Lo que está ocurriendo en la OMC

NOTICIAS:  COMUNICADOS DE PRENSA 1997

PRESS/77
25 de septiembre de 1997

Trazando el rumbo del Comercio en el futuro: hacia una econom�a sin fronteras

Se adjunta el texto �ntegro del discurso que el Sr. Renato Ruggiero, Director General de la Organizaci�n Mundial del Comercio, pronunciar� el lunes 29 de septiembre de 1997 en San Francisco (Estados Unidos), ante la Conferencia Industrial Internacional (CII).

I

Antes de que Crist�bal Col�n descubriera el Nuevo Mundo, los oc�anos divid�an el mundo. Hoy d�a los unen. Miles de millares de cables de fibra �ptica conectan los mares y los continentes, como lo hacen tambi�n millones de ondas sonoras y de se�ales electromagn�ticas que atraviesan la atm�sfera de nuestro planeta. Durante 24 horas al d�a, esa red mundial transporta los contratos comerciales, las transacciones monetarias, la informaci�n m�dica, y los recursos educativos mundiales de manera instant�nea, a trav�s de usos horarios, de fronteras y de culturas. Los nuevos derroteros del comercio en el decenio de 1990 son los destellos de los l�seres y los haces de sat�lites. La carga no es ni seda ni especias, sino tecnolog�a, informaci�n e ideas.

Esta econom�a interconectada est� transformando el planeta en forma m�s fundamental que la que implica la sola mundializaci�n de los bienes e inversiones. La revoluci�n de la tecnolog�a de la informaci�n -cuyas ra�ces est�n aqu�, en los laboratorios del Valle del Silicio- ha aumentado en alto grado la corriente de informaci�n en todo el planeta, haciendo de los conocimientos un factor de producci�n m�s importante que el trabajo, el capital o las materias primas. Su influencia configurar� algo m�s que el crecimiento de la productividad; configurar� tambi�n una nueva relaci�n entre las econom�as avanzadas y los pa�ses en desarrollo, un nuevo pacto entre los gobiernos y los ciudadanos, y nuevos v�nculos entre las personas que superar�n las culturas, las clases y las nacionalidades.

Nadie puede predecir con seguridad ad�nde nos conducir�n esos profundos cambios estructurales. Lo que es evidente es que esta nueva econom�a basada en la informaci�n, libre de muchas de las limitaciones que imponen la distancia, el tiempo y los recursos, ofrece posibilidades para agregar una nueva dimensi�n a la integraci�n econ�mica, una dimensi�n “sin fronteras” que podr�a acelerar la din�mica del crecimiento y el desarrollo en gran parte del mundo. Lo que es tambi�n evidente es que muchos de nuestros viejos instrumentos normativos ya no servir�n en esa econom�a sin fronteras, por lo que los nuevos instrumentos de cooperaci�n econ�mica internacional que transcienden todas las fronteras, como la OMC, cobrar�n a�n m�s importancia. El motivo de que estemos "inventando el futuro" reside en que estamos entrando en un nuevo mundo y en un nuevo tipo de econom�a, que entra�an grandes beneficios, pero tambi�n riesgos.

II

En t�rminos generales, la econom�a internacional ha pasado en los �ltimos cincuenta a�os por dos fases de desarrollo, y est� entrando ahora en una tercera, y en todas ellas avanza hacia una econom�a mundial m�s integrada y -en algunos sectores- incluso sin fronteras:

La econom�a internacional. Tal vez pueden definirse mejor los tres decenios de la posguerra como una fase internacional de la econom�a mundial; con ello quiero decir una era de creciente comercio entre un conjunto de econom�as vinculadas entre s�, pero que a�n ten�an un car�cter predominantemente nacional. En 1950, el grueso de la actividad econ�mica segu�a teniendo lugar dentro de las fronteras del Estado naci�n; de hecho, la relaci�n entre comercio y producci�n mundial era solamente del 7 por ciento. El comercio internacional se limitaba en gran parte a las materias primas o los productos acabados, y las inversiones concern�an principalmente al establecimiento de filiales extranjeras -o “f�bricas afiliadas”- en unas econom�as nacionales que, por lo dem�s, estaban protegidas.

La econom�a mundializada. A partir de los a�os setenta, y tras una aceleraci�n en los ochenta, la econom�a mundial entr� en una segunda etapa de desarrollo que ahora se denomina t�picamente fase de “globalizaci�n”. Los r�pidos avances de la tecnolog�a de la informaci�n y de las comunicaciones, junto con la reducci�n sistem�tica de los obst�culos mundiales al comercio, han permitido a las empresas de alcance internacional fragmentar el proceso de producci�n y ubicar sus diversos componentes en distintos mercados de todo el planeta. El auge de las corrientes de inversiones extranjeras es el rasgo m�s extraordinario de la fase de mundializaci�n. El comercio ya no es el �nico medio, y ni siquiera el principal, para entregar productos y servicios a trav�s de las fronteras; las inversiones se han convertido en una fuerza a�n m�s poderosa de est�mulo de la integraci�n, a medida que las empresas transnacionales ampl�an su alcance mundial mediante el establecimiento de una presencia directa en los mercados extranjeros. El valor acumulativo de las inversiones extranjeras se ha triplicado desde 1987 -hasta alcanzar una cifra superior a los 3 billones de d�lares EE.UU.-, al tiempo que las ventas anuales que esos activos generan han superado el valor del comercio mundial.

No obstante, el comercio tambi�n est� creciendo a medida que las empresas, o sus filiales, realizan un n�mero cada vez mayor de transacciones a trav�s de las fronteras y que el comercio abarca, en medida creciente, todas las fases del proceso de producci�n, desde los componentes, pasando por los servicios, hasta el dise�o y la ingenier�a. El comercio intraempresarial de las compa��as transnacionales o de sus socios representa en la actualidad alrededor de dos tercios del comercio mundial. Por otra parte, el comercio, como proporci�n de la producci�n mundial, se ha triplicado con creces desde 1950, pasando del 7 a m�s del 22 por ciento. Las empresas comercian ahora para invertir e invierten para comerciar, hasta el punto de que ambas actividades forman parte, en grado creciente, de una sola estrategia para la entrega de productos a trav�s de las fronteras.

La econom�a sin fronteras. Hoy d�a, cuando nos aproximamos al final de los a�os noventa, hay se�ales de que se est� introduciendo una nueva dimensi�n en el proceso de integraci�n, una dimensi�n en la que las tecnolog�as digitales y las redes de comunicaciones est�n creando la posibilidad de una econom�a cada vez m�s sin fronteras en los sectores clave. Durante el �ltimo decenio m�s o menos, el costo de las telecomunicaciones y la inform�tica ha bajado enormemente, al tiempo que han aumentado su rapidez y capacidad. Una llamada telef�nica trasatl�ntica cuesta ahora tan s�lo el 1,5 por ciento de lo que costaba hace 60 a�os. Adem�s, el Banco Mundial prev� que, para el a�o 2010, el costo habr� disminuido en otros dos tercios, a alrededor de 3 centavos de d�lar por minuto, con lo cual las telecomunicaciones trasatl�nticas casi se han convertido en un servicio gratuito. El costo de la capacidad de procesamiento tambi�n se ha reducido mucho: en un 100 por ciento desde 1960. Un solo transistor, que se vend�a por 70 d�lares EE.UU. a mediados del decenio de 1960, se puede comprar ahora por menos de una millon�sima parte de un centavo. Esto ha hecho, a su vez, que la capacidad de procesamiento sea ahora accesible a millones de personas comunes. En 1995 se vendieron en todo el mundo unos 50 millones de ordenadores personales, frente a 35 millones de autom�viles.

Tal vez sea Internet lo que mejor simbolice esta econom�a cada vez m�s carente de fronteras y basada en la informaci�n. A la vez un instrumento de comunicaci�n a nivel mundial y local y una fuente de conocimientos, Internet se ha venido duplicando sin cesar en tama�o anualmente desde su creaci�n hace alrededor de 25 a�os. Unos 55 millones de personas de todo el mundo est�n ya conectadas por Internet; para el a�o 2000, esa cifra podr�a aumentar a 550 millones, acerc�ndose al 10 por ciento de la entera poblaci�n del planeta. Tampoco es Internet el �nico conducto disponible. Otras tecnolog�as, como los mercados financieros informatizados, el correo electr�nico, las actividades bancarias por tel�fono y el intercambio de datos electr�nico, est�n avanzando hacia una econom�a cada vez m�s sin fronteras y basada en la informaci�n.

De la misma manera que el proceso de mundializaci�n del comercio y las inversiones ha alterado la estructura del sector manufacturero desde el decenio de 1980, la aparici�n de una econom�a sin fronteras podr�a transformar las industrias de servicios o “basadas en ideas” en una forma igualmente extraordinaria; esas industrias ya representan m�s del 70 por ciento del PIB de muchos pa�ses miembros de la OCDE y hasta un 50 por ciento en el caso de algunos pa�ses en desarrollo. Anteriormente se supon�a que la mayor�a de los servicios eran intr�nsecamente no exportables porque el “producto” eran las personas -bien su fuerza muscular, bien su capacidad intelectual- y su exportaci�n exig�a una presencia f�sica en los mercados extranjeros. En el caso de muchos servicios, la invenci�n de la microplaqueta ha invertido esta concepci�n ortodoxa.

Hoy en d�a cualquier servicio que pueda ponerse en forma digital y transmitirse electr�nicamente podr� producirse y entregarse, en cuesti�n de segundos, en cualquier lugar del mundo. Centenares de miles de consumidores ya est�n haciendo “compras electr�nicas” de libros, peri�dicos en l�nea, v�deos e incluso autom�viles, sentados en casa frente a sus ordenadores. No obstante, los efectos m�s revolucionarios ser�n los que se produzcan en el comercio intraempresarial o entre distintas empresas. El soporte l�gico inform�tico, la informaci�n m�dica, los programas educacionales, el procesamiento de datos y los servicios jur�dicos y de arquitectura ser�n todos sectores que podr�n pasar a formar parte de un entorno cada vez m�s competitivo y m�s carente de fronteras, en el que todos los pa�ses y todas las empresas operen en un mercado mundial “virtual”.

III

Deseo mencionar simplemente varios rasgos b�sicos que definir�n esta nueva econom�a sin fronteras: uno de ellos es su creciente indiferencia a la geograf�a, el tiempo y las fronteras. El comercio sol�a venir configurado por las realidades de la geograf�a como un elemento de la ventaja comparativa de una naci�n. Actualmente, el comercio vendr� configurado o definido en sectores importantes por la ausencia de geograf�a. Esta conquista tecnol�gica del tiempo y el espacio producir� efectos econ�micos de gran alcance. Disminuir�n r�pidamente los costos de las transacciones para los consumidores y las empresas, se comprimir�n muchas fases que existen entre el comprador y el vendedor, como la distribuci�n, las ventas, las actividades al por menor. El tiempo de esas transacciones se reducir� a�n m�s r�pidamente, agregando toda una nueva dimensi�n a los procesos de producci�n “en el momento oportuno”. Tal vez el aspecto m�s importante ser� la desaparici�n de los obst�culos y la disminuci�n de los costos para entrar en el mercado -o para iniciar un nuevo negocio-, lo que permitir� entrar en �l a un n�mero mucho mayor de proveedores. No s�lo beneficiar� esta mayor competencia a los consumidores, sino que tambi�n las peque�as y medianas empresas -as� como las grandes empresas multinacionales- participar�n entonces plenamente en el mercado mundial.

La otra v�ctima posible del comercio electr�nico ser�n las fronteras. El intercambio electr�nico de material inform�tico de programaci�n, de servicios o de informaci�n tiene lugar en el sitio que m�s se parece todav�a a un solo mercado mundial, un mercado definido, no por productos, corrientes de documentos y controles en las fronteras, sino por octetos electr�nicos y haces de l�ser. Hace varios a�os, Robert Reich pregunt� “�qui�nes somos nosotros?” en una era de integraci�n mundial. Dicho de otro modo, �importar� m�s la nacionalidad econ�mica en un mundo en el que no pueda desenredarse la trama del valor a�adido mundial?

La pregunta hecha por Reich es a�n m�s pertinente en una econom�a digital, que opera en el espacio cibern�tico y no tiene realidades f�sicas, y menos a�n nacionalidad. �Cu�l es, por ejemplo la nacionalidad de un paquete de soporte l�gico mejorado en Delhi para una empresa de Seattle y que pasa por Internet a Beijing? En el futuro se har� un n�mero cada vez mayor de este tipo de preguntas, planteando importantes retos, desde la relevancia de las normas de origen, pasando por la aplicaci�n de las normas y reglamentos, hasta el cobro de los impuestos a los minoristas y consumidores que operan en el espacio cibern�tico.

Un segundo rasgo es que la informaci�n es, cada vez en mayor medida, el recurso cr�tico y el principal impulsor del proceso de integraci�n. La informaci�n es hoy d�a un elemento clave de la econom�a mundial. De la misma manera que el gran aumento del comercio y las inversiones estimul� en primer lugar el proceso de mundializaci�n en los a�os ochenta, ahora es el acceso a la tecnolog�a - y la competencia en relaci�n con ella- el factor que configura la econom�a sin fronteras. Por supuesto, esta difusi�n de la tecnolog�a no es un nuevo proceso, ya que la historia del progreso humano a trav�s de los siglos es en gran parte la historia del desarrollo y la aplicaci�n generalizada de la tecnolog�a. Lo que es nuevo es el modo en que una red cada vez m�s extensa de ordenadores, tel�fonos y m�quinas de fax est� acelerando el proceso y ampliando su alcance. Esta econom�a impulsada por la informaci�n difiere, en aspectos fundamentales, de la econom�a tradicional de tierra, trabajo y capital, y no se limita a ninguna regi�n ni pa�s. Es una econom�a m�vil y puede desarrollarse en cualquier lugar, eliminando muchas de las distinciones que anteriormente defin�an el potencial econ�mico.

Esta econom�a impulsada por los conocimientos no est� reemplazando a otras actividades econ�micas; las f�bricas y las explotaciones agr�colas no van a desaparecer, el soporte l�gico no va a sustituir a los alimentos que comemos ni a los autom�viles que conducimos. Con todo, la tecnolog�a est� cambiando la forma en que producimos las cosas, a veces de modo impresionante. Tomemos incluso la m�s tradicional de las actividades econ�micas, es decir, la agricultura, que ha existido desde los tiempos m�s remotos. La mecanizaci�n, la biotecnolog�a, los transportes y las tecnolog�as de la informaci�n est�n transformando radicalmente la producci�n y la distribuci�n agr�colas hasta el extremo de que la agricultura moderna semeja a veces m�s a una industria de servicios que a las actividades agropecuarias tradicionales. Por otra parte, la misma transformaci�n se est� produciendo en gran parte en la miner�a, la silvicultura, el transporte y otras ramas de producci�n.

Un resultado de todo ello es una atenuaci�n de muchas de las antiguas distinciones entre el sector manufacturero y el de los servicios, entre los productos y los procesos, y entre las llamadas econom�as de “alta tecnolog�a” y las econom�as m�s tradicionales, sean industriales sean de recursos. Sin embargo, el resultado m�s importante logrado es mayor crecimiento y mayor n�mero de empleos. En los Estados Unidos, por ejemplo, a los empleos en los sectores de alta tecnolog�a les correspondi� en 1996 del 20 al 25 por ciento del crecimiento de los salarios y los ingresos en cifras reales. Por lo que respecta a la producci�n, la contribuci�n de esos sectores al PIB totaliz� 420.000 millones de d�lares EE.UU. en ese a�o, lo que significaba un aumento del 15 por ciento con respecto a 1995.

Esto conduce a una tercera caracter�stica, a saber el potencial de la econom�a sin fronteras para nivelar las relaciones entre los pa�ses y las regiones. Bill Gates ha previsto una era futura de “capitalismo exento de fricciones”, es decir, la idea de que un acceso libre y equitativo a la informaci�n har� que nos aproximemos m�s que nunca a un mercado perfecto. Quiero agregar que ello tambi�n comporta la posibilidad de introducir una nueva dimensi�n en lo que respecta a la igualdad de oportunidades. Al nivel del individuo, las antiguas divisiones entre capitalistas y trabajadores se est�n desvaneciendo a medida que un n�mero cada vez mayor de personas corrientes poseen, en medida creciente, los “nuevos medios de producci�n”, es decir, la educaci�n, las aptitudes y los conocimientos especializados requeridos para administrar una econom�a avanzada e impulsada por la informaci�n. Adem�s, a nivel mundial, las antiguas divisiones entre el Norte y el Sur est�n siendo reemplazadas por nuevas distinciones entre los pa�ses que adoptan la tecnolog�a y aceptan la mundializaci�n, y aquellos que van a la zaga; o, como se�ala Jean-Fran�ois Rischard, del Banco Mundial, “los pa�ses r�pidos y los lentos, los pa�ses que aprenden y los que permanecen est�ticos, los pa�ses que se han incorporado y los que quedan fuera, los pa�ses que son 100 por ciento seguros y los que no lo son”.

Una econom�a mundial cada vez m�s “conectada” ofrece posibilidades para reducir a�n m�s la brecha entre las regiones y pa�ses que anteriormente ten�an acceso a la tecnolog�a y la informaci�n, y los muchos otros que no lo ten�an. El acceso a las telecomunicaciones est� aumentando r�pidamente -hasta abarcar 1.000 millones de personas, es decir, casi un quinto de la humanidad, a la vuelta de este siglo- creando la posibilidad real de un “tel�fono en cada aldea”. La docena aproximadamente de sistemas de sat�lites mundiales actualmente en construcci�n eliminar�n pr�cticamente las limitaciones de anchura de banda y reducir� en un decenio los gastos de conexi�n a unos pocos d�lares por estaci�n. Muchos pa�ses en desarrollo podr�n prescindir de fases enteras de desarrollo para pasar directamente a la generaci�n m�s reciente de telefon�a sin hilos, evitando con ello los enormes costos que entra�a la construcci�n de una infraestructura de corte antiguo, basada en cable de cobre. Al presente, m�s del 80 por ciento de la poblaci�n mundial no puede hacer una llamada telef�nica; en breve tendr� acceso, no solamente a las comunicaciones avanzadas, sino tambi�n a programas educativos, a servicios m�dicos y a la informaci�n t�cnica que pasa a trav�s de esas redes.

No se trata de previsiones para un futuro lejano, pues esos cambios ya est�n en marcha hoy d�a, en estos mismos momentos. Ya estamos siendo testigos de un desplazamiento significativo del poder econ�mico hacia el Sur y el Este, el cual tendr� unas repercusiones en la pol�tica mundial tan fuertes como el derrumbamiento del Muro de Berl�n. El Banco Mundial prev� que los pa�ses en desarrollo crecer�n a una tasa anual del 5 al 6 por ciento entre el momento actual y el a�o 2020. Ello significa que esos pa�ses casi duplicar�n su participaci�n en la producci�n mundial, desde alrededor del 16 por ciento en 1992 al 30 por ciento en el a�o 2020. Lo que demuestran estas cifras, entre otras cosas, es el ritmo m�s r�pido de desarrollo. Un nivel de industrializaci�n cuyo logro requiri� 150 a�os en Gran Breta�a o 100 a�os en los Estados Unidos, lo han conseguido los llamados "tigres" de Asia en menos de una generaci�n; ello representa el proceso m�s r�pido de desarrollo de toda la historia econ�mica. Esas distancias siguen reduci�ndose. En 10 pa�ses en desarrollo cuyos habitantes constituyen casi un 30 por ciento de la poblaci�n mundial -es decir, m�s de 1.500 millones de personas- �los ingresos medios per c�pita se duplicaron con creces entre 1980 y 1995! Gracias a la difusi�n de las tecnolog�as de la informaci�n, ese proceso de industrializaci�n est� en condiciones de acelerarse y ampliarse a�n m�s.

Este notable historial de progreso econ�mico y tecnol�gico est� produciendo efectos reales sobre la vida cotidiana de la gente. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) nos recuerda que la pobreza se ha reducido en los �ltimos 50 a�os en mayor medida que en los 500 a�os anteriores. Desde 1960, las tasas de mortalidad infantil han disminuido en casi la mitad. Las tasas de malnutrici�n han bajado en cerca de un tercio. Para el final del siglo, el analfabetismo entre los adultos se habr� reducido en casi en tres quintos y de 4.000 a 5.000 millones de personas, aproximadamente, tendr�n acceso a educaci�n b�sica y atenci�n de la salud. M�s notable es a�n el hecho de que el PNUD mencione la posibilidad de erradicar la pobreza en el mundo en la primera parte del siglo pr�ximo, una idea ut�pica incluso hace unos pocos decenios, pero una posibilidad real actualmente.

IV

La OMC desempe�ar� -y deber� desempe�ar- un papel preponderante en ese mundo interconectado. Existe una relaci�n clara e indivisible entre la din�mica del progreso tecnol�gico en nuestra �poca, y la din�mica de la liberalizaci�n de la econom�a mundial; el programa de trabajo futuro de la OMC reviste una importancia capital para que esta tendencia no sufra desviaciones. Tambi�n hay un v�nculo evidente entre una integraci�n econ�mica y tecnol�gica m�s profunda, por un lado, y por otro, las normas mundiales necesarias para administrar nuestra interdependencia, normas que s�lo puede proporcionar el sistema de comercio multilateral. En el programa de esta Conferencia se identifican varios sectores en los que el cambio econ�mico ofrece nuevas oportunidades, pero tambi�n nuevos desaf�os. Perm�taseme describir brevemente algunas de las formas en que el sistema de la OMC est� trazando el rumbo futuro:

Gesti�n de la frontera tecnol�gica. En primer lugar cabe mencionar los progresos que se han venido logrando en la liberalizaci�n de nuevos sectores de la econom�a mundial, contribuyendo con ello a ampliar y profundizar el flujo de tecnolog�a e informaci�n en todo el mundo. Tan s�lo este a�o hemos concluido acuerdos para liberalizar los servicios de telecomunicaciones mundiales y los productos de la tecnolog�a de la informaci�n, y el volumen del comercio que esto abarca equivale al comercio mundial en los sectores de la agricultura, el autom�vil y los textiles juntos. En conjunto, hemos concluido de hecho una nueva Ronda pero con otro nombre. Sin embargo, y lo que es m�s importante, hemos dado un paso significativo hacia la inclusi�n del comercio tecnol�gico del siglo pr�ximo en el marco de un sistema basado en normas, que cuenta con capacidad para aplicarlas. �sta es la extraordinaria contribuci�n de la OMC a una evoluci�n econ�mica de car�cter m�s previsible.

Con todo, la “frontera tecnol�gica” est� avanzando continuamente y generando a su vez nuevas presiones para que el sistema comercial mantenga el mismo ritmo. En un discurso reciente, el Presidente Clinton ha pedido la negociaci�n de una zona de libre comercio en el marco de Internet. Ello representa una importante medida en nuestros esfuerzos para discutir el programa de trabajo en el sector del comercio para el siglo XXI y examinar a fondo la tendencia global hacia el libre comercio en el sector de la informaci�n. No obstante, s�lo por el hecho de que Internet ofrezca una nueva frontera brillante y beneficiosa, en la que los negocios pueden hacerse a trav�s de una red mundial completa de conexiones electr�nicas, no debemos considerar que los gobiernos no tienen preocupaciones y responsabilidades leg�timas en relaci�n con esa red. Los gobiernos no pueden renunciar sencillamente a sus funciones en esa esfera; entre las cuestiones normativas m�s importantes con que se enfrentan en lo tocante al comercio electr�nico est�n las relacionadas con la privacidad, la protecci�n de la propiedad intelectual, la pol�tica fiscal y la reglamentaci�n por motivos de pol�tica p�blica general. Sin embargo, habr� que trazar una cuidadosa l�nea divisoria entre la intervenci�n de car�cter leg�timo y las distorsiones ocasionadas por el proteccionismo. As� pues, las consecuencias del comercio electr�nico para las responsabilidades gubernamentales en esos sectores tendr�n que ser estudiadas con suma atenci�n.

En la OMC, nuestra prioridad inmediata es la conclusi�n satisfactoria en diciembre de las negociaciones sobre los servicios financieros mundiales. La liberalizaci�n financiera y la creaci�n de un sistema financiero mundial fuerte y estable son, en realidad, dos caras de la misma moneda. La liberalizaci�n invita a hacer inversiones, lo cual significa un mayor acceso al capital, a conocimientos especializados y a una red financiera mundial interactiva. Los compromisos de liberalizar los servicios financieros en el marco del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios no pondr�n en peligro en modo alguno la capacidad de los Miembros de la OMC para aplicar pol�ticas macroecon�micas y normativas apropiadas. Por el contrario, los compromisos de liberalizar exigen la adopci�n de tales pol�ticas, lo cual es la condici�n sine qua non de un sector financiero s�lido y vigoroso. Evidentemente, no podemos hacer todo de una sola vez. Adem�s, muchos pa�ses no est�n sino iniciando el proceso de reforma interna. Sin embargo, la liberalizaci�n del comercio, con compromisos futuros, incluso si en algunos casos se asumen en forma escalonada, puede contribuir al logro de un proceso de reforma m�s amplio y a dar a �ste la credibilidad indispensable para el �xito y la estabilidad.

Hay otro aspecto que debe tenerse en cuenta al comenzar a definir un programa de liberalizaci�n para el siglo pr�ximo. Aun reconociendo las grandes posibilidades para un comercio sin fronteras, no debemos olvidar los m�ltiples sectores del comercio internacional en los que las fronteras son bien reales -como la agricultura, los textiles o los productos industriales- ni el gran n�mero de pa�ses cuyo bienestar econ�mico depende de un comercio m�s abierto en esos sectores. A menos que podamos avanzar de un modo que permita atender no s�lo las preocupaciones de larga data, sino tambi�n las m�s recientes, tanto los pa�ses en desarrollo como las naciones desarrolladas corren el riesgo de una fragmentaci�n de la econom�a mundial, y un nuevo aumento de la brecha entre los pa�ses que participan en el proceso de mundializaci�n y los que quedan al margen de �l.

Integraci�n de los mercados emergentes - Oportunidades y desaf�os. El segundo elemento fundamental del programa de la OMC es aumentar el n�mero de sus Miembros. La econom�a sin fronteras no est� solamente intensificando nuestras relaciones, sino tambi�n ampli�ndolas. El estrechamiento de los v�nculos con los pa�ses de Asia, Am�rica Latina y, ahora, �frica, que se est�n convirtiendo r�pidamente en pa�ses emergentes, brinda enormes oportunidades, pero tambi�n grandes desaf�os en lo que respecta a la integraci�n, el ajuste y la estabilidad. En el documento de esta Conferencia se sostiene, y con raz�n, que el crecimiento futuro de China, la India o el MERCOSUR depender� del mantenimiento de la estabilidad econ�mica y pol�tica y de una continuaci�n del proceso de reformas. Todos esos pa�ses se enfrentan con importantes problemas de ajuste econ�mico y social. Tan s�lo la modernizaci�n de China requerir� importaciones de equipo y tecnolog�a por valor de casi 100.000 millones de d�lares EE.UU. anuales, y los gastos en infraestructura durante la �ltima parte del presente decenio podr�an ascender a unos 250.000 millones de d�lares. En el caso de China y de los otros 27 candidatos, la adhesi�n a la OMC es un elemento clave del proceso de reforma interna, que proporciona seguridad de acceso a los mercados mundiales, una soluci�n de diferencias de car�cter resolutivo y un puesto en la mesa redonda en que seguimos elaborando las normas comerciales del siglo XXI.

Prestaci�n de asistencia a los que se encuentran al margen de la econom�a mundial. La universalidad tiene otra dimensi�n importante, es decir, la necesidad de lograr que todos est�n incluidos en la nueva econom�a impulsada por la informaci�n, no s�lo para impedir que los m�s pobres pasen a estar m�s marginados, sino tambi�n para ayudarnos a todos nosotros a aprovechar las oportunidades que ofrece la integraci�n tecnol�gica y econ�mica. El paso hoy en d�a desde la producci�n industrial hasta una producci�n basada en los conocimientos exige nuevo saber y nuevas aptitudes -y mucho m�s complejos- que la migraci�n en el siglo pasado desde la explotaci�n agr�cola al taller de una f�brica. As� pues, los gobiernos tambi�n tienen que encontrar nuevos enfoques para hacer frente al desaf�o del desarrollo, que se extiende m�s all� de las inversiones en la industria y la infraestructura, para abarcar tambi�n las inversiones en el capital humano.

El mes pr�ximo se celebrar� en la OMC una Reuni�n de Alto Nivel con la UNCTAD, el Centro de Comercio Internacional y las principales instituciones financieras multilaterales a fin de elaborar un nuevo enfoque integrado del problema de la marginaci�n de los pa�ses menos adelantados. Uno de los objetivos que se persiguen -cuyo logro por la OMC est� bastante pr�ximo- es una utilizaci�n mucho mayor de las nuevas tecnolog�as para aumentar el alcance y la eficacia de la asistencia t�cnica y la informaci�n. El objetivo m�s amplio es integrar nuestras pol�ticas y aprovechar nuestros esfuerzos, vinculando la asistencia t�cnica con el fortalecimiento de la capacidad y el acceso a los mercados a fin de elaborar una estrategia de desarrollo que se refuerce mutuamente.

V

Cuando nos acercamos al 50. aniversario del sistema multilateral, existe una gran oportunidad para actuar en forma tan creativa en la construcci�n de esa econom�a mundial cada vez m�s sin fronteras, como lo hicieron nuestros antepasados hace medio siglo al construir el sistema internacional de la posguerra. El "inventar el futuro" no exige nada menos. Ser�a err�neo subestimar los m�ltiples problemas competitivos y estructurales de la econom�a mundial y los gobiernos y las instituciones internacionales tienen que abordarlos en forma cooperativa.

Sin embargo, ser�a igualmente err�neo pasar por alto el hecho de que, si contin�an las tendencias actuales, tenemos posibilidades reales para duplicar el comercio mundial en un decenio, y duplicar la producci�n y los recursos del mundo en dos, con una tasa de crecimiento en los pa�ses en desarrollo equivalente al doble de la correspondiente a las naciones avanzadas. Tenemos el potencial para asegurar un acceso, en pie de igualdad, a la educaci�n y la informaci�n -especialmente en el caso del mundo en desarrollo- que, a su vez, dar� lugar a la igualdad de oportunidades. Adem�s, tras todo ello, tenemos el potencial para superar los obst�culos, no solamente geogr�ficos, sino tambi�n en lo que respecta a la pol�tica, la riqueza y los conocimientos, que durante demasiado tiempo han separado nuestros diferentes mundos. Nunca ha habido anteriormente tal coincidencia de oportunidades importantes, en cuyo marco la econom�a de mercado, en todas sus variaciones, domina el progreso de la econom�a mundial entera. Nunca anteriormente ha tenido una generaci�n mayor poder para crear un mundo mejor.

No obstante, ese gran poder para configurar el futuro va acompa�ado tambi�n por una gran responsabilidad. No tenemos un mensaje claro acerca de las grandes oportunidades en nuestra �poca cambiante, al tiempo que el mensaje de que disponemos se centra en demas�a en los desaf�os. Es preciso invertir esta tendencia. Conf�o en que la celebraci�n a alto nivel en mayo pr�ximo del 50. aniversario del sistema de comercio multilateral en Ginebra nos brindar� esta oportunidad. La alternativa a todo ello es un mundo dividido. No la cooperaci�n internacional basada en normas, sino la anarqu�a internacional basada en el poder. No la invenci�n del futuro, sino un retorno al pasado, con sus conflictos, sus divisiones y sus tragedias. La v�a que elijamos depender� de nuestra visi�n, pero tambi�n de nuestra sabidur�a y prudencia en los a�os venideros.

Nuestro momento en la historia no es distinto del momento que aprovech� Col�n hace unos 500 a�os. De la misma manera que la conquista de los oc�anos en el siglo XVII inici� un per�odo de r�pido desarrollo en Europa y el Nuevo Mundo, nuestra conquista m�s reciente de la geograf�a podr�a dar lugar, a mi juicio, a un per�odo igualmente din�mico de desarrollo en el mundo. Con todo, para descubrir este nuevo mundo, tenemos que encontrar nuevos medios que nos permitan aprovechar las energ�as colectivas y ser tan visionarios y tan audaces como los intr�pidos exploradores que abrieron las rutas del comercio en el pasado.