WTO NOTICIAS: DISCURSOS — DG PASCAL LAMY

Tendencias y desafíos del comercio mundial — Kuala Lumpur, Malasia

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Gracias, Rafidah,
Excelentísimo Señor Primer Ministro Badawi,
distinguidos invitados,
señoras y señores:

Es para mí un gran placer estar con todos ustedes aquí en Malasia. Quisiera agradecer a mi buena amiga la Ministra Rafidah Aziz que me haya invitado a exponerles mi visión de las tendencias y los desafíos del comercio mundial actualmente. Malasia es un buen lugar para hacerlo. Su desarrollo económico es un buen ejemplo de que la combinación de una economía de mercado abierta y un firme liderazgo gubernamental funciona bien. Gracias a que el Gobierno de Malasia ha aplicado eficaces políticas de fomento del crecimiento, como la apertura del comercio, prudentes estrategias macroeconómicas y reformas estructurales en esferas fundamentales, la economía de Malasia está ahora encarrilada y se ha recuperado plenamente de la crisis financiera de Asia. Ha sido una tarea formidable y hay que felicitar a Malasia por ello.

El comercio mundial es diferente actualmente debido a la globalización

Lo primero que quisiera decir es que, debido a la globalización, el comercio mundial es hoy muy diferente de como era hace 50 años. El número de países que participan en el comercio mundial ha aumentado, el costo del comercio ha disminuido considerablemente, los métodos de producción han cambiado, y los obstáculos al comercio también.

Un aspecto fundamental de la globalización es la internacionalización de las economías a través del comercio. Desde 1950 el volumen del comercio mundial se ha multiplicado por 30. Esa progresión ha sido tres veces más rápida que la del PIB mundial, que se ha multiplicado por 8 durante el mismo período.

Cuando se estableció el GATT, hace 60 años, había sólo 23 países signatarios; hoy la OMC tiene 151 Miembros. Esto muestra simplemente que ahora hay más países que participan en el comercio mundial y aceptan respetar el mismo conjunto de normas. En el pasado, los aranceles y las restricciones cuantitativas eran los principales obstáculos al comercio. Después de varias rondas de negociaciones comerciales multilaterales, las restricciones cuantitativas prácticamente se han suprimido y el nivel de los aranceles de los países se ha reducido gradualmente, salvo en la agricultura. Hoy se encuentran obstáculos al comercio sobre todo en las esferas de las normas, las medidas sanitarias y fitosanitarias, las normas de origen o las medidas antidumping; esto será así también en el futuro. Actualmente casi todos los países participan en el comercio internacional, sus intercambios comerciales se han incrementado de forma importante y se efectúan a un costo muy inferior.

¿Cuáles son, entonces, los “grandes desafíos” que afronta hoy el comercio mundial? En mi opinión, hay tres cuestiones que necesitan atención inmediata. En primer lugar, la continuación de la apertura de los mercados en todo el mundo y los riesgos vinculados al proteccionismo comercial; en segundo lugar, la forma de asegurar que el comercio beneficie a todos; y, por último, la cuestión de la apertura del comercio en un marco multilateral o bilateral.

La primera cuestión afecta principalmente a las políticas internacionales: la decisión de los países de seguir abriendo sus mercados o de restringir las importaciones tendrá efectos en todo el mundo.

La segunda cuestión es igualmente importante, pero está más relacionada con las políticas internas. Si no hay unas políticas internas adecuadas que aseguren la repartición uniforme de los beneficios del comercio, podría disminuir a la larga el apoyo de la opinión pública a una mayor apertura del comercio.

La tercera cuestión es dónde y cómo debe tener lugar la apertura del comercio: si debe hacerse en un marco multilateral o en un marco bilateral (mediante acuerdos de libre comercio o la integración regional), o incluso simultáneamente combinando las dos modalidades. ¿Cómo afecta cada una de estas opciones a la otra?

Continuar la apertura del comercio o volver al proteccionismo comercial

La globalización ha permitido que las personas, las empresas y los Estados influyan en acciones y acontecimientos en todo el mundo, de forma más rápida y profunda que nunca y con un costo menor, y obtengan además beneficios para ellos. La apertura del comercio y la desaparición de muchos muros pueden fomentar la libertad, la emancipación, la democracia, la innovación y los intercambios sociales y culturales, ofreciendo a la vez oportunidades excepcionales de diálogo y entendimiento. Este es el lado positivo de la globalización.

Pero el carácter global de un número creciente de fenómenos preocupantes, como la escasez de recursos energéticos, el deterioro del medio ambiente, los movimientos migratorios provocados por la inseguridad, la pobreza y la inestabilidad política, o incluso la volatilidad de los mercados financieros, como hemos visto en las últimas semanas, es también producto de la globalización. De hecho, puede aducirse que, en algunos casos, la globalización ha fortalecido a las economías fuertes y ha debilitado a las que ya eran débiles. En este contexto, la opinión pública se ha vuelto mucho más recelosa de los efectos de la globalización. Se ha expresado inquietud, por ejemplo, por la repercusión que tiene en el tejido socioeconómico el aumento de la competencia o por la contratación exterior de servicios de uso intensivo de mano de obra. La cuestión de los desequilibrios comerciales mundiales se ha planteado también en términos similares. Hay quienes ya no están seguros de que la subida de la marea del comercio vaya a poner a flote todos los barcos. Muchos países se encuentran hoy en una encrucijada: no saben si seguir apoyando una mayor apertura del comercio o erigir nuevos muros contra la importación de bienes y servicios o la entrada de inversores extranjeros.

Estoy convencido de que aumentar las restricciones al comercio no ayudaría a disipar los temores que suscita el rápido ritmo de la globalización. El daño que se ocasionaría con ello es inimaginable. Con frecuencia, la verdadera causa de los males no es tanto el comercio en sí, sino el hecho de que el aumento de eficiencia derivado de la apertura comercial no vaya acompañado de otras políticas económicas que refuercen los efectos beneficiosos de la apertura a la competencia extranjera. Es demasiado fácil atribuir a la globalización la culpa de la pérdida de puestos de trabajo, la inseguridad económica y los enormes déficit comerciales y, como resultado, dejar que se desvanezca el apoyo público al sistema multilateral de comercio.

Por tanto, la gestión política de la apertura del comercio tiene que madurar para adaptarse a esa nueva percepción más crítica de la globalización. El público exige más a la OMC, como pilar central de la moderna gobernanza económica mundial, y espera que la Ronda de Doha dé respuesta a esas exigencias.

El recuerdo de la gran recesión de 1930, que comenzó con el proteccionismo comercial y condujo finalmente a la Segunda Guerra Mundial, parece haberse difuminado en la memoria de algunos. La creación del sistema de Bretton Woods, incluidos el GATT y la OMC, a fin de establecer un sistema económico mundial abierto y basado en normas, tenía por objetivo evitar que la tragedia se repitiera. Debemos evitar que se cometan los mismos errores, reconociendo, para empezar, que desde el punto de vista político la apertura del comercio adolece de una asimetría intrínseca: los que se benefician del aumento del poder adquisitivo derivado de la apertura del comercio son millones, pero saben muy poco del origen de ese beneficio; los que sufren debido a la apertura del comercio son miles, pero pueden identificar fácilmente el origen de sus males. Para los políticos es difícil resolver esa asimetría y con demasiada frecuencia lo más fácil es utilizar a los extranjeros como chivos expiatorios, lo que, como sabemos, es un viejo ardid muy eficaz de la política interna.

¿Cómo asegurarse de que el comercio beneficie a todos?

Esto me lleva a la segunda cuestión que quisiera plantear hoy: cómo asegurarse de que el comercio beneficie a todos. Hay que considerar dos aspectos. El primero es la forma de asegurar que los beneficios derivados del comercio se distribuyan más equitativamente entre los países. El segundo es la forma de asegurar que los beneficios derivados del comercio se distribuyan mejor dentro de un país.

En cuanto al primer aspecto, creo que dos elementos son fundamentales: unas normas comerciales multilaterales más equitativas y la creación de capacidad comercial en los países en desarrollo. Un objetivo primordial de las negociaciones actuales de la OMC en el marco del Programa de Doha para el Desarrollo es precisamente corregir los desequilibrios que aún existen en las normas de la OMC en perjuicio de los países en desarrollo, ya sea en la agricultura o en otras esferas, como los textiles o el calzado. En el curso de los próximos meses, los Miembros de la OMC tendrán la ocasión de demostrar su voluntad de cumplir las promesas, que hicieron en Doha en 2001, de abrir más sus mercados y corregir las distorsiones más importantes del comercio. Todos los Miembros de la OMC tendrán que aportar su contribución para que la Ronda llegue a buen fin, cada uno con arreglo a su nivel de desarrollo.

No obstante, negociar unas reglas de juego más equitativas, pese a la dificultad que entraña, no será suficiente. Las nuevas oportunidades comerciales no se traducen automáticamente en crecimiento y desarrollo. La comunidad internacional tiene también la responsabilidad de asegurarse de que los países pobres tengan capacidad para comerciar y aprovechar plenamente las oportunidades de acceso a los mercados que se les ofrecen, aumentando y orientando mejor la Ayuda para el Comercio. Dentro de menos de un mes, tendrá lugar en Manila una conferencia sobre la Ayuda para el Comercio, organizada por la OMC y el Banco Asiático de Desarrollo. El objetivo de esta conferencia es formular recomendaciones sobre el modo en que debe orientarse la Ayuda para el Comercio en Asia y la región del Pacífico a fin de alentar a los países beneficiarios a dar más importancia al comercio e instar a los donantes de ayuda, ya sea multilateral o bilateral, a incrementar la asistencia oficial para el desarrollo relacionada con el comercio. Se organizarán asimismo eventos semejantes en las regiones de África y América Latina, como preparación para la conferencia que tendrá lugar en la OMC, en Ginebra, el 20 y 21 de noviembre.

El segundo aspecto, como ya he dicho, es cómo asegurar que los beneficios derivados del comercio se distribuyan mejor dentro de cada país. La apertura del comercio puede traducirse, y se traduce, en el aumento del crecimiento y la reducción de la pobreza, pero esto no es automático ni inmediato. La apertura del comercio ha de ir acompañada de un sólido programa interno que estimule el crecimiento y atenúe los costos del ajuste. Políticas fiscales adecuadas, una política de competencia, la inversión en un sistema de educación de calidad, redes de protección social y una innovación que favorezca un entorno sano son elementos necesarios para que el comercio se traduzca en beneficios reales para la población.

En este sentido, la política comercial no puede disociarse de las políticas macroeconómicas, sociales o estructurales nacionales. Una misma política comercial tendrá resultados diferentes según sea la calidad de las políticas económicas, y esta afirmación es válida en cualquier lugar, ya se trate de los Estados Unidos, Europa, el Japón o Viet Nam, Camboya, Kenya o el Paraguay.

¿Organización Mundial del Comercio o acuerdos de libre comercio?

Si suponemos que es así, queda por elegir el marco adecuado para continuar la apertura del comercio.

En un momento en que los acuerdos de libre comercio parecen estar en boga, el sistema multilateral de comercio merece toda nuestra atención e interés. En primer lugar, no debemos subestimar nunca el valor y la contribución del sistema multilateral de comercio. Gracias a la determinación y la lucidez de sucesivos gobiernos y grupos de negociadores, el GATT y la OMC son uno de los mejores ejemplos de cooperación económica internacional duradera. En los momentos en que los progresos son lentos y los acuerdos difíciles de alcanzar, es bueno recordar los logros en que se basa nuestra Organización y la dificultad de mantener esa tradición de cooperación que ha sido tan útil al mundo. En segundo lugar, el multilateralismo sigue siendo el modo más eficiente de negociar cuestiones comerciales. El acceso a los mercados que se obtiene en las negociaciones de la OMC tiene alcance mundial y no puede ser igualado por los acuerdos comerciales bilaterales. Esto es cierto sobre todo en el caso de los países en desarrollo de tamaño pequeño y mediano, cuyo poder de negociación es mucho menor en las negociaciones bilaterales con interlocutores poderosos que en un marco multilateral. En tercer lugar, hay aspectos fundamentales, como las subvenciones a la agricultura, las medidas antidumping, las disciplinas relativas a las subvenciones a la pesca, o los trámites aduaneros, que no pueden abordarse en acuerdos bilaterales, sino únicamente en la OMC.

En palabras sencillas: debido a esas ventajas inherentes, el sistema multilateral de comercio puede ser complementado pero no sustituido por los acuerdos de libre comercio. No obstante, seguir una estrategia doble encierra riesgos que deben evitarse a toda costa. Por ejemplo, como los expertos en negociaciones comerciales son escasos, sobre todo en muchos países en desarrollo, el hecho de dar prioridad a los acuerdos de libre comercio puede mermar la participación activa de esos países en las actividades de la OMC.

Sería absurdo pretender que la historia del sistema multilateral de comercio está exenta de errores. Es mucho lo que puede mejorarse y mucho lo que queda por hacer. El esfuerzo continuado de los gobiernos por negociar mejores resultados y el buen funcionamiento del mecanismo de solución de diferencias a lo largo de los años muestran claramente la voluntad de mantener y mejorar el sistema.

El caso de Malasia

Antes de concluir, permítanme referirme brevemente al caso de Malasia. Es evidente que el comercio tiene una importancia crucial para Malasia: los excelentes resultados económicos que este país ha obtenido en los últimos años muestran que la apertura comercial ha contribuido a su desarrollo. Quiero rendir homenaje a la Ministra Rafidah Aziz por sus incansables esfuerzos en respaldo de un sistema de comercio más abierto, así como al Embajador de Malasia ante la OMC, el Señor Noor, actual Presidente del Consejo General. Ambos tienen gran influencia en la OMC no sólo por su antigüedad sino, sobre todo, por su buen hacer y su compromiso.

Una conclusión satisfactoria de la Ronda de Doha puede reportar beneficios sustanciales a Malasia. En 2006, las exportaciones de productos manufacturados de Malasia, que representan casi el 80 por ciento de las exportaciones totales, aumentaron alrededor de un 10 por ciento, y la mayoría de los subsectores manufactureros registraron tasas de crecimiento de las exportaciones de 2 dígitos. Los países de la ASEAN, los Estados Unidos, el Japón, China y Hong Kong, China, fueron los mayores mercados de exportación de Malasia. Las propuestas de recorte de los aranceles industriales que se han presentado supondrían una reducción de aproximadamente un 60 por ciento en los aranceles medios de los Estados Unidos y del Japón, que pasarían a ser inferiores al 3 por ciento, y la reducción del arancel medio de China a aproximadamente el 7 por ciento. De este modo mejorarían significativamente las condiciones de acceso a esos mercados clave. Otros grandes países en desarrollo, como la India, el Brasil o Sudáfrica, también recortarían algunos de sus aranceles, lo que facilitaría el comercio Sur-Sur y ayudaría a diversificar los mercados de exportación de Malasia. Además, hay conversaciones para lograr recortes más pronunciados de los aranceles en sectores específicos que tienen interés para Malasia, como el de los productos eléctricos y electrónicos.

La agricultura es también una esfera en que la Ronda puede tener efectos positivos para Malasia. Aunque el comercio de productos agrícolas sólo representa alrededor del 8 por ciento de las exportaciones totales de Malasia, no deja de tener gran importancia desde el punto de vista del empleo y el desarrollo rurales. Por ejemplo, el aceite de palma es el producto de exportación agrícola más importante de Malasia. En 2006, Malasia produjo 16 millones de toneladas de aceite de palma en bruto, aunque el consumo nacional es de sólo 1,5 millones de toneladas. Se exportaron más de 14 millones de toneladas de aceite de palma. Sin un mercado global abierto y equitativo, esto no hubiera sido posible. Según un informe de la UNCTAD y la CESPAP, 500.000 agricultores malayos se han beneficiado del incremento de la producción de aceite de palma en el marco del plan de la Autoridad federal para desarrollo rural (FELDA). Este es un ejemplo concreto de reducción de la pobreza a través del comercio. La conclusión de la Ronda de Doha daría lugar a importantes reducciones de las subvenciones agrícolas causantes de distorsión del comercio que se conceden en los países desarrollados, así como a mejores condiciones de acceso a los mercados para los productos de interés crucial para las exportaciones de Malasia, como el aceite de palma y los frutos tropicales.

Asimismo, la mayor apertura de los mercados en el comercio de servicios, las nuevas disciplinas para la simplificación de los trámites aduaneros y la mejora de las normas sobre antidumping y subvenciones a la pesca también beneficiarían a Malasia.

Sin embargo, la participación activa en la OMC no es incompatible con los esfuerzos de Malasia por reforzar la comunidad de la ASEAN. Bien gestionados, ambos procesos de apertura comercial pueden enriquecerse mutuamente.

En pocas palabras, el comercio ha contribuido al despegue económico de Malasia. Un entorno comercial mundial abierto y estable ha ayudado a Malasia a salir de la crisis financiera asiática. En mi opinión, Malasia debe apostar ahora por un sistema multilateral de comercio más abierto, equitativo y predecible. En un momento en que los mercados financieros muestran una vez más hasta qué punto pueden ser inestables cuando se cometen errores en la valoración del riesgo, la existencia de un entorno comercial predecible, transparente y fiable adquiere, por contraste, mucho más valor.

CONCLUSIÓN

Permítanme concluir diciendo que resistirse a las tendencias proteccionistas, invertir en políticas que garanticen que los beneficios del comercio se distribuyan equitativamente entre los países y dentro de éstos, e invertir en un sistema multilateral de comercio estable son las tres principales opciones que se nos presentan actualmente. Para asegurar que la economía mundial siga creciendo de modo sólido y estable, los gobiernos tienen que colaborar a fin de formular políticas internacionales o nacionales que respondan adecuadamente a estos desafíos.

Completar la Ronda de Doha no sólo es posible técnicamente, es además una obligación política. La conclusión de la Ronda estimulará el comercio internacional y el crecimiento económico y garantizará que la OMC siga teniendo un papel determinante en la gestión de la globalización y la cooperación económica a nivel político. Habida cuenta de las propuestas que ya están sobre la mesa de las negociaciones, y de lo que queda aún por hacer, pienso que es, a la vez necesario y factible concluir estas negociaciones. Es evidente que los negociadores son tácticos consumados que sólo dan un paso hacia delante cuando opinan que sus interlocutores van a hacer lo mismo. Como en el caso de muchos otros desafíos económicos, es a fin de cuentas una cuestión de confianza entre socios.

Malasia es un país al que la apertura del comercio ha beneficiado enormemente. El comercio exterior ha fomentado el desarrollo económico del país y seguirá haciéndolo. Malasia ha participado activamente en la OMC durante años y el sistema multilateral de comercio espera seguir contando con su apoyo. Estoy seguro de que, gracias a la dirección eficaz de sus autoridades y la participación en el sistema multilateral de comercio, Malasia tendrá un futuro brillante. Deseo a su país el mayor de los éxitos.

Muchas gracias por su atención.

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