DIRECTORA GENERAL NGOZI OKONJO-IWEALA

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La Directora General Okonjo-Iweala señaló que el desarrollo sostenible era un objetivo escrito en los Acuerdos fundacionales de la OMC en 1994 y que “en la OMC se están llevando a cabo iniciativas alentadoras” para responder a los desafíos relacionados con la sostenibilidad, como los que plantean la contaminación producida por los plásticos y el cambio climático. A continuación figura el texto íntegro de su discurso.


Ante todo, Ministro Franck Riester, deseo felicitarlo por esta conferencia. Es para mí un verdadero placer estar hoy aquí con ustedes, y me complace aún más que Francia, en el inicio de su presidencia de la UE, haya decidido examinar la importante cuestión de cómo pueden las políticas comerciales ayudarnos a alcanzar los objetivos de sostenibilidad a nivel mundial. Expreso mi agradecimiento al Ministro Riester y su equipo por el esfuerzo que han realizado para reunirnos a todos.

Incluso en estos momentos, mientras lidiamos aún con la pandemia de COVID-19, varias de las mayores amenazas que pesan sobre nuestras economías y nuestras sociedades surgen de la degradación del medio ambiente, cuyas causas son desde el cambio climático hasta la pérdida de la biodiversidad.

  • Según las estimaciones del Banco Mundial, los desastres naturales cuestan ya a los países de ingresos bajos y medianos 390.000 millones de dólares EE.UU. al año en daños relacionados con el agua, el transporte y la infraestructura energética.
  • Las repercusiones económicas de la pandemia, que han sido inmensas e inmediatas, han exigido apoyo fiscal y monetario por valor de 26 billones de dólares EE.UU., es decir, de aproximadamente el 30% de la producción económica mundial en 2020.
  • Si no conseguimos hacer frente de manera adecuada al cambio climático, los costos se repartirán a lo largo de varios años, pero, al final, serán aún mayores.

Los riesgos a los que nos enfrentamos están interrelacionados. A medida que invadimos los hábitats naturales de distintas especies animales, aumenta la probabilidad de que nuevas enfermedades zoonóticas pasen de huéspedes animales a humanos. El comercio ilegal de fauna salvaje incrementa análogamente las posibilidades de que se produzcan pandemias en el futuro.

Se ha dicho que estos son tiempos de ‘policrisis’: de crisis entrecruzadas que afectan a la economía, el medio ambiente y la salud pública.

Estas crisis exigen respuestas multifacéticas.

  • Debemos reducir la pobreza y a la vez aumentar la sostenibilidad del medio ambiente.
  • Tenemos que impulsar la recuperación de la salud y la economía después de la COVID-19 creando economías más verdes y socialmente inclusivas e invirtiendo en los sistemas necesarios para identificar y contener los brotes de enfermedades en el futuro.

Si alguna conclusión extraen ustedes de lo que diré hoy aquí, les ruego que sea la siguiente: el comercio, más que parte del problema, es parte de la solución a los desafíos que afrontamos.

En todas las dimensiones de la sostenibilidad — el desarrollo económico, la inclusión social y la conservación ambiental —, si aprovechamos plenamente la capacidad del comercio y las políticas comerciales, lograremos nuestros objetivos de manera más eficaz y eficiente.

En los próximos veinte minutos aproximadamente, expondré ejemplos de cómo el comercio contribuye ya al desarrollo sostenible en todas sus dimensiones, y de cómo puede hacer aún mucho más, si bien las políticas nacionales complementarias en pro de la equidad socioeconómica y la protección del medio ambiente son insustituibles.

Me centraré en la sostenibilidad ambiental, ya que se ha subestimado la función que el comercio tiene que desempeñar en el empeño de facilitar una transición justa hacia bajas emisiones de carbono, de aumentar la biodiversidad marina y de hacer frente a la contaminación producida por los plásticos y la deforestación. Y les hablaré de algunas iniciativas alentadoras emprendidas en la OMC, que auguran que se hará un mejor uso del comercio como instrumento de la sostenibilidad ambiental.

Pero antes quiero referirme brevemente a la generalizada convicción de que el comercio forma parte del problema en lo que se refiere al medio ambiente. Inevitablemente, existen ciertos desafíos asociados al comercio:

  • Transportar mercancías de un lugar a otro conlleva emisiones de carbono.
  • En 2018, según la Organización Marítima Internacional, el transporte marítimo representó casi el 3% de las emisiones de carbono antropogénicas, aunque este dato incluía también el transporte marítimo y las actividades pesqueras nacionales. El incremento del volumen de transporte marítimo contrarrestó con creces el aumento de la eficiencia desde el punto de vista de la intensidad de carbono.
  • El sector de la aviación, que incluye el transporte tanto de pasajeros como de carga, representa solo poco más del 2% de las emisiones.
  • El comercio mundial ha sido uno de los factores que han contribuido a que los plásticos — y la contaminación producida por los plásticos — estén presentes en todo el mundo, lo que incluye nuestros mares.

Esas percepciones negativas con respecto al comercio se deben también a la exclusión socioeconómica. El comercio y los mercados mundiales abiertos han ayudado a salir de la pobreza a más de mil millones de personas en las últimas décadas, muy en particular en China. En 1980, casi el 40% de la población mundial vivía con menos del equivalente a 1,90 dólares EE.UU. al día. En 2019, esa proporción se había reducido a menos del 10%, pero, naturalmente, la pandemia ha supuesto un retroceso en las cifras relativas a la pobreza. No obstante, nos fue posible concebir el final de la pobreza extrema conforme a las previsiones de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pero huelga decir que muchas personas pobres, tanto en los países ricos como en los países pobres, no se han beneficiado plenamente.

Con todo, la respuesta a estos problemas no reside en el rechazo al comercio o en su reducción. Eso no ayudaría a los 100 millones de personas sumidas en la pobreza extrema como consecuencia de la pandemia. No ayudaría a las economías en desarrollo a recobrar el terreno perdido en la recuperación económica en forma de K que ha caracterizado el pasado año y medio. No ayudaría a las mujeres y a las pequeñas empresas a aprovechar las oportunidades del mercado internacional. Gracias al comercio, la producción es más eficiente, y eso puede reducir las emisiones. También es un mecanismo fundamental pata la difusión en todo el mundo de tecnologías nuevas menos contaminantes. En una nueva nota de política conjunta de la OMC y el Banco Mundial, se deja claro que el comercio será de vital importancia para impulsar la recuperación posterior a la pandemia.

Una mejor respuesta a los problemas reales que observamos reside en un comercio mejor — en una globalización mejor o, como yo la llamo, una reglobalización —, un comercio que incorpore a las poblaciones y países marginados en la corriente principal de la economía y a la vez nos ayude a desvincular el bienestar humano de los efectos ambientales. Ese es el tema de esta conferencia: la sostenibilidad.

Veamos ahora varias maneras distintas mediante las cuales el comercio puede contribuir a frenar el cambio climático y a la vez garantizar una transición justa para los países que menos han contribuido al problema.

El cambio climático ya está afectando al comercio por distintos motivos, desde los cambios en el régimen de lluvias hasta los fenómenos meteorológicos extremos. El comercio puede ser un poderoso instrumento para apoyar la mitigación del cambio climático y la adaptación a él, en particular para los países en desarrollo.

El comercio es un mecanismo para la adaptación y la resiliencia ante las malas cosechas y los desastres naturales. Los países afectados pueden recibir los alimentos y los suministros necesarios para la reconstrucción mientras la producción nacional se ve mermada, lo que permite a la economía recuperarse más deprisa. Según las estimaciones extraídas de un conjunto de modelos publicado en la revista Nature Climate Change hace un año y medio, el cambio climático va camino de sumir a 55 millones de personas en la desnutrición de aquí a 2050, como consecuencia de las repercusiones localizadas en la producción de alimentos. Por medio de estos modelos se constató que esa cifra se podría reducir en un 64%, o lo que es lo mismo en 35 millones de personas, si se produjera una mayor integración comercial a través de recortes arancelarios y la facilitación del comercio. En cambio, la disminución del comercio de productos agropecuarios incrementaría sustancialmente el número de personas con probabilidades de pasar hambre en las décadas venideras.

En lo que respecta a la mitigación, la competencia internacional y la aparición de una cadena de suministro integrada de energía fotovoltaica solar a nivel mundial ha permitido que la energía solar sea la fuente de generación de electricidad más barata en muchas partes del mundo. Unos costos menores, propiciados tanto por la innovación como por la posibilidad de obtener insumos y servicios allí donde son más competitivos, centuplicó la capacidad instalada acumulada de energía solar fotovoltaica entre 2005 y 2018. La energía eólica se ha beneficiado de tendencias similares. Aunque es importante velar por que estas cadenas de valor sean en sí mismas sostenibles a nivel ambiental y social, el comercio y la competencia pueden desempeñar papeles análogos en la reducción de los costos para las futuras tecnologías, como las baterías avanzadas y los electrolizadores de hidrógeno.

Reducir los obstáculos al comercio de bienes y servicios ambientales disminuiría más los costos de la energía renovable y los gastos de capital relacionados con la creación de infraestructuras resilientes al cambio climático. El alcance de la liberalización es significativo. Los aranceles aplicados a los bienes relacionados con las energías renovables y las bombas de calor oscilan a menudo entre el 10 y el 14%. Los obstáculos no arancelarios suelen ser más severos para los bienes limpios que para los bienes sucios. En 2016, un grupo de Miembros de la OMC desarrolló un plan para liberalizar el comercio que abarcaba entre 250 y 300 bienes ambientales, lo que incluía productos para controlar la contaminación del aire y aumentar la eficiencia energética, pero lo abandonó ante la preocupación de que los beneficios se orientaran desproporcionadamente hacia determinados países. En aquel momento, la política se impuso al medio ambiente, pero vale la pena volver a intentarlo. Los Miembros de la OMC podrían empezar con una pequeña lista de productos y servicios, y trabajar sobre esa base. Confiemos en que sea posible reactivar las negociaciones de 2016.

Según estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía, cumplir los objetivos del Acuerdo de París exigiría que la inversión anual en energías limpias se triplicase hasta alcanzar los cuatro billones de dólares EE.UU. de aquí a 2030. Un entorno comercial abierto, competitivo y previsible ayudaría a garantizar la optimización de esos gastos. Eso es importante para maximizar la reducción de las emisiones y hacer una adecuada utilización del dinero del contribuyente. Por eso los Gobiernos que ofrecen incentivos a la inversión verde en sus países deberían trabajar en colaboración para velar por que la competencia internacional siga siendo vigorosa además de justa.

Una inversión verde a la escala necesaria podría dar lugar a cuellos de botella en el suministro y a una presión al alza en los precios, lo que se ha dado en llamar ‘inflación verde’. El éxito de la labor de la OMC con los fabricantes de vacunas podría servir de modelo en el que basar una posible labor futura con el sector privado para conseguir que los bienes y servicios verdes, así como los insumos fundamentales, circulen sin contratiempos a través de las fronteras según sea necesario.

En la actualidad, países de todo el mundo conceden subvenciones a la producción y el consumo de combustibles fósiles del orden de 500.000 millones de dólares EE.UU. La reforma de esas subvenciones reduciría las emisiones y a la vez liberaría fondos públicos a los que podría darse un mejor uso.

Por último, la cooperación internacional puede contribuir a asegurar que los esfuerzos para poner un precio al carbono no den lugar a costos empresariales y fricciones comerciales evitables, o que representen cargas desproporcionadas para los países pobres. Hay ya en vigor a nivel mundial casi 70 sistemas de fijación de precios del carbono, con coberturas sectoriales distintas y precios en extremo variables, desde menos de un dólar EE.UU. por tonelada de CO2 en Polonia y Ucrania hasta más de 130 dólares EE.UU. en Suecia. El Canadá se propone aumentar el precio del carbono de los 50 dólares canadienses por tonelada de este año a 170 dólares canadienses — que actualmente equivalen a 135 dolares EE.UU. — en 2030. Esta fragmentación eleva los costos de cumplimiento y la incertidumbre para el sector privado, y representa una pesada carga sobre todo para las pequeñas empresas. Además, algunos países desarrollados, como todos sabemos, están planteándose “medidas de ajuste fiscal en frontera” — por ejemplo, la Unión Europea — cuyo propósito es equiparar los costos del carbono entre los productores extranjeros y nacionales.

Aunque esto en principio parezca razonable, muchos países en desarrollo temen que, en la práctica, esas medidas se utilicen indebidamente como un pretexto para el proteccionismo contra sus exportaciones. Me ha alegrado oír decir al Ministro Riester que se está llevando a cabo una cuidadosa labor para velar por que las medidas de ajuste en frontera por emisiones de carbono sean compatibles con las normas de la OMC. Debemos intensificar nuestra colaboración con los países en desarrollo para asegurarnos de que no consideren estas medidas una forma de proteccionismo y de que sea posible, por tanto, aumentar la cooperación a escala mundial en materia de cambio climático.

Tengo la firme convicción de que la OMC necesita mantener una actitud proactiva con respecto a estas cuestiones; de lo contrario, sufriremos las repercusiones de las inevitables tensiones comerciales. El FMI está trabajando en un enfoque gradual para la fijación de un precio mundial del carbono, y la OMC y la OCDE también están llevando a cabo un análisis conjunto de la fijación del precio del carbono. Las tres organizaciones se han puesto de acuerdo en colaborar en esta labor, y pienso que la comunidad internacional debe centrarse en conseguir que las organizaciones internacionales establezcan una metodología que tome en consideración los puntos de vista y las economías de los países en desarrollo.

Las políticas comerciales relacionadas con el clima deben enmarcarse teniendo presente una transición justa, que prevea plazos de transición para que los países en desarrollo encuentren tanto alternativas al carbono como la financiación para poder saltar directamente de la etapa de la infraestructura sucia a la creación de alternativas sostenibles. De hecho, esto debería verse como una oportunidad de inversión. Dos tercios de las infraestructuras africanas están aún por construirse, y existe la oportunidad de construir esas infraestructuras de una manera más verde y mejor; el comercio puede ser un factor decisivo para que eso ocurra.

A este respecto existe un importante vínculo con la Ayuda para el Comercio: por medio de la asistencia relacionada con el comercio, en 2019 prever te se construyeron infraestructuras en los sectores de la energía, el transporte y las telecomunicaciones por un valor total de 25.000 millones de dólares EE.UU. En el futuro, la Ayuda para el Comercio debe tratar de construir infraestructuras resilientes al cambio climático y promover cadenas de suministro resistentes al cambio climático.

También hay margen para trabajar con el sector privado y las organizaciones internacionales pertinentes a fin de reducir las emisiones relacionadas con el transporte por mar, por aire y por tierra. El grupo de transporte marítimo AP Moller-Maersk se ha propuesto reducir las emisiones por contenedor a la mitad de aquí a 2030 y aumentar la proporción de carga que transporta utilizando combustibles con menor contenido de carbono, como el metanol verde. MSC, otra compañía de transporte marítimo, se ha fijado como objetivo la descarbonización neta total de aquí a 2050, y prevé tener en servicio su primer buque capaz de reducir sus emisiones netas a cero de aquí a 2030. Según Lloyd's Register, el próximo decenio será decisivo para realizar pruebas piloto y crear prototipos de los nuevos combustibles verdes y los medios de propulsión híbrida necesarios para que el sector logre reducir a cero las emisiones netas de aquí a 2050.

Pasaré ahora a otros desafíos ambientales en los que las políticas comerciales pueden desempeñar un papel útil.

Uno es la biodiversidad marina y la salud de los mares. Quizá sepan que los Miembros de la OMC están negociando un acuerdo para reducir en decenas de miles de millones de dólares las subvenciones anuales destinadas a promover que demasiadas embarcaciones se ceben en unas poblaciones de peces demasiado escasas. Este gasto público ha contribuido a una situación en la que casi la mitad de las poblaciones de peces marinos mundiales están sobreexplotadas, según el nuevo estudio de la fundación Minderoo, lo que representa una amenaza para los medios de vida de 260 millones de personas. Tras 20 años de esfuerzos, los Miembros de la OMC tienen ahora un acuerdo al alcance de la mano, y confío en que lo concluyan pronto.

Otro desafío es la contaminación producida por los plásticos, una amenaza creciente tanto para los recursos terrestres y marinos como para la salud humana. La cooperación en las políticas comerciales podría mejorar la transparencia, uniformar las normas y los reglamentos para favorecer la reciclabilidad y la compostabilidad, y crear mercados para los sustitutos de los plásticos. Los países podrían reducir los obstáculos al comercio de bienes y servicios ambientales necesarios para que las cadenas de suministro de plásticos sean más circulares — es decir, para que se utilicen los desechos de plástico como materia prima para la fabricación de plástico — y para que se promuevan alternativas sostenibles cuando proceda.

En principio, el comercio de desechos de plástico queda abarcado por el Convenio de Basilea relativo a los movimientos transfronterizos de desechos peligrosos y su eliminación. Pero la realidad es que existe un considerable comercio ilegal que elude las prescripciones del Convenio, según las cuales los países importadores han de dar su consentimiento fundamentado previo antes de que zarpen los cargamentos de desechos de plásticos. Tenemos que abordar el problema a lo largo de todo el ciclo vital del plástico. Puede que el mes próximo la Asamblea de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente inicie unas negociaciones para concertar un nuevo tratado sobre los plásticos. La labor de la OMC en relación con los plásticos complementa esos esfuerzos sobre los aspectos relacionados con el comercio, en particular mediante los nuevos debates estructurados entre los Miembros a los que luego volveré a referirme.

También hay margen para mejorar la actuación a nivel nacional. Algunos de los mayores exportadores de desechos de plástico son los países desarrollados. ¿Por qué permitir la exportación de desechos que uno no quiere en su mercado nacional? ¿Por qué no promover la innovación en materiales para el envasado biodegradables? Hemos oído hablar de varias innovaciones científicas en este ámbito, y confío en que esas innovaciones pronto puedan introducirse en el mercado y potenciarse. También en esto hay una justificación económica: los consumidores, en especial las generaciones más jóvenes, quieren productos más sostenibles.

La deforestación es otra esfera en la que el comercio puede ponerse al servicio de los objetivos ambientales. La pérdida de bosques tiene efectos negativos en la conservación de la biodiversidad, la captación del carbono y el mantenimiento de los ecosistemas.

En la CP26, la Declaración de los Líderes de Glasgow sobre los Bosques y el Uso de la Tierra, firmada por un grupo de dirigentes que representaba más del 85% de los bosques del mundo, asume el compromiso de detener y revertir la deforestación y la degradación de la tierra de aquí a 2030. Veintiocho Gobiernos y la UE apoyaron una Declaración sobre los Bosques, la Agricultura y el Comercio de Productos Básicos, que reunió a países productores y consumidores para establecer formas de reducir la deforestación en las cadenas de suministro, promover una producción más sostenible, mejorar los medios de vida y crear nuevos mercados para los productos cultivados de manera sostenible.

Ahora me centraré más explícitamente en lo que está haciendo la OMC con respecto a estas cuestiones. Si el comercio es parte de la solución a los desafíos de los que hemos estado hablando, la buena noticia es que los Miembros de la OMC están manteniendo un diálogo en Ginebra para encontrar maneras de proceder.

El desarrollo sostenible ha formado parte de la OMC desde el primer día. Utilizar el comercio para promover el desarrollo sostenible es un objetivo escrito literalmente en el Preámbulo de los Acuerdos fundacionales de la OMC en 1994. Se considera que la sostenibilidad, junto con la creación de empleo y el aumento del nivel de vida, es un elemento esencial mediante el cual el comercio y la OMC pueden ayudar a mejorar las vidas de las personas.

Los Miembros de la OMC han utilizado nuestro Comité de Comercio y Medio Ambiente para examinar estas cuestiones. Como parte de los requisitos de transparencia básicos, se exige a los Gobiernos que notifiquen formalmente a la OMC sus nuevas políticas comerciales. Desde 2009, más de 4.500 de las medidas notificadas perseguían objetivos relacionados con la mitigación del cambio climático y la adaptación a él. Muchas de estas son reglamentos técnicos relacionados con la eficiencia energética y otras metas, pero incluyen asimismo impuestos directos sobre el carbono, prescripciones en materia de contratación pública con criterios ecológicos y programas de apoyo a las energías renovables. Los Miembros han utilizado el Comité de Comercio y Medio Ambiente para aprender mutuamente de sus experiencias, examinar sus respectivas medidas y abordar las posibles fricciones comerciales que surjan de ellas. También han notificado más de 500 medidas para la gestión sostenible de los bosques y más de 1.400 relativas a la agricultura sostenible. A este respecto, la principal conclusión es que la OMC ofrece un mecanismo para minimizar las fricciones comerciales y para identificar oportunidades en las que todos salen beneficiados. Solo una mínima parte de las políticas ambientales han suscitado diferencias comerciales formales.

Por útiles que sean estos procesos existentes, los desafíos a la sostenibilidad que afrontamos hoy día sobrepasan lo que pudieron concebir allá por 1994 los arquitectos de la OMC.

Por eso apruebo con entusiasmo las tres nuevas iniciativas ambientales que grandes grupos de Miembros han estado llevando adelante en la OMC. Más de 80 Miembros, que representan más del 85% del comercio mundial, entre ellos la UE, China y los Estados Unidos, forman parte de al menos una de estas tres iniciativas. Más de la mitad son países en desarrollo. Junto con las negociaciones sobre las subvenciones a la pesca, estas iniciativas indican que los países ven el comercio, las políticas comerciales y la OMC como elementos centrales de sus esfuerzos encaminados a la sostenibilidad ambiental. Complementan las iniciativas orientadas a la inclusión que tratan de equipar mejor a las mujeres y las microempresas y las pequeñas y medianas empresas para que se beneficien del comercio mundial.

Añadiré unas breves palabras sobre cada una de estas tres iniciativas.

  • En los Debates Estructurados sobre el Comercio y la Sostenibilidad Ambiental se reúnen 71 Miembros para examinar cuestiones que incluyen el cambio climático, los bienes y servicios ambientales, la economía circular, las cadenas de suministro sostenibles, la ecologización de la Ayuda para el Comercio y los efectos en el medio ambiente de las subvenciones a la agricultura. Los participantes han definido una hoja de ruta para la labor de 2022 y han entablado conversaciones con empresas, la sociedad civil y expertos del mundo académico con miras a encontrar soluciones a los nuevos desafíos.
  • El Diálogo Informal sobre la Contaminación Producida por los Plásticos y el Comercio de Plásticos Ambientalmente Sostenible (Diálogo Informal sobre los Plásticos) tiene por objeto fomentar actuaciones coordinadas encaminadas a abordar los costos ambientales, sanitarios y económicos de la contaminación producida por los plásticos. Sus 68 copatrocinadores debatirán sobre la transparencia, las tendencias del comercio y las mejores prácticas; asimismo, estudiarán el alcance de los enfoques colectivos y la mejor manera de complementar otros procesos internacionales y de atender las necesidades de asistencia técnica de los países en desarrollo.
  • Por último, 45 Miembros trabajarán en la Reforma de las Subvenciones a los Combustibles Fósiles, examinando las opciones para racionalizar y eliminar gradualmente las subvenciones que promueven el consumo antieconómico, así como las formas de minimizar las repercusiones sociales negativas en la población pobre y los países en desarrollo.

Los procesos son importantes, pero las decisiones lo son aún más. En todas estas iniciativas he animado a los Miembros a obtener resultados relativamente asequibles; por ejemplo, sobre la transparencia en el comercio de plásticos. Eso creará el impulso necesario para alcanzar más resultados en el futuro.

Me referiré ahora brevemente a una cuestión apremiante en estos momentos, que guarda relación con las vacunas, los tratamientos y los diagnósticos para la COVID-19 y la necesidad de encontrar una solución al acceso a la propiedad intelectual. Las soluciones que encontremos pueden ser pertinentes para los esfuerzos de descarbonización, que también requieren la innovación y el desarrollo de nuevas tecnologías a la par que una rápida difusión mundial.

Considero que la labor que llevamos a cabo ahora tiene mucho que ver con las cuestiones relativas al cambio climático y el medio ambiente. Para concluir, insistiré en que el comercio puede y debe ayudarnos a responder a los problemas a los que nos enfrentamos en nuestras economías, en nuestras sociedades y en el entorno natural. Las decisiones sensatas en materia de política comercial pueden ayudarnos a prepararnos para futuros riesgos y perturbaciones. Siempre digo que el futuro del comercio está en los servicios y la digitalización, pero subrayo que el futuro del comercio también debe ser verde. Sigamos, pues, trabajando para poner el comercio al servicio del desarrollo sostenible. Gracias.

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La grabación en vídeo de la conferencia puede verse aquí.

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