Lo que está ocurriendo en la OMC

NOTICIAS:  COMUNICADOS DE PRENSA 1996

PRESS/49
29 de mayo de 1996

De cara al futuro: la pol�tica de comercio internacional en la era de la OMC

La Cuarta Conferencia Anual de la Fundaci�n Sylvia Ostry Ottawa, 28 de mayo de 1996

El Sr. Renato Ruggiero, Director General de la OMC, pronunci� anoche la Cuarta Conferencia Anual en la Fundaci�n Sylvia Ostry, en Ottawa (Canad�). Se adjunta el texto �ntegro de la conferencia del Sr. Ruggiero.

I

No debe de haber muchas personas en el Canad�, ni tampoco en otras partes, que re�nan una experiencia tan notablemente profunda y amplia como la de Sylvia Ostry en la esfera del comercio, y en el �mbito de la pol�tica econ�mica en general. Tampoco debe de haber muchas personas que puedan igualar su nivel de excelencia en el campo en que ella ha desarrollado sus actividades. Sylvia Ostry ha desempe�ado el cargo de alto funcionario en el Gobierno de su pa�s, ha ocupado un puesto superior en una importante instituci�n internacional, la OCDE, y actualmente, desde la prominente situaci�n que ocupa en el mundo acad�mico, aporta una se�alada contribuci�n a nuestra comprensi�n del complejo mundo en el que vivimos. Muchas de las ideas y las cuestiones de las que hablar� esta tarde han sido influidas por la obra de Sylvia Ostry.

Por consiguiente, me resulta muy grato pronunciar la Cuarta Conferencia Anual de la Fundaci�n Sylvia Ostry. Sin embargo, antes de proseguir desear�a decirle una cosa a Sylvia, de quien me siento orgulloso de ser amigo desde hace mucho tiempo: “Por favor, Sylvia, siga haciendo lo que hace usted tan bien. Valoramos enormemente su penetrante observaci�n, su capacidad de interpretar los acontecimientos y las tendencias econ�micas y su perspicacia para formular recomendaciones sensatas en materia de pol�ticas. La necesitamos ahora m�s que nunca”

II

El imperativo mundial

Debe de ser cierto que pr�cticamente todas las generaciones a lo largo de la historia han atravesado cambios, sean estos sociales, econ�micos o pol�ticos. Y sin duda cada generaci�n ha experimentado ante el cambio una mezcla de recelo y de expectaci�n: recelo ante los inconvenientes que el cambio pod�a representar, y expectaci�n ante las oportunidades que pod�a ofrecer. Algunos per�odos son m�s turbulentos que otros, pero cabe preguntarse cu�ntas generaciones han tenido que hacer frente en el pasado a un cambio tan extraordinariamente r�pido como el que caracteriza a nuestra �poca.

�De qu� clase de cambio estoy hablando y qu� es lo que lo impulsa? El cambio a que me refiero es la impresionante internacionalizaci�n -o mundializaci�n- de la actividad econ�mica que se ha registrado durante los �ltimos dos o tres decenios, y las profundas consecuencias pol�ticas y sociales que se derivan de la misma. La mundializaci�n es impulsada por una poderosa confluencia de fuerzas. Algunas de ellas son sin duda el reflejo de pol�ticas gubernamentales, pero m�s fundamentalmente se trata de fuerzas que tienen una vida propia, fuerzas liberadas por los cambios tecnol�gicos, especialmente en los sectores del transporte y las comunicaciones.

En t�rminos econ�micos, la mundializaci�n significa que la producci�n y el comercio se han entrelazado de manera inexorable. Los procesos de producci�n se extienden por todo el planeta. Los productores deben invertir para comerciar y deben comerciar para invertir. La mayor�a de los productos que ingresan actualmente en el mercado son objeto de comercio o bien su producci�n depende decisivamente de componentes que son objeto de comercio. El hecho de que el comercio desempe�a un papel m�s importante que nunca en la actividad econ�mica se puede observar f�cilmente en las estad�sticas: las corrientes comerciales se han multiplicado por 15 en los �ltimos cuatro decenios, mientras que la producci�n se ha incrementado seis veces. Al mismo tiempo, se han registrado aumentos espectaculares en las corrientes de inversiones extranjeras directas: en los 10 a�os anteriores a 1993 las corrientes de inversiones en todo el mundo se multiplicaron por cuatro, llegando a casi 200.000 millones de d�lares por a�o. Son cada vez m�s los empleos que dependen del comercio, bien de las importaciones o de las exportaciones. Todo esto ha ocurrido al mismo tiempo que los niveles de vida aumentan constantemente en muchos pa�ses, aunque no en todos. El hecho de que los beneficios de la mundializaci�n a�n no son gozados mundialmente presenta un reto para la l�nea de acci�n a seguir, sobre el que volver� m�s adelante. No obstante, no se debe subestimar la magnitud de la ayuda que ha prestado y sigue prestando la integraci�n econ�mica mundial a la reducci�n de la pobreza y la marginalizaci�n. Se prev� que en los pr�ximos a�os 2.000 millones de personas en los pa�ses en desarrollo y las econom�as en transici�n ingresar�n en el mercado mundial, reforzando las tendencias que han instalado a una docena o m�s de pa�ses en desarrollo entre las econom�as m�s din�micas del mundo.

En t�rminos pol�ticos, la mundializaci�n significa que los gobiernos deben aprender a cooperar en m�s esferas que durante el pasado. Algunas de las distinciones que sol�amos hacer entre la pol�tica internacional y la pol�tica interna resultan cada vez m�s superficiales y carentes de importancia. Naturalmente, se generan tensiones cuando se observa que los gobiernos muestran un creciente inter�s en inmiscuirse en las pol�ticas de los dem�s, y esas tensiones se deben tratar con habilidad y flexibilidad pol�tica. A medida que se ampl�a el campo de la creaci�n internacional de normas jur�dicas y de la coordinaci�n de pol�ticas, y que el concepto de pol�ticas “nacionales” se reduce, es necesario ocuparse adecuadamente de la protecci�n de la diversidad y la preservaci�n de la democracia. Al mismo tiempo, se debe reconocer que los argumentos defensivos basados en la soberan�a son realmente enga�osos. En el mundo, de hoy la aut�ntica expresi�n de soberan�a es la capacidad de los gobiernos elegidos democr�ticamente de articular los intereses de sus representados por medio de negociaciones y compromisos internacionales.

En t�rminos sociales, la gesti�n de la mundializaci�n constituye tambi�n una prueba importante. Es err�neo suponer que la apertura de los mercados, la continuaci�n de la integraci�n econ�mica internacional y la liberalizaci�n del comercio ser�n siempre procesos indoloros. Es probable que cierto n�mero de personas se vean desplazadas por los cambios en la asignaci�n de recursos derivados de estos procesos. Sin embargo, debemos tener claridad en nuestra visi�n de conjunto. El aumento de la eficiencia a causa de la especializaci�n inducida por el comercio, estimula la actividad econ�mica y crea empleo, compensando con creces los puestos de trabajo que se puedan perder a causa del desplazamiento de mano de obra. La gesti�n de esta transici�n y de las consecuencias distributivas del cambio constituye una responsabilidad fundamental de los gobiernos, pero es evidente que esta responsabilidad no se podr� cumplir si se da la espalda al mercado mundial.

La mundializaci�n no desaparecer�. Los responsables de formular las pol�ticas no podr�an detener este proceso, incluso si quisieran hacerlo. No se trata de algo opcional, sino que forma parte normalmente de nuestra vida cotidiana de muchas maneras. La �nica cuesti�n real es si vamos a acompa�ar su avance mediante pol�ticas nacionales que nos ayuden a adaptarnos a la realidad del cambio sin tener que soportar un costo social intolerable.

Desde el punto de vista internacional, la disyuntiva es si este proceso inevitable tendr� lugar en el marco de un sistema basado en normas convenidas o simplemente mediante un juego de fuerzas. Durante el per�odo de posguerra hemos tratado por lo general de seguir el primer camino. Abandonarlo ahora significar�a cambiar la historia econ�mica -y quiz� tambi�n la historia pol�tica- del mundo de un modo que ser�a peligroso para toda su poblaci�n.

III

Los primeros 18 meses de la OMC: luces y sombras

Antes de pasar a lo que a mi juicio son algunas de las cuestiones principales que deberemos abordar en los pr�ximos meses y a�os, deseo examinar brevemente con ustedes el primer a�o y medio de existencia de la OMC. El panorama ofrece luces y sombras, compromisos puestos en pr�ctica y otros en los que a�n queda tarea por realizar.

Entre las luces o aspectos descollantes figuran los siguientes:

-    aplicaci�n de los acuerdos de la Ronda Uruguay: el comienzo ha sido bueno, pero no cabe la complacencia. La aplicaci�n completa y r�pida de los compromisos es esencial para la credibilidad de la OMC y para crear la confianza necesaria para explorar el programa de cuestiones comerciales que tenemos por delante;

-    soluci�n de diferencias: tenemos ahora un mecanismo m�s eficaz y cre�ble para la soluci�n de las diferencias comerciales. Hasta la fecha, se han planteado ante la OMC 38 reclamaciones, y un n�mero importante de casos se ha resuelto "extrajudicialmente", es decir, en la etapa de consultas, que constituye una parte esencial del procedimiento. Esto demuestra categ�ricamente el efecto disuasivo del sistema;

-    establecimiento del �rgano de Apelaci�n, que acaba de adoptar su primera decisi�n, una decisi�n muy dif�cil habida cuenta de los numerosos criterios que estaban en juego;

-    aumento del n�mero de Miembros: la OMC tiene ahora 121 Miembros. El hecho de que 29 pa�ses est�n negociando su adhesi�n (incluidas China y Rusia) demuestra la vitalidad y el atractivo que ejerce el sistema multilateral. Es posible que los distintos pa�ses se adhieran a la OMC en procura de beneficios econ�micos, pero la comunidad mundial se beneficiar� tambi�n de unas relaciones internacionales m�s estables. Es evidente que nos estamos acercando al logro del objetivo, durante tanto tiempo perseguido, de un sistema multilateral de comercio de composici�n universal, basado no en requisitos de adhesi�n menos estrictos, sino en la voluntad reforzada de los gobiernos, de participar plenamente en la mundializaci�n de la econom�a;

-    comercio y medio ambiente: el Comit� de Comercio y Medio Ambiente de la OMC tiene un programa de amplio alcance, que ya ha examinado en parte. Estas deliberaciones han aportado una buena base para la realizaci�n de nuevos progresos en esta esfera tan importante -aunque a menudo objeto de controversias-, aclarando las cuestiones que est�n en juego y aproximando puntos de vista divergentes. En su informe a la Conferencia Ministerial de Singapur, el Comit� estar� en condiciones de definir mejor las esferas que ser�n objeto de un examen ulterior y podr� sugerir algunas mejoras en las pol�ticas encaminadas a recoger los postulados ecol�gicos, mejorando o facilitando al mismo tiempo el comercio internacional.

Las sombras aparecen cuando recordamos que la aplicaci�n incluye tambi�n el compromiso, asumido al finalizar la Ronda Uruguay, de proseguir las negociaciones en cuatro sectores importantes del comercio de servicios. Ahora que disponemos por lo menos de resultados provisionales en tres de estos sectores -servicios financieros, movimiento de personas f�sicas (quienes prestan los servicios) y telecomunicaciones b�sicas-, desear�a decir algo acerca de lo que se ha conseguido y de lo que a�n queda por hacer.

Recordar�n ustedes que en julio pasado la negociaci�n sobre los servicios financieros culmin� con un �xito modesto: 29 pa�ses acordaron mejorar sus compromisos con arreglo al Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios, pero los Estados Unidos consideraron que el conjunto no era satisfactorio y no pudieron presentar ninguna oferta sobre el futuro acceso a su mercado de servicios financieros. Las negociaciones proseguir�n en 1997 y espero que entonces se acordar� un conjunto de compromisos mejorado, con la plena participaci�n de los Estados Unidos. En las negociaciones sobre telecomunicaciones b�sicas, que culminaron el 30 de abril, se alcanz� un resultado muy interesante y valioso de ofertas de apertura de mercados, adem�s de progresos considerables en materia de competencia y en lo relativo al comportamiento de los monopolios de Estado. Pero tampoco en este caso fue posible culminar las negociaciones porque los Estados Unidos consideraron que los resultados no eran satisfactorios. Los negociadores acordaron preservar los resultados alcanzados hasta entonces con el objetivo de que se puedan mejorar a�n m�s en un breve per�odo de nuevas negociaciones que se celebrar�n en enero y febrero del pr�ximo a�o, manteniendo la fecha del 1. de enero de 1998 para su entrada en vigor. Considero que este proceso tambi�n se podr� concluir satisfactoriamente en 1997.

La cuarta negociaci�n sectorial, relativa al transporte mar�timo, se est� realizando actualmente. Tambi�n en este sector se tropieza con dificultades, a ra�z de una declaraci�n formulada por los Estados Unidos en el sentido de que no realizar�n una oferta, en vista de su evaluaci�n de las ofertas formuladas por otras partes. Debemos asegurar que, pese a ello, es posible obtener resultados aceptables hacia fines de junio, aunque ello no ser� f�cil.

Es demasiado pronto para hacer un balance definitivo. No obstante, considero que por lo menos se puede extraer una conclusi�n preliminar. No es imposible que una negociaci�n en un sector particular produzca resultados valiosos e incluso sorprendentemente buenos. Las negociaciones sobre las telecomunicaciones lo demostraron y, a mi juicio, los resultados de las negociaciones sobre servicios financieros fueron tambi�n mucho mejores que lo que cab�a esperar de una breve negociaci�n en un sector �nico y sumamente sensible.

Por supuesto, no debemos subestimar las consecuencias de no haberse cumplido el plazo del 30 de abril para la conclusi�n formal de las negociaciones sobre telecomunicaciones, ni de los resultados obtenidos hasta ahora en materia de servicios financieros. Sin embargo, ser�a igualmente err�neo exagerarlas. La historia de las negociaciones internacionales -especialmente las negociaciones comerciales- abunda en metas no alcanzadas. Si permitimos que esto se convierta en una tragedia s�lo conseguiremos dificultar el avance para llegar a un feliz t�rmino.

Un �ltimo comentario: estas negociaciones fueron catalogadas como asuntos pendientes porque no fue posible terminarlas ni siquiera en el momento m�gico de la conclusi�n de la Ronda Uruguay. Por lo tanto, se las debe incluir por definici�n entre los casos m�s dif�ciles. En consecuencia, no deber�a sorprender que no pudieran resolverse en una nueva tentativa, si bien hasta ahora ninguna de ellas ha terminado en un rotundo fracaso. Por este motivo no podemos aceptar un rev�s en el sector mar�timo.

IV

La ruta a Singapur

En esta situaci�n de luces y sombras se est� preparando la primera Conferencia Ministerial de la OMC, que se celebrar� en Singapur en el mes de diciembre. La Conferencia Ministerial brindar� ciertamente la oportunidad de definir lo logrado durante estos dos a�os, pero la fuerza pol�tica que se concentrar� all� se podr�a desaprovechar si adem�s no nos proponemos metas m�s ambiciosas. Perm�tanme describir someramente algunas esferas en las que cabe razonablemente esperar que la Conferencia de Singapur ayude al sistema multilateral a avanzar como corresponda.

Una de estas esferas es la mayor liberalizaci�n del comercio de bienes y servicios, por medio del perfeccionamiento de las normas comerciales. Se debate actualmente qu� significa en realidad una mayor liberalizaci�n. Algunas delegaciones no desean modificar los compromisos ya asumidos al concluir la Ronda Uruguay, y prefieren mantener el horizonte temporal de los a�os 1999 � 2000. Otras, por el contrario, sugieren que se considere la posibilidad de incluir reducciones arancelarias aceleradas o adicionales y de continuar trabajando en la esfera de los servicios profesionales y en la armonizaci�n de las normas t�cnicas y la simplificaci�n de las normas de origen. Mientras proseguimos las deliberaciones preparatorias surgir�n sin duda otras posibilidades.

Los debates que se est�n realizando en diversos pa�ses sobre la liberalizaci�n del comercio en materia de tecnolog�a de la informaci�n constituyen un acontecimiento particularmente alentador, que tambi�n deber�a complementar y reforzar la apertura del sector de los servicios de telecomunicaciones. Espero que todo eventual acuerdo se concertar� sobre una base multilateral, a fin de aprovechar al m�ximo sus beneficios para la econom�a mundial y el sistema de comercio.

En Singapur, los Ministros tendr�n tambi�n ante s� el “programa de trabajo impl�cito de la OMC”, es decir, los compromisos existentes de comenzar nuevas negociaciones en los sectores de la agricultura, los servicios y otras esferas antes del final del presente siglo. Este "programa de trabajo impl�cito" tambi�n abarca algunos de los otros temas que varios Miembros han propuesto para el programa de trabajo de la OMC, como las inversiones y la competencia. Desear�a decir algo acerca de cada uno de ellos.

En lo que respecta a las inversiones, la mundializaci�n ha reducido notablemente la utilidad de las distinciones que los responsables de formular las pol�ticas sol�an establecer entre las diferentes formas de acceso a los mercados.

En estas circunstancias, me parece que no hay ninguna raz�n para no disponer de normas multilaterales en materia de inversiones mientras que tenemos normas multilaterales en la esfera del comercio. En la Ronda Uruguay, tras la negociaci�n sobre las medidas en materia de inversiones relacionadas con el comercio -o MIC- se decidi� examinar las cuestiones relativas a las inversiones con el objeto de determinar si el Acuerdo sobre las MIC se deb�a complementar con disposiciones en materia de inversiones. Por otra parte, las negociaciones sobre el comercio de servicios dieron origen a compromisos sustanciales sobre inversiones en una amplia variedad de sectores. Esos compromisos se refieren al derecho de los inversores extranjeros a establecerse y a realizar actividades comerciales una vez establecidos. Adem�s de estos compromisos relativos a sectores determinados, los Miembros de la OMC se han comprometido a conceder el trato n.m.f. a todo el comercio en la totalidad de los sectores de servicios, con excepci�n de los relativamente pocos casos en los que se han previsto excepciones limitadas al trato n.m.f.

Sin perjuicio de la importancia de los resultados que ya hemos alcanzado en materia de servicios, considero que necesitamos en la OMC un enfoque m�s horizontal e integral respecto de las inversiones, especialmente porque hasta ahora nada se ha hecho en la esfera de las mercanc�as. En este terreno, las normas multilaterales se deben basar en los principios de la OMC del trato n.m.f. y del trato nacional, aportando as� una contribuci�n a un marco normativo que d� aliento y protecci�n a las inversiones extranjeras, especialmente en la gran mayor�a de los pa�ses en desarrollo y los pa�ses menos adelantados, que en la actualidad est�n bastante al margen de las corrientes principales de las inversiones extranjeras directas. La OCDE, as� como otros acuerdos comerciales regionales, ya han elaborado o est�n en v�as de elaborar normas internacionales sobre inversiones, pero considero que los gobiernos reconocer�n cada vez m�s la necesidad de actuar en este terreno en el marco de un contexto m�s global.

Al no existir un s�lido marco multilateral, existe el riesgo de una proliferaci�n de reg�menes, que podr�an ser incompatibles e incluso discriminatorios con respecto a las inversiones extranjeras. La cuesti�n es c�mo asegurar en esta materia una dimensi�n verdaderamente multilateral, que tenga en cuenta no s�lo el papel de las inversiones en el marco del sistema internacional de comercio, sino tambi�n el inter�s com�n que tienen los pa�ses industrializados y los pa�ses en desarrollo en asegurar un clima favorable para las inversiones. Es dif�cil imaginar que se pueda encontrar una respuesta fuera de la OMC. Hay en la actualidad m�s de 900 tratados bilaterales sobre inversiones, y si todos los pa�ses del mundo participaran en tales acuerdos se necesitar�an alrededor de 20.000 tratados bilaterales. Este hecho da una clara respuesta a quienes propugnan la superioridad de un enfoque bilateral. Me cuesta imaginar que los c�rculos empresariales acojan de buen grado tal abundancia de reg�menes. Resulta claramente preferible contar con un marco �nico, aplicable en todos los pa�ses, tanto los industrializados como los pa�ses en desarrollo, que quedar�an sometidos a las mismas normas y disciplinas, y con un �nico procedimiento de aplicaci�n.

El Acuerdo sobre las MIC prev� tambi�n que se examine la necesidad de adoptar normas sobre la pol�tica de competencia. El GATT y la OMC han tratado de fortalecer la competencia durante los �ltimos 50 a�os por medio del fomento de la liberalizaci�n del comercio. Las cuestiones de competencia fueron abordadas m�s expl�citamente en la Carta de La Habana y se incluyeron en el programa de la Ronda Uruguay por el cauce de las negociaciones sobre telecomunicaciones b�sicas. Creo que es importante que examinemos esta cuesti�n detenidamente en el marco de la OMC. A medida que las pol�ticas establecidas y apoyadas por las autoridades son menos restrictivas para el comercio, la atenci�n se centra cada vez m�s en los obst�culos al comercio mantenidos por las empresas, es decir, los obst�culos inherentes a la estructura de los mercados y que no dependen de ninguna pol�tica oficial.

En primer lugar, es necesario que determinemos cu�n arraigados est�n esos obst�culos y qu� problemas entra�an. En segundo lugar, debemos preguntarnos si esos obst�culos se deben tratar en el �mbito nacional o si necesitamos disciplinas internacionales para garantizar el funcionamiento adecuado de los mercados. Y, si necesitamos efectivamente un enfoque internacional, �cu�l deber�a ser nuestra estrategia? �Debemos establecer un derecho de acci�n multilateral que pueda obligar a los gobiernos a aplicar sus pol�ticas de competencia nacionales, o debemos ir un paso m�s adelante y establecer normas de competencia sustantivas? Se trata de cuestiones interesantes e importantes que nos corresponde abordar. Sin duda podemos aprender algo de las negociaciones sobre telecomunicaciones b�sicas, en las que los gobiernos sintieron claramente la necesidad de definir una serie de principios multilaterales concretos en favor de la competencia y se comprometieron a respetarlos.

Lo reconozcamos o no, la competencia se est� haciendo un lugar en nuestro programa de trabajo. S�lo falta saber cu�ndo y c�mo esta cuesti�n se formular� expl�citamente.

M�s all� del programa de trabajo impl�cito, entre las cuestiones propuestas por algunos pa�ses figura la relativa al comercio y las normas de trabajo, tema que puede resultar el m�s pol�mico de todos. Nadie puede negar la importancia de las normas de trabajo fundamentales que se han acordado internacionalmente. No obstante, ahora se trata de determinar cu�l es su relaci�n con el comercio y cu�l es el mejor foro para examinar esa cuesti�n. Es por ello que este tema puede resultar pol�mico. Todos compartimos la responsabilidad de no darle un car�cter dram�tico en la Conferencia Ministerial. Si ello sucediera, es seguro que los pueblos cuyos intereses todos deseamos proteger no obtendr�an ning�n beneficio.

Las propuestas incluyen tambi�n el problema de la corrupci�n en el comercio internacional, vinculado a la necesidad de seguir examinando la cuesti�n de la contrataci�n p�blica; el regionalismo y la adaptaci�n de las normas comerciales a la econom�a mundial. La cuesti�n de las repercusiones de los precios de los productos b�sicos, los tipos de cambio y la deuda en los ingresos de exportaci�n de los pa�ses en desarrollo se ha planteado verbalmente.

Es necesario abordar estas sugerencias con objetividad y atenci�n, de conformidad con el principio de consenso que ha guiado siempre al sistema multilateral. La creaci�n de un consenso en estas cuestiones ser� sin duda muy dif�cil, pero el sistema multilateral de comercio ha sabido vencer obst�culos semejantes en el pasado (por ejemplo, cuando se introdujeron las cuestiones de los servicios y el medio ambiente).

Uno de los cambios m�s notables que se han registrado en el comercio mundial durante el �ltimo decenio ha sido la desaparici�n de la divisi�n Norte-Sur, un acontecimiento tan significativo como el derrumbe del muro de Berl�n. Este cambio se puede atribuir en gran medida a la extensi�n de las pol�ticas de liberalizaci�n y apertura de los mercados a todos los pa�ses, cualquiera sea su nivel de desarrollo. Una de las prioridades de la Conferencia de Singapur ser� mantener esta nueva unidad.

Si deseamos avanzar en la elaboraci�n de un programa de trabajo sobre cuestiones comerciales para el siglo XXI, es esencial que todos los miembros del sistema de comercio conf�en firmemente en que el funcionamiento de este sistema es beneficioso para sus intereses.

V

Los retos que tenemos por delante

Configurar el sistema de comercio del pr�ximo siglo significa sobre todo dar respuesta a cuatro retos fundamentales.

El primero de ellos es mejorar lo que estamos haciendo actualmente para transmitir a la poblaci�n de todos los pa�ses el mensaje de que la apertura del comercio y el sistema multilateral son beneficiosos para sus intereses. Debemos reconocer que el r�pido avance de la integraci�n mundial ha contribuido a generar un clima de incertidumbre en muchas sociedades, lo que se presta a ser explotado por quienes tratan de vender los falsos remedios del proteccionismo y la xenofobia. Lo que se necesita con urgencia es que los gobiernos, el sector privado y los c�rculos universitarios trabajen conjuntamente para reafirmar de forma persuasiva y con claridad la verdad que los �ltimos 50 a�os de nuestra historia muestran tan claramente: que la libertad de comercio en el marco de las normas del sistema multilateral es la clave del crecimiento y, por ende, de todas nuestras esperanzas de gozar de una existencia m�s pr�spera y estable.

El segundo reto consiste en respetar y fortalecer el contrato fundamental que une actualmente a pa�ses que ocupan todos los niveles de desarrollo econ�mico. El mundo industrializado tiene que mantener abiertos sus mercados y mejorar esta apertura en los a�os venideros. Por su parte, los pa�ses en desarrollo deben continuar sus reformas de liberalizaci�n e integrarse m�s en el sistema mundial. Y unos y otros, los pa�ses industrializados y los pa�ses en desarrollo, deben colaborar para mejorar la situaci�n de los pa�ses menos adelantados.

Considero que la elevaci�n del nivel de vida en esos pa�ses es una de las tareas m�s urgentes a que nos debemos dedicar. Se ha estimado que mientras que la renta por habitante aumentar� un 80 por ciento de promedio en el Asia Oriental desde ahora hasta el a�o 2005, en el �frica subsahariana el aumento s�lo ser� del 8 por ciento. �C�mo podemos contribuir a reducir esta brecha que no deja de ahondarse y a fomentar el desarrollo en los pa�ses m�s pobres?

Al menos debemos velar por que los bienes y los servicios producidos por esos pa�ses tengan un acceso libre y seguro a todos los mercados. Ser�a �til un compromiso de consolidar a nivel cero todos los aranceles que se aplican a estos pa�ses y de eliminar en una fecha precisa todas las restricciones cuantitativas que a�n limitan sus exportaciones. Existen muchas otras maneras en que podemos ayudarles, tales como mejorar su acceso a las inversiones (otro motivo para examinar esta cuesti�n en la OMC), alentar las iniciativas regionales entre los pa�ses menos adelantados y aplicar a sus productos normas de origen m�s flexibles.

Igual importancia reviste la creaci�n de capacidad institucional y humana en esos pa�ses, de modo que puedan aprovechar plenamente las nuevas oportunidades. Esto exige la adopci�n de nuevos planteamientos en la cooperaci�n entre los organismos que prestan asistencia t�cnica y tambi�n en los medios utilizados para ello.

La OMC se ha puesto en marcha en esa direcci�n, elaborando un plan integrado de cooperaci�n t�cnica con la UNCTAD y el Centro de Comercio Internacional, que patrocinamos de forma conjunta. Resulta claro que a�n quedan cosas por hacer para fomentar esa cooperaci�n. Tambi�n debemos trabajar en estrecha relaci�n con los dem�s organismos competentes para explotar al m�ximo las oportunidades que ofrece la nueva tecnolog�a de las comunicaciones a fin de ampliar el alcance y los resultados duraderos de nuestros esfuerzos encaminados a crear capacidad.

Por �ltimo, es necesario dedicar una profunda atenci�n a la situaci�n de los pa�ses en desarrollo importadores netos de productos alimenticios que, por diversas razones, est�n haciendo frente a un aumento de precios de diversos productos agr�colas.

El tercer reto es la universalidad, es decir, la necesidad de incorporar a China, Rusia y todos los dem�s pa�ses que a�n no forman parte del sistema de la OMC. S�lo cuando esto se consiga podremos recoger todos los frutos de un sistema de comercio mundial basado en normas. Nadie se hace ilusiones de que este proceso ser� f�cil. En particular, la adhesi�n de grandes econom�as en transici�n plantea importantes cuestiones de fondo cuya soluci�n exige establecer un balance aceptable entre las aspiraciones de los pa�ses candidatos, los intereses de los Miembros existentes y la necesidad de salvaguardar la integridad del sistema y de sus normas. Estas cuestiones no tienen una soluci�n pol�tica inmediata. Los Miembros existentes y los que aspiran a la adhesi�n comparten por igual la responsabilidad de asegurar que las negociaciones de adhesi�n avancen tan r�pidamente como sea posible, pero de un modo que fortalezca al sistema en su conjunto.

El cuarto reto es comprender la relaci�n que existe entre el regionalismo y el sistema multilateral de comercio. No han transcurrido a�n 15 a�os desde que se produjo la impresionante proliferaci�n de acuerdos regionales, que se han convertido en el rasgo sobresaliente de las relaciones econ�micas internacionales de nuestros d�as. En 1980, s�lo hab�a un n�mero relativamente peque�o de uniones aduaneras y zonas de libre comercio, pero en la actualidad casi todos los Miembros de la OMC forman parte de uno o m�s acuerdos de comercio regional. Con excepci�n de la Comunidad Europea, los acuerdos que exist�an hace 15 a�os sol�an tener un alcance limitado y se centraban principalmente, sino de forma exclusiva, en el establecimiento de aranceles preferenciales. Se puede decir que la nueva oleada de acuerdos comerciales regionales, como tantas otras cosas, se ha iniciado en Am�rica del Norte.

En efecto, el Canad� desempe�� un papel inicial y decisivo en el establecimiento de un acuerdo de libre comercio en Am�rica del Norte, que pronto se ampli� para constituir el Tratado de Libre Comercio de Am�rica del Norte. Y actualmente existen planes para establecer un acuerdo hemisf�rico de libre comercio, que se basar�a en los acuerdos existentes en Am�rica del Sur, tales como el MERCOSUR, el Pacto Andino y el Mercado Com�n Centroamericano. En Asia, vemos que la ASEAN ha ampliado recientemente su alcance geogr�fico y ha profundizado el proceso de integraci�n. Los pa�ses del Asia meridional tambi�n est�n elaborando un acuerdo regional. Y, por supuesto, tenemos el APEC que, si bien por ahora no supone preferencias comerciales entre sus miembros, encarna una ambiciosa idea de libre comercio entre los pa�ses de Asia y tambi�n a trav�s del Pac�fico, incluyendo a Am�rica del Norte y del Sur. En �frica se est�n elaborando varios acuerdos regionales. En Europa, la Uni�n Europea ha construido una compleja jerarqu�a de acuerdos preferenciales con sus vecinos inmediatos, y tiene en perspectiva otros planes m�s amplios. La idea de un acuerdo transatl�ntico de libre comercio tambi�n ha suscitado �ltimamente un considerable inter�s.

El impulso de liberalizaci�n regional no es en s� mismo un motivo de alarma para los defensores del sistema multilateral. Las iniciativas regionales pueden contribuir de manera importante al desarrollo de normas y compromisos multilaterales, y en ciertas regiones, como el �frica subsahariana, pueden constituir un punto de partida fundamental para la integraci�n de los pa�ses menos adelantados en la econom�a mundial. En el nivel m�s b�sico, la divergencia real es la que separa la liberalizaci�n -en cualquiera de sus niveles- del proteccionismo. Vistas desde esta perspectiva, las iniciativas regionales y multilaterales deben estar en el mismo campo, apoy�ndose y reforz�ndose mutuamente.

Sin embargo, la propia magnitud y la ambici�n de algunas iniciativas regionales recientes indican que no podemos dar por sentada esta complementariedad, si es que en alg�n caso esto se pudo dar por sentado. Necesitamos una clara declaraci�n de principios, sostenidos por compromisos firmes, a fin de garantizar que los esquemas regionales no funcionen como una fuerza centr�fuga disgregando el sistema multilateral.

A mi entender, la respuesta se puede hallar en el principio enunciado por algunas de las nuevas agrupaciones regionales, o sea, el regionalismo abierto.

Por supuesto, debemos tener claro lo que significa el regionalismo abierto. Entre las distintas posibilidades, creo que hay dos modalidades b�sicas.

La primera consiste en asegurar que toda zona preferencial prevista ser� compatible con los requisitos jur�dicos del sistema multilateral. Seg�n las disposiciones vigentes, esas zonas podr�an ser al mismo tiempo jur�dicamente compatibles con las normas de la OMC y tener un car�cter preferencial, lo que significa que podr�an constituir una excepci�n a la cl�usula de la naci�n m�s favorecida, que es el principio b�sico del sistema multilateral. La posibilidad de establecer en el marco normativo esa excepci�n legal al principio n.m.f. fue concebida en una �poca y en una situaci�n completamente diferentes. En la actualidad, con la proliferaci�n de agrupaciones regionales, la excepci�n podr�a convertirse en la regla, y esto podr�a suponer el riesgo de una modificaci�n completa de la naturaleza del sistema.

La segunda interpretaci�n del regionalismo abierto es la que expresa un cierto n�mero de pa�ses, algunos de los cuales son miembros del APEC o del MERCOSUR. En esta hip�tesis, la eliminaci�n gradual de los obst�culos al comercio en el interior de una agrupaci�n regional se aplicar�a aproximadamente con el mismo ritmo y el mismo calendario que la reducci�n de obst�culos con respecto a los no miembros. Esto significar�a que la liberalizaci�n regional -tanto en la pr�ctica como en la legislaci�n- ser�a en general compatible con el principio n.m.f.

La elecci�n entre estas opciones es decisiva, ya que ambas dar�an lugar a resultados muy diferentes. En el primer caso, en no m�s de 20 � 25 a�os llegar�amos a una divisi�n del comercio mundial en dos o tres zonas preferenciales intercontinentales; cada una de ellas tendr�a sus propias normas y habr�a un sistema de libre comercio en el interior de cada zona, pero seguir�an existiendo obst�culos externos entre los bloques.

�Alguno de nosotros desea un mundo semejante?

Dejo que ustedes imaginen las posibles consecuencias de este panorama en t�rminos de estabilidad y seguridad mundiales. Por ejemplo, �d�nde estar�an China y Rusia en un mundo as�?

La segunda opci�n apunta hacia la convergencia gradual del regionalismo y el multilateralismo sobre la base de objetivos y principios compartidos, principalmente el respeto del principio n.m.f. Al final tendr�amos un mercado mundial libre, regido por normas y disciplinas internacionalmente acordadas y aplicables a todos y con la capacidad de asegurar el respeto de los derechos y obligaciones que todos habr�an aceptado libremente. En un mundo as� habr�a y deber�a haber sitio para China, Rusia y todos los dem�s candidatos a adherirse a la OMC.

Dada la realidad del regionalismo y la necesidad de mantener la importancia decisiva del sistema multilateral, la cuesti�n consiste en determinar cu�l es la mejor manera de asegurar esta convergencia gradual.

Por ejemplo, �se deber�a dejar a cargo de esfuerzos unilaterales concertados o deber�a ser objeto de una negociaci�n multilateral, del mismo modo que las anteriores ampliaciones de la Comunidad Europea contribuyeron a poner en marcha las anteriores Rondas del GATT?

�Deber�amos tratar de establecer un plazo, en el cual a la liberalizaci�n regional del acceso a los mercados deber�a seguir su ampliaci�n en r�gimen n.m.f. o bien la iniciaci�n de negociaciones multilaterales?

Cuando las agrupaciones regionales establecen nuevas normas comerciales, �deber�amos tratar de acordar un mecanismo y un marco temporal para ponerlas en plena conformidad con las normas multilaterales cuando ellas existan? En los casos en que por ahora no existen normas de la OMC equivalentes, tendr�amos que prever un calendario para negociar la aplicaci�n multilateral de las normas regionales.

El mantenimiento de la primac�a de las normas y el sistema de soluci�n de diferencias de la OMC es esencial, no como un fin en s� mismo, sino con el objeto de evitar una Babel de jurisdicciones contradictorias que compiten entre s�. Como he mencionado anteriormente, la evoluci�n actual de las normas en materia de inversiones nos brindan un presagio de lo que esto podr�a llegar a ser.

Si no defendemos la primac�a de las normas multilaterales, corremos el riesgo de que en materia de soluci�n de diferencias comience a funcionar una especie de Ley de Gresham, con arreglo a la cual las normas menos estrictas desplazar�an a las m�s severas, ya que los gobiernos escoger�an la jurisdicci�n que les resultara m�s favorable.

Obviamente, es necesario reflexionar abundantemente sobre los mecanismos que nos permitan asegurar la convergencia de los sistemas regionales y el sistema multilateral. Tengo la esperanza de que el nuevo Comit� de los Acuerdos Comerciales Regionales de la OMC, con la muy id�nea presidencia del Embajador del Canad� ante la OMC, Sr. John Weekes, aportar� una importante contribuci�n a este proceso. Por ahora, lo importante es se�alar claramente la necesidad de esta convergencia.

En definitiva, se trata de preguntarse en qu� clase de mundo deseamos vivir. �Deseamos un mundo en el que el avance de la integraci�n econ�mica mundial se vea acompa�ado por un marco mundial de normas comerciales convenidas que aseguren la apertura y fomenten el crecimiento con estabilidad? �O bien deseamos un sistema basado en el juego de fuerzas, en el que los bloques competidores traten de regionalizar la econom�a mundial, con todas las tensiones econ�micas y pol�ticas que esto supondr�a?

No tengo reparo en plantear de modo tan tajante la disyuntiva entre estas dos concepciones. Si el sistema multilateral no est� animado por una visi�n positiva y estimulante de su futuro, �c�mo podr� mantener el dinamismo y la direcci�n? En los esquemas regionales, es usual que una concepci�n pol�tica oriente las iniciativas comerciales, y en muchos casos se dispone tambi�n de un calendario preciso. �Por qu� el sistema multilateral deber�a ser menos ambicioso?

VI

Conclusi�n

Los retos que he descrito someramente ayudan a que se comprenda mejor que el comercio no es s�lo una cuesti�n t�cnica, sino un asunto que reviste una gran importancia pol�tica. Con la OMC, el mundo dispone ahora de un foro permanente para debatir las pol�ticas comerciales, y de un sistema m�s eficaz para negociar compromisos y adoptar y aplicar las normas comerciales. El comercio y las pol�ticas comerciales han vuelto a ocupar la primera fila de las preocupaciones internacionales, conforme a lo previsto por los arquitectos de las instituciones internacionales de la posguerra. Gracias al establecimiento de la OMC y a la celebraci�n -prevista para dentro de muy poco- de acuerdos amplios de cooperaci�n a todos los niveles con el Banco Mundial y el FMI, la estructura institucional del comercio, las finanzas y el desarrollo no s�lo se ver� completada, sino tambi�n actualizada, y podr� contribuir a la prosperidad y la estabilidad mundiales en el nuevo siglo. Esta mayor cooperaci�n institucional constituye un paso importante hacia el desempe�o del mandato otorgado a la OMC por los gobiernos, de procurar una mayor coherencia en la formulaci�n de las pol�ticas econ�micas en el plano internacional.

La OMC ha sido invitada por primera vez a participar, conjuntamente con el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y las Naciones Unidas, en la Cumbre del Grupo de los 7, que re�ne a los dirigentes de los principales pa�ses industrializados, y que se celebrar� este a�o en Lyon a finales del pr�ximo mes. Acogemos con gran satisfacci�n este reconocimiento de la importancia del sistema multilateral, no s�lo por lo que significa en s� mismo sino tambi�n porque brinda una oportunidad de fortalecer la dimensi�n comercial del crecimiento y el desarrollo en los pa�ses de todos los niveles econ�micos. Muchos de los temas que examinar�n los dirigentes del Grupo de los 7 seguir�n la l�nea de la Cumbre que el Canad� acogi� en Halifax el a�o pasado. El hecho de la mundializaci�n ser� el tel�n de fondo de las deliberaciones de la Cumbre, como sucede en todo debate econ�mico serio. Espero que la OMC, cuya actividad se centra en el comercio -savia vital de la integraci�n mundial-, podr� brindar respuestas pr�cticas y concretas a las preguntas que se suscitan durante este proceso, especialmente la extensi�n de sus beneficios a quienes est�n actualmente al margen de la corriente general de la econom�a.

Al finalizar el pr�ximo a�o, el sistema multilateral de comercio cumplir� 50 a�os. Desear�a que este aniversario se conmemorase adecuadamente, no s�lo como un reconocimiento de lo que el sistema ha significado para el crecimiento y la estabilidad del mundo a partir de 1947, sino como una ratificaci�n del valor que representa para el presente y el futuro. La forma y el lugar en que esa conmemoraci�n se deber� llevar a cabo es una cuesti�n que se debe estudiar m�s detenidamente, cosa que har�n posiblemente los Ministros en la Conferencia que se celebrar� en Singapur el pr�ximo diciembre. Estimo, no obstante, que no debemos desperdiciar una oportunidad como �sta para renovar, a un alto nivel pol�tico, nuestro compromiso en favor del sistema que constituye el cimiento de nuestra prosperidad presente y de nuestras perspectivas de futuro.

Alguien me ha hecho notar recientemente que los canadienses tienen el multilateralismo en su ADN, y es indudable que la contribuci�n prestada por el Canad� al principio multilateral, tanto en los asuntos econ�micos como en los pol�ticos, ha sido sobresaliente. La expresi�n m�s reciente de ello ha sido, por supuesto, el papel de protagonista que desempe�� el Canad� en la defensa del establecimiento de la OMC al final de la Ronda Uruguay. S� que el TLC y otras iniciativas regionales han adquirido una gran importancia en el panorama pol�tico canadiense y en la vida econ�mica del pa�s, pero estoy convencido de que el Canad� demostrar� categ�ricamente que no hay ninguna contradicci�n entre el activo desarrollo de las oportunidades regionales y un compromiso firme y duradero en favor del principio multilateral. En este terreno, como en muchos otros, la influencia de Sylvia Ostry seguir� estando presente.