WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY


> Discursos: Pascal Lamy

  

El teólogo decimonónico estadounidense Theodore Parker, un hombre cuyo verbo inspiró a Abraham Lincoln y a Martin Luther King, dijo de las ciudades que “siempre han sido los hogares de la civilización, de donde la luz y el calor han irradiado a la oscuridad.”

De muchas maneras, la comunidad urbana es el sello distintivo de la propia civilización. La civilización supone una fase avanzada del desarrollo social humano, y nuestras ciudades -por muy imperfectas que sean- constituyen el escaparate de los logros más importantes de la humanidad. Esta magnífica ciudad y su espectacular Exposición son un ejemplo palmario de ello.

Desde hace miles de años, las ciudades son los laboratorios, talleres, auditorios musicales y lugares de reunión del mundo. La evolución de las ciudades —que se inició hace unos 6.000 años— se hizo a partir de realidades muy distintas aunque, a juicio de sociólogos y arqueólogos, la necesidad de contactos sociales ha sido un potente motor en el desarrollo de las comunidades metropolitanas. Desde el principio, los seres humanos han buscado la compañía de otros para luchar contra la soledad, para defenderse y para intercambiar ideas, bienes y servicios.

Los historiadores debaten si ha sido el deseo del ser humano de comerciar el que ha fomentado la creación y el crecimiento de las ciudades o si ha sido el desarrollo de las ciudades el que desencadenado el crecimiento del comercio. De forma parecida, los sociólogos y los arqueólogos discuten si el crecimiento del comercio ha sido ventajoso o perjudicial para las ciudades y sus habitantes. Ahora bien, desde muchos puntos de vista, huelga plantearse esas cuestiones porque muchas de nuestras ciudades más famosas nunca habrían existido si no fuese por el comercio.

Las ciudades siempre han ofrecido las infraestructuras necesarias para facilitar los intercambios. El mercado, el centro de comercio en sus múltiples manifestaciones, ha estado desde hace mucho en el centro de la ciudad. Es el lugar donde la gente se reúne para hacer negocios, por supuesto, pero también para enterarse de lo que pasa, bromear y aprender de los demás. La organización de las ciudades y la organización del comercio tienen en común el deseo del ser humano de llegar a los demás, socialmente y en lo comercial.

Pero existen más paralelos entre el desarrollo del comercio y el crecimiento de las ciudades. Ambos echan sus raíces en el desarrollo de la tecnología. Los adelantos tecnológicos que permitieron una productividad agrícola más elevada dieron lugar a excedentes de producción que libraron a muchas personas de la necesidad de dedicarse a la agricultura para sobrevivir. La especialización de los oficios sentó las condiciones para la vida urbana y para el intercambio de bienes y servicios.

La misma tecnología que dio impulso al comercio propició a su vez ciudades nuevas y más grandes. A medida que los barcos se hicieron más resistentes, las rutas comerciales se prolongaron y las poblaciones que se habían asentado en las orillas de ríos como el Tigris, el Nilo y el Huang He (Río Amarillo) se aventuraron a trasladarse a las regiones costeras, en las que establecieron asentamientos, lo que dio lugar al desarrollo de zonas urbanas en Egipto, Fenicia, Grecia y África del Norte.

En China, durante la dinastía Han, las condiciones de seguridad mejoraron para los comerciantes y en el siglo II a.C. salían de China caravanas con destino a Persia, creando con sus desplazamientos el famoso Camino de la Seda.

La noción de orden ha sido esencial para el comercio y la ascensión de los grandes imperios, desde el romano hasta el británico, ha contado con el comercio como importante punto de apoyo.

Huelga decir que esta gran ciudad de Shangai es una ciudad mercantil. Y tiene una historia tan variada y pintoresca como la de cualquier otra ciudad del mundo. Los ciudadanos de Shangai han sido testigos de convulsiones y de estabilidad, de prosperidad y de tiempos difíciles. A lo largo de los siglos, han sido testigos de grandes proyectos, de ocupaciones extranjeras y de cambios radicales en las vicisitudes políticas y económicas.

Pero en los casi 1.000 años que han pasado desde que dejó de ser un pueblo para convertirse en una ciudad de mercado, una constante ha estado siempre presente en la historia de la ciudad: el comercio. El comercio desempeña un papel central en la ascensión y el desarrollo de Shangai. Las grandes decisiones adoptadas por los emperadores y otros dirigentes han reforzado la reivindicación de Shangai de ser una de las grandes ciudades mercantiles del mundo. En 1684, el emperador Kangxi levantó la prohibición impuesta 150 años antes a los buques de navegación oceánica, gracias a lo cual pudieron hacer escala en Shangai buques procedentes del extranjero, y los comerciantes locales pudieron buscar mercados en tierras extranjeras. Posteriormente, en 1732, el emperador Yongzheng determinó que Shangai fuese la oficina aduanera de la provincia de Jiangsu, concediendo a la ciudad en expansión el control total de la recaudación de derechos de todas las operaciones de comercio exterior en la provincia.

Desde sus orígenes de puerto pesquero y ciudad textil, Shangai ya se había convertido en el siglo XIX en la capital comercial de China. A principios del siglo XX, Shangai era ya el escaparate de China ante el mundo. A principios del siglo XXI, Shangai es un centro financiero mundial fundamental y el mayor puerto del mundo en términos de volumen de cargamento, manipulando más contenedores que ningún otro puerto, salvo Singapur y Hong Kong.

El papel central que ha desempeñado el comercio en el desarrollo de Shangai no es de ningún modo único. Los logros de Shangai son a la vez únicos y comunes. Únicos en el sentido de que en el siglo pasado ninguna otra ciudad puede reivindicar una recuperación tan asombrosa en un plazo tan corto. Pero el papel central del comercio en el desarrollo de Shangai es algo que comparte desde hace siglos con otras muchas grandes ciudades.

A lo largo de la historia, las ciudades han adquirido riqueza e importancia en gran medida porque eran ciudades mercantiles. Los muchos corredores comerciales que formaban los Caminos de la Seda datan de hace casi 3.000 años y sirvieron para unir a las civilizaciones griega, china, india, egipcia, persa, árabe y romana. El Camino de la Seda, establecido 200 años antes del nacimiento de Cristo, discurría desde el valle del Río Yangtze al Mar Mediterráneo. Los comerciantes transportaban seda, especias, joyas y perfumes por ese camino. Pero por esas rutas se transportaba algo más que mercancías: las ideas, la tecnología y las grandes religiones se propagaron como consecuencia del creciente comercio por estos corredores.

Algunas de las grandes ciudades establecidas junto a esas rutas —Susa, Esmirna, Antioquía, Palmira y Kansu— se han perdido debido a invasiones y saqueos o a las arenas del tiempo, a veces en el sentido literal de la frase, pues se las tragó el desierto. Pero otras, como Mumbai, Damasco, Samarcanda y Xi’an, siguen prosperando en nuestros días.

En el siglo XV, en una época de intensa competencia económica entre naciones que buscaban la riqueza gracias al establecimiento de rutas comerciales, Cristóbal Colón se embarcó en una travesía que le llevaría al continente americano. Buscaba un camino más corto a las Indias para poder dedicarse al comercio de especias, pero acabó en el Nuevo Mundo, estableciendo nuevas rutas comerciales.

El comercio ha sido la base de grandes alianzas como la Liga Hanseática de ciudades comerciales en el Mar Báltico y el Mar del Norte. En la Liga Hanseática, que fue uno de los primeros acuerdos comerciales regionales, sus miembros trataron de facilitar el comercio de madera, pieles, trigo, metales y paño mediante la reducción de los derechos de importación y la protección común contra los piratas. Entre los 100 miembros, más o menos, de la Liga figuraban ciudades como Lubeck, Hamburgo, Bremen, Estocolmo, Bergen, Brujas y Londres. Ámsterdam, una ciudad holandesa relativamente joven, fue fundada a principios del siglo XIV y floreció casi inmediatamente gracias al comercio con la Liga.

Si bien es cierto que el comercio ha servido para unir a ciudades, regiones y pueblos diferentes, también lo es que ha exacerbado las tensiones. La Liga se vio sacudida por conflictos en el Báltico cuando los monarcas invasores capturaron ciudades importantes y modificaron la naturaleza del comercio. Un grupo de ciudades dedicadas al comercio abierto se volvió insular y proteccionista. El resultado fue la decadencia gradual de la región.

También han estallado guerras por el comercio entre ciudades rivales que trataban de conseguir la supremacía del control de las rutas comerciales. Dos grandes ciudades mercantiles, Venecia y Génova, libraron tres guerras en el siglo XIV.

Aunque grandes ciudades comerciales como Shangai, Alejandría o Mumbai datan de centenares cuando no miles de años, muchas de las grandes ciudades mercantiles del mundo solo han llegado a ser potencias comerciales en tiempos recientes. En el Nuevo Mundo, Río de Janeiro y Buenos Aires se establecieron como centros comerciales a fines del siglo XVI. Los holandeses establecieron Nueva York, con el nombre de Nueva Ámsterdam, en 1624 y utilizaron la ciudad y su puerto natural de gran calado como enclave comercial en el nuevo mundo. La Ciudad del Cabo fue fundada por la Compañía Holandesa de las Indias Orientales expresamente como estación de escala de los barcos que salían de Europa con destino a Asia.

En el siglo XIX, Singapur, Hong Kong y Seattle eran pequeñas comunidades costeras dedicadas principalmente a la pesca, la madera y los minerales. A principios del siglo XXI, Singapur y Hong Kong eran el primer y el segundo puertos de contenedores del mundo. Ambas ciudades practican la doctrina del comercio abierto con el mismo entusiasmo que otras regiones del mundo, y han eliminado los aranceles y creado las operaciones portuarias y aduaneras más eficientes del mundo.

Las pruebas aportadas por siglos de historia nos dicen que las ciudades que se dedican con éxito al comercio prosperan y las que no lo hacen pueden sufrir. Pero la prosperidad puede ser un arma de doble filo. Durante la historia, las ciudades mercantiles han sido vistas con envidia por los dirigentes extranjeros y han sido a menudo blanco de los ataques de los que trataban de apropiarse de sus tesoros. Desde un punto de vista menos dramático, el rápido crecimiento de la población que ha acompañado a la riqueza material en muchas ciudades ha ido de la mano de problemas comunes en muchas partes del mundo: hacinamiento, contaminación atmosférica, brechas entre ricos y pobres y tensiones sociales crecientes.

Parece evidente que, en general, el comercio ha prestado un buen servicio a las ciudades. Sin ninguna duda, las ciudades abiertas y los centros de comercio han generado una gran riqueza monetaria. Pero la riqueza de las grandes ciudades mercantiles va mucho más allá del dinero. Al ser ciudades abiertas al comercio y a los comerciantes, estas comunidades son centros de intercambio de ideas y cultura, y no solo de bienes y servicios. En estas ciudades han hecho su casa grandes artistas, intelectuales, científicos y atletas, así como destacados empresarios y financieros. Este variado abanico de diversidad e innovación hace que estas ciudades sean mucho más que ciudades mercantiles. Citando una vez más a Parker, son verdaderamente “los hogares de la civilización” que iluminan y enriquecen a nuestro planeta.

Gracias por su atención.

 

Servicio de noticias RSS

> Si tiene problemas para visualizar esta página,
sírvase ponerse en contacto con [email protected], y proporcionar detalles sobre el sistema operativo y el navegador que está utilizando.