DDG Anabel González

Reflexiones sobre el comercio, desde Ginebra

por la ex DGA Anabel González*

El mundo necesita una OMC sólida. Ahora más que nunca

Los responsables de la formulación de políticas y las empresas se muestran cada vez más recelosos ante los riesgos de la interdependencia económica. Asegurar las cadenas de suministro, evitar la dependencia excesiva de muy pocos proveedores (o de proveedores “poco amistosos”) y garantizar el acceso continuado a las mercancías en sectores de crucial importancia se han convertido en temas prioritarios, al igual que las estrategias para acelerar la transición hacia la reducción a cero de las emisiones netas de carbono.

En este panorama cada vez más complejo, el mundo necesita un sistema para hacer frente a los desafíos del patrimonio común, disipar los conflictos comerciales y aprovechar las nuevas oportunidades de crecimiento. Solo una Organización Mundial del Comercio (OMC) revitalizada puede contribuir a este fin. Contrariamente a las opiniones equivocadas acerca de la OMC en el sentido de que es un ente irrelevante o una camisa de fuerza que obstaculiza la consecución de objetivos nacionales legítimos, la OMC es importante. Ahora, más que nunca.

Por supuesto, la reforma de la OMC no será fácil, pero puede hacerse. El sistema mundial de comercio se ha enfrentado a problemas antes, y los Gobiernos han encontrado formas de reinventarla. Se lo debemos en gran medida a la flexibilidad del sistema de comercio.

Fricciones comerciales: un déjà vu que ya conocemos

Ni las tensiones del sistema de comercio ni sus causas subyacentes son nuevas. Ya a finales de la década de 1970, el eminente especialista John H. Jackson mostraba su preocupación por que la atonía de la economía mundial en ese momento, un escepticismo creciente sobre el libre comercio, los inconvenientes de la interdependencia económica y las estructuras económicas divergentes entre los principales participantes erosionaran el sistema. Los Gobiernos no lo permitieron, aunque les llevó un cierto tiempo enderezar la situación.

Tras unas negociaciones complejas e interminables, en 1995 se estableció la OMC con un conjunto de normas ampliado, una función de vigilancia reforzada y un mecanismo eficaz para resolver los conflictos comerciales. Este sistema reformado sentó los cimientos para una rápida expansión del comercio mundial, lo que a su vez desencadenó una era de prosperidad y reducción de la pobreza sin precedentes, aunque no todas las personas ni todos los lugares compartieron por igual los beneficios.

El comercio ha sido un motor de la reducción de la pobreza

Fuente: Indicadores del desarrollo mundial

¿Puede la OMC ayudar en este momento y, en caso afirmativo, cómo?

A medida que la economía mundial se recupera de las enormes conmociones mundiales, el mundo necesita a la OMC más que nunca.

En primer lugar, la OMC puede ayudar a los países a aprovechar las nuevas fuentes de crecimiento del comercio. Las tecnologías digitales, por ejemplo, han impulsado el comercio de servicios, ofreciendo nuevas posibilidades para la diversificación del comercio, el empleo y la innovación. Las exportaciones mundiales de servicios suministrados digitalmente, que ascendieron a 3,7 billones de dólares EE.UU. en 2021, han crecido mucho más rápidamente que las exportaciones de mercancías desde 2005, y las perspectivas son prometedoras (véase el gráfico 2). En el caso de países como Costa Rica, Filipinas, Ghana y la India, los servicios prestados por medios digitales ya representan el 20% de las exportaciones totales. Las negociaciones entabladas por grupos de Miembros de la OMC para reducir los trámites burocráticos y facilitar el comercio de servicios, mejorar el entorno de inversión y fomentar el comercio digital son muy valiosas para aprovechar las oportunidades de crecimiento y desarrollo impulsadas por el comercio que tanto se necesitan, en particular para las personas y los países que han quedado al margen de la economía mundial.

El comercio de servicios prestados digitalmente está en auge

Fuente: OMC.

En segundo lugar, la OMC es necesaria para ayudar a resolver los problemas del patrimonio común. El cambio climático es un ejemplo de ello. Solo se puede lograr una respuesta satisfactoria al cambio climático si todos los países actúan de manera coordinada y resuelta, también en las cuestiones comerciales. El factor fundamental en este caso es aprovechar plenamente el poder del mercado mundial para sacar partido de la ventaja comparativa ecológica de los países. La reducción de los costos del comercio también puede acelerar la difusión de las tecnologías pertinentes, impulsar la innovación y crear mercados con mayor calado y menos concentrados que puedan resistir mejor las conmociones mundiales, tanto si son ocasionadas por episodios meteorológicos extremos, como por pandemias o por perturbaciones de las cadenas de suministro agrícolas.

En tercer lugar, la OMC puede ayudar a gestionar y distender las tensiones comerciales. Una fuente de tensión cada vez mayor, que requiere atención urgente, son las subvenciones. Las subvenciones fueron la forma más frecuente de intervención después de la crisis financiera de 2008, por encima de los aranceles y otras medidas no arancelarias, y representaron casi la mitad de las intervenciones registradas durante el período 2009-2021 (gráfico 3). Si bien es cierto que las subvenciones pueden ayudar a alcanzar importantes objetivos de política, como lo demuestra la experiencia con el desarrollo de las vacunas contra la COVID-19, también es verdad que pueden dar lugar a conflictos comerciales, incluso entre Gobiernos que persiguen los mismos objetivos y funcionan en sistemas económicos similares. El aumento constante de las dádivas oficiales durante el último decenio también alimenta la idea de que las reglas del juego se inclinan a favor de quienes tienen más dinero, lo que refuerza la sensación de injusticia en el comercio mundial. La manera en que los diferentes sistemas utilizan las subvenciones para apoyar los objetivos de política, y la transparencia, o falta de ella, de los programas específicos, echa más leña al fuego.

Número de intervenciones por tipo de medida, 2009-2021

Fuente: OMC, FMI, OCDE y Banco Mundial.

Para examinar las consecuencias de las subvenciones en el sistema mundial de comercio es necesario un diálogo específico en el que participen todas las partes interesadas principales, y que se base en más información, pruebas sólidas y análisis objetivos.

En términos más generales, es indispensable el restablecimiento de un mecanismo de solución de diferencias plenamente eficaz, que quizás comprenda un conjunto de instrumentos para resolver controversias. A falta de ese mecanismo, las normas pasan a ser una buena orientación, en el mejor de los casos; en el peor, existe el riesgo de que las actuaciones incorrectas se vuelvan contagiosas y erosionen el sistema.

No demos por sentado el statu quo

La OMC se sustenta en fundamentos sólidos, que han prestado un buen servicio al mundo durante más de 70 años. El sistema requiere un ajuste, urgentemente. Sin la reforma de la OMC, será difícil propiciar nuevas fuentes de crecimiento comercial, utilizar el comercio para resolver los problemas del patrimonio común y gestionar las tensiones comerciales. Habrá más probabilidades de que el sistema de comercio se fragmente. 

No hay que subestimar los costos implícitos (véase el gráfico 4). Podrían muy bien superar los de la crisis financiera mundial de 2008-2009, provocando una mayor concentración de riesgos, una menor resiliencia y la distorsión de las cadenas de valor. Sería una situación inflacionista justo en un momento en que los Gobiernos están empleando todos los medios a su disposición para controlar la inflación. Además, ahogaría la competencia, la innovación y la colaboración tecnológica, los principales impulsores del progreso humano. Un comercio fragmentado afectaría a todos los países, pero incidiría de manera desproporcionada en los países más pobres. En el mundo actual, no obstante, todo está conectado. Si las mercancías no pueden circular libremente, las personas encontrarán una forma de buscar mejores oportunidades.

Pérdidas a largo plazo de la fragmentación del comercio mundial

Fuente: FMI

En el contexto geopolítico actual, parece inevitable cierta reorganización de las redes de producción. De hecho, algunas cadenas de suministro, aunque muy eficientes, también están demasiado concentradas geográficamente. En un mundo con conmociones más fuertes y más frecuentes, puede que la inversión en cadenas de suministro de reserva, aunque costosa, sea una solución.

El riesgo, por supuesto, es que las medidas para promover la resiliencia de la cadena de suministro u otras consideraciones estratégicas se conviertan en una batalla campal que acabe subvirtiendo el sistema de comercio mundial. Es preciso entablar un diálogo multilateral centrado en el desarrollo de un entendimiento común sobre los posibles parámetros de las cadenas de suministro concentradas y las garantías necesarias para reducir al mínimo los efectos indirectos negativos de las medidas de política.

Aprovechar el pragmatismo de la OMC para hacer realidad la reforma

La reforma de la OMC debe regirse por los principios básicos que han impulsado el sistema mundial de comercio durante más de siete decenios: promover la confianza mediante la transparencia; la no discriminación; la equidad; la reducción de los costos del comercio; y el pragmatismo. El pragmatismo permite excepciones, exenciones y otros instrumentos para gestionar los ajustes dentro del sistema y lograr la coherencia entre el comercio y otros objetivos de política.

No es un órgano supranacional quien fija las normas de la OMC. Son los Gobiernos quienes las acuerdan en procesos de negociación que resultan, naturalmente, difíciles. Y es, precisamente, porque los funcionarios son conscientes de las ventajas y los retos que entraña una mayor cooperación comercial, por lo que se han incorporado al sistema válvulas de escape que permiten a las naciones soberanas perseguir objetivos legítimos de seguridad nacional o de otro tipo, reduciendo al mismo tiempo los efectos secundarios indirectos en terceros países. Dicho de otro modo, al tiempo que ofrece flexibilidad, el sistema se propone evitar que el proteccionismo se desboque, asegurándose de que las medidas transitorias no abran brechas permanentes en la integración comercial mundial.

Es probable que la reforma de la OMC sea una combustión lenta, más que un big bang. Diversos elementos de esta reforma ya están cristalizando en conversaciones en pequeños grupos o en debates más amplios en el ámbito de comités. Pero hace falta más. Las negociaciones necesitan una aceleración focalizada y de alto nivel para que la OMC pueda estar mejor equipada para atender las necesidades de sus Miembros en un entorno de política comercial más complejo y en rápida evolución.

Al igual que hicieron en el pasado, los Gobiernos deben reavivar un espíritu de interés propio y llevar adelante la ardua labor de revitalizar la OMC para que esté a la altura de los retos a los que se enfrenta el comercio mundial. Es el momento de hacerlo realidad.

 
* Anabel González fue Directora General Adjunta de junio de 2021 a agosto de 2023