Las perspectivas de la economía mundial para este año se han visto frustradas por la incertidumbre económica que ya está afectando a los países en desarrollo. En un momento en que esperábamos centrarnos en impulsar las corrientes de asistencia oficial para el desarrollo y lograr algunos objetivos a largo plazo, tales como los objetivos de desarrollo del Milenio, nos enfrentamos, en cambio, a retos inesperados para la formulación de políticas, que van desde una turbulencia en los mercados financieros hasta riesgos crecientes de inflación y subida rápida de los precios de los alimentos y la energía en los mercados mundiales. En este entorno, garantizar un acuerdo comercial mundial que cree un sistema multilateral de comercio más sólido, más abierto y más justo constituirá un importante paso adelante en el fomento de la confianza.

Ayer en el CMIF hablé de la contribución que una conclusión fructífera de la Ronda de Doha podría aportar con miras a fortalecer el sector real de la economía mundial y aislarlo mejor de los choques financieros.

Hoy quisiera centrarme en la importancia de la Ronda de Doha para reequilibrar el sistema mundial de comercio a favor de los países en desarrollo.

En primer lugar, cabe señalar la función de esta Ronda en la creación de un mayor acceso a los mercados para los países en desarrollo, en sus mercados tradicionales del Norte y también en el comercio Sur-Sur, para las exportaciones respecto de las que aún tropiezan con obstáculos inaceptablemente elevados. Este acceso a los mercados les brindará oportunidades más equitativas para competir en los mercados mundiales y puede ayudarles a reducir su excesiva dependencia de los productos básicos y a diversificar su producción y comercio hacia partidas con mayor valor añadido.

Las negociaciones sobre la agricultura tienen una especial resonancia en la situación actual de alza de los precios de muchos alimentos básicos y de temor creciente respecto de la seguridad alimentaria en algunas zonas del mundo en desarrollo. Alcanzar un acuerdo para reducir de manera muy sustancial las subvenciones a la agricultura causantes de distorsión del comercio y los aranceles de importación sobre los productos agropecuarios puede contribuir a establecer una mayor correlación entre la oferta y la demanda, a estabilizar los precios a medio plazo y a crear incentivos para impulsar la producción agrícola en muchos países en desarrollo.

El año pasado les hablé de los riesgos que entrañaría un fracaso de la Ronda de Doha, como una especie de vaso medio vacío. Estoy ahora totalmente convencido de que, política y técnicamente, disponemos de los medios para terminar la Ronda de Doha este año. Para ello, lo primero que se necesita es que, para finales de mayo, los gobiernos de los Miembros de la OMC acuerden a nivel ministerial el marco para la reducción de los aranceles y las subvenciones en la esfera de la agricultura y de los aranceles aplicables a los productos industriales.

Las próximas semanas serán decisivas en la OMC. Por ello pido a los miembros del Banco Mundial que nos ayuden ahora a impulsar la conclusión de la Ronda de Doha.

Por último, dedicaré unas palabras al programa de Ayuda para el Comercio en el que, como saben, hemos progresado con éxito gracias al firme apoyo del Banco Mundial y otros organismos de desarrollo. Este año necesitamos centrar nuestra labor relativa a la Ayuda para el Comercio en proyectos concretos y en contribuciones específicas de ayuda financiera para su ejecución.

Los beneficios derivados de unas normas comerciales más sólidas y un mejor acceso a los mercados fruto de la Ronda de Doha se multiplicarán si logramos adoptar medidas para reducir las limitaciones de oferta a que se enfrentan tantos países en desarrollo y países menos adelantados.

Confío en contar para ello con el apoyo de ustedes a lo largo de los próximos meses.