WTO NOTICIAS: DISCURSOS DG PASCAL LAMY
Foro Europeo de Servicios y conferencia de la London School of Economics
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Es un gran placer para mí dirigirme a ustedes
esta tarde. Permítanme comenzar dando las gracias al Foro Europeo de
Servicios —y en particular a Lord Vallance de Tummel por sus amables
palabras— y a la London School of Economics por acoger este acto, que me
ofrece la oportunidad de abordar una cuestión esencial en las relaciones
comerciales internacionales: el comercio de servicios. Gracias también a
Peter Sutherland por su presencia entre nosotros.
Mucho se ha hablado sobre la importancia de la tecnología para fomentar
la globalización. La tecnología es importante, sin duda, pero sólo es un
medio para llevar a cabo todo tipo de actividades, y para suministrar
servicios. Vivimos en la era de la revolución de los servicios. Se trata
de una revolución que ha transformado el modo en que vivimos y
trabajamos. Los rápidos adelantos en las tecnologías digitales y de las
comunicaciones han reducido los obstáculos del tiempo y el espacio y han
marcado el camino para una nueva economía global de servicios. Una
llamada telefónica de tres minutos de duración entre Londres y Nueva
York, que en 1930 costaba alrededor de 250 dólares EE.UU., sólo cuesta
ahora algunos centavos. Con la ayuda de la tecnología, todos los días se
realizan a través de las fronteras millones de transacciones financieras
y bancarias y relacionadas con los seguros, la contabilidad, el comercio
al por menor, los medios de comunicación y los viajes. Incluso una
consulta médica puede realizarse a través de Internet.
El pensamiento económico convencional clasificó los servicios como
actividades no comerciales. Esa convención, que nunca reflejó con
precisión la realidad comercial, hace tiempo que está obsoleta. Lo está
porque el mundo se encuentra interconectado como nunca hasta ahora y los
servicios han sobrepasado las fronteras nacionales. Lo está también por
efecto del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS), que ha
creado un nuevo paradigma para el comercio internacional de servicios.
El Acuerdo ha definido formas del comercio de servicios que antes no se
consideraban, como la presencia comercial y el movimiento de personas
físicas, y ha abarcado todo el conjunto de sectores de servicios.
La producción de servicios es la actividad económica dominante en el mundo y contribuye al desarrollo general
En una ocasión, Henry Ford dijo que “una
empresa dedicada totalmente a los servicios no tendrá más que una
preocupación sobre los beneficios: su magnitud abrumadora”. Pero dudo
que incluso el visionario señor Ford pudiera haber predicho que las
exportaciones mundiales de servicios se aproximarían a 2,8 billones de
dólares EE.UU. en 2006. No obstante, incluso esta ingente suma subestima
el tamaño real del comercio de servicios, pues las estadísticas del
comercio internacional no abarcan todo el comercio de servicios definido
por el AGCS. Y no sólo es ingente el valor del comercio de servicios,
sino también su ritmo de crecimiento. En efecto, desde el decenio de
1980, el comercio mundial de servicios ha crecido con mayor fuerza que
la producción y el comercio mundiales de mercancías. En la actualidad,
más de la mitad de la inversión directa extranjera mundial tiene lugar
en los servicios.
La revolución de los servicios no se limita a crear nuevas oportunidades
comerciales en el sector. Los servicios sustentan prácticamente todas
las actividades económicas necesarias para la producción y distribución
de otros bienes y servicios. Me atrevería a decir que necesitamos los
servicios para que el beneficio del comercio se traslade al conjunto de
la economía y para ampliar el acceso a los mercados que pueda alcanzarse
para los productos agrícolas e industriales. Expondré a continuación
algunas de las razones.
En primer lugar, los servicios son las autopistas de gran velocidad para
el comercio. Ninguna empresa puede funcionar sin un teléfono, crecer sin
financiación y trasladar sus productos al mercado sin medios de
transporte. Ninguna empresa moderna puede funcionar con eficacia si no
tiene acceso a los servicios de telecomunicaciones, jurídicos, de
contabilidad y de informática y a otros servicios prestados a las
empresas. Ninguna economía puede prosperar sin una infraestructura de
servicios eficiente. Un estudio reciente sobre la economía india reveló,
elocuentemente, que cuando en los años noventa se abrieron gradualmente
muchos sectores de servicios, su contribución al crecimiento de la
producción manufacturera aumentó del 1 por ciento al 25 por ciento,
aproximadamente.
Una de las experiencias exitosas que han tenido lugar en África en los
últimos años es el fuerte crecimiento de las exportaciones de flores en
Kenya. Kenya es un exportador competitivo de productos hortícolas, pero
su éxito depende de la capacidad para transportar con rapidez y
facilidad productos perecederos a los mercados. Cuando Kenya comenzó a
exportar estos productos, el volumen era reducido y los productores no
podían justificar la utilización de vuelos chárter. Por ello, las flores
se transportaban en vuelos de pasajeros. Por fortuna para Kenya, existía
un tráfico regular de turistas entre Nairobi y las principales ciudades
del mundo y, además, el sector turístico hizo aumentar en hoteles y
restaurantes la demanda de productos de gran calidad para una clientela
internacional, lo cual permitió a los agricultores de Kenya adquirir más
experiencia en la producción hortícola. Así, el éxito de este sector en
Kenya estuvo vinculado con el desarrollo de la infraestructura de
servicios relacionada con el turismo.
En segundo lugar, los servicios de viaje y de transporte son esenciales
para la integración económica internacional. Se estima que el tiempo del
transporte de las exportaciones de mercancías desde la fábrica hasta que
se cargan en los barcos es de 49 días en el África Subsahariana y de 34
días en Asia Meridional, frente a 13 días en los países de ingresos
elevados de la OCDE. Los días que se pierden a causa de las deficiencias
logísticas suponen que las exportaciones procedentes del África
Subsahariana resultan gravadas con un arancel implícito de alrededor del
40 por ciento antes incluso de que las mercancías salgan del país. La
experiencia de muchos países es que la apertura del comercio de
servicios tiene repercusiones positivas sobre su comercio global. Por
ejemplo, la apertura del mercado de servicios portuarios en Chile
comportó una reducción del 50 por ciento de los costos de explotación en
dos años. Otro tanto ocurrió en México. En África, cuando se abrieron
los mercados de las telecomunicaciones se produjo una auténtica
explosión de los teléfonos móviles. Sólo en 2004 África sumó 15 nuevos
millones de abonados de telefonía móvil, cifra que igualaba el número
total de abonados en todo el continente en 1996. En la actualidad, casi
el 75 por ciento de los abonados telefónicos de África utilizan
teléfonos móviles.
En tercer lugar, una infraestructura de servicios ineficiente y costosa
es una traba para el crecimiento económico general. Los productores
agrícolas se verán perjudicados si no pueden acceder a unos servicios de
logística y transporte eficientes. Las empresas sufrirán múltiples
retrasos y obstáculos si las redes de comunicación y los servicios no
alcanzan el nivel necesario. Por su parte, los fabricantes no serán
competitivos si no tienen acceso a la financiación mejor y menos
costosa. Un estudio de una muestra de 60 países, por ejemplo, reveló que
durante el último decenio los países con un sector de servicios
financieros totalmente abiertos crecieron en promedio un punto
porcentual más que los restantes países.
Sin duda, el mensaje que ofrecen una y otra vez un amplio número de
estudios es que los beneficios de una mayor apertura del comercio de
servicios superan claramente a los de la apertura del comercio de
mercancías.
Los servicios son un componente básico de la Ronda de Doha. Es necesario conseguir resultados positivos en el ámbito los servicios para completar el todo único
El resultado de la revolución de los servicios
es que la división Norte-Sur de la Ronda Uruguay del GATT ha dejado de
tener vigencia. De hecho, esa división, tal como existía en el GATT,
carece de sentido en la actualidad. La geopolítica de las negociaciones
comerciales ha cambiado radicalmente: hoy en día, los países en
desarrollo no son sólo demandeurs en la agricultura —y algunos de ellos
en los productos industriales—; muchos de ellos tienen intereses
ofensivos en el ámbito de los servicios. La producción de los servicios
es la actividad económica predominante en la mayoría de los países del
mundo, con independencia de su nivel de desarrollo. El sector de los
servicios es también una fuente importante de empleo y, en muchos casos,
una parte más sustancial del empleo que del PIB. Muchos servicios son
intensivos en mano de obra y los países en desarrollo, con mercados de
trabajo amplios, están bien situados para aprovechar esta circunstancia.
El aumento de la productividad en los servicios puede ser de importancia
vital para la creación de empleo.
Es de todos conocido el fenómeno de los servicios en la India, pero el
fenómeno no se circunscribe a este país. El conjunto de países en
desarrollo ha participado fuertemente en el crecimiento del comercio
mundial de servicios y también los países menos adelantados están
avanzando. Los ingresos por turismo en Tanzanía, por ejemplo, son una
parte tan importante de los ingresos de exportación como en España o
Grecia. Habida cuenta del tamaño de la economía de servicios, que se
estima en alrededor del 68 por ciento del PIB mundial, y del rápido
adelanto de la tecnología, el potencial de crecimiento es
extraordinario. Ésta es precisamente la razón por la que las
negociaciones relativas a los servicios son un componente fundamental de
la Ronda de Doha.
No hay duda, por tanto, de que la conclusión satisfactoria de la Ronda
de Doha debe incluir un resultado satisfactorio en la esfera de los
servicios. Esto es lo que acordamos en el marco del mandato de Doha. Sin
embargo, la cuestión es cuál es la mejor manera de proceder en las
negociaciones para que todos lleguemos al destino final al mismo tiempo
y habiendo cumplido nuestros objetivos.
Algunos de ustedes, si son tan “jóvenes” como yo, conocen tal vez un
rompecabezas mecánico llamado Cubo de Rubik. Para quienes no lo
conozcan, el Cubo de Rubik tiene seis caras, cada una de un color
diferente, divididas en nueve cuadrados pequeños. Cuando se ha resuelto
el rompecabezas, cada una de las caras del cubo es de un solo color.
Concluir la Ronda de Doha es, como algunos han dicho, igual que resolver
el Cubo del Rubik, pues para ordenar todos los colores se ha de seguir
una secuencia determinada. Un movimiento erróneo y todo se desorganiza.
Sin embargo, hay tres diferencias importantes: la primera es que en la
Ronda de Doha hay más de seis colores que ordenar; la segunda es que en
la OMC hay 151 expertos en el Cubo del Rubik, que en muchos casos
discrepan sobre los movimientos que hay que hacer; la tercera es que
sólo hay una pequeña posibilidad de dar con la secuencia adecuada.
La realidad de la negociación de la Ronda de Doha es que las
subvenciones a la agricultura y los aranceles agrícolas e industriales
son las cuestiones previas que hay que solucionar antes de abordar el
resto de cuestiones. Sin solucionarlas no es posible avanzar a la fase
final de la Ronda de Doha. Esto no significa que las negociaciones sobre
servicios no sean también esenciales, en buena medida porque hasta que
se haya acordado todo no se habrá acordado nada.
Las negociaciones sobre el comercio de servicios son diferentes a las
relativas a la agricultura y los productos industriales, pues en los
servicios no existen aranceles y no es fácil identificar los obstáculos.
Por ello, no podemos recurrir a fórmulas o reducciones porcentuales
generales. Ésta es una negociación tradicional basada en el sistema de
peticiones y ofertas. Cada Miembro decide qué quiere pedir a sus
interlocutores comerciales, en qué sectores ofrecerá nuevos compromisos
de apertura y cómo responderá a las peticiones que haya recibido. Más
concretamente, los Miembros deciden en cuáles de los cuatro modos de
suministro están dispuestos a asumir compromisos: el suministro
transfronterizo o modo 1; el consumo en el extranjero o modo 2; la
presencia comercial o modo 3; y la entrada temporal de profesionales o
modo 4. Esto hace que las negociaciones relativas a los servicios
discurran por una vía diferente —aunque paralela—, con sus
peculiaridades.
Hay una tendencia a ver el modo 4 como una cuestión Norte-Sur. Esto es
un error. Abrir el modo 4 puede beneficiar tanto a los países de
procedencia como a los países receptores e influir favorablemente en
otros modos de suministro. Los beneficios para el país de procedencia en
forma de remesas y desarrollo de capital humano están bien documentados.
Pero no debemos olvidar que al país receptor también le beneficia una
mayor movilidad de los proveedores de servicios. Por tanto, el modo 4
puede beneficiar a todas las partes. Recordemos que el modo 4 consiste
en la entrada temporal de profesionales para suministrar un servicio y
no en la inmigración o migración permanentes.
La situación actual
Las negociaciones sobre servicios no han
permanecido inmóviles. En la Conferencia Ministerial de Hong Kong
celebrada en 2005, los Ministros convinieron en objetivos concretos,
enfoques bien definidos y una secuencia para la conclusión de las
negociaciones. Contamos, pues, con objetivos colectivos detallados que
comprenden compromisos sobre una mayor participación extranjera en el
capital, sobre una mayor flexibilidad acerca de los tipos de entidades
jurídicas autorizadas y sobre la consolidación de las condiciones de
acceso existentes —más abiertas— en el comercio transfronterizo, así
como con compromisos nuevos y mejorados sobre las categorías de personas
físicas no vinculadas a la presencia comercial y sobre la supresión de
la prueba de necesidades económicas.
El año pasado ya pusimos en marcha el proceso de peticiones
plurilaterales. Este nuevo enfoque ha llevado a centrar más la atención
en la identificación de los sectores y modos de suministro de interés
prioritario, en los actores estratégicos y las peticiones relativas al
acceso a los mercados en cada una de esas esferas. En otros términos, ha
ayudado a determinar lo que sería una masa crítica de compromisos, que
en último extremo puede constituir un resultado satisfactorio. El
proceso ha ofrecido también la oportunidad de llegar a un compromiso más
estrecho entre diferentes grupos de Miembros acerca del contenido de las
peticiones. Como tengo la seguridad de que las peticiones se formularon
en estrecha consulta con todos ustedes, representantes de las empresas
de servicios, confío en que reflejen las cuestiones que preocupan e
interesan a sus sectores respectivos.
Las negociaciones basadas en peticiones y ofertas plurilaterales han
seguido su curso y ahora estamos centrados en negociaciones bilaterales
de carácter más intensivo. En esta fase, los Miembros han de basarse en
el “supuesto más favorable” y prepararse para presentar su oferta
revisada final en el ámbito de los servicios.
Son, pues, los demandeurs quienes tienen que impulsar las negociaciones
sobre el acceso a los mercados. Hasta la fecha, el proceso se ha
desarrollado como cabía esperar. Seguir el proceso adecuado es
importante y debemos tratar de mejorar constantemente, pero no nos
engañemos: no es el proceso de Ginebra el que determina el progreso.
Tampoco puede atribuirse a las técnicas de negociación utilizadas,
técnicas que tal vez no sean perfectas pero que sabemos que han sido
probadas y utilizadas y han arrojado resultados muy importantes en
negociaciones anteriores, de manera más patente en las pasadas
negociaciones sobre los servicios financieros y de telecomunicaciones.
El principal obstáculo es, más bien, la ausencia de la voluntad política
necesaria. El logro de resultados ambiciosos dependerá del grado de
compromiso de cada Miembro en las negociaciones bilaterales, tanto en
Ginebra como en sus capitales respectivas. Ahora que nos preparamos para
el tramo final de la Ronda de Doha, los Miembros deben comenzar a
dedicarse seriamente a sus exigencias irrenunciables para un resultado
satisfactorio de las negociaciones sobre servicios.
Sin duda, hay retos difíciles que afrontar en aspectos políticamente
sensibles y es cierto que tanto los países desarrollados como en
desarrollo Miembros deben contribuir. Pero estos obstáculos no son
insuperables si existe la decisión política de afrontarlos y la voluntad
para hacer concesiones mutuas.
El otro componente de las negociaciones sobre servicios que se está
resolviendo gradualmente es el de la reglamentación nacional. La
finalidad de centrarse en los requisitos que deben cumplir los
proveedores extranjeros de servicios para actuar en un mercado, por
ejemplo en lo que se refiere al régimen de licencias o las normas
técnicas, es asegurar que tales requisitos no den al traste con el
propósito inicial de abrir el mercado. También en este punto se están
registrando movimientos. En cuanto a las medidas de salvaguardia de
urgencia, aunque los debates técnicos y de procedimiento han sido útiles
para determinar las principales cuestiones objeto de preocupación, la
meta queda lejos todavía. Lo mismo cabe decir de las negociaciones sobre
las subvenciones y la contratación pública en el ámbito de los
servicios.
El camino a seguir
Si miramos hacia el futuro, estamos trabajando
con una gran premura de tiempo. Existe el deseo comprensible de
conseguir un texto de compromiso en los servicios al mismo tiempo que se
alcancen los textos de compromiso revisados en la agricultura y los
productos industriales, durante las próximas semanas. Pero no olvidemos
que por la naturaleza de las negociaciones sobre servicios, basadas en
peticiones y ofertas, no estamos negociando una alternativa a las
decisiones adoptadas en la Conferencia Ministerial de Hong Kong. Podemos
utilizar el texto para reafirmar nuestros objetivos comunes, hacer
inventario de los progresos e impulsar una mayor ambición en las
ofertas, pero ésa no es realmente la respuesta. El progreso real
dependerá de la medida en que las ofertas revisadas se acerquen a los
objetivos acordados en Hong Kong para cada modo de suministro.
Una mayor ambición en las negociaciones sobre servicios exige, a nivel
nacional, una cuidadosa preparación y coordinación entre un gran número
de ministerios y organismos, y esa coordinación sólo se puede conseguir
con una orientación clara y sostenida desde arriba. Como defensores de
la apertura de los servicios, es en ello en lo que deben centrar sus
esfuerzos. Queda poco tiempo y tenemos que movilizar la energía política
necesaria y garantizar el compromiso pleno de las capitales y de sus
representados.
Al mismo tiempo, debemos tener en cuenta las preocupaciones de los
Miembros, especialmente de aquellos que no cuentan con un sistema de
reglamentación bien desarrollado. Pero eso no debemos hacerlo en
detrimento de la ambición. Si la resistencia a consolidar compromisos se
debe a la falta de las instituciones y marcos reglamentarios necesarios
que complementen la apertura de los mercados, debemos ser creativos y
encontrar formas de ayudar. El AGCS ofrece distintos caminos para que
los gobiernos puedan programar adecuadamente las reformas y para adoptar
medidas de precaución. Da a los Miembros la flexibilidad necesaria para
perfilar sus compromisos y aplicarlos progresivamente a lo largo de
períodos de transición. Además, los Miembros no están obligados a abrir
los servicios públicos a la competencia. Estas flexibilidades, lejos de
debilitar el nivel de ambición en los servicios, deben constituir un
motivo para asumir mayores compromisos.
Por último, la Ayuda para el Comercio es una nueva oportunidad de
movilizar la asistencia técnica para afrontar los problemas de
reglamentación que plantea la apertura del mercado en los servicios a
los países en desarrollo. Mantenerse al margen no es la solución.
Vivimos un período de incertidumbre y de temor generalizados, tanto en
los países desarrollados como en desarrollo. Los momentos en los que
cambia la marea son de los más difíciles para los responsables de las
políticas. La tentación de resistirse al cambio es fuerte, especialmente
porque las voces que abogan por la protección suelen oírse más que las
de quienes apoyan una mayor apertura. Pero es preciso tener claro que el
cambio y la apertura —especialmente en el comercio de servicios— son
básicos para el crecimiento económico.
En conclusión, les aseguro una vez más que los servicios ocupan un lugar
central en el Programa de Doha para el Desarrollo. Para concluir
satisfactoriamente la Ronda de Doha será necesario lograr un resultado
positivo en las negociaciones sobre servicios. Uno tras otro, los
colores del “Cubo de Rubik” empiezan a encajar en su lugar, pero éste no
es todavía un objetivo conseguido. En los servicios, nuestro reto
consiste en acelerar las negociaciones. El problema no es el “proceso de
Ginebra”, que sigue siendo eficaz para las negociaciones. Todos sabemos
que el proceso no puede sustituir a la esencia. La ambición política —y
la ambición comienza con la atención política— es el elemento que ha
faltado en las negociaciones sobre los servicios y que se necesita con
urgencia para asegurar un progreso sustantivo. Ustedes, como
representantes del sector de los servicios, pueden jugar un papel
fundamental en la movilización de la energía política necesaria para
resolver este problema. No podemos distraernos en este momento crítico y
debemos mantener el foco en la esencia, acelerando el ritmo de trabajo
en los días y semanas venideros.
Siempre he apreciado el apoyo y el compromiso del sector de los
servicios y querría pedirles que redoblen sus esfuerzos para propiciar
un avance decisivo en la Ronda de Doha. Creo que es posible resolver con
éxito este Cubo de Rubik. ¡Hagámoslo!
Muchas gracias.
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