OMC: NOTICIAS 2013

FORO PÚBLICO DE LA OMC


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Muchas gracias. Es para mí una satisfacción estar de nuevo aquí. Gracias [Director General de la OMC Roberto Azevêdo] por sus comentarios y por aportar nueva vida y energía al diálogo entablado en la Organización Mundial del Comercio. Los Estados Unidos tienen gran interés en colaborar con usted y su nuevo equipo. Gracias también a Anoush der Boghossian y al equipo de la Secretaría por el gran empeño puesto en lograr una OMC más abierta para las personas a cuyo servicio estamos todos.

Es para mí un gran placer estar aquí, en el Foro Público de la OMC. Desde hace tiempo, esta actividad ha permitido abrir de par en par las puertas de la OMC y organizar debates de gran amplitud, y ha puesto de manifiesto el largo camino recorrido por el sistema multilateral desde la creación del GATT. En aquel momento, este era un club relativamente pequeño en el que unas pocas naciones hablaban en nombre de la mayoría. Ahora vivimos en un mundo en el que tienen su sitio nuevos participantes y se presta atención a nuevas voces.

Durante el período transcurrido desde entonces, el mercado mundial ha experimentado también una transformación radical. La combinación de la globalización con las nuevas tecnologías y los nuevos modelos empresariales ha acelerado espectacularmente el ritmo de los cambios y las innovaciones. El flujo de datos es tan importante como la circulación de mercancías. Los servicios representan una proporción cada vez mayor del valor añadido del sector manufacturero. Y el mercado está determinando la adopción de normas a un ritmo cada vez más rápido.

La cuestión que plantea el lema del Foro Público es si, dada la veloz transformación de las innovaciones tecnológicas e incluso del concepto de comercio internacional, nuestras negociaciones comerciales pueden evolucionar con rapidez suficiente para facilitar o incluso impulsar ese proceso.

Y la misma cuestión se plantea hoy a los Miembros de la OMC en un plano más fundamental: ¿podemos ser lo suficientemente hábiles y creativos para innovar en lo que respecta al sistema mundial de comercio?

Los Estados Unidos de América creen en la Organización Mundial del Comercio. Durante siete decenios hemos asumido con seriedad nuestra función en la economía mundial y el sistema multilateral de comercio y nuestra responsabilidad de liderazgo conjunto con socios voluntariosos y capaces.

Y la OMC ha cumplido su promesa inicial de muchas formas.

En general, las disciplinas de la Ronda Uruguay son eficaces. En realidad, las normas y los principios negociados ya en 1947, al establecerse el GATT, son duraderos y esenciales.

En los últimos años, esos principios han guiado a los países tras la sacudida de los cimientos de la economía mundial, y seguirlos ha sido un acierto. Esta ha sido la peor crisis económica desde el decenio de 1930, pero a diferencia de entonces, y aunque ningún país ha sido perfecto, en esta ocasión no nos hemos dejado arrastrar por la espiral del proteccionismo.

En su labor diaria, los Comités de la OMC examinan y resuelven los problemas con tanto acierto, y aprovechan tantas oportunidades de cooperación como cosa corriente y normal, que su trabajo, como el ronroneo del motor apenas perceptible bajo el capó, suele pasar desapercibido.

El Órgano de Solución de Diferencias de la OMC no tiene parangón como foro respetado por su capacidad para resolver las fricciones internacionales. El OSD, por su accesibilidad para todos los Miembros de la OMC, su propia existencia y su nivel de excelencia, ha contribuido a sofocar el proteccionismo.

Estos son los éxitos del sistema de la OMC: los aranceles se han reducido significativamente en todo el mundo; se ha prestado cada vez más atención a los obstáculos no arancelarios, incluida la promoción de las buenas prácticas de reglamentación; los nuevos Miembros, en virtud de los acuerdos de adhesión, han adoptado políticas comerciales más abiertas y emprendido reformas económicas; y la Ayuda para el Comercio y otros mecanismos han convertido el comercio y las inversiones en poderosos instrumentos de desarrollo, incluso para los países más pobres del mundo. Esos resultados han hecho de la OMC un modelo de integración y cooperación a nivel mundial.

En sus primeros años, la OMC fue sumamente productiva y adoptó nuevos acuerdos plurilaterales para la liberalización del comercio de la tecnología de la información, las telecomunicaciones y los servicios financieros. Pero en la trayectoria de la OMC hay una gran laguna: en sus casi 20 años de historia, la Organización no ha adoptado nunca un nuevo acuerdo de comercio plenamente multilateral. Piensen en ello. La OMC se halla ahora en una encrucijada, y los desafíos que tiene ante sí son los más difíciles.

La Ronda de Doha se puso en marcha en 2001, con perspectivas de consolidación de éxitos pasados. Se esperaba que los mandatos preexistentes de negociación en materia de agricultura y de servicios podrían integrarse con rapidez en un “todo único” más grande. Pero, durante más de un decenio, hemos sido incapaces de alcanzar ese objetivo. A lo largo de 12 años hemos tenido que reconocer con demasiada frecuencia que el proceso se ha atascado.

Cuando el Presidente Obama entró en funciones en enero de 2009, era un hecho probado que la Ronda de Doha se hallaba en un punto muerto, aunque nadie quería admitirlo. En las sucesivas cumbres celebradas con posterioridad, los líderes se reunían y declaraban que, por fin, ese año culminaría el proceso. Pero, a medida que pasaban los años, la credibilidad de esas afirmaciones se reducía y el escepticismo de la comunidad internacional respecto de la Ronda de Doha — y de la OMC — aumentaba.

Por ello, tras examinar el estado de las negociaciones, el Presidente dejó claro, al igual que hicimos nosotros aquí en Ginebra, que no parecía posible llegar a un acuerdo si se mantenía el mismo enfoque utilizado durante el último decenio. Al contrario, se necesitaban enfoques nuevos y creíbles de la liberalización del comercio que permitiesen mantener la perspectiva de alcanzar resultados pragmáticos y dar impulso para seguir avanzando. Y esa ha sido exactamente nuestra experiencia con las negociaciones relativas a un acuerdo multilateral sobre la facilitación del comercio, un acuerdo plurilateral sobre el comercio de servicios y la ampliación del Acuerdo sobre Tecnología de la Información (ATI).

Pero quiero volver atrás e insistir en lo que hemos hecho y por qué.

Los Estados Unidos se negaron a aceptar el statu quo de las negociaciones de Doha, no porque estuvieran dispuestos a abandonarlas, sino porque estaban determinados a avanzar. Todos sabemos que la liberalización multilateral del comercio es, en teoría, la forma mejor y más eficaz de liberalización del comercio y, aunque siempre pensamos que la OMC no es sólo la Ronda de Doha, no queríamos renunciar a nuestra fe en la capacidad de la OMC para contribuir significativamente no sólo a solucionar diferencias, sino también a liberalizar el comercio. Precisamente porque creen en la OMC, los Estados Unidos y su actual Administración han sido reacios a permitir que la Organización siga caminando hacia un fracaso seguro.

Hemos tratado de infundir un nuevo espíritu de innovación en la OMC, y muchos socios se han unido a nosotros en esa tarea. En Silicon Valley, lugar de origen de algunas de las más innovadoras empresas del mundo, hay un concepto importante: “si fracasas, hazlo con rapidez”. La idea consiste en ser ambicioso e intrépido, meterse de lleno en una tarea y hacer experimentos, probar cosas. Pero también en aprender rápidamente de los propios errores, rectificar y seguir adelante.

Las semillas del cambio empezaron a brotar hace dos años, en la Octava Conferencia Ministerial de la OMC. En esa reunión, los ministros de comercio hablaron con franqueza, reconocieron que la Ronda de Doha se hallaba en un callejón sin salida y recomendaron — la cita no es textual — un enfoque innovador para seguir avanzando.

Y el resultado de esa orientación es nuestro trabajo de hoy, un esfuerzo por dejar momentáneamente de lado las porciones más arduamente estancadas del Programa de Doha para centrarnos en las esferas en que tenemos mejores oportunidades de obtener resultados.

Hasta cierto punto, ese enfoque tiene algún inconveniente para todos. Por ejemplo, los Estados Unidos no están de acuerdo con que cuestiones fundamentales como los aranceles industriales, la liberalización multilateral de los servicios y el nuevo acceso a los mercados para los productos agrícolas se hayan dejado en suspenso por ahora. Y sé que cada Miembro de la OMC tiene su propia lista de decepciones.

Pero no es el momento de dedicar nuestra atención a lo que no podemos hacer, sino de pensar en lo que podemos hacer. Aún es posible obtener un resultado concreto en Bali. Y eso significa que es hora de trabajar.

A ese respecto, quiero decir que los Estados Unidos apoyan sin reservas la revigorización de los trabajos bajo el liderazgo de nuestro nuevo Director General. En apenas unas semanas, él y su equipo han puesto en marcha y gestionado un proceso que ofrece a los Miembros una oportunidad de éxito.

La reunión de Bali puede representar un paso decisivo hacia la creación de algo nuevo por la OMC, algo que puede propiciar nuevas oportunidades y un enfoque renovado de las negociaciones multilaterales.

Sin duda alguna, es factible un acuerdo sobre facilitación del comercio sólido y vinculante, que podría ser el primer acuerdo comercial multilateral adoptado por la OMC. Y lo cierto es que un acuerdo sobre facilitación del comercio sería tal vez el resultado más importante para el desarrollo en la historia de la OMC.

Permítanme insistir en la importancia de ese vínculo entre el comercio y el desarrollo para los Estados Unidos y para su Presidente a nivel personal.

El desarrollo es actualmente un elemento esencial de la política comercial de los Estados Unidos. Debo referirme en particular a África, donde se halla el mayor número de Miembros [países menos adelantados] de la OMC. Según el análisis más reciente de nuestros diversos programas de preferencias, el 97,5% de todas las exportaciones procedentes de países menos adelantados del África Subsahariana entran en los Estados Unidos libres de derechos y de contingentes. A través de la Ley sobre Crecimiento y Oportunidades para África (AGOA) hemos facilitado el acceso unilateral al mercado estadounidense durante los últimos 13 años, y estamos dispuestos a renovar esa Ley sin interrupción. Actualmente llevamos a cabo un examen exhaustivo del programa para determinar la mejor forma de alcanzar sus objetivos.

En su visita a África a comienzos de año, el Presidente Obama puso en marcha la iniciativa Trade Africa, destinada a reforzar la integración regional y facilitar el comercio y las inversiones, tanto dentro de África como entre África y el resto del mundo. El Presidente lanzó también la iniciativa Power Africa, cuyo objetivo es multiplicar por dos el acceso a la electricidad, uno de los factores determinantes de la capacidad de África para incrementar su productividad y competir eficazmente en el sistema mundial de comercio.

Por supuesto, esas iniciativas se añaden a la labor que los Estados Unidos apoyan desde hace tiempo como principal contribuyente a la mejora de la situación sanitaria mundial e impulsor de medidas recientes — desde la Iniciativa de L'Aquila hasta la Nueva Alianza sobre Seguridad Alimentaria y Nutrición — para poner la seguridad alimentaria en primera línea del programa de desarrollo mundial, incluido el incremento de la productividad y el comercio de productos agropecuarios. Los Estados Unidos siguen prestando su apoyo activo a la iniciativa de Ayuda para el Comercio de la OMC y han tomado medidas innovadoras para proponer un capítulo de desarrollo sin precedentes en las negociaciones de la Asociación Transpacífico. Digo esto únicamente para dejar claro que los Estados Unidos están firmemente comprometidos con el programa de comercio y desarrollo, no sólo de palabra, sino también con hechos.

En ese orden de cosas, a veces me sorprende la dicotomía que percibo entre las capitales y Ginebra en lo que respecta a la facilitación del comercio. En todos mis viajes a África — el más reciente para asistir al Foro sobre la AGOA celebrado en Addis Abeba en agosto — he visto con claridad que la facilitación del comercio es un objetivo fundamental de todos los gobiernos con los que me he reunido y un punto de convergencia de las actividades nacionales, bilaterales y regionales. En cambio, en Ginebra, la facilitación del comercio es, con demasiada frecuencia, una baza más en el gran juego de las negociaciones comerciales multilaterales, un punto de apoyo para el despliegue de maniobras tácticas.

Para que la reunión de Bali sea fructífera — y, francamente, para preservar la credibilidad de la OMC como foro de liberalización del comercio mundial — tenemos que salvar esa diferencia.

Un acuerdo sobre facilitación del comercio es uno de los resultados más parecidos a una situación de ventaja para todos que pueden existir en el mundo real. Tanto los países desarrollados como los países en desarrollo se beneficiarían de ese acuerdo, pero, tras años de esfuerzos para cumplir el mandato de desarrollo de Doha, podríamos reducir los costos del comercio sobre todo para los países en desarrollo. Según algunas estimaciones, un acuerdo sobre facilitación del comercio reduciría los costos para los países desarrollados en el 10%, y para los países en desarrollo en el 14%.

La facilitación del comercio sirve básicamente para integrar a los países — a sus agricultores y empresarios — en la economía mundial. Este resultado es sobre todo importante para las pequeñas y medianas empresas que tratan de obtener buenos resultados, pero carecen de recursos para sortear los obstáculos administrativos.

Esta es la razón por la que una medida como la puesta de los documentos comerciales a disposición de los interesados en Internet es un avance decisivo, una innovación fundamental. Hace apenas dos semanas, en la sala de reuniones del edificio de enfrente conocida con el poco expresivo nombre de “Sala D”, nuestros negociadores incorporaron esa idea al paquete de resultados potenciales de Bali. Si logramos ese paquete de resultados en Bali, una pequeña empresa de África o de Asia Sudoriental que trate de obtener información sobre los procedimientos aduaneros o las listas arancelarias vigentes en el mercado de cualquier Miembro de la OMC, podrá obtener esos datos en Internet. Claro está, si llegamos a un acuerdo.

Las disposiciones de trato “especial y diferenciado” actualmente incluidas en el acuerdo sobre facilitación del comercio son excepcionales. En virtud de una propuesta presentada en primer lugar por los Estados Unidos hace cuatro años y retomada después por numerosos Miembros, los países en desarrollo podrían establecer sus propios programas individuales de aplicación. Se trata de una medida sin precedentes, una política comercial innovadora.

Aunque los Estados Unidos creen que la facilitación del comercio debe ser un elemento esencial del paquete de resultados de Bali, ese paquete puede contener más medidas.

Como ha dicho Roberto, también es posible alcanzar un acuerdo sobre otras cuestiones relacionadas con el desarrollo, tales como un mecanismo de vigilancia para la aplicación de las disposiciones sobre trato especial [y diferenciado] y nuevas directrices sobre las normas de origen.

Estamos empezando a ver posibles resultados en el sector agrícola. Las delegaciones en Ginebra trabajan intensamente para dar respuesta a las preocupaciones de determinados países en desarrollo respecto de la seguridad alimentaria.

Como dije anteriormente, propugnamos la seguridad alimentaria. En realidad, hemos sido uno de los países que más han promovido la seguridad alimentaria en el mundo mediante la inversión de decenas de miles de millones de dólares en las esferas de la productividad agrícola y la nutrición. Pero, si los países van a adoptar nuevas medidas en ese ámbito, les pedimos que lo hagan de forma transparente y sin causar distorsiones del mercado mundial que puedan crear inseguridad alimentaria para los agricultores y los consumidores de otros países. Por ello, trabajamos activamente para lograr una solución, es decir, la inclusión de un mecanismo moderador que responda a las necesidades de unos pocos dentro de un paquete de resultados que sirva a todos los Miembros.

Está claro que, si nos lo proponemos, podemos triunfar. La única pregunta a la que hay que responder es la siguiente: ¿qué futuro queremos para la OMC? Hay dos escenarios opuestos que son contrastados, pero claros.

En uno de ellos, no logramos un paquete de resultados significativos en Bali. El mes de diciembre llega sin prácticamente nada que permita mostrar — después de dos decenios — que la OMC es un foro de negociación válido. En ese caso, tendremos que hacernos a la idea de lo que significa un fracaso.

En primer lugar, si fracasamos en Bali, perderemos las oportunidades que se nos brindan actualmente. Si fracasamos en Bali, muchas de las ofertas de flexibilidad incluidas en ese paquete desaparecerán durante un período de tiempo indeterminado. Ningún país mantendrá su mano abierta después de que esas ofertas hayan desaparecido.

En segundo lugar, los peores temores de muchos acerca de la función desempeñada por los acuerdos establecidos fuera de la OMC podrían hacerse realidad. Los Estados Unidos creen que los acuerdos plurilaterales y bilaterales no compiten con el sistema multilateral, sino que están diseñados para complementar y, en definitiva, fortalecer ese sistema. Pero si en Bali se pone de manifiesto que la OMC no es un foro de negociación viable, es probable que las negociaciones comerciales se celebren únicamente de forma bilateral y plurilateral.

Y esto nos lleva, de nuevo, a los objetivos de desarrollo. La pérdida de la OMC como foro natural de negociación tendría las mayores repercusiones en los países más pequeños y las economías más pobres. Los grandes países siempre tendrán opciones. Sea justa o injusta, esa es la realidad. Todos deseamos que la OMC sea un foro dinámico de negociación, pero, si dejase de serlo, los países pequeños y los países pobres serían los más perjudicados.

Por cierto, déjenme aclarar que nadie debe achacar la actual situación de la OMC a la proliferación de negociaciones comerciales bilaterales y plurilaterales. Las negociaciones bilaterales y plurilaterales llevadas a cabo dentro o fuera de la OMC no son la tela de fondo de nuestro fracaso negociador aquí, sino más bien su consecuencia.

Para muchos, el principal atractivo de los acuerdos plurilaterales es que permiten avanzar. Los países con ideas afines — la coalición de la eficacia — pueden unirse para abrir mercados, establecer normas exigentes e introducir nuevas disciplinas para el comercio mundial.

Por supuesto, hay un escenario más esperanzador. Los Miembros de la OMC podrían unirse para preparar un paquete de resultados de Bali significativo, un paquete cuyos perfiles empiezan ya a ser visibles. En ese escenario, nos adelantaríamos a las expectativas del mercado y sorprenderíamos a una comunidad mundial escéptica. Demostraríamos con hechos que la OMC puede resolver los problemas prácticos a los que se enfrentan nuestros trabajadores, agricultores y ganaderos, fabricantes y proveedores de servicios, inversores, empresarios y consumidores.

En ese escenario, cabe imaginar un programa creíble para unas negociaciones de la OMC más amplias, a fin de seguir avanzando en la tarea sin terminar de la Ronda de Doha y estudiar fórmulas que permitan a la OMC convertirse en un foro capaz de resolver nuevos problemas y aprovechar las nuevas oportunidades que surjan como resultado de las futuras innovaciones y la evolución del comercio mundial.

Hubo un tiempo en el que la Organización Mundial del Comercio ocupaba un lugar destacado en la vanguardia de la innovación. En 1995,128 países se atrevieron a dar el paso hacia la siguiente fase del experimento mundial, al pasar del GATT a la OMC.

Aunque no hagamos más, ese experimento habrá sido un éxito. Todos los resultados positivos importantes que he mencionado, desde las ventajas de las disciplinas de la Ronda Uruguay hasta el moderno sistema de solución de diferencias seguirán existiendo y funcionando.

Pero los Estados Unidos creen que la OMC puede hacer más y ser más. Esta Organización puede seguir mostrando el potencial que encierra un sistema de comercio verdaderamente mundial. Y el momento de hacerlo es ahora.

Que nadie se confunda: la elección del escenario deberán hacerla ustedes en esta sala. Del éxito o del fracaso de las negociaciones que en ella se celebren durante las cuatro próximas semanas dependerá el futuro de esta institución. Cada Miembro de la Organización tiene pluma y papel: de nosotros depende que escribamos juntos un capítulo nuevo y dinámico en la trayectoria de la OMC.

Gracias.

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