerdo de Doha crearía nuevas
oportunidades de mercado gracias a la reducción de los obstáculos
arancelarios y las subvenciones internas. También reduciría los costos
fijos del comercio al abordar, por ejemplo, los procedimientos aduaneros
y los trámites burocráticos en el marco de las negociaciones consagradas
a la “facilitación del comercio”.
Por último, un aspecto muy importante: el Programa de Doha para el
Desarrollo dará mayor seguridad a los acuerdos comerciales merced al
logro de compromisos vinculantes de los países miembros. Esto es de
especial importancia para que el crecimiento económico pueda generar
puestos de trabajo, ya que la experiencia adquirida en recesiones
pasadas muestra que el crecimiento del empleo es lento tras la crisis,
por más que se haya reanudado la expansión de la producción.
Durante la crisis de las empresas “puntocom”, por ejemplo, la economía
estadounidense dejó de contraerse en noviembre de 2001 y empezó a crecer
otra vez en el capítulo de la producción. Sin embargo, la tasa de
desempleo siguió subiendo hasta junio de 2003, es decir, 19 meses
después.
Una de las razones que a menudo se aducen para explicar esta
“recuperación sin empleo” es la incertidumbre de los empleadores acerca
de la sostenibilidad de la expansión económica que están presenciando.
Sólo cuando estén convencidos de que el crecimiento de la demanda es
duradero estarán dispuestos a realizar nuevas contrataciones. Una feliz
conclusión de la Ronda de Doha reducirá en gran medida la incertidumbre
que genera el proteccionismo, cuyo espectro puede frenar las nuevas
contrataciones, especialmente en el sector exportador, que no en vano es
el más vulnerable a las restricciones del comercio.
La apertura de los mercados puede, por supuesto, exponer a los países y
a las personas a una mayor volatilidad. Pero la respuesta no puede ser
renunciar a la apertura. Hay que asegurar que esa apertura de los
mercados venga acompañada de normas internacionales y de políticas
internacionales y nacionales, como las que constituyen la Ayuda para el
Comercio, que mitiguen los efectos negativos durante el período de
transición.
Si en 2001, otro año de prueba para el mundo, el lanzamiento de la Ronda
de Doha para el Desarrollo tenía un sentido geopolítico, hoy es obligado
concluirla por el bien de nuestras economías.
Muchas gracias por su atención.
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