WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY


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Muchas gracias, señor Presidente,
Distinguidos invitados,
Señoras y señores:

Me complace enormemente acompañarlos hoy en Beijing para deliberar sobre el papel de China en el actual sistema de gobernanza mundial.

Pocos podrían discrepar de que los resultados económicos obtenidos por China desde 1979 han sido milagrosos. Una economía pobre, encerrada en sí misma y con un ingreso por habitante de 180 USD se ha transformado en un país de ingreso mediano, con un PIB por habitante de aproximadamente 6.000 dólares. Centenares de millones de personas han sido rescatados de la pobreza. Ningún otro país ha logrado un crecimiento promedio del 10% a lo largo de un período tan prolongado: 30 años. No cabe duda de que el mundo entero se ha beneficiado del crecimiento de China, de su riqueza y su fortaleza y, por supuesto, percibe su creciente influencia a escala mundial.

Esos logros no están exentos de problemas, como ha mencionado esta mañana el Viceprimer Ministro Zhang Guoli.

En los aspectos macroeconómicos, China hace frente a algunos desequilibrios, en particular un exceso de inversiones, de capacidad de producción en algunos sectores y de liquidez.

Las elevadas tasas de desempleo amenazan la estabilidad social. China deberá por eso mantener tasas de crecimiento elevadas durante un largo período de modo que se creen puestos de trabajo suficientes para asegurar la armonía social. Al carecer de un sector privado bien desarrollado, recae en el Gobierno la responsabilidad principal de crear nuevos empleos.

Los destacados logros y los retos futuros, sumados al tamaño del país, han centrado la atención de los dirigentes de China en las cuestiones internas, como es comprensible. Asegurar la estabilidad política y esas formidables transformaciones y reformas han sido la primera prioridad del Gobierno. Sin embargo, ahora, en China como en todas partes, las fronteras entre las cuestiones nacionales y las cuestiones internacionales se están resquebrajando.

En el mundo globalizado de hoy, donde los países están tan estrechamente interconectados, China no puede solucionar sus problemas por sí sola. Los problemas de China no incumben ya solo a China sino que, gracias a las cadenas de valor, una gran proporción de sus actividades económicas y su producción se entrelazan con las de otros asociados comerciales.

Por ejemplo, el enfriamiento del mercado inmobiliario chino afecta directamente a los precios internacionales del acero y los planes de inversión de los productores australianos y coreanos. Las decisiones de compra que adopta la COFCO repercuten en los productores de soja brasileños y estadounidenses. Sin la participación de China es imposible que los esfuerzos mundiales por disminuir las emisiones de CO2 den resultado. Sin la participación de China no será comercialmente viable la ampliación del Acuerdo de la OMC sobre Tecnología de la Información, porque corresponde ya a China más del 25%por ciento del comercio mundial de productos de tecnología de la información.

En este mundo en rápida evolución, las grandes potencias como los Estados Unidos y China cada vez tienen más dificultades para afrontar sus problemas internos sin una coordinación mundial de las políticas, o para definir políticas económicas internas que no tengan repercusiones mundiales.

Por otra parte, esta nueva realidad también está poniendo en cuestión la arquitectura de la gobernanza mundial configurada en el siglo XX, con su distinción entre el Norte y el Sur, entre países desarrollados y países en desarrollo.

¿Es China ahora un país desarrollado? A los ojos de algunos, sí. ¿O es un país en desarrollo? Así lo ven otros. ¿Una superpotencia que sustituirá a los Estados Unidos dentro de 10 años? Algo bueno, según algunos, o malo, según otros. ¿Un país rico con muchos pobres, o un país pobre con muchos ricos?

Creo que esas preguntas no tienen respuesta fácil. China es un caso único. Nunca antes en la historia ha habido un país que sea a la vez la segunda mayor economía y ocupe el puesto número 100 en la clasificación de ingreso por habitante. Esa es la China de hoy.

En las negociaciones de la Ronda de Doha de la OMC, los negociadores de China han insistido en que su PIB por habitante es muy bajo y tienen por lo tanto derecho a aplicar las flexibilidades previstas para los países en desarrollo. Por su parte, los países con economías avanzadas han aducido que, dado que los productos chinos son tan competitivos a escala mundial, China debería hacer mucho más que otros países con economías pobres y débiles y no debería utilizar su condición de país en desarrollo para eludir la asunción de más obligaciones internacionales. La confrontación acerca del que debería ser el equilibrio apropiado entre los derechos y las obligaciones de las economías avanzadas y los países emergentes ha contribuido en buena medida al estancamiento de la Ronda de Doha.

Ese debate no se da exclusivamente en la OMC. Lo hemos presenciado también en las negociaciones sobre el cambio climático en las Naciones Unidas. No es ya solo una cuestión económica sino un asunto político. Si ambas partes lo plantean como una cuestión de principios, será extremadamente difícil llegar a un compromiso. Si no se encara debidamente, puede convertirse en un obstáculo importante para que China desempeñe una función más influyente en la definición del futuro programa de gobernanza mundial. Sin embargo, he observado signos interesantes en los nuevos dirigentes chinos. En una entrevista reciente, el Presidente Xi Jinping ha afirmado que “China debería asumir más responsabilidades internacionales y hacer una aportación más importante a la paz y el desarrollo”. Pienso que esas palabras nos parecen a todos particularmente alentadoras.

Para China, un peso pesado cada vez más importante en la economía mundial, es especialmente necesario que los sistemas multilaterales funcionen eficazmente. Hasta ahora, ha participado activamente en diversas instancias de la gobernanza económica mundial, pero no ha asumido aún una función proactiva. Aunque es miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y del G-20, China sigue siendo una “parte interesada parcial”.

¿Cuáles son las esferas relacionadas con el comercio en las que, en mi opinión, tanto China como el resto del mundo saldrían beneficiadas si China interviniera más activamente?

En primer lugar, las inversiones. Dado que durante los próximos decenios será un gran receptor y un gran inversor, China tiene un interés estratégico en encaminarse hacia un marco multilateral en materia de inversiones dentro de la OMC.

El camino que han seguido las inversiones de China en el extranjero ha sido problemático. Un nuevo acuerdo internacional de inversión podría contribuir a que esas inversiones tengan un marco más previsible y seguro, lo cual es particularmente importante para China no solo por los obstáculos que dificultan el acceso sino también porque el Gobierno de China tendrá más dificultades para respaldar las operaciones en el extranjero recurriendo a políticas industriales o incentivos fiscales. Ofrecer condiciones de igualdad a los inversores chinos será una opción más eficaz.

En segundo lugar, la adhesión al Acuerdo de la OMC sobre Contratación Pública. Cuando se incorporó a la OMC, China se comprometió a iniciar las negociaciones para la adhesión al ACP. Las negociaciones están en curso y pienso que redundaría en su beneficio que finalizaran lo antes posible, ya que se aseguraría así la utilización óptima de los recursos financieros. Además, se trata de un instrumento eficaz para frenar la corrupción que, como sabemos, lastra gravemente a los pobres.

Una tercera esfera podría ser que China contribuyera a equilibrar y estabilizar el sistema monetario internacional, habida cuenta del peso creciente del renminbi en los intercambios internacionales de mercancías, servicios y capitales.

Una cuarta esfera sería la participación activa de China en la promoción de la convergencia de la reglamentación en materia de normas técnicas, medidas sanitarias y fitosanitarias y la reglamentación sobre inocuidad de los alimentos. Como sabemos, para China se trata de importantes cuestiones internas, pero, dado el tamaño de su mercado, China podría influir en las normas de alcance mundial.

Permítanme que acabe con cuatro mensajes.

El primero es que el crecimiento continuado de China y su éxito en la transformación de su modelo de crecimiento serán vitales para la prosperidad económica del mundo. Por muchas razones, deseamos sinceramente que China tenga éxito en este empeño.

El segundo es que el despegue de China se ha beneficiado de un entorno externo estable. Su sostenibilidad depende de que el sistema mundial de comercio funcione correctamente. Como parte interesada fundamental, China debería desempeñar una función más proactiva en la gobernanza económica internacional, incluso insistiendo para que en la Novena Conferencia Ministerial de la OMC, que se celebrará en Bali en diciembre, se llegue a un acuerdo inicial sobre el paquete de la Ronda de Doha.

El tercero es que será más difícil lograr la armonía social en China si no se logra también en el mundo entero. China tiene que convertirse en agente de convergencia de los problemas mundiales. Esta mañana he escuchado con mucha atención al Viceprimer Ministro Zhang cuando ha declarado que China desempeñará una función más destacada en la gobernanza mundial.

Por último, el debate sobre el equilibrio correcto entre los beneficios y las aportaciones a la gobernanza económica mundial está profundamente enraizado en los valores. Para encarar esta cuestión políticamente delicada es imprescindible una comprensión recíproca de las diferencias en lo que se refiere a los valores. Las diferencias de índole política muy a menudo derivan de diferencias de percepción, y éstas a su vez proceden de diferencias sobre los valores. Siendo como es una civilización antigua, China está bien situada para promover un sincero intercambio acerca de los valores entre civilizaciones diferentes. Estoy persuadido de que ese ejercicio contribuiría a mejorar la comprensión mutua, poniendo de relieve los valores comunes y sentando una base firme para una mejor gobernanza económica mundial en el futuro.

Muchas gracias por su atención.

 

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