DIRECTOR GENERAL ADJUNTO JEAN-MARIE PAUGAM

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Observaciones formuladas por el DGA Paugam en la Cumbre, en el marco de la sesión de grupo titulada “De las tecnologías a la mesa: perspectiva sistémica de la innovación en pro de sistemas alimentarios climáticamente inteligentes”, organizada por Clim-Eat y el Ministerio de Agricultura, Naturaleza y Calidad Alimentaria de los Países Bajos:

Me complace sumarme hoy a la reunión para ofrecer una perspectiva comercial en este debate. En la OMC valoramos las opiniones de los expertos, las autoridades nacionales y los organismos internacionales en la esfera de la agricultura, puesto que constituyen fuentes fundamentales de conocimiento e información para los 164 Miembros que integran nuestra Organización.

Trabajamos en estrecha colaboración con muchos de los que están presentes en la Cumbre celebrada esta semana, como la FAO, el IFPRI y el IICA.

Y una de las principales enseñanzas que nos han dejado es que la respuesta al doble reto de lograr una mayor productividad y una agricultura climáticamente sostenible se basará en un 75% en la innovación. Sabemos que para ello se necesitarán inversiones, tecnología y educación.

Ahora bien, ¿cómo pueden contribuir el comercio y la OMC?

La OMC ofrece un marco muy propicio para fomentar la innovación en el ámbito de la agricultura sostenible. Gestionamos un conjunto de instrumentos de política comercial que se pueden aprovechar para promover la innovación en todo el mundo.

El primer instrumento consiste en crear y acrecentar las oportunidades de acceso al mercado mundial: nos referimos al instrumento más tradicional de todos: los aranceles. La reducción de los aranceles guarda relación directa con la mejora del acceso a la tecnología, una difusión más rápida de la innovación y el logro de economías de escala que incentiven las inversiones.

No se trata de un mero postulado teórico. Sabemos que tenemos un problema mundial de desconexión entre los aranceles y el clima: varios estudios de investigación muestran que los aranceles presentan un sesgo favorable a los productos intensivos en carbono, es decir que son más bajos en el caso de los productos y tecnologías “marrones” que en el de los productos y tecnologías “verdes”. Pensemos por ejemplo en los materiales alternativos al plástico: en general están gravados con aranceles más altos. Desde luego, ello se debe a que se derivan de productos agrícolas, que a su vez tienen aranceles más elevados.

Así pues, la reducción de los aranceles es el primer aspecto que debemos considerar cuando hablamos de la posible contribución del comercio.

El segundo instrumento se refiere a la financiación. En esencia, el mandato y el objetivo del Acuerdo sobre la Agricultura de la OMC radican en transformar las subvenciones “malas” (las que tienen una repercusión en los precios y las cantidades, y distorsionan la competencia) en subvenciones “buenas”. Fíjense que para hacer referencia a estas subvenciones verdes incluso hablamos metafóricamente de las medidas del “compartimento verde”, porque abarcan todas las subvenciones que se necesitan para fomentar la innovación y, por supuesto, incluyen la innovación en el ámbito de la agricultura climáticamente inteligente. Las medidas que atañen a la infraestructura, la investigación, los servicios de divulgación y asesoramiento, la educación y la ayuda a los ingresos de los agricultores están, todas ellas, comprendidas en el compartimento verde. También está abarcada la ayuda en el marco de los programas ambientales.

Globalmente, los fondos en concepto de ayuda a la agricultura destinada a los productores ascienden a unos USD 600.000 millones, de los cuales cerca de USD 400.000 millones implican una distorsión importante del comercio. Por tanto, resulta imperioso reducir esta cuantía y encauzarla hacia las subvenciones “buenas”. Algunos de nuestros Miembros ya hablan de la necesidad de “reorientar” las subvenciones a la agricultura hacia la lucha contra el cambio climático. Aunque actualmente no hay consenso sobre esta cuestión en la OMC, quisiera que se plantearan lo siguiente: ¿qué podríamos hacer con este dinero para contribuir a mejorar la productividad y a una agricultura climáticamente inteligente?

El tercer instrumento se refiere a la reglamentación. En la OMC tenemos un marco basado en principios científicos que ofrece previsibilidad cuando nuestros Miembros aplican medidas sanitarias y fitosanitarias a los productos agropecuarios. El marco contribuye a fomentar los debates cotidianos y las iniciativas de cooperación entre los Miembros. Una vez más, se podrían estudiar opciones para aprovechar mejor este marco reglamentario a fin de incrementar el apoyo a la agricultura climáticamente inteligente. Hay otros elementos de este marco que también podrían ser útiles. Por ejemplo, el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio ayuda a los países a reducir los costos de transacción de las empresas para el acceso a diversos mercados internacionales.

De modo que tenemos todos estos instrumentos. Me gustaría añadir que son muy flexibles. No hay una “camisa de fuerza dorada” ni un único enfoque aplicable a todos los casos. En el marco de la OMC tienen cabida transacciones diversas entre las preocupaciones industriales, ambientales y sociales. El margen de actuación dado a los países en desarrollo, incluidos los países en situación de inseguridad alimentaria, permite que estos apliquen políticas de inversiones en el sector de la agricultura y adapten sus políticas comerciales en función de sus circunstancias concretas.

Ahora bien, ¿utilizamos este marco de manera eficiente para promover la cooperación internacional en pro de la agricultura climáticamente inteligente y la innovación?

Por desgracia, la respuesta es que no exactamente.  En lo que respecta a la reforma de las subvenciones y el acceso a los mercados, las negociaciones están estancadas desde hace casi tres decenios. En el ámbito de la reglamentación sanitaria y fitosanitaria hemos hecho progresos mucho mayores, puesto que hoy mantenemos debates provechosos, incluso acerca del cambio climático y la seguridad alimentaria.

Sin embargo, en general, en la OMC no hay consenso sobre estas tres cuestiones. Una de las principales razones es que tenemos muchos asuntos pendientes desde hace tiempo, incluso en relación con las subvenciones internas causantes de distorsión del comercio, lo que ha impedido a nuestros Miembros abordar las cuestiones fundamentales que inciden en la agricultura hoy y de cara al futuro, como el cambio climático y la agricultura climáticamente inteligente.

Actualmente hay un tema emergente que podría ayudarnos a colmar esta brecha: la seguridad alimentaria; sin duda, el núcleo del dilema relativo a la producción, el comercio y el cambio climático radica allí. Hace poco, los Estados Unidos y otros presentaron a la OMC una contribución interesante a ese respecto. De modo que espero que así se pueda tender el puente que precisamos entre el pasado y el futuro.  Mi mensaje a los ministros de agricultura es que, por favor, trabajen en estrecha colaboración con sus homólogos de la cartera de comercio para que la OMC consiga los resultados que debe conseguir en apoyo de sus políticas agrícolas con un enfoque climático inteligente.

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