WTO NOTICIAS: DISCURSOS DG PASCAL LAMY
“El Programa de Doha para el
Desarrollo: ¿Se está acercando el final del liderazgo de los Estados
Unidos?”
Almuerzo de trabajo de la serie de Doha, Cámara de Comercio de los
Estados Unidos, Washington, 23 de abril de 2007
VER TAMBIÉN:
> Comunicados
de prensa
> Noticias
> Discursos:
Pascal Lamy
Querido Tom,
Señoras y señores:
Estoy encantado de haber vuelto a Washington para compartir con todos
ustedes algunas reflexiones sobre las negociaciones en curso del
Programa de Doha para el Desarrollo de la OMC.
El título elegido por Tom para este acto —“¿Se está acercando el final
del liderazgo de los Estados Unidos?”— puede parecer una provocación
aquí en Washington. Pero quiero tranquilizarles: es la misma pregunta
que se me hace con respecto a Bruselas, Nueva Delhi, Brasilia o Beijing.
Durante la última Ronda de negociaciones comerciales, la Ronda Uruguay,
en 1995, el liderazgo de los Estados Unidos y la UE fue un factor
determinante de la suerte de la Ronda. Hoy, el liderazgo de esos dos
gigantes económicos sigue siendo una condición necesaria para el éxito
de la Ronda, pero ya no es suficiente. Ahora son igualmente importantes
el liderazgo de participantes emergentes fundamentales y la
identificación de los países en desarrollo con ese proceso.
Hoy sabemos que la Ronda de Doha para el Desarrollo no concluirá hasta
que todos esos participantes estén dispuestos a dar un paso más y a
presentar contribuciones adicionales para lograr el éxito colectivo de
esta empresa multilateral. Está claro que las contribuciones se
corresponderán con el nivel de desarrollo y riqueza de cada
participante, y los países más pobres del mundo harán las contribuciones
más pequeñas. También está claro que no se pedirá a nadie que dé el
primer paso: los países tendrán que actuar de concierto, como una gran
orquesta tocando al mismo son.
Por el momento, un grupo de participantes importantes —la UE, los
Estados Unidos, el Brasil y la India—, pese a haber manifestado el
compromiso político de concluir estas negociaciones hacia finales de
este año, están bastante paralizados, porque temen que cualquier paso
que dé uno de ellos en la negociación sea aprovechado por los demás sin
que haya movimientos recíprocos. Se encuentran encerrados en una especie
de “dilema del prisionero”, como si la única preocupación de cada uno de
los participantes fuera aumentar al máximo sus propios beneficios, sin
preocuparse en absoluto de los de los demás. Es como si la cooperación,
esencial para el sistema multilateral de comercio, se hallara dominada
por la retirada, de manera que el único equilibrio posible en el juego
fuera que todos los participantes se retiraran.
Ahora, cuando se cumple el 60º aniversario del sistema multilateral de
comercio, es el momento de volver a los principios básicos de las
negociaciones comerciales: un juego que redunda en beneficio de todos,
en el que la suma de las ganancias de todos los participantes es sin
duda muy superior a la contribución que deba realizar cada uno de ellos.
El comercio ha sido y sigue siendo para los Estados Unidos un motor de
crecimiento increíblemente potente. En los 10 últimos años ha
contribuido al aumento de la producción económica nacional en casi un 50
por ciento y en ese mismo período la economía de los Estados Unidos ha
generado cerca de 19 millones de nuevos puestos de trabajo. El comercio
ha contribuido a la fortaleza del sector de los servicios, que
proporciona empleo a 8 de cada 10 personas en este país. De hecho, los
servicios representan actualmente el 30 por ciento de las exportaciones
de los Estados Unidos y el país tiene superávit con el resto del mundo.
En cuanto al sector manufacturero, desde la entrada en vigor de los
resultados de la Ronda Uruguay hace más de 10 años, las exportaciones
estadounidenses se han duplicado con creces. Uno de cada cinco puestos
de trabajo en el sector manufacturero —es decir, unos 5,2 millones de
puestos de trabajo— está directamente relacionado con las exportaciones.
La cuarta parte de la producción agropecuaria de los Estados Unidos se
exporta. Las exportaciones de productos agropecuarios sostienen un
millón de puestos de trabajo aproximadamente.
Todo ello apunta en una clara dirección: el comercio es un elemento
esencial de la economía estadounidense. Al ser los Estados Unidos una
economía relativamente abierta, cuyos obstáculos al comercio figuran
entre los más bajos del mundo, es evidente que les interesa la reducción
de esos obstáculos en el extranjero. Y ese es el motivo por el que les
conviene que la Ronda de Doha concluya rápidamente, con resultados
sólidos.
Habida cuenta de la complejidad de un acuerdo multilateral en el que
participan 150 Miembros y que abarca más de 30 temas, sé que muchos
países —y los Estados Unidos no constituyen una excepción a este
respecto— pueden verse tentados a dar prioridad a los acuerdos
bilaterales. No es nada nuevo. Aunque esos acuerdos pueden ser un
complemento útil, no creo que puedan sustituir a un sólido sistema
multilateral de comercio. Los acuerdos bilaterales son, por su propia
naturaleza, discriminatorios. Tienen limitaciones evidentes en lo que se
refiere a las cuestiones abarcadas, ya que en ellos no se abordan las
esferas más espinosas, en las que siguen existiendo medidas con efectos
de restricción y distorsión del comercio, como las subvenciones. Pueden
resultar en una desviación del comercio, en lugar de contribuir a la
creación de comercio. Y complican el entorno comercial de los agentes
económicos, que tienen que cumplir una maraña de normas diferentes. En
resumen, los acuerdos bilaterales no son la salida fácil.
Ahora bien, aunque para el crecimiento de la economía de los Estados
Unidos es fundamental un comercio más libre, aquí, al igual que en
muchos otros países de todo el mundo, aumenta la preocupación por el
ritmo actual de la integración económica mundial, de la que se considera
un elemento destacado la apertura del comercio. Ha habido episodios
similares anteriormente, pero la escala y el ritmo actuales no tienen
precedente y están creando fricciones que se traducen en una especie de
malestar en relación con el comercio. Los cambios de las estructuras de
producción imponen costos a los trabajadores y los empresarios de
algunas ramas de producción y hacen que los sectores interesados se
opongan a una mayor integración económica. Aumentan también las
preocupaciones en cuanto a la repercusión en el medio ambiente o a los
efectos en los países más débiles. Por consiguiente, es evidente que,
para que podamos avanzar hacia un comercio más libre, es preciso que los
encargados de la formulación de políticas se aseguren de que los
beneficios resultantes de una mayor integración económica mundial se
distribuyan mejor y de que los instrumentos para ayudar a aquellos que
se vean afectados por los cambios se adapten a las nuevas circunstancias
actuales.
Lo que veo que está ocurriendo ahora en los Estados Unidos es que se
está creando un consenso bipartidista sobre la base de las
circunstancias que acabo de describir. En las audiencias que se
celebraron en la Comisión de Medios y Arbitrios de la Cámara de
Representantes y en el Comité de Finanzas del Senado se examinaron
muchas de esas cuestiones, se evaluaron ventajas e inconvenientes y se
mantuvieron minuciosos debates al respecto con el fin de elaborar un
programa comercial para el pueblo estadounidense. Y debo elogiar la
forma abierta y transparente en que se hizo.
Pero mientras los Estados Unidos examinan esas cuestiones, el mundo los
observa atentamente para tratar de evaluar el grado de compromiso de la
Administración y el Congreso estadounidenses con la Ronda de Doha. Las
señales transmitidas por Washington en relación con la prórroga de la
Ley sobre las facultades para promover el comercio (TPA), la
configuración del nuevo proyecto de ley agrícola o la futura asistencia
para el ajuste al comercio, a pesar de que estas cuestiones son
evidentemente asuntos internos de los Estados Unidos, son analizadas con
gran atención por los negociadores comerciales en todo el mundo y
especialmente en Ginebra.
Tomen como ejemplo la renovación de las facultades para promover el
comercio (TPA). Es evidente que el contrato concluido entre las dos
ramas del Gobierno es un asunto interno de los Estados Unidos. Es
evidente asimismo que, desde el punto de vista jurídico, la renovación
de esas facultades sólo será necesaria para promulgar los resultados de
un acuerdo alcanzado en la Ronda de Doha y nada impide ahora que la
Administración negocie con sus interlocutores de la OMC. Pero muchos
interlocutores comerciales de los Estados Unidos consideran que el hecho
de no avanzar con respecto a la TPA significa que el país ha perdido la
fe en la Ronda de Doha. Como si los Estados Unidos estuvieran cambiando
de marcha para pasar de la marcha adelante al punto muerto.
Indudablemente esto afectaría a la dinámica de las negociaciones. Al
mismo tiempo, en Ginebra se confía en que, cuando los miembros del
Congreso de los Estados Unidos examinen la renovación de la TPA, es
probable que tengan también en cuenta el avance de la Ronda de Doha y
las perspectivas de una rápida conclusión de las negociaciones. Por
consiguiente, no es de extrañar que muchos Miembros de la OMC crean que
tenemos abierta una oportunidad que se cerrará si no se logran claros
progresos en las próximas semanas.
Algunos participantes importantes en la OMC se reunieron recientemente
en Delhi y se comprometieron a concluir la Ronda de Doha para finales de
este año, cuando se produzca la conjunción de los astros. Si tomamos
simplemente la agricultura y los productos industriales y hacemos la
cuenta atrás desde la conclusión de la Ronda, los participantes tendrán
que elaborar sus listas detalladas de compromisos, que a su vez habrán
de reflejar las modalidades acordadas. Y para lograr esas modalidades
tendrá que haber una negociación transversal sobre ambas cuestiones. Y
eso sin tener en cuenta los progresos necesarios en las esferas de los
servicios, la facilitación del comercio, las normas o el medio ambiente,
por no citar más que unos cuantos temas del programa. No propongo un
calendario específico para esas etapas, pero es evidente que no hay
tiempo que perder.
En estos momentos se necesita un serio compromiso sustantivo de todos
los Miembros de la OMC en el proceso multilateral de Ginebra, guiados
por los Presidentes de los Grupos de Negociación. Es preciso que todos
los Miembros apoyen la labor de esos Presidentes con contribuciones
constructivas y una voluntad real de negociar, lo que significa,
naturalmente, defender sus posiciones, pero también mostrar la
flexibilidad necesaria. Es evidente que el proceso multilateral se
beneficiará en gran medida de las contribuciones que pueda recibir de
los debates mantenidos en grupos más pequeños. Pero también es evidente
que no podemos permitir que el proceso multilateral quede supeditado al
calendario de las negociaciones entre unos cuantos Miembros.
Si los Miembros de la OMC no impulsan pronto las negociaciones, los
gobiernos se verán obligados a enfrentarse con la desagradable realidad
del fracaso. Ello significará tirar por la borda el importantísimo
conjunto de medidas de que disponemos para la apertura del comercio y la
elaboración de normas, y privar a la economía mundial de una de sus
fuentes más poderosas y duraderas de fortaleza y estabilidad.
Significará también no hacer frente a las desigualdades que subsisten en
el sistema multilateral de comercio. La mejora de las oportunidades
comerciales para los países en desarrollo y la eliminación de las
restricciones del comercio que siguen perjudicando sus exportaciones y
obstaculizando su crecimiento económico ocupan un lugar central en los
esfuerzos que se están realizando hoy a nivel internacional para
promover la estabilidad política y el desarrollo y mitigar la pobreza.
Por último, significaría el fracaso de la primera Ronda comercial de la
OMC y de una de las iniciativas de cooperación económica multilateral
más importantes del último decenio. Los cimientos de la cooperación
económica internacional nunca pueden darse por sentados. La
globalización es un proceso complejo, y poder hacer frente a la vez a
sus detractores y al ajuste económico que entraña es un constante reto
político, en particular a nivel nacional. El sistema multilateral de
comercio basado en normas está ahí para ayudar a los gobiernos a hacer
frente a ese reto. La imposibilidad de concluir la Ronda de Doha
socavaría el sistema y debilitaría la capacidad de los gobiernos
Miembros, tanto a nivel individual como colectivo, para mantenerse
firmes frente al proteccionismo comercial. Es un riesgo que no podemos
permitirnos tomar a la ligera.
Un avance en las negociaciones en las próximas semanas enviaría el tan
necesitado mensaje de confianza, que mostraría que los Miembros de la
OMC mantienen su compromiso con la apertura de los mercados y las normas
multilaterales y que se fortalecen los fundamentos de la economía
mundial. Es perfectamente posible conseguirlo. El reto es menos técnico
que político. Se trata de liderazgo, de empeño, de que los países
reconozcan su interés común en el éxito y los costos colectivos del
fracaso.
Confío en que los Estados Unidos mostrarán la energía y la determinación
necesaria para que se pueda concluir la Ronda de Doha. Su liderazgo es
siempre necesario para sostener la OMC, pero el ejercicio de esa función
por la Administración y el Congreso en las próximas semanas y los
próximos meses será fundamental para la suerte de la Ronda. En este
momento crucial de las negociaciones la OMC necesita urgentemente todo
su apoyo.
Permítanme concluir dando las gracias a la Cámara de Comercio de los
Estados Unidos por su contribución al fortalecimiento del sistema
multilateral de comercio. Su pleno apoyo tendrá una importancia decisiva
para la Administración y el Congreso estadounidenses en los próximos
meses.
Gracias por su atención.
> Si tiene problemas para visualizar esta página,
sírvase ponerse en contacto con [email protected], y proporcionar detalles sobre el sistema operativo y el navegador que está utilizando.