DDG Anabel González

Reflexiones sobre el comercio, desde Ginebra

por la ex DGA Anabel González*

Cinco conclusiones del Foro Público de la OMC

Hace unos días, los representantes de gobiernos, empresas, instituciones académicas y la sociedad civil de todas las regiones se acercaron a Ginebra para participar en el principal evento de divulgación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), su Foro Público anual. El edificio, un hervidero de conversaciones animadas en el marco de un tema amplio, titulado “Hacia una recuperación sostenible e inclusiva: de la ambición a la acción”, se llenó con los 3.200 asistentes y 671 oradores que participaron en persona en más de 140 sesiones sobre todo tipo de aspectos relacionados con el comercio. Como en un gran bazar, había algo para cada uno. En mi caso, escuché alto y claro cinco mensajes fundamentales de muchos colectivos interesados. El hilo conductor de todos ellos es que es el momento de pasar a la acción en la OMC.

Primero: la OMC es importante. En un mundo de crisis que se solapan y se agravan, de rencillas geopolíticas y guerras, de amenazas a la seguridad alimentaria y a la energía, de una inflación elevada, de perturbaciones de las cadenas de suministro, de cambio climático y de los efectos aún visibles de la pandemia, las fortalezas y debilidades del sistema mundial de comercio han pasado a ser el centro de atención. El sistema de la OMC ha sido fundamental para crear y mantener la estabilidad y la previsibilidad de las relaciones comerciales, tanto en la normalidad como en tiempos más difíciles. Pero ha sido lento para negociar nuevas normas, algunos de sus procedimientos de trabajo podrían ser más eficaces, y el sistema de solución de diferencias ya no funciona como estaba previsto.

Sin embargo, no hubo ningún llamamiento a abandonar la OMC. Al contrario, siguen acumulándose las pruebas de que un sistema mundial de comercio que funcione bien no es una opción. Es una necesidad. La necesidad de gestionar los riesgos derivados de un panorama de política comercial sumamente más complejo. La necesidad de suplir las lagunas de gobernanza mundial que condicionan la capacidad de los países para responder a retos colectivos acuciantes. Y la necesidad de contribuir a hacer el comercio internacional más resiliente, inclusivo y sostenible.

Segundo: debe reformarse la OMC. Los gobiernos coinciden en ello, razón por la cual pusieron en marcha un proceso de reforma de la OMC en la Duodécima Conferencia Ministerial (CM12) el pasado mes de junio. Existen argumentos sólidos para mejorar el conjunto de normas de la OMC a fin de responder a los profundos cambios en la producción, el consumo y el comercio que han tenido lugar en los últimos 30 años. La buena noticia es que el cambio ya está en marcha, como pone de manifiesto la conclusión satisfactoria del Acuerdo multilateral sobre Subvenciones a la Pesca en la CM12. También adopta nuevas formas, como el acuerdo plurilateral sobre la reglamentación nacional en la esfera de los servicios. El proceso de reforma ofrece además oportunidades para abordar otras esferas, como la de las subvenciones, cuyas normas posiblemente deban revisarse y actualizarse.

La reforma de la OMC también pasa por mejorar la manera en que los Miembros de la OMC trabajan en los comités y órganos ordinarios. La labor no es llamativa y a menudo pasa desapercibida, pero es una piedra angular del sistema mundial de comercio. Más y mejores diálogos y deliberaciones, basados en un mayor nivel de vigilancia y en más datos y pruebas, pueden contribuir a llegar a un entendimiento común acerca de los problemas actuales y sus posibles soluciones. También pueden suavizar las fricciones comerciales.

La solución de diferencias es tal vez el elemento más complicado de la reforma. Todavía no existe una visión compartida del rumbo que debe tomar, y las tensiones en relación con el comercio, la tecnología y la seguridad no lo hacen más fácil. Sin embargo, es necesario que los Miembros lo solucionen, con una gran dosis de voluntad política y realismo.

Tercero: la OMC puede impulsar el comercio digital. El rápido proceso de desarrollo y adopción de tecnologías digitales está transformando la economía mundial y el comercio transfronterizo. La pandemia acrecentó esta tendencia, al permitir a pequeñas y grandes empresas acceder a nuevos mercados cercanos y lejanos. Por ejemplo, las exportaciones de servicios prestados por vía digital aumentaron un 14% interanual en 2020 y 2021. Los gobiernos utilizan tecnologías disruptivas para apoyar procesos comerciales más eficientes. Una mayor cooperación multilateral, en particular para reducir las brechas digitales, podría contribuir a aprovechar el enorme potencial del comercio digital para estimular el crecimiento, crear empleo y fomentar la innovación, especialmente en países alejados de los principales centros mundiales de producción.

En la OMC, los gobiernos han adoptado importantes medidas, como la prórroga temporal de la prohibición de imponer derechos de aduana sobre las transmisiones electrónicas. Es importante señalar que casi 90 Miembros de la OMC están negociando un acuerdo plurilateral sobre comercio electrónico, con un conjunto de disciplinas encaminadas a facilitar las transacciones a distancia y reforzar la confianza en los mercados digitales, contribuyendo al mismo tiempo a abordar y prevenir la proliferación de obstáculos al comercio digital. El comercio digital se extiende a todas las esferas de la OMC. Varios comités se ocupan de cuestiones situadas en el centro de la transformación digital, desde la inteligencia artificial a la ciberseguridad y de los vehículos autónomos a los drones. Necesitamos incrementar este aspecto. Una mayor vigilancia de los flujos y las políticas de comercio digital, así como un análisis mejorado, ayudarían a los funcionarios encargados del comercio a mantenerse al día de la rápida evolución del entorno de las políticas de comercio digital.

En cuarto lugar, aumentar las oportunidades comerciales constituye un elemento central de la OMC. Las pruebas demuestran claramente la función del comercio para impulsar el crecimiento, aumentar la productividad y mejorar los ingresos, razón por la cual el sistema mundial de comercio debe centrarse en crear más oportunidades para el comercio siempre que sea posible. Esto es especialmente importante para quienes siguen al margen de la economía mundial, como las pequeñas empresas, las mujeres y los países menos adelantados. Las consideraciones relativas a una mayor inclusividad son cada vez más numerosas y están más presentes en las deliberaciones de la OMC, también en los grupos de Miembros de la OMC que trabajan conjuntamente para apoyar la integración en el comercio de las microempresas, las pequeñas y medianas empresas y las mujeres.

Desbloquear las esferas de negociación de larga data que han avanzado poco en los últimos decenios, como la agricultura, podría brindar nuevas posibilidades para los agricultores del mundo en desarrollo. Progresar en nuevas esferas, como el comercio digital, podría contribuir a reducir los costos del comercio, que afectan desproporcionadamente a los participantes más pequeños. Un examen renovado del potencial del comercio de servicios, entre ellos los que pueden prestarse por medios digitales, podría incorporar a más mujeres y jóvenes al comercio. En general, en los debates de la OMC sobre comercio y desarrollo debería procurarse incluir a la mayoría para aprovechar los beneficios del comercio, junto con las políticas nacionales adecuadas.

Quinto: la OMC es una herramienta para combatir el cambio climático. El cambio climático ya afecta enormemente la estructura del comercio y las cadenas de suministro en todas partes. Ha hecho que cada vez más gobiernos y empresas apliquen estrategias de reducción de las emisiones netas a cero. Un comercio abierto y previsible puede contribuir a estimular la producción de tecnologías verdes y asequibles, facilitar el acceso a esas tecnologías y movilizar las inversiones a la escala y la velocidad necesarias para descarbonizar la economía mundial en los próximos decenios.

La OMC podría desempeñar un papel fundamental, por ejemplo, reduciendo los obstáculos que se interponen en la difusión de bienes y servicios inocuos para el clima a los lugares donde son necesarios, facilitando la aparición de cadenas de valor inversas que sustenten la economía circular, y apoyando a los pequeños agricultores y empresas en los países en desarrollo para que puedan cumplir las normas cada vez más estrictas en materia de carbono y demás disposiciones relativas a la sostenibilidad en los mercados extranjeros. También puede apoyar el diálogo y la coordinación en torno a las medidas de ajuste en la frontera por carbono para contribuir a evitar fricciones comerciales.

A lo largo de los cuatro días del Foro Público, en todas y cada una de las conversaciones que mantuve con muchos participantes, percibí una sensación de expectativa combinada con una notable dosis de realismo. Los colectivos interesados esperan que la cooperación comercial multilateral pueda revitalizarse y reformarse para que siga haciendo en el siglo XXI lo que ya hizo en la segunda mitad del siglo XX: promover el crecimiento, la prosperidad y el desarrollo a través del comercio. Pero también tienen claros los desafíos que hay por delante y la ardua labor necesaria para obrar cambios significativos. Lo más alentador fue ver la gran cantidad de personas que vinieron al Foro dispuestas a participar y a compartir ideas sobre el modo de llevar esto a cabo de manera constructiva. Gracias a todos los que nos acompañaron en Ginebra y a las personas que lo hicieron posible.

 
* Anabel González fue Directora General Adjunta de junio de 2021 a agosto de 2023