DISCURSOS — DG ROBERTO AZEVÊDO

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Observaciones del Director General Azevêdo

Presidenta de Sarnez,
Señoras y señores,

Buenos días. Es un gran placer reunirme hoy con ustedes y debatir sobre el futuro del comercio mundial y la Organización Mundial del Comercio.

Doy las gracias a la Comisión de Relaciones Exteriores por su amable invitación. Y, con su permiso, ahora pasaré al inglés.

Francia es un miembro importantísimo del sistema multilateral de comercio. El Presidente Macron y otros dirigentes franceses anteriores han expresado con gran firmeza su apoyo al multilateralismo en general y al sistema multilateral de comercio en particular.

Me complace, pues, tener hoy la oportunidad de fortalecer esa asociación en la Assemblée Nationale.

Los parlamentarios cumplen una función especialmente importante en nuestra labor. Ustedes nos apoyan defendiendo las cuestiones comerciales, debatiendo y ratificando los Acuerdos de la OMC, y ejerciendo presión sobre sus Gobiernos para que intervengan en las cuestiones esenciales.

Y, por supuesto, nos ayudan contribuyendo a conectar a la OMC, como organización, con el pueblo al que ustedes representan. Son, pues, un vínculo muy importante, que nos ayuda a velar por la inclusividad del sistema mundial de comercio y a lograr que los beneficios del comercio lleguen a todos.

En mi opinión, un marco basado en normas para el comercio mundial es indispensable a tal efecto.

Dentro de un momento abordaré algunos de los desafíos a los que se enfrenta actualmente el comercio mundial, pero antes deseo referirme brevemente al propio sistema de comercio y a las razones de su importancia.

El sistema multilateral de comercio, basado en normas y prácticas mutuamente acordadas, proporciona estabilidad y previsibilidad en las relaciones comerciales.

Eso contribuye a asegurar que las corrientes comerciales sean lo más libres y abiertas posible. Garantiza asimismo que estas tengan lugar de un modo plenamente respetuoso con el espacio necesario para la aplicación de políticas públicas legítimas.

El sistema actual se estableció inicialmente en respuesta al caos económico del decenio de 1930.

El creciente proteccionismo, la rivalidad de los bloques comerciales y las devaluaciones competitivas de las monedas suscitaron una gran inseguridad económica.

Después de la guerra, se llevó a cabo un esfuerzo concertado para no volver a cometer los mismos errores. Los Gobiernos promovieron una mayor cooperación internacional para impulsar la recuperación económica y asegurar la estabilidad política.

En un principio, el plan era crear una Organización Internacional de Comercio, junto con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

No obstante, la creación de una Organización Internacional de Comercio resultó ser un proyecto demasiado ambicioso, y se estableció el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, cuyo mandato era mucho más limitado.

Esa visión inicial no se hizo realidad hasta mucho más tarde, en 1995, cuando se creó la Organización Mundial del Comercio para sustituir al GATT.

Francia participó activamente en todo eso. El país fue Miembro fundador del GATT, y también de la OMC.

Hoy, la OMC es la única organización que se ocupa de las normas comerciales a nivel mundial. Actualmente tiene 164 Miembros, quienes, en su conjunto, concentran aproximadamente el 98% del comercio mundial.

En pocas palabras, la OMC, al establecer los principios comunes en que se sustentan las prácticas comerciales en el mundo entero, sienta las bases del comercio mundial.

Es una plataforma para deliberar y debatir sobre cuestiones comerciales más amplias. Los Miembros tienen acceso a información, no solo sobre las políticas comerciales nacionales, sino también sobre las relaciones comerciales internacionales, gracias a los mecanismos de transparencia y vigilancia de la OMC.

Los Miembros recurren asimismo a los consejos, comités y grupos de trabajo de la OMC tanto para coordinar y examinar políticas como para evitar conflictos. Y cuando estos no pueden resolverse, los Miembros tienen la opción de acudir al sistema de solución de diferencias de la OMC para asegurarse de que las diferencias comerciales no degeneren en conflictos de mayor envergadura.

Este sistema asegura que las diferencias comerciales se resuelvan conforme a un conjunto de procedimientos objetivo y firmemente establecido que se aplica a todos de manera equitativa. De este modo, el sistema proporciona un mecanismo fundamental para evitar las medidas unilaterales y despolitizar las diferencias comerciales.

Gracias a toda esta labor, el sistema ha demostrado ser indispensable para el crecimiento y el desarrollo a nivel mundial, ayudando a salir de la pobreza extrema a 1.000 millones de personas desde 1990.

El sistema también ha aportado estabilidad y previsibilidad al comercio mundial y ha resistido incluso durante la crisis financiera.

Cuando estalló la crisis de 2008, no se repitió la situación del decenio de 1930. El proteccionismo se contuvo en gran medida, limitándose así los daños económicos. Los Miembros conocían sus compromisos, y sabían dónde estaban las líneas rojas, gracias en parte a ese sistema común de normas. Por eso la gente dice que si la OMC no existiera, habría que inventarla.

Está claro que el comercio y el sistema de comercio generan enormes beneficios económicos, tanto para los países desarrollados como para los países en desarrollo.

Pero cuando afirmo que el "comercio" aporta esos beneficios, no me refiero a un libre comercio sin límites. El libre comercio no es una poción mágica que, por sí sola, cura todos los males de la economía.

Lo que es esencial es que mantengamos un sistema de comercio basado en normas.

Si la OMC fuera un acuerdo de libre comercio, habría bastado una sola hoja para redactarlo; no se habrían necesitado las miles de páginas que constituyen nuestras normas y compromisos.

Y no se trata de normas caídas del cielo; son acuerdos y compromisos que los Gobiernos negocian entre sí y a los que se adhieren libremente, sobre la base de intereses comunes.

Y contribuyen a que otros principios de gobernanza importantes puedan aplicarse conjuntamente con las políticas comerciales.

Por ejemplo, la sostenibilidad es fundamental para la misión de la OMC.

El principio del desarrollo sostenible se recoge en el acuerdo fundacional de la OMC: página uno, párrafo uno.

Este principio se refleja, por ejemplo, en las flexibilidades y las disposiciones especiales previstas en los Acuerdos y Decisiones de la OMC, así como en nuestras iniciativas en materia de creación de capacidad para los países en desarrollo.

La OMC organiza diversos programas de formación, adaptados a las necesidades de los funcionarios de los países en desarrollo.

Estas asociaciones proporcionan una ayuda esencial a los países en desarrollo, en particular a los más pobres, permitiéndoles aprovechar mejor las oportunidades del comercio.

El principio de sostenibilidad también se refleja en la forma en que los Miembros de la OMC atienden las cuestiones medioambientales.

El Comité de Comercio y Medio Ambiente de la OMC ofrece un foro específico en el que los Miembros debaten el papel del comercio en la promoción de la sostenibilidad del medio ambiente.

Como muestran los datos, las cuestiones medioambientales son una parte destacada de la labor de la OMC. Y su importancia va en aumento. Cada año se notifican a la OMC más de 1.000 medidas medioambientales nuevas. Una de cada 6 notificaciones presentadas a la OMC guarda relación con el medio ambiente. Hace 20 años la proporción era 1 de cada 10.

También es importante señalar que los Miembros de la OMC gozan de entera libertad para adoptar medidas con las que afrontar el cambio climático y otros desafíos medioambientales, incluso medidas restrictivas del comercio, siempre y cuando no sean intentos velados de proteccionismo.

La jurisprudencia ha confirmado que los Miembros de la OMC tienen amplia autonomía para establecer sus propias políticas medioambientales, sus objetivos medioambientales y la legislación medioambiental que promulgan y aplican.

Trabajamos en estrecha colaboración con otras organizaciones en este frente -y en muchos otros- para examinar los vínculos en continua evolución entre el comercio y el desarrollo sostenible a nivel mundial.

Se afirma que el comercio fue un factor fundamental en la pronta consecución del Objetivo de Desarrollo del Milenio 1, que era reducir la extrema pobreza a la mitad.

Ahora nos proponemos contribuir a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Hace solo dos semanas acogí en la OMC al Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, que dirigió un convincente discurso a los Miembros, remarcando el importante papel que ha desempeñado -y debe seguir desempeñando- el comercio en esos esfuerzos.

Al igual que el Secretario General, creo firmemente en el multilateralismo como una fuerza positiva esencial, que contribuye al crecimiento económico, el desarrollo, la estabilidad y la paz.

Naturalmente, el multilateralismo no es sencillo. Exige un compromiso permanente. Exige diplomacia, negociación y diálogo constantes. Este fue un tema fundamental del Foro de París sobre la Paz que se celebró el año pasado.

En tiempos difíciles, los Gobiernos a menudo se sienten tentados de tomar las riendas y tratar de resolver los problemas por sí solos. Eso les parece más fácil que tener que pasar por los procesos a veces complicados del multilateralismo. Pero el hecho es que, al final, eso no funciona. Si el enfoque es la "no cooperación", todo el mundo sale perdiendo.

Lo mismo puede decirse del sistema de comercio.

Debemos seguir trabajando para fortalecer el sistema de comercio y velar por que pueda responder eficazmente a los desafíos del mundo actual.

Hoy día nos enfrentamos a problemas comerciales candentes.

Está claro que persisten las tensiones. Según un informe reciente de la OMC, el año pasado se impusieron nuevas medidas restrictivas por un valor de alrededor de 580.000 millones de dólares, cifra superior en más de siete veces al nivel del año precedente. Desde que se publicó el informe, se han introducido más medidas nuevas.

Y eso repercute en el crecimiento del comercio.

El crecimiento del comercio se situó en un 4,6% en 2017. Se tenía la esperanza de que el comercio recuperara el impulso perdido tras la crisis financiera. Pero eso no se cumplió.

En 2018, el crecimiento del comercio se cifró en un 3%, y en el cuarto trimestre sufrió una drástica caída.

Y para 2019 prevemos un crecimiento del 2,6%. Habida cuenta del elevado nivel de las tensiones, esto no debe sorprender a nadie.

Ayer publicamos nuestro Indicador de las Perspectivas del Comercio Mundial trimestral, que proporciona una primera orientación sobre la trayectoria del crecimiento del comercio.

Según este, las mediciones comerciales fundamentales sobre los pedidos de exportación, el transporte aéreo internacional de carga, las materias primas agrícolas, los componentes electrónicos y la producción y venta de automóviles se sitúan todas claramente por debajo de la tendencia.

El indicador general no ha variado desde el último trimestre. Sigue mostrando el índice más débil de los últimos 10 años.

Y eso no recoge algunas de las medidas comerciales más importantes que se han anunciado en estos últimos días.

Dicho de manera simple, nos hallamos en una situación de gran incertidumbre.

Eso incide negativamente en la inversión y el consumo, lo que a su vez tiene serias repercusiones en el comercio. Y puede afectar al crecimiento económico en todas partes.

No podemos permitir que esta situación se agrave.

Pero es importante reconocer que esas tensiones no han surgido de la nada. Las alimentan las inquietudes y preocupaciones genuinas de los ciudadanos de todo el mundo.

Los trabajadores padecen las secuelas residuales de la crisis de 2008 y las consecuencias de la Cuarta Revolución Industrial, que está transformando el mercado de trabajo.

La innovación y la productividad están desplazando a los trabajadores en los sectores más tradicionales, como el manufacturero. En algunas economías, de cada 10 empleos que desaparecen, 8 se pierden por efecto de la automatización y las nuevas tecnologías.

Cierto es que esta oleada tecnológica también crea nuevos puestos de trabajo. Sin embargo, la gente carece aún de las cualificaciones necesarias para ocupar esos nuevos puestos. Es poco probable que el trabajador que pierde su empleo en el sector manufacturero esté preparado y en condiciones para cubrir las vacantes que surgen en los sectores más dinámicos de la economía.

Esta situación está generando una pronunciada sensación de miedo e incertidumbre en cuanto al futuro.

Ante eso es necesario adoptar medidas concretas en el ámbito de las políticas internas para ayudar a los trabajadores a adaptarse. Los Gobiernos están tratando de responder a esto a su manera.

Nosotros, a nivel mundial, también debemos reaccionar ante esa situación. Eso quiere decir que hay que esforzarse para reducir las tensiones y velar por que el sistema conserve su capacidad de respuesta.

Todo esto se refleja en Ginebra.

Los Miembros están planteando estas cuestiones ante la OMC. Nos estamos ocupando de un número de diferencias sin precedentes. Y estamos haciendo cuanto podemos para contribuir a atender las preocupaciones de los Miembros y reducir las tensiones con carácter de urgencia.

De hecho, hay quien ve la reforma de la propia OMC como un paso para resolver algunos de esos problemas. Los líderes del G-20 formularon una firme declaración al respecto en su Cumbre del pasado mes de diciembre, solicitando las "reformas necesarias".

Aunque creo que existe un impulso considerable en favor de la idea de una reforma, no hay una única respuesta a la difícil pregunta de qué conllevaría exactamente una reforma así.

Por mis conversaciones con los Miembros, está claro que la OMC debe ser mejor, trabajar con más rapidez e incrementar su capacidad de respuesta.

Pero nadie habla de destruir lo que ya tenemos. La atención se centra más bien en adoptar las medidas prácticas y concretas que sean necesarias y permitan impulsar rápidamente nuestra labor.

En lo que respecta a las cuestiones de fondo, creo que las conversaciones giran en torno a tres amplias esferas.

La primera es cómo reforzar la labor de los órganos y comités ordinarios de la OMC. Aquí se concede especial atención a la mejora de aspectos como las notificaciones y la transparencia.

La segunda esfera es cómo mejorar el sistema de solución de diferencias, en el que actualmente hay un bloqueo de los nombramientos para el Órgano de Apelación. Esta labor constituye un pilar fundamental de la Organización y de la economía mundial. Por consiguiente, es de vital importancia para el sistema encontrar una solución urgente a esta cuestión.

La tercera esfera es examinar cómo mejorar nuestra labor de negociación para poder seguir llegando a nuevos acuerdos con efectos económicos reales.

En estos momentos hay muchas cosas en marcha.

Los Miembros siguen trabajando en cuestiones de larga data en las que, como se ha visto, ha sido más difícil realizar avances, entre ellas la agricultura y la seguridad alimentaria.

Especial importancia tiene el hecho de que los Miembros también están trabajando arduamente con miras a cumplir el plazo de 2019 establecido para concluir un acuerdo que limite las subvenciones a la pesca perjudiciales. Esa es una importantísima labor que nos permitiría alcanzar una meta fundamental del Objetivo de Desarrollo Sostenible 14.

Tenemos que encontrar formas de revitalizar nuestra labor de negociación y de deliberación para solucionar las cuestiones que son importantes para los Miembros. No podemos permitir que el multilateralismo se convierta en sinónimo de parálisis.

Pienso que nuestra experiencia de los últimos años ha sido instructiva. Después de un largo período sin avances, hemos concluido una serie de acuerdos importantes.

En 2013, en nuestra Conferencia Ministerial de Bali, los Miembros de la OMC lograron alcanzar el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio. Fue el primer gran acuerdo mundial sobre el comercio de los últimos 20 años.

Al permitir que las mercancías atraviesen las fronteras más rápidamente, con un menor costo y menos trámites burocráticos, este Acuerdo puede lograr que el valor de las exportaciones mundiales de mercancías aumente en, por lo menos, 1 billón de dólares por año.

Después, en 2015, en nuestra Conferencia Ministerial de Nairobi, un grupo de Miembros de la OMC llegó a un acuerdo destinado a eliminar los aranceles que gravan una nueva generación de diversos productos de la tecnología de la información. El valor del comercio de esos productos asciende a unos 1,3 billones de dólares anuales, y es superior al valor del comercio mundial de los productos de la industria del automóvil.

Y, en la misma reunión de Nairobi, los Miembros también acordaron eliminar las subvenciones a la exportación de productos agropecuarios. Se trata de la mayor reforma del comercio agropecuario mundial llevada a cabo en los últimos 20 años. Y ha cumplido una meta clave del Objetivo de Desarrollo Sostenible 2, que propugna la erradicación del hambre.

Juntos, estos acuerdos son las reformas más significativas del sistema de comercio en una generación. La plena aplicación aportará enormes beneficios económicos.

Francia, como parte de la UE, ha desempeñado un papel muy importante en el esfuerzo de impulsar esos acuerdos.

De esos acuerdos también se extrajeron enseñanzas valiosas sobre cómo avanzar. ¿Qué hicimos para que de pronto eso fuera posible? En último extremo, todo se reduce a la flexibilidad.

En un sistema compuesto por 164 Miembros de distintos tamaños, con distintas prioridades y en distintas etapas de desarrollo, hemos visto que la única manera de avanzar es ser flexibles. Un enfoque único aplicable a todos no sirve. Hemos llevado a la práctica esa flexibilidad de distintas maneras:

  • Por ejemplo, podemos ser flexibles respecto de las cuestiones de fondo. Una muestra de ello es el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio multilateral, que prevé que los países en desarrollo puedan solicitar asistencia técnica y decidir a qué ritmo aplicar cada compromiso específico.
  • Y podemos ser flexibles con respecto a la geometría. Tal es el caso del Acuerdo sobre Tecnología de la Información, en el que solo participa un grupo de Miembros. Conforme a sus disposiciones, los participantes aplican derechos arancelarios nulos a todos los Miembros.

Aparte de estos formatos, observamos también que algunos Miembros están probando nuevas formas de flexibilidad.

En nuestra Conferencia Ministerial de Buenos Aires, celebrada en 2017, varios grupos de Miembros pusieron en marcha las denominadas "iniciativas conjuntas" para trabajar sobre algunas cuestiones fundamentales, entre ellas, el comercio electrónico, las MIPYME, la facilitación de las inversiones y el empoderamiento económico de las mujeres.

Otro grupo está debatiendo también sobre cómo avanzar en lo que respecta a la reglamentación nacional en la esfera de los servicios.

Aunque no todos los Miembros participan, estas iniciativas cuentan con un apoyo significativo. Permanecen abiertas a todo aquel que desee sumarse, y están cobrando impulso.

En enero, 76 Miembros de la OMC anunciaron su intención de iniciar las negociaciones sobre el comercio electrónico. Entre estos se incluyen la Unión Europea, los Estados Unidos, el Canadá y China, así como otros Miembros pequeños y grandes. Se han sumado tanto países desarrollados como países en desarrollo. Juntos, los participantes representan el 90% del comercio mundial.

Toda esta actividad merece la mayor atención. Indica que los Miembros están dispuestos a participar en formatos más creativos y flexibles para lograr avances en la OMC.

Es importante mantener el impulso. Asoman en el horizonte acontecimientos de gran trascendencia.

El año próximo celebraremos en Kazajstán la Duodécima Conferencia Ministerial, y los Miembros ya están intentando definir posibles resultados con miras a esa reunión.

En cuanto al debate sobre la reforma, la Cumbre del G-20, que se celebrará en Osaka en junio, será también un momento de gran importancia política.

Naturalmente, toda reforma será muy difícil. Pero, con voluntad política, será posible. Y la reforma contribuirá positivamente a reducir las actuales tensiones comerciales.

Debemos seguir trabajando con ahínco en todos estos frentes si queremos ver avances, y debemos utilizar todas las opciones y vías de que disponemos.

Tenemos la oportunidad de introducir algunos cambios cruciales en el sistema de comercio para que pueda prestar un mejor servicio al pueblo de Francia, y a todos los demás Miembros de la OMC.

La actual crisis en el comercio mundial ha despertado renovado interés en la OMC. La gente está tomando conciencia de su importancia.

La Organización es el resultado del empeño de Gobiernos de todo el mundo que han colaborado durante 70 años para encontrar formas de cooperar en las cuestiones comerciales.

Por tanto, redunda en beneficio de todos que preservemos y fortalezcamos este bien público fundamental.

Contamos con el apoyo de Francia en ese esfuerzo.

Muchas gracias.

 

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